viernes, 13 de septiembre de 2019

VÍRGENES NEGRAS (V) CARACTERÍSTICAS


VÍRGENES NEGRAS (V)
(Características)


            Avanzamos un poco más en este tema tan “peculiar” para vosotros, pero tan espinoso para mí, ya que sigo descalzo en el mismo charco que me metí tiempo atrás. Para un eclesiástico como yo es difícil tratar un tema como éste, ya que la “rareza” del mismo roza la incredulidad en la fe que se debe profesar cuando hablamos de Dios, la Virgen María y la Iglesia Católica. Creer que la Virgen María fue negra es muy difícil de aceptar, teniendo en cuenta dónde se desarrolló toda la vida de Jesús y, por ende, la de su Madre. La raza de la casi totalidad de la población de ese territorio no era de tez negra, luego la representación de la Virgen María con ese color oscuro de tez no deja de ser algo raro en toda la devoción mariana. Sin embargo, esas tallas están ahí, y en muchos lugares de la geografía, tanto española como europea, se les profesa una gran devoción en sus distintas advocaciones, aún a sabiendas que ese color negro no se correspondería con la realidad de hace más de dos mil años. Más aún: durante la celebración de la Navidad o la Semana Santa, las imágenes marianas representadas tanto en belenes como las que procesionan por las calles, no son nunca de color negro, sino de tez blanca, en contraposición con esas vírgenes morenas que la mayoría de las veces se veneran como patronas de pueblos y ciudades. Pero ya se sabe: las creencias populares no pueden explicarse ni describirse objetivamente. Forman parte de las costumbres y tradiciones de esa población que acepta dichas creencias como válidas e incluso únicas, casi enfrentadas con las creencias de poblaciones aledañas en las que también se venera una virgen negra. Y aquí sí que surge incomprensión, pero ahora por parte de los propios eclesiásticos que dirigen las vidas espirituales de ambas poblaciones. ¿Cómo puede ser que surjan disputas entre los habitantes de esas poblaciones originadas por la veracidad de las respectivas advocaciones de la Virgen María cuando se sabe que tan sólo hubo una? ¿Cómo puede ser que cada uno defienda que la suya es la verdadera y no la otra cuando la Virgen María es única? Ahora es el propio eclesiástico el que debería dudar, no de la Virgen María, sino de los razonamientos, sentimientos y costumbres de los habitantes de esas poblaciones. Apaciguar ánimos enfrentados no es tarea fácil, mucho menos pedir comprensión en alguien que se considera en posesión de la verdad, la única verdad, la verdad verdadera.

            Bueno, ¿para qué continuar con este tema tan espinoso y poco comprensible al entendimiento humano? Nunca se conseguirá llegar a comprender a la mente humana cuando de sentimientos, raíces, costumbres y tradiciones se trata. Dejemos que la vida continúe como tal, y como decía un profesor mío de seminario: ¡cada uno a lo suyo!

            Aunque este tema de las vírgenes negras tampoco lo vamos a entender mucho, sobre todo por el tiempo que hace que aparecieron y desaparecieron de la cultura popular y religiosa, al menos estamos tratando de dar algunas ligeras y sucintas explicaciones a su aparición, asentamiento y desaparición, además de todo el fervor popular que llegaron a generar. Hemos hablado de ese color negro, de sus creaciones, de sus apariciones, etc. Ahora tocaría hablar de algunas  características que poseen en común la mayoría de ellas, tanto las que son veneradas en España como en Europa. Son tallas muy similares, alrededor de 500, pero a la vez muy diferentes, apareciendo en lugares tan alejados entre sí como Malta de Cádiz o Bélgica de Chipiona.

            Dejando a un lado el color oscuro de su tez, del que ya hemos hablado largamente en otra parte de este tema, las facciones de la cara de estas tallas no son facciones representativas de una persona de raza negra. Sí representan a vírgenes con la piel negra, de raza negra podríamos decir, pero sus facciones son totalmente de mujer europea. La rectitud de su nariz y lo delgado de sus labios no deja lugar a dudas de que se trata de facciones blancas. Dichas facciones han sido oscurecidas a propósito para diferenciarlas de las blancas, dando a entender que con ese oscurecimiento adrede, tratan de enviar un mensaje oculto a quienes corresponda. Ahí está uno de los grandes misterios de las vírgenes negras: ¿qué quieren decirnos?

            Para que estas tallas fuesen negras, explicamos en un capítulo anterior cómo se pudo conseguir ese color oscuro, llegando a la conclusión que sólo se podría llegar si su construcción se realizaba con materiales propiamente negros, como el mármol negro o la ebonita. Por las fechas de su apariciones, el mármol negro está prácticamente descartado como material de base, siendo la madera el material más usado con el que están realizadas la casi totalidad de todas ellas. Luego, o bien pudieron realizarse con madera de cualquier tipo y, posteriormente, pintarlas o lacarlas en color negro, o bien pudieron tallarse directamente con una madera negra o de color oscuro.

            Las maderas de color negro no abundan en muchas zonas de Europa, siendo más normal que aparezcan en lugares más asiáticos. Por lo tanto, podemos aventurar así mismo que la mayoría de ellas no fueron talladas en el mismo sitio que en la actualidad son veneradas, siempre y cuando dichas tallas veneradas hoy día sean las originales, lo cual es tremendamente difícil, dado el tiempo pasado desde su aparición y todas la vicisitudes sufridas en el mundo desde aquellas época. Luego la madera utilizada no es una madera estrictamente local, aunque no tenga que ser una madera asiática o de cualquier otro continente que no sea Europa. Es una madera dura, muchas veces policromada en rostros y manos para dar ese color oscuro. Algunas de ellas han sufrido intentos de blanqueo y otras han sido restauradas y repintadas con torpeza, lo que hace muy difícil adivinar realmente su primitivo aspecto, generando la consiguiente duda sobre su autenticidad.


Nuestra Señora de Montserrat.

            Antes se ha comentado de pasada la originalidad de las tallas actuales atendiendo al tiempo transcurrido desde su aparición. Históricamente, estas tallas negras aparecieron en los siglos XII y XIII, como se ha apuntado en alguna que otra ocasión, por lo que artísticamente pertenecen al románico o, mejor dicho, a la transición entre el románico y el gótico. Su mayor apogeo sí que es cierto que lo encontramos en tiempos románicos, pudiendo ocurrir que las tallas aparecidas durante el gótico posiblemente hicieran referencia y sean nuevas representaciones de imágenes anteriores.

            Como tallas románicas, las características artísticas son las mismas que cualquier talla de cualquier virgen románica. El modelo más común es el que presenta a la Madre de Dios con el niño en las rodillas en su condición de Theotokos (trono de Dios o Madre de Dios). Este modelo fue el más frecuente durante el románico, hasta que en el siglo XIII fue sustituido por el de una figura estante con el Niño en brazos, dando paso al prototipo de Virgen Madre, de cuerpo esbelto, que dialoga con su hijo al que sonríe con ternura. Hasta entonces, las tallas de la Virgen son o están en hierática majestad, es decir, la posición de la virgen es siempre estática y con un despego afectivo a la figura del hijo. Son tallas entronizadas, con el niño en el regazo, centrado con relación a la figura de la madre, más raramente en la rodilla izquierda. Huygens sostenía que “… las vírgenes negras son mayestáticas, erguidas, con el niño en el regazo, como fruto de sus entrañas, tomando la forma de la virgen como majestad del tipo “Mater Amábilis””. Firmes y relajadas a un tiempo, las tallas transmiten poder. Su mirada se dirige hacia adelante y es a la vez serena y relajada. Son ellas las que mandan en el conjunto escultórico, pues son el eje central de la escultura; de ahí que los rasgos de la virgen estén más cuidados y más elaborados que los del niño. Es en ellas en quien nos tenemos que fijar y no tanto en el niño.


Virgen del Tura. Olot.
Curiosa la representación de un toro o buey a sus pies.

            Si la mayoría de las tallas de las vírgenes negras son o están entronizadas, hay otro grupo que están representadas sobre un pedestal o un pilar (ya os podéis imaginar por dónde van los tiros).

            Retrotrayéndonos en el tiempo, ya en Éfeso (nuevamente esta ciudad de la antigüedad y en la actual Turquía) se veneraba a la diosa Artemisa (un sagrado betilo) que a veces aparecía también sobre una columna. Según la tradición, San Pablo tuvo en esa misma ciudad muy malas experiencias en su predicación, ya que era una ciudad muy remisa a abandonar el paganismo y el culto a su diosa protectora, por lo que no es de extrañar que, para propiciar el olvido de su culto, la imagen de la virgen (sustituta de la diosa) se mostrara sobre un pilar. Esta nueva forma de representación de la virgen fue corroborada en el Concilio de Antioquía, celebrado en el siglo IV, donde se estableció que las imágenes religiosas se colocaran sobre columnas o pilares, siguiendo lo que había sido una práctica habitual en el paganismo; de ahí que no fuera de extrañar que a la hora de representar la singular aparición de estas vírgenes, se eligiera tal soporte para su ubicación.


Virgen del Pilar. Zaragoza


Artemis Efesia.

            Independientemente de la representación por la que se opte, las dimensiones de las vírgenes negras mantienen unas medidas más o menos homogéneas y constantes. El tamaño mínimo que suelen tener oscila entre los 30 o 40 cm’s, mientras que el tamaño máximo varía entre los 70 y 90 cm’s; la profundidad también oscila alrededor de los 30 cm’s, conservándose de este modo una proporción aproximada de 7 a 3, la más común de todas.

            Tanto si están entronizadas como si están en un pedestal, la figura de la Madre sobresale sobre la del Hijo. Ella es la protagonista del conjunto y el niño puede considerarse “actor secundario”. Sin embargo, ambas tallas comparten una misma característica: portan “algo” en sus manos derechas.

            Mientras la mano izquierda de la Virgen permanece aferrada a su pierna izquierda o bien en posición de “arropo” o sujeción del Hijo para evitar una caída desde su pierna izquierda, la mano derecha está levantada, desprendida del cuerpo y portando un objeto, posición típica de la mano para mostrar lo que lleva en ella. Son muy diversos los objetos que ambas tallas pueden mostrar, aunque lo más común es que ambas porten una esfera, o bien una fruta por parte de la Virgen, y un libro, abierto o cerrado, según, por parte del Niño.

            Si lo que ambas tallas portan es un objeto esférico, normalmente puede interpretarse como la bola del mundo, aludiendo al poder que ambos tienen sobre todo el mundo, tanto terrenal como espiritual; poder sobre toda la Tierra. También la bola del mundo puede interpretarse como un disco solar, el astro rey, que proporciona luz y calor a todos los seres vivos de la Tierra. De una manera más simbólica y espiritual, dicha bola del mundo o esfera que sostienen debe entenderse en el sentido de la perfección que supone la esfera desde los filósofos griegos del siglo V y que desde tiempos ancestrales se asocia al espíritu universal.

            De una manera particular, y a diferencia del Niño, la Virgen puede portar una fruta, siempre en su mano derecha. Dicha fruta puede ser muy variada y dependiendo de la época de su talla: manzanas, granadas, piñas, cerezas, peras, etc.,  aunque la fruta que podemos considerar como principal es la manzana, fruta que podría hacer alusión directa al fruto prohibido del Pecado Original, por lo que al portarla en su mano derecha se podría interpretar que Ella es quién nos puede redimir de todos los pecados, incluido el Pecado Original.


Virgen de la Sierra, patrona de Villarrubia de los Ojos. Ciudad Real.
Porta en su mano derecha una manzana

Por otra parte, y ahora con diferencia a la Madre, el Hijo puede portar un libro también en su mano derecha. Dicho libro (como cualquier otro) puede estar abierto o cerrado. La interpretación que algunos investigadores dan a cada forma de representación es muy diversa, pero siempre aludiendo a unas enseñanzas más propias de “iniciados” o “grupos de iniciados” que a enseñanzas dirigidas al común de la población, al pueblo, al vulgo.

            Si el libro está abierto, representa el exoterismo, aquello que es visible y común para todos, transmitido también oralmente para todo el pueblo; si el libro está representado cerrado, significa todo lo contrario, el esoterismo, lo oculto, lo reservado, lo impenetrable y de difícil acceso para la mente, sólo reservado para un reducido número de iniciados en una determinada doctrina o religión.

            Esto último debemos tomarlo también con mucha cautela porque, según quién analice o busque un significado a cómo está representado el libro, las conclusiones van a ser muy diferentes y totalmente opuestas. Por lo tanto, el significado o simbolismo a la forma representada del libro va a estar en función de cada uno de nosotros en el momento en que nos encontremos cara a cara con una talla de una virgen negra. Ese será el verdadero simbolismo y no otro.


Virgen de Ger. Baja Cerdanya.
El Niño lleva un libro abierto con la inscripción “Ego sum” (Yo Soy).

Por último, hay otra forma de representación, tanto de la Madre como del Hijo, en la que sus manos derechas no portan ningún objeto o fruta, pero que sí tienen una forma peculiar de la mano. Por un lado ambas tallas, Madre e Hijo, pueden tener la mano en la misma posición que si portaran un objeto, pero realmente tienen la mano levantada con la palma hacia afuera y con los dedos índice y corazón levantados, el corazón y meñique cerrados, y el pulgar separado de la palma de la mano (otras veces también el pulgar está cerrado en la palma de la mano). Dicha forma de la mano es la forma utilizada por la Iglesia para bendecir. Luego, cuando ambas tallas forman esa posición con la mano derecha, realmente están bendiciendo a todo aquel que se muestre ante ellas, además de a toda la población de la cual es ferviente devota. Por otro lado, solo la mano derecha de la Virgen puede tener una nueva posición: la misma posición levantada de la mano derecha pero esta vez tan sólo con la palma de la mano mostrándola a los fieles devotos. Esta posición de la mano puede tener un nuevo simbolismo teológico: la aceptación de Dios, la aceptación de ser la Madre de Dios en el mismo momento de la Anunciación por parte el arcángel Gabriel.

            Muchas de las características mencionadas y relacionadas con las vírgenes negras también son propias de las tallas románicas de vírgenes, ya que la aparición de estas tallas negras coincide con el periodo del arte románico, tal y como ya se ha expuesto. La única diferencia entre unas y otras es el color negro de tez y manos; todo lo demás, atendiendo a características constructivas, se podría extrapolar entre unas y otras. Sin embargo, si nos atenemos a otras características más “espirituales” o “devocionales” las diferencias pueden ser algo más considerables.

            A partir del siglo XII, las estatuas de María fueron incorporadas como imágenes de devoción en lugares de la campiña que tenían una significación simbólica para la comunidad agrícola o pastoril, como las fuentes, las cimas de las montañas, los altos de los caminos y las grutas y las cuevas. El culto de las imágenes proveyó una manera de extender esta religión a los lugares de campiña que eran considerados a través de creencias precristianas como puntos críticos de contactos con las fuerzas de la naturaleza más allá del control del individuo o de la comunidad rural. María, como imagen de madre con niño, era la imagen cristiana que mejor podía simbolizar la fertilidad y la protección maternal. Es en este punto dónde las vírgenes negras se diferencian claramente del resto de vírgenes románicas coincidentes en el tiempo.

            Peregrinaciones importantes y famosas como el Camino de Santiago o la Ruta de la Plata, podrían también diferenciar unas tallas de otras. Las romerías celebradas en esos puntos de las rutas son normalmente muy similares, indicando claramente el desplazamiento que originariamente se quiso hacer con ellas para trasladarlas a una población con respecto al lugar de su aparición. Eso también hace que los milagros más frecuentes asimilados a ellas tengan que ver con el peligro, la fecundidad, los niños enfermos, los comerciantes y navegantes en peligro, etc.; en definitiva, milagros relacionados con la vida y la muerte, de individualización, de liberación y de despertar del hombre.

            Pero como todo en la vida, el tiempo no es estático, pasa inexorablemente, provocando cambios queridos o no queridos que hace modificar en mayor o menor medida todo aquello que de él depende, es decir, la mayor parte de las acciones que se realizan en cualquier modelo de sociedad. Y, como no, las representaciones o tallas de las vírgenes negras, atendiendo a la parte espiritual de la sociedad, no pueden escapar a esos cambios sociales intrínsecos.

            A partir del siglo XIII, y coincidiendo con la aparición e instauración de la Inquisición, las imágenes de las vírgenes negras comenzaron a ser repintadas; no todas, pero sí muchas de ellas. Al mismo tiempo también comenzaron a ser vestidas con el manto conocido popularmente de “mariposa”, con claras reminiscencias, queridas o no queridas, a la representación antigua de la diosa Tanit, diosa púnica y cartaginense que era representada con una cabeza circular (¿reminiscencias del disco solar de Isis?), cuerpo triangular y brazos en trazo rectilíneo o en ocasiones con un trazo curvo a modo de media luna hacia arriba (¿representación de la media luna en muchas de las tallas de la Inmaculada Concepción?).


  
Representación de la diosa Tanit.

Virgen de El Henar. Cuéllar. Segovia.
Se muestra claramente como una virgen de clara talla románica
es vestida con el traje de “mariposa”, asemejando a la diosa Tanit.

Virgen de las Cruces, patrona de Daimiel. Ciudad Real.


Virgen de la Luz, patrona de Cuenca.

            El fervor mariano recibido en esa época ya no cesa, y a comienzos del siglo XVIII se desarrolla en toda Europa la costumbre de vestir las imágenes, no solo las tallas marianas. Es el momento en que se generalizan las procesiones de Semana Santa, de las Candelas, del día de la Patrona, y se aprovecha para sacar las imágenes en procesión, vestidas y enjoyadas. Con motivo de vestir y coronar estas imágenes sobre un pedestal, pasan las pequeñas vírgenes negras románicas o góticas a ser espléndidos pasos procesionales y aparentar mayor tamaño, a pesar que, en la mayoría de los casos, no exceden de los 70 o 90 cm’s de altura. Se cantan, se mecen, se pujan los brazos, y el fervor popular compite en favor de las imágenes de su lugar o parroquia.

            María, en un mundo en el que se van asentando los valores de la individualidad y el interés por la naturaleza, adquiere un total protagonismo, y se convierte en interlocutora e intermediaria en el diálogo con Dios.

            ¡Hasta pronto!




jueves, 5 de septiembre de 2019

VÍRGENES NEGRAS (IV) APARICIÓN Y VENERACIÓN

VÍRGENES NEGRAS (IV)
(Adoración y veneración)


          Carolina Walker Bynuus opinaba que “… cuánto más las imágenes se separaban de ciertos aspectos de las tradiciones a las cuales pertenecen o vinculan aspectos de la realidad que no están conectadas de manera obvia por el sentido común, la lógica o el uso, más dichas imágenes expresan las necesidades, las inquietudes y las fuentes del descanso en los corazones de los hombres y las mujeres.”.

            Cuando alguien trata de realizar cualquier percepción del pasado, realiza un ejercicio individual de recuperación de una herencia cuyos códigos sólo resultan válidos e inteligibles en un determinado marco social. Cada vez que éste se modifica, aquella percepción se ve igualmente modificada y alterada. De ahí la mayoría (por no decir la totalidad) de los errores que cometemos en la actualidad acerca del entendimiento del pasado, interpretando de manera equivocada muchas de las antiguas tradiciones y leyendas pensando que se refieren a un mundo como el nuestro, cuando en realidad se refieren a un pasado perteneciente a un ser humano que percibía aspectos simbólicos y metafísicos muy diferentes a los nuestros, y que, para nosotros hoy día, ya no es posible percibir. Todo lo relacionado con las vírgenes negras podría ser una parte de esa percepción simbólica y metafísica del pasado.

            En el capítulo anterior se ha tratado de explicar y justificar el porqué de ese color negro de la tez y manos de ciertas tallas marianas. La mayoría de las justificaciones hoy día son injustificables por lo anteriormente comentado, si bien la que estaba enfocada a la similitud entre el color negro, la representación y culto de la Madre-Tierra en la antigüedad y el color oscuro de la tierra fértil y buena para el cultivo y la vida humana, podría ser la teoría más lógica y a la vez la más elaborada. Esta teoría o idea no es en absoluto descabellada, ya que explicaría muchas de las advocaciones de estas vírgenes. Las Diosas-Madre o Madre-Tierra eran diosas lares, cercanas a la familia, regentes del hogar, de la salud, de la enfermedad, de la felicidad; es decir, de todo lo relacionado con la vida del hombre en la tierra como miembro de una sociedad o entidad familiar.


Diosa-Madre gala protectora, acompañada de niño. Siglo I a.C.

            Pero si estas tallas relacionaban al hombre con su protección, y por ende, a toda la comunidad, ¿por qué estas tallas aparecían en las afueras de las poblaciones y no en el centro o dentro de ellas? Las poblaciones generalmente crecían de forma concéntrica alrededor de una fuente de agua para proveer a toda la población, y también alrededor de la plaza en donde sus habitantes se reunían para decidir sobre sus problemas comunes o celebrar sus grandes acontecimientos; también ese punto céntrico lo ocupaba un lugar de culto. Sin embargo, dichas tallas aparecían en las afueras de las poblaciones en la mayoría de los casos.

            Tratar de responder a ese porqué en las afueras de la población nos obliga a diferenciar, aunque sea someramente y de pasada, los iconos[1] y vírgenes negras aparecidas en oriente y centroeuropa y las aparecidas y veneradas en España. Sin dejar de ser vírgenes negras e iconos en ambos casos, la peculiaridad de la Península Ibérica durante la aparición y difusión de estas tallas marianas, hace que su aparición y veneración sea diferente.

            En la difusión de las vírgenes negras jugó un importante papel la isla de Chipre, cristianizada por San Pablo y San Bernabé. Según la tradición, la Virgen María visitó a los fieles de esa comunidad antes de su muerte. De tan legendario suceso nació una gran devoción mariana extendida por toda la isla, lo que proporcionó la fundación de numerosas iglesias y monasterios consagrados a la Madre de Dios. La mayoría de ellos están sitos en bellos parajes montañosos, y se han mantenido en pie a pesar de los numerosos avatares e invasiones que la isla ha sufrido.

            En 1191, los templarios[2] tomaron Chipre, y en Pafos descubrieron la existencia del culto dedicado a una piedra negra, supuestamente encarnación de la Astarté fenicia, asimilada posteriormente a la Afrodita cipria como sucedió en otros muchos lugares y promontorios del Mediterráneo. En dicho lugar levantaron un templo en honor a la Virgen María, a la que representaron con la cara negra, tal vez porque en su rostro incrustaron parte del meteorito, como se hizo en su día con la estatua de la diosa Cibeles. Lo que sí se decía es que guardaban la citada piedra negra (o parte de ella) en el interior de un trono cúbico en el que aparecía sedente la Virgen, conscientes de su valor sagrado. Es de suponer que la nueva imagen de culto respondía al tipo de la llamada Theotokos (trono de Dios o Madre de Dios) o Kourotrophos (Madre del Niño Divino), el modelo románico vigente en la mayoría de las representaciones hasta muy avanzado el siglo XIII.

            A partir de estos hechos, los templarios contribuyeron a la difusión del culto a las vírgenes negras que proliferaron por toda Europa. Las iglesias y monasterios levantados en su honor se ubicaron, por lo general, sobre ruinas de templos paganos. De este modo se beneficiaron de su ancestral venerabilidad, superponiendo sobre las viejas creencias otras nuevas, sin destruir ni despreciar sus profundas raíces populares. En su mayoría fueron custodiados por los propios templarios o por monjes, repitiéndose el modelo del milenario santuario oriental en el que se adoraba una diosa, siempre atendida por un sacerdote masculino.


Virgen de la Encina. Ponferrada. León.


Monumento a la Virgen de la Encina. Plaza de la Encina. Ponferrada. León.
Obra de Venancio Blanco. Inaugurada el 19 de junio de 2003.

            Sin embargo, fue durante los siglos VII y VIII cuando comenzaron a proliferar iconos de la Madre de Dios, sobre todo en Constantinopla, y que, posteriormente, se difundieron por todo el Imperio de Oriente, todos ellos con la aureola de ser auténticos, ya que, según la tradición, fueron pintados por el propio San Lucas, tal y como ya se ha aludido en más de una ocasión.

            La larga serie de tales iconos, fechados en realidad a partir del siglo XIII, se envuelve en un cúmulo de leyendas y vicisitudes sufridas hasta llegar, cada uno de ellos, a su lugar de destino. Los relatos, repetidos una y mil veces, han pasado a ser parte integrante de la tradición popular de la localidad en la que dichas imágenes se veneran, haciendo caso omiso a toda clase de verificaciones históricas, ya que los datos objetivos no cambian el sentimiento de sus fieles devotos.

             En cuanto a las esculturas de bulto, atribuidas, como no y una vez más, al evangelista San Lucas, son igualmente objeto de una acendrada devoción, con similares características en cuanto a leyendas, destinos y veneración por parte de sus fieles devotos.


Icono de la virgen negra de Czestochowa. Polonia.

            Pero, ¿qué ocurrió en España, teniendo en cuenta que aquí no hay iconos sino imágenes de bulto, es decir, tallas marianas con la tez y manos negras?

            La peculiaridad de nuestro país aludida anteriormente, y la diferencia con el resto de países orientales donde también se venera a vírgenes negras, no es otra que la invasión musulmana en el siglo VIII. Se supone que la mayoría de las tallas, siguiendo sus respectivas leyendas, se ocultaron durante la invasión musulmana en cuevas y escondrijos arcanos para evitar su profanación. Su posterior hallazgo se atribuía a pastores o labriegos de forma misteriosa o casual. En tales lugares, elegidos a veces por la propia virgen, se levantó primero una ermita, convertida con el tiempo en iglesia o basílica con un monasterio  adjunto. Estos enclaves religiosos alcanzarían pronto la condición de centros de culto mariano y de peregrinación, a la vez que se convertirían en agentes dinamizadores de la vida espiritual y material de  la comarca o región de su entorno.

            En general, las historias de todas ellas son semejantes, y cuentan en su haber con episodios repetitivos con los que justificar la transformación de la primitiva ermita en iglesia basilical con monasterio incluido.

            Como se ha mencionado anteriormente, la leyenda del descubrimiento milagroso de las tallas de las vírgenes negras está generalmente asociado a un hombre sencillo y modesto, como un labrador, un pastor, un leñador, etc. Esta persona la encuentra milagrosamente en el hueco de un árbol, entre zarzales, entre pinos, entre espinos, o bien dentro de cuevas o lugares similares; de ahí que muchas de ellas sean veneradas en cuevas, criptas o iglesias subterráneas, simbolizando un lugar de interiorización, de descenso a lo más profundo de sí mismo para encontrar allí su realidad y, por ahí, acceder a la verdadera luz para empezar de nuevo un proceso de individualización.

            También es frecuente que dicho hombre sencillo las encuentre trabajando la tierra ayudado por un animal,  generalmente un buey, que arando la tierra desentierra la talla de la virgen y la hace surgir bajo tierra. Una vez descubiertas, los habitantes del lugar tratan de trasladarlas a la población, pero éstas obran un milagro que impiden el traslado, convenciendo a los fieles que es allí donde quieren permanecer, “exigiendo” que se les construyera un templo de culto en el emplazamiento exacto de su aparición, convirtiendo ese lugar en una fuente fecunda de beneficios para los habitantes del lugar.


Virgen de Candelaria entre guanches. Siglo XVIII.
Ermita de las Angustias. Santa Cruz de Tenerife.

            Antes se ha comentado que el descubrimiento de estas tallas lo realizaba, generalmente, un hombre sencillo ayudado por un animal, particularizando en el  buey o toro. Con relación a este último animal se nos hace difícil verlo trabajar “amigablemente” con el hombre, dado el carácter de bravura y “rebeldía” que de él tenemos hoy día, interiorizado en la mente del colectivo popular como el  animal “a vencer” en las populares y actualmente denostadas corridas de toros, sin olvidar las leyendas que a ellos se les atribuían como animales utilizados en la antigua Roma para “eliminar” a los incipientes cristianos en el circo romano.

            Sin embargo, en las antiguas tradiciones, el toro era simbólicamente un animal viril y solar por excelencia, pudiéndolo equiparar, e incluso reemplazar, por otros animales igualmente viriles, como el león o el ciervo (también muy asociado este último a leyendas, cantos y salmos que se recitan durante diferentes oficios en la Iglesia Católica). Al tener esa fama de bravura y rebeldía con respecto al hombre, en las leyendas de las apariciones de las vírgenes negras se les sustituye por el buey, animal mucho más dócil y más “amigable” para el ser humano. Pero, ¿por qué un buey es el que trabaja la tierra y no un burro, una mula o un caballo que son el tipo de animal que más acostumbrados estamos de ver ayudando al hombre en esas faenas agrícolas? Una vez más tenemos que retrotraernos en el tiempo para dar una pequeña y breve explicación de ello.

            En los siglos en los que comienzan a aparecer las vírgenes negras de esa forma milagrosa que acabamos de comentar, tanto el burro como el caballo no eran animales utilizados por el hombre para realizar faenas agrícolas, sino como medios de desplazamiento, además de símbolo de poder económico, sobre todo el caballo. Por ello, para las faenas agrícolas utilizaban el buey.

            Por otro lado, cuando tratamos de explicar y justificar a las vírgenes negras, unas de las primeras explicaciones van dirigidas hacia el evangelista San Lucas como el creador y realizador de tales talles. Y, …, ¿qué símbolo tiene el evangelista Lucas cuando es representado en el tetramorfos[3]? ¡Exacto! ¡El toro o el buey! Por lo tanto, la asociación del buey con las apariciones milagrosas de las vírgenes negras de debajo de la tierra tiene sus reminiscencias en el evangelista San Lucas.


Virgen de la Subterránea. Villar de Horno. Cuenca.


Toro que acompaña en el altar a la Virgen de la Subterránea.
Villar del Horno. Cuenca.

            Vemos como todo va teniendo su explicación, siempre basada o justificada con lo comentado anteriormente y fielmente ligado a la antigüedad, a aquellas reminiscencias de la Madre-Tierra, Diosa-Madre, color negro y San Lucas. De hecho, hay algunas representaciones de vírgenes negras que cuando están expuestas en su correspondiente iglesia, templo, santuario o ermita, también hay representado un toro o un buey a su lado, otra forma de asociar esa virgen negra con San Lucas. Aún más: Artemis de Éfeso (¡otra vez Éfeso!) fue conocida también con el nombre de “polimasta” por los numerosos pechos que cubrían su torso. En la actualidad, sin embargo, dado que dichos pechos carecían de pezones, se piensa que no eran mamas, sino los testículos de los toros sacrificados en su honor en las ceremonias propiciatorias de la fertilidad.


Artemisa de Éfeso.

            Las vírgenes negras están arropadas por su peculiar leyenda, fruto de una imaginación popular generadora de ilusiones en momentos en que las circunstancias políticas y sociales propiciaban, como panacea, la creencia en milagrosas apariciones. Respetadas por los habitantes de las localidades en que se encuentran, tales leyendas se rememoran devotamente en la fecha de su festividad y en las romerías celebradas en su honor. Estas romerías marianas, en su práctica totalidad, se fundamentan en presuntas apariciones de la Virgen y posteriores descubrimientos de tallas medievales escondidas, según la tradición, para que no cayeran en manos del Islam. El problema fundamental que rodea a las presuntas apariciones de la virgen es la cuestión de su autenticidad, puesto que frente al enorme y terrible poder de lo inconsciente y de la sugestión de masas, no es fácil distinguir entre una ilusión y una posible aparición de María. Hay muchas intervenciones populares, algunas procedentes del paganismo anterior, y otras que son adicciones más o menos espontáneas con calidad de auténticas invenciones en ciertos casos.

            Como nota final a todas ellas, puede señalarse el fervor popular que despiertan y la fuerza de atracción que ejercen en el ámbito del lugar en el que se veneran.

            ¡Hasta pronto!




[1] Icono: representación devota de pincel o de relieve usadas en las iglesias orientales. Este término se aplica en particular a las tablas pintadas con la llamada técnica bizantina.
[2] En las partes anteriores relacionadas con este tema de vírgenes negras,, ya se puso de manifiesto que todo lo relacionado con la orden templaria y sus freires debía ser tenido en cuenta con la máxima cautela y el mayor escepticismo, máxime, como también se dijo, dado que no hay documentación “fiable” acerca de ellos y su orden, ya que, cuando fueron arrestados, toda la documentación que poseían fue quemada y destruida a modo de eliminación de posibles pruebas incriminatorias contra ellos.
                Otra leyenda más que se les asimila es la creación del culto a Nuestra Señora, Notre Dame, pero no para venerar a la Virgen María, sino para camuflar a la Diosa-Madre bajo la imagen de una virgen negra asociando dicha imagen a María Magdalena (María de Magdalá), como la verdadera sucesora del linaje de Jesús, ya que éstos afirmaban que Jesús había tenido descendencia, lo cual nunca ha sido aceptado por la Iglesia Católica ni ninguna otra, de ahí que dicha afirmación pueda ser considerada como una verdadera herejía.
[3] El tetramorfos es una representación de los cuatro evangelistas con forma de animal. San Matero es representado como un ángel; San Marcos como un león; San Lucas como buey o toro, y San Juan como águila. Dicha representación puede tener una determinada y característica posición, asociada ésta a lo comentado por el profeta Ezequiel, de tal forma que San Mateo se representa arriba en la parte izquierda, San Marcos debajo de San Mateo, en la parte de abajo y también a la izquierda, San Marcos debajo en la parte de la derecha y, por último, San Juan arriba en la parte derecha. Esa quizás sea la forma que más se ha utilizado para representarlos, pero hay otras más. No es tema de este trabajo dar una explicación del porqué cada evangelista está asociado con ese determinado animal, ni las otras posibles representaciones del tetramorfos que podemos encontrarnos.