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jueves, 18 de marzo de 2021

CREENCIAS


     “Dios existe”, “Dios no existe”, “Yo no creo en Dios”, “Yo soy creyente y sí creo en Dios”.

     Con estas frases y con muchas otras de igual firmeza, pero a la vez de desigual opinión y aseveración, se da a conocer la postura que cada uno tiene acerca de la existencia de Dios y, con ello, posicionarse a un lado u otro según lo que para cada uno signifique la religión, en este caso cristiana.

     Qué Dios existe es un rumor inmortal que ha acompañado siempre al hombre durante toda la humanidad, si bien no es éste el mismo Dios en el que creían todas las culturas y civilizaciones anteriores al nacimiento de Jesús y el comienzo del cristianismo en el mundo.

     El hombre siempre ha sentido la necesidad de creer en algo. Si en la referida anterior antigüedad los hombres creían en varios dioses asociados a la tierra, a la naturaleza, al agua, ríos y lagos, animales diversos e incluso en el sol y en la luna, con los cambios sociales esa creencia se ha ido diluyendo para creer en algo más material y, a la vez, más cercano y más inmediato, como un horóscopo o incluso en su equipo de fútbol con el jugador estrella a la cabeza, santificándolo como su dios personal. Pero la necesidad de creer siempre ha estado ahí, una necesidad imperiosa de mantenerse en contacto con una fuerza superior cuya presencia puede ser invocada, aplacada o desafiada, y que, si las respuestas humanas con apropiadas, puede influir en las vidas de los creyentes y no creyentes.

     Actualmente hay quien considera que la fe en lo sobrenatural es una postura primitiva, incluso patética, nacida de una inseguridad asociada a una neurosis. Otros se agarran a la creencia en lo divino como una necesidad humana de creer en la existencia de un “algo” establecido y deliberado para justificar un mundo que sufre, convencidos por encima de toda duda y escepticismo sobre la realidad y certeza de su fue. Pero cualesquiera que sean las convicciones personales de cada uno, creyentes y no creyentes (religiosamente hablando), no se puede dudar de la influencia que en él ejercen las numerosas creencias, tanto actuales como pasadas.

     A pesar de las profundas diferencias entre unos y otros, a la hora de invocar a su dios o a su creencia, ambos lo hacen buscando una esperanza que les permita facilitar su vida, incluyendo la solución a corto o medio plazo de algún que otro problema doméstico y cotidiano que pueda surgirle a lo largo de su existencia.

     Si a pesar de la invocación a esa fuerza superior no se obtienen las respuestas que se desean o son respuestas inapropiadas, se deja de lado a los dioses y creencias particulares y personales, y se comienza a culpar de las desgracias a Dios, el Dios cristiano, el mismo al que se niega y defenestra en el momento en que las respuestas obtenidas son óptimas y adecuadas a las invocaciones realizadas.

     La misma postura y el mismo posicionamiento se adopta cuando aparece un mundo de violencia, de pobreza, de catástrofes naturales, de pavorosos dolores, de muertes violentas e innecesarias (si es que alguna lo es). Tanto si se es crédulo como si no, siempre se acaba pensando lo clásico: “si Dios existe, ¿por qué tolera esto? ¿Por qué calla? ¿Dónde está Dios cuando el hombre sufre? ¿Por qué permite Dios que ocurra esto? ¿De verdad quiere Dios que esto suceda?”. Se demandan respuestas a estas preguntas incontestables cuando los propios dioses abandonan al hombre y no quieren saber nada de él. Se buscan las respuestas en quién más a mano se tiene, en quién resulta más familiar en esas situaciones: en Dios. Se sabe que es omnipotente, por lo que podría evitar tanto sufrimiento personal y general, y también se sabe que es bondadoso, por lo que también querría evitar tanto sufrimiento. Sin embargo no hace ni una cosa ni la otra. Al contrario, da la sensación que mira para otro lado, a modo de “hacerse el loco”. Aún así, siempre se le tiene presente, como chivo expiatorio de los males o como botarga en quién descargar las culpas.

     Aún así siempre hay un punto de inflexión en la vida o una situación difícil en la que la respuesta demandada es más personal e interior, más crédula. Se apartan por unos momentos las creencias opuestas a Él y se le demanda, no una solución, pero sí una explicación sincera de lo sucedido.

     “¿De verdad quiere Dios que me pase esto?” Fue la respuesta que le exhortó un adolescente hacia su madre cuándo ésta utilizó una cómoda frase hecha para tratar de normalizar y en poner en Sus manos el desenlace final de una enfermedad maligna diagnosticada en el hijo adolescente. Madre creyente, adolescente no creyente, pero, ante todo lo venidero, le brotó la duda, acordándose de Dios, si de verdad era merecedor de todo lo que le iba a pasar, llegando incluso a plantearse la posibilidad de la existencia de Dios. Al final posturas opuestas que confluyen en el mismo punto, y hacen aumentar en ambos la fuerza y la rabia para preguntarse si de verdad Dios existe.

     Teológicamente hablando, decir que “Dios existe” o “Dios no existe” es un error. Todo lo que existe nace, crece y muere. Dios no ha nacido (nació su hijo Jesús, no Él), no ha crecido y no ha muerto (mismo argumento que para el nacimiento). Por lo tanto es tan inútil argumentar que Dios no existe como tratar de demostrar que existe. Pero ante situaciones difíciles no se plantea su existencia ni la condición propia de credulidad hacia Él; tan sólo uno se acuerda de Él, se le nombra, se le invoca, se exige su presencia, su omnipotencia y su bondad, incluso se le llega a desafiar, aunque cuando todo retorna a la normalidad, retornan también las creencias propias y primigenias.

     ¡Vaya por Dios! ¡¿Qué le vamos hacer?!

     ¡Que sea lo que Dios quiera!


sábado, 30 de abril de 2011

SANTUARIO O TABERNÁCULO

En el Éxodo XXV, 8-9, Dios ordena a Moisés la construcción del Santuario-Tabernáculo.

Recreación del Tabernáculo:

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Y el alzado de su planta:
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jueves, 14 de enero de 2010

ACONFESIONALIDAD Y LAICISMO

Cuando el diablo no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas. La religión es el opio del pueblo.

Estas dos frases, que entre sí no tienen nada en común ni nada que ver, parece que toman vigencia a costa de políticos y ciertos sectores de la sociedad, más preocupados por nuestra libertad y convicciones religiosas que por solucionar la grave situación política, social y moral en la que estamos sumidos y que no parece que tenga una final feliz, al menos a corto plazo.

La sección segunda del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, en la llamada sentencia Lautsi (3-11-09) condena a Italia a la retirada de los crucifijos de un colegio por constituir “una violación del derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones”. Dicho fallo se basa en que el crucifijo puede ser molesto para alumnos de otras religiones y para los ateos. Esto mismo ya lo pudimos vivir en un colegio de Valladolid, donde un juez también prohibió los crucifijos a petición de un padre que decía representar a una asociación de laicos.
Un mes después de la sentencia Lautsi, el PSOE acuerda, junto con ERC, aplicar la doctrina del Tribunal de Estrasburgo para que se retiren los crucifijos de los colegios públicos. A partir de ahí, se produce toda una avalancha de declaraciones, tratando de justificar de cualquier manera el quitar o mantener dichos crucifijos.
Por un lado justifican la retirada por ser un símbolo de una determinada religión, pudiendo ocasionar conflictos morales a alumnos de otras confesiones y, sobre todo, de laicos y ateos, que, además, basan su justificación en la aconfesionalidad del estado que marca la Constitución. Por otro lado están los que quieren mantenerlos, apelando a la tradición católica, no solo de España, sino de toda Europa desde tiempos de Carlomagno, y acusando al otro bando de querer quitar la navidad, los belenes, la primera comunión, los bautizos y hasta la semana santa.
Ni uno ni otro bando se han percatado de la solución salomónica que tiene el asunto. No tienen que desaparecer los belenes, ni las primeras comuniones, ni semanas santas. No tiene por qué haber crucifijos ni estrellas de David ni medias lunas en las escuelas. Si lo que queremos es un estado aconfesional, en el que ninguna religión prevalezca sobre la otra, ni el estado obligue a educar en una confesión religiosa determinada, se puede conseguir si el estado elimina aquellos símbolos y celebraciones que den más peso a una confesión que a otra.

Los cristianos y católicos no tiene porqué dejar de celebrar la navidad o la semana santa. El día 24 de diciembre cenan en familia, van a la misa del gallo a las 12 de la noche, cantan villancicos y al día siguiente a trabajar, que el 25 no es fiesta. Cuando llega la semana santa, los nazarenos y costaleros procesionan según la cofradía a la que pertenecen y, una vez terminada, se recogen, porque al día siguiente hay que trabajar. Mientras tanto, los musulmanes celebran su mes de Ramadán cuando lo estipule su religión al tiempo que cumplen con sus obligaciones para con la sociedad. Lo mismo para judíos, ortodoxos o cualquier otra confesión religiosa que haya en nuestro país.

Para que eso ocurra, el estado y gobierno debe eliminar del calendario festivo dichas festividades y cambiarlas a días laborales, ya que dichas fiestas pertenecen a una confesión religiosa determinada y no cumple con la tan ansiada aconfesionalidad. Nada ni nadie debe sobresalir sobre los demás. El gobierno y estado tienen la obligación de mantener esa aconfesionalidad y velar porque ninguna religión tenga un mejor trato que otra. Deberá eliminar del calendario festivo la mayoría de esos días que hacen una clara y expresa alusión al cristianismo y catolicismo: navidad, semana santa, todos los santos, Inmaculada Concepción. Mantendría la Constitución y el día de la Hispanidad y podría dar a administraciones autonómicas, provinciales y locales la potestad necesaria para que sean ellas las que elijan sus días festivos, sin imposiciones centralistas y siempre velando por su aconfesionalidad.

Serían muy pocas las personas que no cayeran en la cuenta de todo lo que esto pudiera acarrear y las consecuencias que tendría para nuestra tan dañada sociedad. El baúl desastre en que la convertiríamos no tendría parangón en todo el mundo, amén de la imagen que exportaríamos, imagen ya muy tipificada con el Spain is different.

Juan Antonio Vallejo Nájera, en su libro Concierto para instrumentos desafinados, escribía que “… hay que tener cuidado con lo que se desea porque se acaba teniéndolo”. Esta misma frase la deberíamos tener en cuenta a la hora de exigir algo o a la hora de querer cambiar, porque, tarde o temprano, pudiéramos arrepentirnos, aunque, como siempre, será tarde y no haya solución.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

MARÍA DE LA O (Virgen de la Esperanza)

Virgen de la Esperanza -> 18 de diciembre, proclamada en el Concilio de Toledo de 656.


Imagen del Santuario Carmelita de Onda (Castellón)
La Expectación de la Virgen María se celebra el 8º día antes del nacimiento de Jesús del vientre de María. Es el preludio de las navidades, recordando el hecho inminente de dar a luz de María.

Fiesta del 18 de diciembre, comúnmente denominada Santa María de la O, ya que en ese día se entonaba la O prolongadamente para expresar la continuidad del universo con la llegada del Redentor. Ese día también se cantan las “Antífonas de la O”. Estas antífonas no se utilizaban en el rito mozárabe ya que la liturgia mozárabe celebra la Expectación o Adviento de San Juan Bautista en el domingo que precede al 24 de junio.

Las Antífonas de la O son 7 y la Iglesia las canta en el Magnificat del Oficio de Vísperas de la oración de la tarde desde el 17 al 23 de diciembre. Son un llamamiento al Mesías recordando las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su venida.

Se llaman “de la O” porque todas empiezan en latín con la exclamación O, en castellano Oh. También se llaman Antífonas Mayores.

Fueron compuestas hacia los siglos VII-VIII. Son breves oraciones dirigidas a Cristo Jesús que condensan el espíritu del Adviento y de la Navidad. Son, así mismo, un magnífico compendio del la cristología más antigua de la Iglesia y, a la vez, un resumen expresivo de los deseos de salvación de toda la humanidad, tanto del Israel del A.T. como de la Iglesia del N.T.

Cada antífona comienza por una Oh, exclamación seguida de un título mesiánico tomado del A.T., pero entendido en la plenitud del N.T. Termina siempre con una súplica: “ven y no tardes más”.

O Sapientia = sabiduría – palabra
O Adonai = señor poderoso
O Radix = raíz, renuevo de Jessé, padre de David
O Clavis = llave de David, que abre y cierra
O Oriens = oriente, lugar donde nace el sol, luz
O Rex = rey de paz
O Emmanuel = Dios con nosotros

Estas frases leídas en sentido inverso las iniciales latinas de la 1ª palabra después de la O dan el acróstico de “Eros cras”, que significa “seré mañana, vendré mañana” que es como la respuesta del mesías a la súplica de sus fieles.

sábado, 5 de diciembre de 2009

INMACULADA CONCEPCIÓN V

La luna a los pies de la Inmaculada

Dentro de la iconografía de la Inmaculada Concepción y de la mayoría de la iconografía mariana, la representación de la luna en sus pies ha sido y es objeto de diversas controversias entre autores que no logran ponerse de acuerdo acerca de su significado.

La complejidad del tema, los múltiples significados simbólicos de la luna en la religión católica, la diversidad de estudios, autores y escuelas creadas alrededor de este astro hace que aquí sólo se haga una brevísima introducción del tema, intentando dar pequeñas pinceladas sobre las diferentes escuelas con sus significados, dejando que sea la propia persona la que se posiciones a favor o en contra de alguna o algunas ellas.

El satélite de la tierra es símbolo femenino, mortuorio y cíclico. Ya aparecía en las imágenes de las diosas paganas Diana y Selene, siendo un principio femenino de carácter pasivo, opuesto y complementario al Sol, principio masculino; un eslabón entre el cielo y la tierra que regía los mares, los ciclos, los ritmos biológicos y la fertilidad femenina. (La cultura popular y alguna parte de la comunidad científica afirma que los ciclos reproductivos de la mujer están influidos por la Luna, lo que les llevan a asimilar a ésta con la fecundidad y con la mujer misma. Ciertamente, los ciclos menstruales se producen cada 28 días -ciclo lunar completo- y es “sabido” que las noches de luna llena son en las que más partos se registran).

Milenios antes de la aparición del cristianismo y del nacimiento de Jesús ya existían divinidades femeninas que eran la Madre Suprema e incluso eran la Esposa y Madre del dios supremo. El caso más coincidente es el de Isis. La diosa Madre por excelencia, se representa con unos cuernos y en el centro de ellos el disco solar. Esta diosa Isis aparece en múltiples civilizaciones, siempre con los atributos de cuernos. Esta Madre Suprema, esta Diosa Madre será Io en la cultura griega, la Astarté fenicia, la Tanit púnica...

Horus, su hijo, nacido de Osiris, es el dios del Sol, y lleva un círculo solar sobre su cabeza de halcón. Este disco o círculo solar se sincretizó con la llegada del cristianismo y de ahí se pasó a la representación de las aureolas circulares doradas sobre la cabeza de Cristo que después se extenderán a la iconografía de todos los santos.

Los griegos, los incas, los celtas, entre otros, afirmaban que no hay diosa tierra sin dios sol. En realidad, la luna o media luna es un atributo precristiano entendido como principio femenino y aplicado a deidades íberas, romanas, etc.

Mucho antes que la iconografía de la Inmaculada Concepción tomara forma durante los siglos XVI y XVII, en la iconografía mariana ya aparecía la representación de la luna, en su fase de cuarto creciente, bajo sus pies. Nunca se representa llena, como en la Crucifixión, sino recortada en forma de creciente.

Las vírgenes negras, aparecidas durante el siglo XII, ya se representaban con la luna a sus pies y la bola del mundo en la mano del niño sentado en el regazo o en la pierna izquierda de su madre. Estas representaciones remiten generalmente a una dualidad expresada en términos astrológicos: la bola del mundo es, en realidad, el disco solar, el astro rey que proporciona luz y calor a todos los seres vivos; la luna, en su fase de cuarto menguante, se encuentra a los pies de la virgen con los extremos mirando hacia el suelo como elemento terrenal, relacionado con las energías téctónicas. En ese sentido, la antigua Diosa Madre, representada por la virgen, se convierte en puente de unión entre los niveles celestiales, representados por el disco solar, y los terrenales, identificados por la luna. (Jesús Ávila Granados. El temple y las vírgenes negras. Codex Templi, pag. 676).

Una de las controversias surgidas una vez aceptada la iconografía mariana con la luna a sus pies, es si la luna debe ser representada con los “cuernos” hacia arriba o hacia abajo. Volveremos sobre el tema más adelante.

En este siglo XII y sucesivos, antes de atribuir la representación de la luna al Apocalipsis y al Cantar de los Cantares (las vírgenes negras sí que fueron atribuidas a este poema), la forma de representar la luna con los “cuernos” hacia arriba hacía alusión al toro o al buey. La mayoría de las vírgenes son encontradas o desenterradas de la tierra por toros o bueyes trabajando. En el lugar donde son encontradas es donde se construyen sus santuarios que con el tiempo se convierten en fuente fecunda para todos los habitantes del lugar. El toro o buey son, simbólicamente, animales viriles y solares por excelencia.

Otros autores relacionan al toro con San Lucas. Según la tradición, las vírgenes negras fueron tallas por el apóstol San Lucas y el toro es su símbolo cuando se le representa en el tetramorfos. Además, el evangelio de San Lucas se centra más en la pasión de Jesús, en que es Hijo del Hombre, que sacrificó su vida para salvar la Humanidad. De ahí su relación.

La relación del toro con la madre de Dios llega hasta la construcción de pequeños tentaderos adosados a sus santuarios, práctica frecuente en el área dominada por la cultura de los verracos. Durante las fiestas marianas, en ellos se daba y aún se da, muerte a la res, cuyos restos se reparten entre los asistentes a la romería. Un ejemplo cercano de estas construcciones lo tenemos en el santuario de la Virgen de las Nieves, Almagro.

Durante el mes de agosto es cuando más festividades se celebran relacionadas con la virgen y cuando más espectáculos taurinos hay, todos ellos asociados a las festividades marianas que son sino las fiestas patrones de ese pueblo o ciudad. Recordar también que agosto es el mes por excelencia de celebraciones marianas, casi más que mayo, ya que en la antigüedad se celebraban festejos para agradecer a la Madre Tierra que alejara las tormentas que podían destruir las cosechas que, por otro lado, ella misma había favorecido con las lluvias primaverales. Aquí aparece otra de las connotaciones de las vírgenes o Madres Tierra: es dadora y a la vez destructora de vida.

A finales de la Edad Media, la representación de la luna a los pies de la virgen se irá generalizando hasta culminar con las grandes series de Inmaculadas del siglo XVII. Surgirá así, un nuevo tema de controversia sobre si la luna debía ser representada abierta hacia arriba o hacia abajo.

El mercedario Fr. Juan Interián de Ayala señalaba hacia 1732 cómo en la representación de la luna se cometía con frecuencia el error de representarla con las puntas de sus cuernos hacia arriba cuando debían estar apuntando en dirección contraria. El tratadista D. Luis Alcázar se posicionaba en la misma línea: “En la conjunción del sol, de la luna y de las estrellas, veo que yerran frecuentemente los pintores vulgares. Pues éstos suelen pintar la luna a los pies de la soberana Señora vueltas sus puntas hacia arriba. Pero los que son peritos en las ciencias matemáticas, saben con evidencia que si el sol y la luna están ambos juntos, y desde un lugar inferior, se mira la luna por un lado, las dos puntas de ellas parecen vueltas hacia abajo, de suerte que la mujer estuviese, no sobre el cóncavo de la luna, sino sobre la parte convexa de ella. Y así debía suceder para que la luna alumbrase a la Mujer que estaba arriba”.

En el dominio escultórico, la media luna en cuarto creciente se explica debido a las posibles dificultades materiales o técnicas que supondría la luna en cuarto menguante. El tipo creciente presentaba un mejor punto de apoyo para la imagen.

No podemos eludir las posibles connotaciones político-religiosas que algunos historiadores han dado a este atributo iconográfico. La media luna se asocia e identifica con el Islam. En la Batalla de Lepanto acaecida el 7 de octubre de 1571 los turcos dispusieron inicialmente su flota naval en forma de media luna mientras los cristianos lo hacían en forma de cruz. Después de la victoria de Lepanto, la cristiandad gustó interpretar el creciente de luna bajo los pies de la Virgen como un símbolo de la victoria de la cruz sobre la media luna turca. Así, se ha visto en la media luna bajo los pies de María un modo de resaltar el triunfo del cristianismo.

viernes, 27 de noviembre de 2009

INMACULADA CONCEPCIÓN IV

Iconografía

La iconografía de la Inmaculada Concepción es un tema que aparece mucho después de la Edad Media, en la que la Virgen se representaba como Virgen en Majestad como su forma más característica.

En la Iglesia oriental y en la primera versión del arte occidental, la Inmaculada Concepción de la Virgen está asociada con el encuentro de sus padres, Ana y Joaquín, frente a la Puerta Dorada de Jerusalén. La Madre de Dios no habría sido concebida de manera natural, sino por medio de un beso en los labios. Esto se debe a que, según los teólogos medievales, no era posible la relación sexual totalmente desprovista de pecado, aunque fuera leve. Por ello, para considerar a María libre de todo pecado, no podía haber sido concebida de manera natural.

Hacia finales de la Edad Media apareció una representación novedosa del tema. La Virgen Inmaculada, enviada por Dios desde el cielo, desciende a la tierra. De pie sobre la luna, coronada de estrellas, extiende los brazos o une las manos sobre el pecho. Las fuentes de esta representación son el Cantar de los Cantares y el Apocalipsis.

En primer lugar, la Inmaculada está asimilada a la novia del Cantar de los Cantares. Las metáforas bíblicas, popularizadas por las Letanías de la Virgen de Loreto, aparecen a su alrededor: el sol, la luna, la estrella del mar, el jardín cerrado, la fuente, el pozo de agua viva, el cedro del Líbano, el olivo, el lirio, la rosa, el espejo sin mancha, la Torre de David, la Ciudad de Dios, la Puerta del Cielo. Las azucenas que a menudo llevan los ángeles proceden también del Cantar de los Cantares (“… como lirio entre cardos”) aplicados a la Virgen desde tiempos de San Bernardo, el gran impulsor del culto mariano durante el siglo XII, a la que llamaba Nuestra Señora, Notre Dame.(1)

La leyenda Tota pulchra, remite directamente a los versos del Cantar de los Cantares (Tota pulchra es amica mea, et macula non est in te, Toda eres hermosa, amiga mía; no hay tacha en ti), se interpreta como la firma de Dios en la creación de María.

La fórmula definitiva de la Inmaculada, que va a dominar a lo largo del siglo XVII, será la resultante de la conjunción del motivo Tota pulchra con el de la mujer vestida de sol del Apocalipsis.

La iconografía española más antigua de la Virgen María es aquella que constituye la trascripción plástica de la cita neotestamentaria que el evangelista San Juan hace en el capítulo 12 del Libro del Apocalipsis: “Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”. La Tradición ha venido a identificar a esa Mujer como una personificación de María, o bien como representación de la comunidad cristiana, o las dos cosas a la vez.

Más adelante, la literatura mística ofertó una acabada explicación de los símbolos de la Virgen Apocalíptica. Las doce estrellas son las doce tribus de Israel, o más bien los doce apóstoles; el sol es Jesucristo; y por último, la luna es S. Juan Bautista que mengua en cuanto aparece el Sol de Justicia (solsticio de verano, 21-22 de junio).

Fue a finales del siglo XVI cuando se llegó al modelo clásico de representación de la Inmaculada Concepción que hoy conocemos. La Virgen está representada individualmente en el cielo, rodeada de ángeles, con túnica azul celeste o solo blanca, corona con doce estrellas y elevada sobre la luna que hay a sus pies.

El arte barroco del siglo XVII tiene el mérito de haber creado el tipo definitivo de la Inmaculada Concepción. Libre ya de todos los símbolos de las letanías, rodeada sólo por ángeles, sus pies aplastan a la serpiente tentadora, para recordar su victoria sobre el pecado original.

La España mística se apoderó de este tema y le imprimió la marca de su genio. Y consiguió hacer su propia versión. Tanto es así que no puede pensarse en la Inmaculada Concepción sin evocar las obras de Zurbarán, Ribera, Alonso Cano, Montañés o Murillo.

NOTAS
(1) A este respecto destacar que es curioso que siendo San Bernardo tan devoto de María, no aceptara la creencia ya extendida en su tiempo de su Concepción Inmaculada. San Bernardo, al final, declara expresamente que su opinión la somete a la autoridad de la iglesia, autoridad que en el siglo XII todavía no había establecido ni unificado un criterio válido, común y canónigo en toda la cristiandad acerca de la Inmaculada Concepción.)

viernes, 20 de noviembre de 2009

INMACULADA CONCEPCION III

Justificaciones teológicas y no teológicas

Se basan en unas explicaciones del doctor y sabio Dun Scottto de la Escuela Franciscana, el cuál probó que María sí es Inmaculada, o sea sin mancha del pecado original. Para ello utilizó su famoso argumento Potuit, decuit, ergo fecit: “… ¿A Dios le convenía que su Madre naciera sin mancha del pecado original? Sí, a Dios le convenía que su Madre naciera sin ninguna mancha. Esto es lo más honroso, para Él. … ¿Dios podía hacer que su Madre naciera sin mancha de pecado original? Sí, Dios lo puede todo, y por tanto podía hacer que su Madre naciera sin mancha: Inmaculada. … ¿Lo que a Dios le conviene hacer lo hace? ¿O no lo hace? Sí, lo que a Dios le conviene hacer, lo que Dios ve que es mejor hacerlo, lo hace. Luego para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada: o sea sin mancha del pecado original. Dios podía hacer que su Madre naciera Inmaculada: sin mancha. Por lo tanto: Dios hizo que María naciera sin mancha del pecado original. Porque Dios cuando sabe que algo es mejor hacerlo, lo hace."(Dicen que este argumento o prueba se le ocurrió al sabio Scotto, al pasar por frente de una estatua de la Virgen y decirle: "Oh Virgen Sacrosanta dadme las palabras propias para hablar bien de Ti"(dignare me laudare te: Virgo Sacrata)).

La fecha del 8 de diciembre fue una fecha escogida al azar, estando relacionada con el 8 de septiembre (cae en medio de Virgo, 23 de agosto – 21 de septiembre), nacimiento o natividad de la Virgen María que se conmemora en la iglesia desde el siglo V. Su concepción sería 9 meses antes, es decir, el 8 de diciembre. De esta misma forma se calcularía la concepción virginal de Jesús, el 25 de marzo, 9 meses antes que su nacimiento, el 25 de diciembre.

Tanto en la concepción de Jesús como la de María se insiste en una concepción sin presencia de varón, siguiendo la línea sucesoria de matriarcado, la Virgen María y Santa Ana, respectivamente. Este matriarcado era la manera en que estaba estructurada la religión en la antigüedad: la Madre Tierra era la dadora de vida, la generadora, la generis matrix. Con la implantación del cristianismo, la Iglesia impulsó e impuso el patriarcado, dejando a un lado a la Madre, a la Virgen. La Inmaculada Concepción, y mucho antes, la controversia que tuvo la iglesia sobre si María era la madre de Dios, Theotokus, o la madre de Cristo, Christotokus, fue la manera que tuvo la iglesia de no olvidar a la Madre, a la Madre Tierra, y de sincretizar su culto, tan arraigado en la religiosidad pagana.

La concepción de María fue preservada por deseo divino de la marca del pecado original. La concepción de Jesús es extraordinaria en lo biológico y en lo espiritual, ya que Dios se salta todas las leyes de la naturaleza. La otra natividad que celebra la Iglesia es la de Juan el Bautista. La concepción de Juan el Bautista es extraordinaria en lo biológico. Sus padres, Zacarías e Isabel, eran muy ancianos cuando Juan nació, pero nació con el pecado original.

En el “Nuevo diccionario de Mariología” de Ediciones Paulinas, en una narración apócrifa titulada De ortu Virginis (sobre el nacimiento de la Virgen) se alude a que la concepción de María en el seno de Santa Ana se produjo el 1º de mayo, fecha mucho más acorde con la consideración tradicional de mayo como el mes de la Virgen María. Aún hoy día, los cismáticos etíopes y los coptos celebran la Natividad de María el 1º de mayo.

Abundando más en la fecha de 1º de mayo para celebrar más propiciamente la fecha de la Natividad de la Virgen, recordar que en países anglosajones se celebra como “Día de la Madre” o “May Day”, enlazándola con la consideración de la Virgen María como madre ejemplar y con la fiesta de Beltayne, festividad celta, que celebra la fertilidad de la Madre Tierra. También celebra el día 1º de febrero Santa Brígida, la “María” de los galeses-celtas y patrona de Irlanda, fiesta “de la luz” que se hace presente como preludio de la primavera.

viernes, 13 de noviembre de 2009

INMACULADA CONCEPCIÓN II

Origen y evolución

La fiesta de la natividad de la Virgen María surgió en el seno de la cristiandad de oriente y con mucha probabilidad en Jerusalén, hacia el siglo V. Por entonces no se afirmaba todavía que esa concepción había sido “inmaculada”. La fiesta pasó a Roma en el siglo VII y fue apoyada por el papa Sergio I.

Otros autores afirman que parece ser que su formulación primitiva se remonta al siglo VIII bajo la denominación general de la Concepción de Sta. Ana, celebrándose el 9 de diciembre. Esta fiesta solemnizaba la concepción pasiva de María en las entrañas de su madre al paso que la Conceptio Mariae Virginis aludía a la maternidad divina de la Virgen.

La idea de la “inmaculada” comenzó a difundirse al celebrarse la festividad en la iglesia occidental, a partir del siglo XII. En muy poco tiempo, la Inmaculada se generalizó en toda Europa hasta que en 1477 el papado estableció un oficio y una misa común para la festividad. Aún así, la implantación y aceptación de la Inmaculada no fue nada fácil, ya que un sector de la jerarquía eclesiástica se oponía a ello.

Si los franciscanos fueron los primeros en sostener la idea de la Concepción Inmaculada de María, los dominicos abanderaron la resistencia contra ella, ya que consideraban la idea como “sentencia de la plebe indocta”. Melchor Cano (Tarancón 1509 – Toledo 1560, castellano manchego por tanto), dominico y uno de los mejores teólogos de la época, hacia 1550, se refería con desdén hacia la Inmaculada como “la opinión de algunos por no llamarlo invención”.

Tuvo que ser en el Concilio de Trento donde se llegara a una solución de compromiso, refiriéndose a María como “Inmaculada”, aunque no se afirmaba que estuviera exenta del pecado original. Esta solución no fue del todo aceptada por sus partidarios, que pelearon con el papado hasta que éste les diera pleno reconocimiento de la Inmaculada como dogma.

Sevilla fue la capital donde sus partidarios más pugnaron por su reconocimiento, donde, además, tuvieron un gran apoyo popular. Durante el primer cuarto del siglo XVII, la capital andaluza se convirtió en la abanderada de esta lucha, lucha que inmediatamente llegó al resto de Andalucía, España y hasta la mismísima Roma, tratando de que se reconociera el dogma de la Inmaculada. Ciertos sermones por parte de frailes dominicos fueron el detonante de multitud de actos “populares” que se produjeron en ciertas capitales andaluzas, como Córdoba y Sevilla, donde el fervor popular y el apoyo de frailes franciscanos hizo que se oficiaran misas y procesiones diarias a favor de la Inmaculada.

Durante la segunda mitad del siglo XVII, el papa Pablo V recibió a una delegación española formada por tres entusiastas sevillanos pertenecientes a la Hermandad de Jesús de Nazareno. De su audiencia con el papa, se obtuvo una respuesta un tanto tibia acerca de su reconocimiento como dogma. La monarquía española hizo suya esta demanda e intercedió ante el papado, del que arrancó una bula con un reconocimiento más explícito acerca de la Inmaculada. Posteriormente se sucederán más decisiones favorables hasta llegar a la definición dogmática de 1854, durante el pontificado de Pío IX.

En España se comenzó a celebrar con un esplendor extraordinario a partir del S. XIV aunque sin precisar el alcance teológico de su contenido.

viernes, 6 de noviembre de 2009

INMACULADA CONCEPCIÓN I

Inmaculada Concepción significa: "Concebida sin mancha de pecado original".

La Inmaculada Concepción es uno de los símbolos más característicos del catolicismo, pero también es uno de los que han suscitado más polémicas a lo largo de la historia, como lo puede atestiguar el hecho que sólo fue aceptado como dogma a mediados de siglo XIX.
El dogma de la Inmaculada Concepción sostiene la creencia en que María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, es decir, de su ser personal, estuvo libre de todo pecado. Sostiene que Dios preservó a María libre de todo pecado y, aún más, libre de toda mancha o efecto del pecado original que había de transmitirse a todos los hombres y mujeres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, que es también Dios. No debe confundirse esta doctrina con la de la maternidad virginal de María, que sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón y que María permaneció virgen antes, durante y después del parto.
Hasta el instante de su aceptación como dogma, fueron muchos los que se resistieron a aceptarlo, no sólo entre los protestantes, sino también por parte de numerosos teólogos católicos. Para ellos, la idea de que María había nacido libre del pecado original carecía de apoyo en la Biblia ya que lo más cerca que se encuentra en la Biblia es la frase “llenas eres de gracia” (Gratia Plena), pronunciada por el ángel Gabriel en el momento de la Anunciación, (Lc. 1,28). Aparte de eso, esta idea entraba en contradicción con el dogma del pecado original, del cual sólo estaba exento Jesús a causa, precisamente, de su concepción milagrosa. Hacer una segunda excepción con María daba lugar a importantes problemas teológicos.

Pese a todo ello, el símbolo de la Inmaculada Concepción fue abriéndose camino en parte por el gran apoyo y devoción popular.
El dogma de la Inmaculada Concepción fue revestido con los caracteres de infalibilidad e inmutabilidad y proclamado por Pío IX en su bula Ineffabilis Deus, el 8 de diciembre de 1.854, después de más de dos siglos de disputas entre diferentes sectores de la jerarquía eclesiástica y el pueblo, y tras haber realizado el papa una consulta con el episcopado mundial, el cual expresó su parecer positivo, que lo llevó finalmente a la proclamación del dogma.
En dicha bula Ineffabilis Deus, de 8 de diciembre de 1854, se puede leer lo siguiente:
...Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho.

" Bula Ineffabilis Deus"'

La Inmaculada Concepción es, desde 1761, patrona y protectora de España y no la Virgen del Pilar como asegura alguna que otra tradición popular.

Durante la celebración de dicha festividad, los sacerdotes españoles tienen el privilegio de vestir casulla azul. Este privilegio fue otorgado por la Santa Sede en 1864, como agradecimiento a la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción que hizo España.

El “Ave María Purísima”, “Sin pecado concebida” es un invento español.