Mostrando entradas con la etiqueta Pensamientos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pensamientos. Mostrar todas las entradas

miércoles, 25 de marzo de 2020

CARTA A QUIÉN LO LEA (... Y SEPA LEER) (V)



     Cuando todo ésto pase, que pasará, ya nada será igual; al menos, nada debería ser igual. Cuando todo esto pase, que pasará, deberíamos ser otras personas regeneradas en la humildad, conscientes de nuestra fragilidad, reflejada en el espejo de nuestra efímera existencia como individuos finitos modelados por una muerte tan cercana como cierta, de la que, ni aún ahora tomamos consciencia. Deberíamos haber dado la vuelta a nosotros mismos, a lo que somos, a lo que hacemos, a lo que queremos, al absurdo consumo en tiempo de vacas flacas como el caso que nos ha sobrevenido de pronto, a la excesiva importancia a nuestra socialización virtual y pantallera y nula socialización personal y humana. Y sin embargo, no vamos a hacer los deberes cuales alumnos despreocupados por forjarse una educación y un futuro, personal y social, digno de su persona y de su existencia como ser humano.

     Cuando todo ésto pase, que pasará, ya nada debería ser igual, y sin embargo seguirá. Seguirá como si nada hubiera ocurrido, como si hubiéramos estado todo este tiempo durmiendo, soñando con nuestras felicidades e ilusiones pasadas, pero sobre todo, venideras, conscientes e inconscientes. Seguirá como si hubiéramos estado en un trance sobrevenido por una grata impresión o por un inesperado susto. Entonces estaremos preparados de nuevo para generar y aceptar sin rechistes ni réplicas otra situación nueva pero análoga a la actual (Stephen Hawking y Bill Gates, hombre de ciencia pura y dura, ya pronosticaron en su día, por separado, que el hombre no moriría por una explosión nuclear, sino por un virus). Ese será nuestro legado para la posteridad, la herencia a nuestros hijos: no saber quieren ni lo que somos, no querer conocernos a nosotros mismos, nuestros hechos, nuestra propia existencia.

     Cuando todo esto pase, que pasará, todos tendremos que reflexionar sobre el mundo que hemos construido y como éste habrá de cambiar a partir de ahora. El modelo de vida que hemos llevado hasta ahora, basado en el consumo y el individualismo, mucho más acusado cuánto más desarrollada es la sociedad en la que se vive; basado en el egoísmo y egocentrismo, cualidades que no conocen desarrollo social ni personal pero que nos aportan poder (pero no gloria), a la postre quizás nuestra mayor razón actual para vivir.

     Mientras llega esa hora o'clock, que llegará, para tener una segunda oportunidad de reconducir nuestro futuro y tratar de evitar de todas las maneras posibles a nuestro alcance (todas) el riesgo de que esta dramática situación no se repita cuando todo ésto pase, padecemos el lento paso de nuestra vida, sufrimos la imprescindibilidad de lo superfluo, lo trivial, lo banal, lo de todo aquello que no veíamos ni jamás habíamos reparado en ello debido a la ceguera que nos había provocado el alocado, frenético y tan buscado ritmo de vida prevírico, con una individualización colectiva, una estetización de la realidad, fugacidad del disfrute, relaciones personales inconsistentes, pasión exagerada, moral espontánea permisiva y autolegitimante. Buscando lo inmediato, lo pragmático, lo empírico, nos hemos encontrado con una cueva finita y oscura que guarda el mayor tesoro que jamás se nos hubiera ocurrido buscar ni mucho menos encontrar, pero que, al tenerlo delante de nosotros, ser dueños de él, no sabemos qué hacer con él, no sabemos cómo usarlo, donde aplicarlo, aprovecharnos de él para mejorar lo que somos.

     Cuando todo esto pase, que pasará, saldremos de la cueva y veremos nuevamente la luz clara e iluminadora. Veremos ante nosotros de nuevo un horizonte lleno de banalidades. Entonces correremos de nuevo hacia él en busca de ese otro tesoro que se había quedado sin descubrir cuando encontramos y nos metimos en la cueva. Atrás quedará el tesoro encontrado sin buscarlo, oculto y olvidado, pero imperecedero, pacientemente esperando nuestra próxima llegada, que si nada cambia, que no cambiará, no tardará mucho en producirse.



viernes, 20 de marzo de 2020

CARTA A QUIÉN LO LEA (... Y SEPA LEER) (IV)


     Creo, y todo el mundo estará de acuerdo, que no es el momento de reproches, insultos, irresponsabilidades y diferencias de criterio; tiempo habrá para ello. Pero también creo, aunque en este punto no esté todo el mundo de acuerdo, en que todo este movimiento social de solidaridad, buenísmo, compañerismo, vecinísmo, postureísmo y demás "eísmos" es pura y dura hipocresía social.

     El reconocimiento social que están recibiendo día tras día todo el personal sanitario de este país es lo único que puede considerarse como un verdadero acto social hermanado, humano y humanitario, además, si se me permite, quizás un poco infravalorado por todo lo que realmente están haciendo un día sí y otro también. Ellos, sólo y únicamente ellos, saben lo que realmente están haciendo por todos nosotros, independientemente de tener o no nuestro reconocimiento.Ya no es que cumplan con su profesión o función cuidadora y sanadora; es una necesidad y un sentimiento interior profundo y humano lo que les autobliga a realizar jornadas interminables, agotadoras y traumáticas para intentar salvar cuántas más vidas, mejor.

     Pero eso, como tantas y tantas cosas, y tantas y tantas veces, lo olvidaremos en menos de un abrir y cerrar de ojos.

     Cuando hayamos salido de esta crisis humanitaria tan inesperada y traumática para todos, tardaremos el olvidar aplausos y conversaciones vecinales interventanales lo mismo que tardamos en olvidar cuándo fue la última vez que se me abrió la boca. Ni siquiera recordaremos que fue un mal sueño. Todas nuestras energías y pensamientos se centrarán única y exclusivamente en volver a recuperar todo aquello que teníamos antes de todo ésto, y si se puede ser algo más, mejor que mejor. No sabemos si esto puede llegar a pasar de nuevo dentro de un corto periodo de tiempo (según cómo lo midamos cada uno, así será de corto o de largo). Para entonces, debemos estar mejor preparados, y para ello debemos empezar nuestra reconquista, nuestra reconstrucción y la deconstrucción de los demás, cuánto antes mejor. Porque de eso se va a tratar nuestro permitido futuro: nuestra reconstrucción a costa de la deconstrucción de los demás. Si antes éramos lo que éramos, ahora, después de todo este lento y enclaustrado traumatismo, con más fuerza, poder y ahínco debemos tenerlo y conseguirlo.

     Esta crisis humanitaria no va a tener agallas a quitarnos la careta que nos pusimos en cuanto fuimos conscientes de que ser más que los demás es poder. No es gloria, no es libertad, es poder, es estar por encima de los demás. La careta no nos da libertad, no oculta lo que y quienes somos realmente, pero engaña y nos da poder. Quizás nos haga esclavos suyos, pero nos dará pan y poder. Nos quita libertad, pero no importa; no la queremos, porque la libertad nos obliga a tomar decisiones que podrían hacer caer la careta, y eso nos podría producir sufrimiento y transgresión, pero nos daría poder. La careta no nos responsabiliza de nuestros actos, no busca la compasión ni la solidaridad; busca poder. No podemos permitir que nadie venga a estropearnos la magnífica obra que estábamos construyendo a nuestro alrededor. No queremos romper la frenética rutina en la que estábamos inmiscuidos y atrapados, porque eso nos hace enfrentarnos a nosotros mismos, a preguntarnos sin careta, y no estamos acostumbrados a hablar con alguien a quién no conocemos, porque la careta es también desconfianza. No queremos preguntas; no queremos respuestas. Queremos ser nuevamente lo que antes éramos.

     Queremos ser esas personas preocupadas de nuevo por saber dónde íbamos a ir de vacaciones en Semana Santa. Queremos ser esas personas preocupadas por nuestro peinado de fin de semana. Queremos ser esas personas que cada día se acicalan la barba y el bigote para ir a la moda y que nadie nos arrincone por no ser como ellos. Queremos la felicidad hipócrita que teníamos antes. Queremos nuestro despotismo, nuestro postureo, nuestro buenísmo, nuestro cañeo "pasalamanoporelomo". Queremos nuestra insolidaridad, recuperar nuestra socialización hipócrita que tan feliz nos hacía. No queremos ser huérfanos de la hipocresía. Queremos una familia que nos ayude a reconquistar todo aquello que antes teníamos y que ahora se ha esfumado y tan insoportable nos está haciendo nuestra propia existencia. Queremos ser esclavos de nuestra vida, pero con poder y pan. Porque con pan, las penas con menos penas.


viernes, 13 de marzo de 2020

CARTA A QUIÉN LO LEA (... Y SEPA LEER) (I)



     Estimados y estimadas (creo que pronto nos dejaremos de tonterías como ésta para vivir como seres humanos que somos, aunque ...).

     Sinceramente, desde hace muchos años ya sabía lo que había entre bastidores y bambalinas, incluso entre todos nosotros; mucho más desde hace casi tres años, cuando la vida me dejó claro con quién me estaba "jugando los cuartos", y, realmente, no estoy decepcionado, al contrario, contento por llevar o tener nuevamente razón en mis enfermizos pensamientos y convencimientos.

     Esta pandemia que estamos viviendo actualmente está desnudando a toda una humanidad hipócrita. Le está quitando la careta y dejando ver quiénes somos realmente, a las claras, sin tapujos, cin paños de agua caliente. Esos mismos años de aislamiento emocional y psicológico que llevo vividos me permiten ahora expresar con orgullo todo lo que realmente he aprendido del ser humano, que no es poco, ni tampoco bueno.

     El "buenismo", el "postureo", el "políticamente correcto", ..., todo ésto se ha venido abajo cuando una situación dramática como la actual nos iguala ante la vida. Ahora somos todos iguales, pero, lejos de ayudarnos unos a otros, nos dedicamos a devorarnos entre nosotros. Lejos de mirar al prójimo, miramos por nosotros mismos (ex nihilo, nili fecit) sin el menor remordimiento del mal que podríamos estar causando en los demás, mucho ás acentuado en personas más desfavorecidas y con mucha peor suerte que nosotros (si es que hemos tenido suerte en la vida, que lo dudo al menos por mi parte). Somos despiadados, tiranos, egoístas, malhechores hipócritas (esa es la mejor palabra que define a la sociedad actual creada por nosotros mismos) con diferentes caretas en nuestro fondo de armario que utilizamos según nos convenga a nosotros, claro, no a los demás.

     Dar vergüenza pertenecer a un tipo de ser en el que se vira constantemente en uno mismo mientras realmente se piensa lo contrario (hipocresía), cuando realmente estamos deseando con toda la fuerza de nuestra alma el mal ajeno, cuando realizamos acciones conscientemente premeditadas aún a sabiendas del mal que estamos provocando.

     ¿Dónde están esas risotadas de "cenas de empresa" en tiempo natalicio? ¿Dónde están esos abrazos desencajaos estivales, festivos y patronales en un reecuentro? ¿Dónde están esas emociones hipócritas adornadas con lágrimas de cocodrilo para acentuar aún más nuestra más hipócrita pertenencia a ese grupo más hipócrita aún? ¿Dónde están nuestras palabras de consuelo, ánimo, ..., vomitadas conscientemente desde la más profunda bilis amarga de nuestra existencia? ¿Dónde están todos? ¿Dónde?

     No busquemos lo que no existe; jamás lo podremos encontrar porque jamás existió. Existió un sueño en el que había buenismo y malismo (los que piensan como yo y dicen lo que yo, y los que no). Ahora somos todos iguales, al menos así deberíamos de tratarnos, pero la hipocresía y la maldad cultivada y fertilizada conscientemente y con saña desde hace más de ochenta años, nos deja desnudos frente a la realidad, una realidad que no tiene otro nombre que no sea la hipocresía, verdadera razón de nuestra existencia actual.

     No espero, ni quiero ni deseo aceptación a mis palabras. Escribo para mí. Llevo aprendido demasiado como, para ahora, expresarme de otra manera. No estoy contento, ni mucho menos, pero al menos, estoy alegre y orgulloso de saber que todo ese aprendizaje durante todo este tiempo y todas las vivencias experimentadas, no sólo me han servido para verificar y afianzar mis ideas y pensamientos, sino para tener claro, reafirmar y grabarme a fuego en lo más profundo de mi ser con qué especímenes estoy viviendo cada día. Ya lo tenía claro desde hace muchísimos años; ésto de ahora me corrobora que no estaba equivocado.

     Son mis ideas; las vuestras son otras, diferentes, pero otras; ni mejores ni peores, como las mías. Al contrario de Groucho Max con sus principios, no tengo otras. Son las que son y las que la vida de hoy día me está demostrando que no estaba equivocado. No son ideas en consonancia con la sociedad actual, pero son mías, nadie me ha dicho cuáles tienen que ser. Es lo que más me alegra y una de las cosas de las que más orgulloso estoy.

     ¡Felíz época hipócrita! (¡como ahora hay que desear felicidad y felicitar incluso hasta cuando se está cagando, pues ...!)