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domingo, 7 de febrero de 2010

DELINCUENTES

Desde que el gobierno de España, a propuesta de los fascistas de la SGAE, impusieron el canon digital, me he convertido en un pirata informático de hecho y derecho. Ellos me trataron como un terrorista de internet. Me vieron pirateando películas, vídeos, canciones, libros, documentos, fotografías. Ahora lo confieso: todo lo que no era cuando me dijeron que sí era, lo soy ahora. Y lo soy a mucha honra. Y lo seguiré siendo in secula seculorum. Y se lo inculcaré a mis hijos y formará parte de su educación familiar.
Y lo voy hacer para no tener que pagar para que mis hijos vayan a la clase de música a interpretar cualquier autor español. No tendré que pagar para que representen una obra de teatro en su centro educativo. Tampoco tendré que pagar para procesionar en una banda de música en las procesiones de mi pueblo. Es dinero que me ahorraré.
Cuando murieron los monstruos que destruyeron Europa en el primer tercio del siglo XX y la piel de toro durante otros ocho lustros más, pareció acabarse el despotismo y el desprecio hacia los demás. La gente comenzó a perder el miedo y a tratarse de tú a tú. Vientros frescos refrescaban sus caras llenas de sudores de ojos.
Ahora, nos hemos dejado ir y nos hemos encontrado con que todavía quedan algunos resquicios de aquellos tiempos, que, con el beneplácito de la ley y quien la manda y la hace cumplir, no sólo nos desprecian, sino que nos acusan de ladrones, de terroristas informáticos, de chaperos y prostitutas de la cultura. Y por todo ello, debemos de ser castigados y pagar por cualquier actividad o aprendizaje que queramos hacer o conseguir.
La Dirección General de Seguridad ha vuelto. Como soy un delincuente habitual y sin posibilidad de rehabilitación estaré en permanente huída cual lute moderno, aunque a diferencia con el auténtico, mis hijos sí que heredarán ese gen delictivo. De eso me encargo yo. Palabra.

sábado, 29 de agosto de 2009

NOSOTROS Y LA SGAE

A perro flaco, todo son pulgas. Y si no, que se lo digan a toda la clase media española. Sí, esa que esta sufriendo con escarnio todas las consecuencias de la crisis. Paro, subida de carburantes, de alimentos, de transporte, de impuestos en definitiva. Ahora también se lo están poniendo difícil con el ocio y la diversión, con lo único que podían mitigar sus penas.

A la SGAE, con permiso de la autoridad competente y si el tiempo no lo impide, le ha dado por cobrar por divertirnos. Si hacemos teatro: tacatá; si hacemos un baile o concierto benéfico: tocotó; si nos casamos y hacemos el baile nupcial, en la pista, claro: tocotó otra vez; si rondamos a la moza: más tocotó y tacatá y así hasta que nos cansan, los mandamos a la mierda y apelamos a Fuenteobejuna, última perjudicada de todo este ensalzamiento a la estupidez humana.

No tuvieron bastante con el canon dichoso. Ahora también nos sangran por pasarlo bien, por divertirnos. Están enfadados porque no vamos al cine, ni al teatro, porque no compramos discos, porque compramos ordenadores, CD’s y pendrives, porque nos quedamos en casa. (Dicen que lo hacemos en represalia por protestar contra la guerra de Irak en su día, su ¡No a la guerra!; tocino con velocidad, que se dice). Somos tratados como terroristas intelectuales, como usurpadores de identidades, como ladrones de patentes, como hackers musicales.

¿De verdad que somos todas esas cosas? Pues parece que sí. ¡Y yo sin saberlo y con estos pelos! Y es que, encima de putas, ponemos la cama.

País, que diría Forges.