martes, 20 de octubre de 2020

ICONOGRAFÍA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (y VI)

 


Epílogo

     Hasta aquí lo poco que puedo desarrollar acerca de la Santísima Trinidad. Como gran profano en teología, y mucho más en un tema dogmático como éste, mis parcos conocimientos acerca del dogma trinitario no me permiten ahondar mucho más en él.

     El atrevimiento a realizar este trabajo surgió con el fin de intentar inculcar a cuanta más gente mejor, y en especial a todo residente y no residente de Torralba de Calatrava, el valor que su parroquia tiene y el profundo significado de su patrona. Considero, aunque estoy realmente convencido, que la Santísima Trinidad en Torralba de Calatrava es la gran desconocida, en parte por lo profundo de su dogma, y por otra parte (esta vez parte mucho más grande) por estar “devaluada” (¡entiéndase!) por la imagen, devoción y … hacia el Cristo del Consuelo.

     Quizás lo uno sea más “fácil” que lo otro; quizás lo uno tenga un mayor reconocimiento en un menor espacio de tiempo (reconocimiento material, por supuesto); quizás lo uno “enganche” más que lo otro; quizás lo uno invite más al folclore popular que lo otro; quizás lo uno sea más asequible y asimilable para el ser humano que lo otro; quizás lo uno sea más llevadero interiormente que lo otro; quizás lo uno sea más modelable internamente para la religiosidad actual del ser humano que lo otro. Quizás todo ello.

     De ahí surge esa necesidad a la que aludía antes. Si somos capaces de volcarnos con una cosa, lo mismo podríamos hacer con la otra, sino con tanto ahínco, sí con algo más de decisión y convencimiento. Ambas acciones son compatibles y complementan una parte interior del ser humano. El conocer solo una parte de un todo, sobre todo la parte que nos interesa, no hace sino desenfocar la mirada y confundir el entendimiento.

     No creo (también de esto estoy convencido) haber conseguido que os haya picado la curiosidad acerca de la Santísima Trinidad, pero al menos se ha intentado, como tampoco creo (convencimiento total) que nadie haya llegado hasta aquí leyendo este mini trabajo.

     La necesidad se ha apaciguado mucho, pero los horizontes siguen estando nublados. Poco más se puede hacer, al menos yo.


sábado, 3 de octubre de 2020

ICONOGRAFÍA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (V)

 


Trinidad Paternitas

            La Trinidad “Paternitas” consiste en Dios Padre sentado en un trono y sosteniendo a Cristo infante (niño) sobre sus rodillas, y sobre ellos, la paloma del Espíritu Santo. Probablemente el origen iconográfico deriva de los iconos bizantinos que representaban a la Virgen como Panagia Nikopoia o Kyriotissa: sedente, completamente frontal, con el Niño en las rodillas. La maternidad de la Virgen se trasladaría a la paternidad de Dios.

Es el modelo que se ha denominado hispano porque los pocos ejemplos escultóricos que subsisten en la actualidad pertenecen al arte peninsular. Esta forma presenta elementos típicos cuya fuente puede ser rastreada en ciertos pasajes del Antiguo Testamento. Así, en primer lugar, la visión del Padre como hombre maduro o venerable anciano proviene sobre todo de la teofanía del Anciano de Días de Daniel VII, 9 (comentada anteriormente) en el que se destaca: “(…) se aderezaron unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura era blanca como la Neiva, los cabellos de su cabeza, puros como lana, (…) y he aquí que en las nubes del cielo venía como un hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. A Él se le dio imperio, honor y reino.”. En segundo lugar, la presencia de Cristo como un niño pequeño se encuentra destacada en ciertos términos de la profecía de Isaías: “(…) y un retoño de sus raíces brotará (…), reposará sobre él el espíritu de Yahwé (…) y un niño pequeño los conducirá (…) hurgará el niño de pecho.[1]. En tercer lugar, la paloma quedó asimilada, como ya sabemos, al Espíritu Santo desde las profecías de Isaías, pasando por la escena del bautismo de Jesús narrada en Jn I, 32; Mt III, 16-17; Mc I, 10 y Lc III, 22.

 

Trinidad Paternitas en Santo Domingo de la Calzada. La Rioja.

Derecha: Trinidad Paternitas en Santo Domingo de Soria. Soria.

            En relación con el posible significado de esta forma icónica vertical debemos partir del hecho de que la ortodoxia trinitaria admite la igualdad del Padre y del Hijo: el hijo fue engendrado, pero no creado, y es coeterno, así como consubstancial al Padre. En las representaciones, la demostración de igualdad se logra a partir de la delimitación del Padre sobre el cuerpo del Hijo, uno y otro están en el mismo eje axial vertical, y no existe subordinación. Dios Padre se encierra sobre sí mismo mientras el Hijo se abre a los fieles. Con esta representación se logra mostrar la diferencia de las Tres Personas trinitarias y la unidad de su esencia.

            La Trinidad “Paternitas” está respaldada por el Árbol de Jesé o el Árbol de la Vida, combinándose la profecía de Isaías con la filiación de Cristo. Simbólicamente, el árbol de Jesé articula la doble filiación de Cristo: la divina (paterna) y la terrenal (materna). Esta idea trata de manifestar cómo, a través de la Encarnación, Jesucristo une sus dos naturalezas, humana y divina.

            Pero, al margen de la intención inicial, la Trinidad “Paternitas” era también una defensa de la fe cristiana frente a los judíos y musulmanes. De hecho, representaba una actitud ideológica defensiva para el propio siglo XII. La “paternitas” parecía responder a las objeciones hebreas e islámicas, ya que mostraba la filiación de Dios. En cierta medida, la Trinidad era la mejor manera de diferenciarse de los judíos y musulmanes; supuso una reafirmación de la fe y una legitimación del cristianismo. Debemos tener en cuenta que los judíos no creían en la filiación, no defendían la relación entre el Creador y el Creado, y por ello, consideraban imposible que Dios hubiese tenido un hijo. Así negaban la divinidad de Cristo y la calidad de Hijo de Dios[2].

 

Trinidad “Trono de Gracia (Thronum Gratiae)

            Imagen de Dios Padre entronizado como un anciano barbado según la descripción de Daniel VII, 9, las dos piernas ligeramente abiertas, que toma en sus manos los dos brazos del travesaño horizontal de la cruz de Cristo. En ella está el Hijo crucificado. El Espíritu Santo se representa tras ellos, o por encima en forma de paloma, descendiendo en forma de hálito o soplo divino desde la barbilla del Padre hasta la cabeza del Hijo. Iconografía que subraya la idea de la Redención, ya que el Padre muestra a los hombres el sacrificio realizado por su Hijo y que permitirá la salvación final de los tiempos. Se exalta la doble naturaleza de Cristo, que como hombre ha muerto, pero como Dios forma parte de la Trinidad.

Santísima Trinidad de Torralba de Calatrava (Ciudad Real)

            La Trinidad “Trono de Gracia” también recibe el nombre de Trinidad Vertical (más aún si cabe que la Trinidad “Paternitas”), denominación que alude a la disposición en altura de las Tres Personas. Su fundamentación se encuentra en la epístola de San Pablo a los Hebreos: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de gracia, a fin de recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno auxilio.[3], donde se alude al trono de Dios. Otros pasajes bíblicos que aluden a este mismo trono los podemos encontrar en Apocalipsis III, 21[4]; V, 1[5] y VII, 17[6], o bien pueden describir al Padre levantando o exponiendo a su Hijo sacrificado por la redención de la humanidad: Jn III, 14-15[7]; Epístola de San Pablo a los romanos III,  24-25[8].

Esta iconografía es muy estable, pues se repite sin apenas modificaciones en la baja Edad Media, muy empleada sistemáticamente y muy popular durante ese periodo de tiempo. El tema aparece por primera vez en el siglo XII, difundiéndose rápidamente a partir del siglo XVI, encontrando ejemplos a lo largo de toda la geografía europea. La única variación que puede apreciarse de unas imágenes a otras es la posición de la paloma del Espíritu Santo. Generalmente desciende en forma de “hálito” o “soplo divino” desde la barbilla del Padre hasta la cabeza del Hijo. Más raramente la paloma asciende desde el Hijo hasta el Padre, y sólo en contadas ocasiones aparece en otras posiciones, sobrevolando y coronando al Padre y al Hijo, apoyada en el travesaño de la cruz sin poner en contacto al Padre y al Hijo (Trinidad de Torralba de Calatrava), sobre el hombro de Cristo, encima del libro de la Sabiduría que sostiene el Padre en la mano izquierda, etc.

Trinidad Vertical. Alquézar (Huesca)

En cualquier caso, el Trono de Gracia permite poner de relieve la unidad de las personas, al tiempo que cada una queda individualizada por sus rasgos. La disposición vertical de la Trinidad puede haber sido influida por las representaciones del Bautismo de Cristo. Por otro lado, contiene un simbolismo en relación a la Eucaristía: es la aceptación por parte del Padre del sacrificio de Cristo la que convierte esto en motivo de redención y no de condenación, y al mismo tiempo avala su renovación en cada Misa.

Un acto litúrgico que se celebra en la ceremonia del Viernes Santo, los “Oficios del Viernes Santo”, puede resaltarse como una alusión al Trono de Gracia. El sacerdote presenta la cruz a la adoración de los fieles llevando a cabo un gesto ritual enormemente similar al que hace el Padre presentando al Hijo crucificado en las Trinidades “Trono de Gracia”.

            La Trinidad “Trono de Gracia” supo atraerse las simpatías de la Iglesia, teniendo en cuenta la dificultad de expresar a un mismo tiempo la unidad y la triplicidad, y la paradoja de tener que hallar una imagen visible para lo invisible. De ahí que después del Concilio de Trento, si bien se siguieron representando otras tipologías, fue ésta la única que gozó explícitamente del beneplácito eclesiástico, como vino a refrendar el papa Benedicto XIV ya a mediados del siglo XVIII.

 

Trinidad “Compassio Patris”

            En cierto sentido se puede considerar una variante de la tipología anterior, solo que en esta ocasión no aparece la cruz; el Padre sostiene directamente a Cristo muerto, apoyándolo sobre su regazo, lo que aporta intensidad expresiva. Modelo iconográfico de representación de la Trinidad a modo de una “Piedad”. Al igual que la Virgen recoge en su regazo a Cristo muerto, en este caso es Dios Padre quien recoge y sostiene el cadáver de su Hijo, y sobre ellos, la paloma del Espíritu Santo.

Surge en Francia, concretamente en la región de Borgoña, a finales del siglo XIV, y cobra gran popularidad en Holanda y Alemania, alcanzando su cumbre a finales del siglo XV y en el XVI. Sin duda a ello contribuyó el libro de San Buenaventura, Lignum Vitae, en el que presenta a Jacob como prefiguración de Dios Padre, pues recibe la túnica ensangrentada de su hijo José, como el Padre recibe el Cuerpo ensangrentado de Cristo. El texto hace hincapié precisamente en la compasión del Padre, nombre que recibe esta representación.

Tras el Concilio de Trento hubo una cierta polémica respecto a la conveniencia de esta tipología, ya que se discutía si mostrar al Padre sufriente podría llevar a confusión, rebajando su dignidad divina.

              

Trinidad “Compassio Patris”. José de Ribera y Cucó.

Trinidad “Compassio Patris”. El Greco.

 

Otras representaciones de la Santísima Trinidad

            Si hay una cosa clara y rotunda relacionada con la Santísima Trinidad y su dogma es la problemática de su representación además de la asimilación del dogma por parte de la propia Iglesia y sus fieles. Tratar de representar de forma visible lo invisible, y más de una manera antropomorfa, es, y era, una tarea complejísima que los artistas, teólogos y exégetas tuvieron que abordar y unificar posiciones. Tantas herejías, tantas discusiones y enfrentamientos, tantas alusiones al dogma trinitario requerían una representación para facilitar su definición, su comprensión y su expansión.

            Anteriormente se han tratado las diversas iconografías utilizando formas antropomorfas para la representación trinitaria. Será ahora cuando nos centremos en las formas simbólicas de su representación y en otras formas, mitad simbólicas mitad antropomorfas, que por su carácter y forma extraña, más se acercan al simbolismo que a una forma antropomorfa pura.

El primer símbolo al que debemos hacer alusión no es un símbolo es sí mismo, pues el tres es un número, un número que representa tres unidades. La palabra Trinidad, independientemente de su significado etimológico, contiene la raíz “tri”, indicadora de tres cosas, tres unidades, tres veces algo, muy en consonancia con el dogma trinitario: tres Personas distintas y un solo Dios verdadero. Como otros muchos números que aparecen tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento (cuarenta, doce, siete, etc.), el número tres aparece también en ellos. Tres fueron los Reyes Magos, con tres regalos que le ofrecieron al Niño Dios; Pedro negó a Jesús tres veces antes que cantara un gallo tres veces; tres fueron los apóstoles que ofendieron a Jesús: Judas lo vendió, Pedro lo negó y Tomás dudó de Él; tres fueron los reos que crucificaron en el Gólgota: Jesús, Dimas y Gestas, clavados con tres clavos; Jesús murió a las tres de la tarde y resucitó al tercer día; tres son también las virtudes teologales: fe, caridad y esperanza.

            Desde tiempos inmemoriales, el tres ha formado parte en todos los contextos religiosos, encontrándose triadas de dioses en la antigüedad: Isis, Osiris y Horus en Egipto; Brahama, Vichnu y Shiva en la India. Entre los godos se conocieron Wotam, Freya y Thor; en los escandinavos fueron Odín, Vile y Ve. Entre los católicos cristianos conocemos los tres posibles lugares a los que podremos acceder después de la muerte: cielo, infierno y purgatorio, después de haber podido medir el tiempo en base al presente, pasado y futuro, con el entendimiento que todas las cosas materiales y espirituales tienen un principio, un medio y un final.

            Numerosas abadías, templos, iglesias y conventos han estado relacionados con el número tres, edificando en base al número tres y confeccionando un tipo de construcción trinitaria basada en dicho número tres. También numerosos santos han estado vinculados al número tres como base de sus hechos milagrosos[9].

            En cuanto a las formas simbólicas para representar el dogma trinitario, es óbice hablar del triángulo, más concretamente, del triángulo equilátero, por tener éste los tres lados iguales, formando, por consiguiente, tres ángulos iguales.

            El triángulo equilátero, como figura geométrica cerrada y esos tres lados y ángulos iguales, permite evocar el “tres en uno” del dogma trinitario. Sintetiza, por tanto, la trinidad del ser como producto de la unidad del cielo y de la tierra, la suma del uno y el dos (evocación del número tres comentado anteriormente). Ya Platón, en su “Timeo” exponía que el triángulo equilátero simbolizaba la armonía, la divinidad y la proporción. En la alquimia, un triángulo con la punta hacia arriba representaba un símbolo solar, la vida y el sexo masculino; con la punta hacia abajo es un símbolo lunar, simbolizando también el sexo femenino, la matriz, la Diosa, la Gran Madre. En la tradición judaica, el triángulo equilátero simboliza a Dios, cuyo nombre no puede ser pronunciado. El Sello de Salomón y la Estrella de David están compuestos por dos triángulos equiláteros montados uno sobre otro, en forma de hexágono estrellado, representando la sabiduría humana.


Triángulo equilátero con el nudo borromeo.

Detalle de capa sacerdotal

 

Sello de Salomón y la utilización del triángulo equilátero

como representación de los cuatro elementos alquímicos.

A pesar de su afinidad con el dogma trinitario, en los primeros tiempos del cristianismo, el triángulo equilátero tuvo sus detractores, como el propio San Agustín, que lo consideraba un símbolo maniqueo[10], por lo que no se generalizó hasta el siglo XI, y normalmente con el vértice hacia abajo,  pero acabaría por imponerse con el vértice hacia arriba. Pese a ello, fue muy usado en el arte durante el siglo XV a partir del cual el triángulo se usó más como nimbo del Padre Eterno o como aureola en el Espíritu Santo en forma de paloma[11].

            A veces del triángulo se inscribe en un círculo que, como figura geométrica que no tiene principio ni fin, simboliza la eternidad. En otras ocasiones se complementa con el Ojo Divino[12], inscrito en él, que significa la presencia y la vigilancia continua de Dios. El Ojo Divino o el Ojo de la Providencia es el Ojo que Todo lo Ve, símbolo sobre la humanidad, muy relacionado también con el Ojo de Ra[13]. El Ojo que Todo lo Ve ordinariamente se encuentra inscrito dentro de un triángulo con uno de sus tres vértices hacia arriba y con la mirada hacia abajo que, según René Guénon, es el símbolo del principio de la manifestación misma y de omnipresencia.

Triángulo equilátero con el Ojo de la providencia en su interior.

Altar de la capilla de la Virgen de la Encarnación.

Carrión de Calatrava (Ciudad Real)

            Uno de los símbolos trinitarios más utilizados y reconocidos relacionados con el triángulo equilátero es el diseñado en el monasterio de Tulebras (Navarra) que servía perfectamente para condensar el dogma, pues explicaba qué era y qué no era en el mismo. Era el denominado “Scutum Fidei”.

La Trinidad (Jerónimo Cosidas)

Museo del Monasterio de Tulebras (Navarra)

 

Scutum Fidei.

Manuscrito de Cotton Faustina (ca 1210), que contiene

la representación más antigua de la Trinidad

El nudo Borromeo o nudo Borromi es otro de los símbolos que se relacionan con el dogma trinitario. Está constituido por tres aros enlazados de iguales dimensiones, de tal forma que al separar uno cualquiera de los tres, se liberan los otros dos. Su denominación tiene origen en la familia nobiliaria italiana apellidada Borromi, que adoptó los tres círculos unidos en un nudo como principal emblema heráldico de su blasón.

            Sin ser el nudo borromeo tenemos la Tabla XIb del Liber Figuratum (Libro de la Figuras) de Joaquín de Fiore (1135-1202), donde se pueden apreciar tres círculos entrelazados en línea recta horizontal, cada uno de un color diferente, como los utilizados en el nudo borromeo. El círculo de color verde simboliza al Padre; el de color azul al Hijo y el de color rojo al Espíritu Santo. Las cuatro letras IEVE que aparecen dentro de cada uno de los círculos que forman el símbolo son la transcripción en latín del tretragammatón, que se interpretan como “I” del  Padre, la “V” al Hijo y la “E” al Espíritu Santo, que al figurar dos veces se interpreta como expresión del  filioque (el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo). Fiore, a través de la utilización de las apocalípticas letras Α (alfa mayúscula) y ω (omega minúscula) como un potente referente visual, explicó el concepto trinitario de las relaciones que se producen en las Tres Personas de la Trinidad; en definitiva, su visión particular de la fórmula o clausula del filioque. Para él, la relación entre las Tres Personas de la Trinidad se pueden explicar en clave de procedencia: Uno, el Espíritu Santo procede de dos, el Padre y el Hijo; Dos, el Hijo y el Espíritu Santo proceden de Uno, el Padre.


Liber Figuratum. Joaquín de Fiore.


TRINIDAD TRIFACIAL

Por todos es conocido que la Iglesia Católica, y por afinidad, el arte cristiano, no inventó formas. Lo que hizo desde sus orígenes fue incorporar formas de cultura y religiones anteriores y cambiarlas de signo, lo que podríamos traducir o interpretar por sincretismo. Esto mismo es lo que hizo, no solo con los símbolos comentados anteriormente, sino también con representaciones y figuraciones extrañas mitad simbólicas mitad antropomorfas. De ellas, quizás la más famosa o la más utilizada para la representación del dogma trinitario sea la Trinidad “tricéfala” o Trinidad “trifacial”, que aunque pueden considerarse iguales y sinónimas, además de utilizarse indistintamente para referirse a este tipo de iconografía, realmente no lo son.

            La Trinidad “tricéfala” se distingue por presentar un solo cuerpo del que emergen tres cabezas independientes. La Trinidad “trifacial”, que guarda estrechas similitudes con la anterior, está formada en cambio por un solo cuerpo y una única cabeza, poseyendo ésta tres rostros adyacentes, que presentan generalmente cuatro ojos, tres bocas y tres narices. Ambas son variantes de una misma tipología iconográfica, y pueden representarse de cuerpo entero o solamente de busto. Ambas insisten en la igualdad de las tres hipostasis; de ahí la identidad perfecta entre el Padre, Hijo y Espíritu Santo, que llegan a compartir un mismo cuerpo. También resaltar que lo más frecuente es que la cabeza o las cabezas presenten los rasgos habituales de Cristo: un varón de unos treinta años, con cabellera larga y rizada, y barbado.

Trinidad trifacial.

Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos (Ca 1685)

            La Trinidad “tricéfala/trifacial” cuenta con importantes referentes visuales (fuentes iconográficas) tanto en el mundo cristiano como pagano. Distintas religiones de oriente y occidente potencian cultos a divinidades multicéfalas, produciendo imágenes que pudieron servir de lejana inspiración al arte cristiano. Las fuentes remotas podrían rastrearse en Asia, en el “Trimunti” hindú, imagen triple de Shiva, Visna y Brahma (referenciados anteriormente), que acostumbraba a presentar un rostro y tres cabezas adyacentes. Sang-dui en el Tiber, Dainichi en Japón o el dios “Triglav” de la mitología eslava serían otros dioses con tres rostros o tres cuerpos pertenecientes a épocas remotas. De épocas más cercanas resultarían las obras de la antigüedad clásica, donde podríamos citar al dios Jano, dios bifronte de un antes y un después, que guardaba las puertas de un pasado y un futuro mirando a ambos lados, y dios que da nombre al primer mes del año: Enero (January en lengua inglesa). El perro Cebreros y su hermana Quimera, con tres cabezas; Gerión, el gigante con tres cuerpos, y Hécate, hija de Júpiter y Latona, hermana de Apolo se representaban también con tres cuerpos. Todas estas divinidades eran divinidades solares y omnividentes, que se relacionaban con el tiempo en su triple dimensión de presente, pasado y futuro y su repartición en el antiguo calendario formado únicamente por tres estaciones: la primavera, representada por un león, el otoño, representado por una cabra y el invierno, representado por una serpiente.

            Sin embargo, el uso de una imagen multicéfala que sirviese claramente para referirse a la Trinidad no aparece hasta bien entrada la edad media. A caballo entre los siglos XII y XIII, encontramos en algunos canecillos, capiteles o ménsulas de templos cristianos románicos los llamados “Vultus Trifons”, dioses trifrontes paganos anteriores al cristianismo muy representados sobre todo en territorio francés y que hasta hace sólo algunas décadas eran consideradas formas puramente decorativas carentes de significado religioso, pero que hoy día se pueden considerar las primeras manifestaciones de las Trinidades trifaciales. No obstante, la Trinidad tricéfala/trifacial parece abrirse paso, consolidarse y difundirse entre finales del siglo XIII y comienzo del XIV, difundiéndose sobre todo en Francia, Italia, los Balcanes y España.

Algunos autores relacionan estas imágenes con la doctrina herética del joaquinismo, derivada de las enseñanzas del abad Joaquín de Fiore en el siglo XII. Desde esta interpretación, la cara que mira a la izquierda se referiría a la “edad del Padre”, es decir la de la Antigua Alianza; la que mira al frente a la “edad del Hijo”, en la que nos encontramos; y la que mira a la derecha a la “edad del Espíritu Santo”, la que vendrá tras la Parusía.

Vultus Trifons

            La particularidad y peculiaridad de este tipo de representaciones pronto fue criticada por el ambiente eclesiástico, provocando, además, reticencias en la propia Iglesia. Numerosas voces se alzaron en su contra al considerarlas monstruosas y heréticas, voces que influyeron en el papa Urbano VIII que condenó y prohibió dicha imagen en el año 1628, aunque ya había sido condenada en el Concilio de Trento en su sesión XXV dedicada a la veneración de las imágenes que tuvo lugar el 4 de diciembre de 1563. Aún así, se siguieron realizando imágenes de este tipo, pues en 1745 el papa Benedicto XIV las volvió a condenar y declarar proscritas. Esto no impidió la supervivencia de esta imagen en los ambientes populares y/o alejados geográficamente de los grandes centros católicos, donde los parroquianos y lugareños podían seguir representando y venerando dichas figuras sin una censura eclesiástica y según la religiosidad adquirida de sus antepasados.

 

TRINIDAD CELESTE-TERRESTRE

Se trata de aquellas representaciones que combinan la Trinidad con la Sagrada Familia. Generalmente se diferencia un plano celeste, donde aparece Dios Padre con un rompimiento de gloria, y uno terrestre con María, José y el Niño Jesús, que forma parte a la vez de las dos “trinidades”, por su doble naturaleza humana y divina. La paloma del Espíritu Santo está en un nivel intermedio, conectando los dos planos. De esta manera, visualmente se coordinan también la disposición vertical de la Trinidad propia del Bautismo de Cristo, el Trono de Gracia y la Compassio Patris, y la horizontal de la Sagrada Familia, que en este caso no supone ningún problema puesto que es obvio que son tres personas totalmente independientes. Por otro lado, subraya como la Encarnación de Cristo supone la reconciliación del hombre con Dios, y rompe la separación del Cielo con la tierra.

Las Dos Trinidades. Claudio Coello

Las fuentes literarias que inspiran este tema son principalmente los tratados devocionales del siglo XVI, en especial los de los jesuitas. En España no se difundirá hasta el siglo XVII, junto a las escenas cotidianas de la vida de Jesús y sus padres.


[1] Is XI, 1-9

[2]  Una vez más debemos contextualizar estas representaciones en el momento de su realización. Los ejemplos expuestos anteriormente pertenecen a la segunda mitad del siglo XII, luego representativos de la escuela románica hispana, con todo lo que ello conlleva y supone.

[3] Heb IV, 6.

[4]  “Al que venciere le haré sentarse conmigo en mi trono, así como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono”.

[5]  “Vi a la derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos”.

[6]  “(…) porque el Cordero, que está en medio del trono, los apacentará y los guiará a las fuentes de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos”.

[7]  “A la manera que Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que creyere en Él tenga la vida eterna”.

[8]  “Cristo Jesús, a quien ha puesto Dios como sacrificio de propiciación, mediante la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, por la tolerancia de los pecados pasados”.

[9] San Nicolás de Bari ayudó a tres hermanas con tres bolsas de oro para que no acabasen en el camino de la prostitución; resucitó a tres jóvenes clérigos asesinados por un hombre que les había robado, y a tres niños sacrificados injustamente por el emperador Constantino.

[10]  El maniqueísmo era una secta fundada en Persia por Manes (c. 215-275). Los maniqueos creían en la existencia de dos principios, uno bueno y asociado a la luz (Ormuz) y uno malo y asociado a las tinieblas (Ahrimán). Esta corriente de signo dualista fue condenada por el emperador Diocleciano en el año 297, pero se extendió por el Oriente en muchos lugares del Imperio Romano y reapareció en varios brotes, por ejemplo los cátaros y albigenses del siglo XII, contra los que lucharon Santo Domingo y los cistercienses.

[11]  El nimbo (nimbus en latín) es un círculo luminoso que aparece detrás y alrededor de la cabeza en una imagen o icono. Si sólo rodea la frente o la parte superior de la cabeza se llama aureola. Si en el círculo se inscirbe una cruz de brazos iguales se llama nimbo crucífero, siendo propio exclusivamente de una persona divina. Si el nimbo tiene forma triangular se denomina nimbo triangular, que es exclusivo de la persona del padre de la Stma. Trinidad. En el caso de los santos cristianos, el nimbo que rodea la cabeza simboliza la luz divina que alcanza el entendimiento del hombre, el cual irradiará a su alrededor. También se ha utilizado el nimbo en animales para simbolizar a pesonajes sagrados, como el cordero para simbolizar a Cristo.

[12] Símbolo que acabará siendo tomado por la masonería como símbolo del gran arquitecto.

[13]  El Udjat (o mejor trascripto al español castellano: Udyat) también llamado Ojo de Ra.  Horus era hijo de Osiris, el dios que fue asesinado por su propio hermano Set. Horus mantuvo una serie de encarnizados combates contra Set, para vengar a su padre. En el transcurso de estas luchas, los contendientes sufrieron múltiples heridas y algunas pérdidas vitales, como la mutilación del ojo izquierdo de Horus. Pero, gracias a la intervención de Tot, el ojo de Horus fue sustituido por el Udyat, para que el dios pudiera recuperar la vista. Este ojo era especial y tenía cualidades mágicas. El Ojo de Horus, o Udyat, se utilizó por primera vez como amuleto mágico cuando Horus lo empleó para devolver la vida a Osiris. Gozó de gran popularidad en el Antiguo Egipto, siendo considerado un amuleto de los más poderosos: potenciaba la vista, protegía y remediaba las enfermedades oculares, contrarrestaba los efectos del "mal de ojo" y, además, protegía a los difuntos. Como talismán simboliza la salud, la prosperidad, la indestructibilidad del cuerpo y la capacidad de renacer. Incluso en la actualidad se sigue utilizando como amuleto por personas que practican diversas religiones en todo el mundo.