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lunes, 5 de abril de 2021

CONSIDERACIONES SOBRE LA SEMANA SANTA (Divertimento Pascual) VIII


Y para comenzar …

Nuestro comienzo no va a tener mucha lógica, ya que lo debemos hacer desde dos fechas totalmente opuestas entre sí, una de comienzo y otra de finalización: el día de la Pascua judía, y el momento de la Resurrección de Jesús. Estas fechas son, como se sabe, el comienzo y el final de la Semana Santa, tal y como la conocemos, luego no deja de ser ilógico comenzar al mismo tiempo por el principio y el final de ella.

Aún así, éstos serán nuestros dos puntos de partida.

La Pascua Judía

            Al comienzo de toda esta exposición ya se habló de la Pascua Judía, sus orígenes, su significado, su celebración, ritos y costumbres a observar durante toda su duración, etc. Ahora nos centraremos en fechas según lo que nos dice la Biblia.
            Primeramente debemos tener en cuenta que la Pascua Judía recibe otro nombre como festividad, y que se utiliza de forma indistinta: Fiesta de los Panes Ácimos (Lc 22,1)[1]. Así mismo, el libro de los Números también la considera la misma fiesta, al enumerar los sacrificios que los judíos han de realizar para la Fiesta de los Ácimos, indicando cuándo comienza la Pascua y cuando termina.[2]

            Pero en este libro no sólo asimila una fiesta a la otra, sino que indica en qué día exactamente comienza la Pascua: el 14 del primer mes, que como sabemos, es el mes de Nisán. Así mismo, indica que el siguiente día, el 15 de Nisán, será fiesta, y que durante siete días comerán panes ácimos. Luego ya tenemos algo con lo que poder comenzar: la Fiesta de los Panes Ácimos y la Pascua es la misma celebración, y que ambas comienzan el 14 de Nisán, y al día siguiente, 15 de Nisán, es un día de fiesta, en la cual no se podrán hacer trabajos de ninguna clase. Dicha fiesta durará siete días.

            El libro del Éxodo, en casi la totalidad de su capítulo 12, también nos habla de la institución de la Pascua Judía estando aún los israelitas esclavos en Egipto, así como también nos habla de la fiesta de los Panes Ázimos[3], y todas las celebraciones que ella conlleva.

            Los evangelios también documentan esta celebración (Mt 26, 2 y 26, 17; Lc 22, 1 y 22, 7; Mc 14, 1 y 14, 12; Jn 2, 13; Jn 11, 55, Jn 13, 1 y Jn 18, 28)[4].
 Jesús, como judío y contemporáneo de esa época, celebra esta fiesta con sus discípulos, pero en ningún momento se dice qué día de la semana es realmente. Se habla numéricamente de días anteriores, pero sin especificar qué día concreto de la semana es. En los evangelios se especifica y se deja claro que Jesús la celebró, incluso especifican sobre qué hora del día lo hizo (Mc 14, 17)[5], y en qué momento Judas abandona la cena (Jn 13, 30)[6], pero nada dicen de días semanales. La razón está en que en aquella época los días de la semana no se nombraban como en la actualidad[7], sino que se hacía de una manera numérica y ordinal, salvo el sábado, que sí se nombra como tal, aunque, sin tener un vago conocimiento del calendario judío, dicho día nos puede llevar a un error temporal y situar acontecimientos de la época en momentos que realmente no ocurrieron.

            Lo mismo ocurre con el momento de la celebración de la cena pascual de Jesús con sus discípulos, pues los evangelios tan solo hablan de que comenzaron a cenar “al atardecer” (Mt 26, 20 y Mc 14, 17)[8], incluso en Lc 22, 14 ni siquiera especifica ese tramo horario, sino que habla del momento en que se comenzó a celebrar, ni antes de ni después de[9]. Es en ese mismo evangelio de Lucas donde sí se pone de manifiesto que es en el día de los Ácimos cuando se debía sacrificar el cordero de Pascua, dando a entender que también Jesús celebró en ese día la cena pascual.

            Pero si nos atenemos a los tramos horarios del día en concreto, podemos apreciar otra “desavenencia temporal”. En Jn 13, 30 hemos visto que Judas abandona la cena cuando era de noche, lo que significa, según el calendario judío, que era el día siguiente (recordamos nuevamente que los días comienzan y terminan con la puesta de sol) a la celebración de la cena pascual, pero no podría ser el 15 de Nisán porque ese día era un día de celebración y no se podía realizar trabajo alguno. Esto se pone de manifiesto en Jn 18, 28[10], cuando llevan a Jesús de la casa de Caifás al pretorio de madrugada y no quieren entrar en ella para estar inmaculados de pecado a la hora de la cena pascual, que debían comerla el 14 de Nisán. Luego la cena de Jesús, ateniéndonos a estos hechos, tuvo que celebrarse el día anterior al 14 de Nisán, es decir, el 13 de Nisán. Los motivos de hacerla antes pueden ser variados, y, obviamente, imposibles de saber, pero los expertos en esta materia avanzan que se pudo deber a que, en esas fechas, multitudes de personas acudían a Jerusalén para celebrar la Pascua, y como no había sitio para todos, tenían que “organizarse” entre ellos para aprovechar los pocos espacios que había para la celebración (Jn 11, 55)[11].

            De este modo y manera, en el mismo momento y día de la celebración de la cena pascual, ya nos surge la primera “duda razonable”: ¿fue el 14 de Nisán o el 13 de Nisán cuando Jesús celebró la Última Cena?

La Resurrección

            El segundo punto de partida, como ya se avanzó anteriormente, lo tendremos en la Resurrección, en el día de la Resurrección, día que parece estar mejor documentado en los evangelios, pues sin referirse a él explícitamente, sí que habla del “primer día de la semana”, que como se ha aludido anteriormente, es el domingo en el calendario judío.

            Comenzar por el final de la Semana Santa, en vez de hacerlo por el principio para tratar de “adivinar” fechas concretas y situar acontecimientos en dichas fechas tiene como finalidad el ajustar, desde el final hacia el principio, los acontecimientos, pues como se ha dicho antes, el “primer día de la semana” está muy documentado en los evangelios, así como la duración de la muerte y sepultura de Jesús, “tres días y tres noches”. A partir de ambos tiempos y espacios, contamos hacia atrás setenta y dos horas desde ese primer día de la semana, y nos daremos cuenta que es imposible que Jesús pudiera morir el viernes por la tarde, pues de viernes por la tarde a domingo por la mañana, no transcurren setenta y dos horas. Luego aquí parece que algo no concuerda.

            Jesús, a lo largo de su vida pública, deja claro que estará muerto y sepultado tres días y tres noches. Cuando los fariseos se acercaron para hablar con Jesús deseando ver de Él una señal que le acreditara como el Cristo o el Mesías, Él les respondió y les dijo: “la generación mala y adúltera demanda señal, pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.” (Mt 12, 39-40). También en Lc 24, 6-7[12] se alude a ese tercer día como fecha para la resurrección; incluso en Jn 2, 19[13] compara su cuerpo con un templo que en tan sólo tres días se podrá construir, aludiendo a la resurrección propia tres días después de la “destrucción” de su cuerpo.

            Por lo tanto, este dato parece muy irrefutable, a tenor de la documentación que hay en los evangelios. Sin embargo, todavía hay quien quiere “cuadrar” esos tres días entre un viernes y un domingo, aludiendo a días como periodos sólo de luz, sin noches. Esto mismo tampoco tiene mucha razón de ser pues, como hemos visto en el calendario judío cuando se han analizado días de la semana y comienzo y finalización del día, lo hacen diferenciando claramente día y noche. Luego, cuando en los evangelios se habla de tres días, se refiere a tres días “completos”, con sus tres periodos de luz y sus tres periodos de oscuridad o tinieblas, palabra esta última más propia de un lenguaje eclesiástico.

            Continuando con lo relatado en los evangelios, podemos apreciar que Jesús, el primer día de la semana, muy de mañana, ya había resucitado; es decir, el domingo muy de mañana. Así nos lo dicen en Mt 28, 1-6, Lc 24, 1-7, Mc 16, 2-6 y Jn 20 1-9[14]. Los cuatro evangelios hablan de “pasado el sábado”, y “el primer día de la semana”, dando por hecho que cuando van a visitar a Jesús al sepulcro para llevar aromas, mirra y perfumes, Él ya ha resucitado. Luego, el domingo muy de mañana ya ha resucitado, por lo que tuvo que ocurrir la resurrección en sábado entre la tarde y la noche. Esto lo podemos deducir del evangelio de Juan y Marcos, que especifican el primer día de la semana de madrugada, cuando despuntaba el sol; es decir, al amanecer del domingo. Aquí sí, al contrario de la cena pascual, tenemos un día de la semana en concreto con el que poder hacer suposiciones “verdaderas”.
Las mujeres visitan el sepulcro vacío de Jessús

            Sin embargo, una prueba más de lo difícil que resulta “deducir” fechas, horas y acontecimientos según lo relatado en los evangelios, o las vagas referencias a las que los expertos en este tema deben enfrentarse para descifrar realmente todo lo sucedido, la encontramos en Mc 16, 9. En dicho versículo, un simple signo de puntuación, como es una coma, y la ubicación de ésta en la frase, puede cambiar el sentido de dicha frase, modificando así mismo el instante o el momento de la resurrección de Jesús.

            Dicho versículo dice: “Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios.” Tal cual está escrito, con la posición de los signos de puntuación en donde están ahora, se pone de manifiesto y deja claro que Jesús resucitó el domingo por la mañana (el primer día de la semana) y, posteriormente, se apareció a María Magdalena. Pero, ¿qué ocurre si cambiamos la coma de lugar y la posicionamos tras la palabra “resucitado” en vez de tras la palabra “semana”? El versículo nuevo quedaría como sigue: “Jesús, que había resucitado, a la mañana del primer día de la semana se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios.” Ahora cambia el significado del versículo para decirnos que Jesús ya había resucitado y, posteriormente, a la mañana del domingo, se apareció a María Magdalena. Luego de esta forma no está tan claro que Jesús resucitara el domingo por la mañana, sino que lo hizo entre la tarde/noche del sábado. Esta es una posición más cercana a lo que nos dicen los tres evangelios, que hablan sobre la visita que realizaron las mujeres el primer día de la semana muy temprano y ya se encontraron con el sepulcro vacío, dando a entender, de nuevo, que a esa hora y en ese día, Jesús ya había resucitado.

            Dicho esto así, sin ningún tipo de demostración fiable y robusta que pueda corroborar lo deducido, podría parecer una frivolidad o un atrevimiento premeditado con fines disuasorios hacia la religión católica y hacia los cristianos. ¡Nada más lejos de la realidad! Una vez más debemos encontrar los motivos de estos desajustes lingüísticos en las múltiples y diversas traducciones de que ha sido objeto la Biblia. Debemos recordar y ser conscientes que la Biblia no tenía signos de puntuación al principio, y que estos fueron añadidos sobre el siglo XV después de que Aldus Manutions inventara la puntuación. Fue entonces cuando los traductores añadieron las comas donde pensaron que debían ir, basándose en la lógica, y, cómo no, en hacer coincidir estos hechos con lo que la Iglesia Católica venía pretendiendo. René Guénon (1886-1951) intenta dar una explicación a este pequeño desajuste lingüístico[15].

Sepultura de Cristo

            Pero en los evangelios no todo está tan claro o, al menos, no está tan bien especificado como el día de la resurrección y la visita de las mujeres al sepulcro de Jesús. Los acontecimientos ocurridos y narrados desde la cena pascual hasta la fecha y hora de su muerte no son tan clarificadores. Tan sólo se citan vagamente horas y días, con alusiones a días solemnes y sábados, pero sin especificar días semanales, incluso con mucha confusión entre ellos relacionados con el día de descanso, con el sábado o con días festivos que pueden no coincidir con los sábados de la semana judía como ya hemos visto.

            La Pascua en el Antiguo Testamento siempre precedía al día de reposo anual, llamado “primer día de Panes sin Levadura”. Dicho día era un día de solemnidad o día de fiesta para ser celebrado cada año el día inmediatamente posterior a la Pascua. Este día podría ocurrir o ser celebrado cualquier día de la semana, pues como sabemos, la Pascua Judía no tiene un día de celebración fijo, sino que lo hace en cualquier día de la semana, lo que nos lleva a deducir que también el primer día de Panes sin Levadura puede ocurrir en cualquier día de la semana. Avanzando aún un poco más en estos días, podemos por tanto aventurar que en una semana o en la semana de la Pascua Judía pueda haber dos días de descanso obligatorio: el primer día de los Panes sin Levadura, y el sábado semanal, el que imponen los mandamientos.

            Es justamente este matiz el que nos puede servir como principal argumento para tratar de “adivinar” o “colocar” los acontecimientos de la Semana Santa con el ciclo hebdomadario, ya que la mayoría de los evangelios, al hablar del sábado, todos lo entienden como el sábado semanal, el último día de la semana judía, sin tener en cuenta que a los días de fiesta que caen entre semana, sin ser sábado, en el calendario judío se les llama sábados muy solemnes o sabatón para diferenciarlo del día del sábado como día de descaso semanal. Ahí quizás pueda estar la raíz de los “desajustes” entre lo que narran los evangelios y lo que debió ocurrir en realidad (recordemos que no es muy difícil de entender que desde un viernes a un domingo no hay tres días entre medias para que pudiera cumplirse la Resurrección de Jesús).

            La ley judía prohibía que los cuerpos de los muertos se quedaran sin sepultar al principio de cualquier día de reposo o día de fiesta. Esa misma ley se cumplió a rajatabla después de la muerte de Jesús. Él murió a la hora de nona (hacia las tres de la tarde), y debemos recordar que el día siguiente, en el calendario judío, comenzaba al ocaso de ese día. Luego para enterrar el cuerpo de Jesús tenían muy poco tiempo antes de que llegara el día de descanso; de ahí la premura en sepultarlo, para no incumplir dicha ley judía.

            Pero antes de avanzar un poco más, esto último nos ha dejado otra gran pista del día de la muerte de Jesús. Si ese día se pudo enterrar su cuerpo es porque era un día en el que los judíos podían trabajar, es decir, no era un día solemne o de descanso; al contrario, el día de descanso era el siguiente. Luego podemos medio aventurar que Jesús fue crucificado y murió el mismo día de la preparación de la Pascua Judía, es decir, el mismo día 14 de Nisán (otro recordatorio nos dice que el 15 de Nisán era fiesta), y lo tuvieron que enterrar antes de que llegara el 15 de Nisán, día de fiesta y primer día de Panes sin Levadura.

            La sepultura de Jesús estuvo a cargo de José de Arimatea (Mt 27, 57-59; Lc 23, 50-53; Mc 15, 42-47 y Jn 19, 38-42)[16], mientras las mujeres que acompañaron a Jesús durante su muerte, presenciaron dicha sepultura. Pero esa sepultura se hizo en un corto espacio de tiempo, con prisa, con urgencia, debido a la cercanía del día de reposo, que impedía trabajar a los judíos, y lo hicieron en un sepulcro nuevo y que estaba muy cerca del lugar donde Jesús fue crucificado.
Sepulcro excavado en roca

A partir de aquí, la Biblia y los evangelios no hacen ninguna alusión de lo sucedido durante el 15 de Nisán, el reposo anual o pascual, debido a que era una celebridad de reposo total, y cada familia, en su hogar, celebraba la cena de la Pascua con los panes sin levadura (Jn 19, 31)[17].

            Sin embargo, sí que fue en este día de descanso cuando los sumos sacerdotes y principales fariseos se reunieron con Pilatos para pedirle que asegurara el sepulcro de Jesús, sellando la piedra y poniendo una guardia para vigilar, de modo que los discípulos de Jesús no vinieran de noche para robar el cuerpo y luego decirle al pueblo que había resucitado de entre los muertos, pues los sumos sacerdotes y fariseos se acordaron que Jesús, el engañador según ellos, había dicho en vida que resucitaría después de tres días (Mt 27, 62-66)[18].
            Luego durante ese día de reposo solemne o “sabatón”, es decir, el 15 de Nisán, nada nos cuentan los evangelios, ya que, al no poder trabajar ni realizar actividad alguna, nada pudo ocurrir de relevancia, salvo la reunión de los sumos sacerdotes con Pilatos.

Día laborable

Una vez pasado el día de descanso, es decir, en un día laborable o en el cual poder realizar actividades, es cuando las mujeres que estaban sentadas mirando cómo José de Arimatea sepultaba el cuerpo de Jesús, van a comprar perfumes, mirras y aromas al mercado para ungir el cuerpo de Jesús (Mc 16, 1)[19] Por lo tanto, entre el día de descanso primero de Pascua, 15 de Nisán y el sábado semanal, día de reposo conforme al mandamiento, hubo un día laboral, que utilizaron las mujeres para comprar y preparar dichos aromas, perfumes y mirras para ungir el cuerpo de Jesús. Ese día laboral fue el 16 de Nisán.

Sin embargo, Lc 23, 56[20] no deja tan claro que fuera un día laborable, pero sí dice que las mujeres regresaron y prepararon aromas y perfumes para después, descansar el sábado según el precepto. Este versículo dice que fue pasado el sábado cuando lo hicieron, queriéndose referir al sábado solemne o “sabatón”, día de descanso anual para los judíos (15 de Nisán). Este anacronismo bien puede tener su razón de ser en las múltiples y diferentes formas y maneras de traducción que se tienen de los evangelios, ya que en otra traducción se puede leer “cuando pasó el día de descanso”, aludiendo de una manera más directa que dicho “sabatón” se celebró en un día laboral y no se refiera al sábado de descanso preceptivo.

Aunque hasta ahora nada se ha hablado acerca de los nombres de los días de la semana en los que vamos desgranando los acontecimientos que celebramos durante la Semana Santa, sí que poco a podo podemos ir aventurando algo, puesto que, como hemos dicho en repetidas ocasiones, los nombres de la semana no se nombraban en aquella época igual a como se nombran hoy día, aunque el sábado sí que lo llaman sábado, correspondiente al día de descanso semanal. Luego al día anterior y posterior él ya le podemos ir dando nombre, lo que haremos cuando recapitulemos acerca de todo lo argumentado.

De la misma manera deductiva podemos asegurar que en esa semana de Pasión hubo dos días de descanso: el día de reposo anual de la Pascua, llamado “sabatón” o sábado muy solemne, y el sábado semanal, sabbat; entre ambos, un día laboral que, deductivamente, tuvo que ser un viernes.




[1] “Se acercaba la fiesta de los Ácimos, llamada Pascua”. (Lc 22, 1).

[2] “El día catorce del primer mes será la Pascua del Señor, y el quince de ese mismo mes será un día de fiesta. Durante siete días comeréis panes ácimos. El primer día habrá una asamblea litúrgica y no harán trabajos de ninguna clase”. (Num 28, 16-18).

[3] Luego el Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto: este mes será para vosotros el mes inicial, el primero de los meses del año. Decid a toda la comunidad de Israel: el diez de este mes, conseguid cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia. Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tened en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente. Elegid un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito. Debéis guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel. Después tomareis un poco de su sangre, y marcareis con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo comáis. Y esa misma noche comeréis la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas. No la comeréis cruda ni hervida, sino asada al fuego; comeréis también la cabeza, las patas y las entrañas. No dejaréis nada para la mañana siguiente, y lo que sobre, lo quemaréis al amanecer. Deberéis comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comeréis rápidamente: es la Pascua del Señor.
Esa noche yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre os servirá de señal para indicar las casas donde estéis. Al verla, yo pasaré de largo, y así os libraréis del golpe del Exterminador, cuando yo castigue al país de Egipto.
Este será para vosotros un día memorable y deberéis solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebraréis a lo largo de las generaciones como una institución perpetua.
Durante siete días comeréis panes sin levadura. A partir del primer día, haréis desaparecer la levadura de sus casas, porque todo el que coma pan fermentado, desde el primer día hasta el séptimo, será excluido de Israel.
El primer día celebraréis una asamblea litúrgica, y haréis lo mismo el séptimo día. En todo este tiempo no estará permitido realizar ningún trabajo, exceptuando únicamente el que sea indispensable para preparar la comida.
Celebraréis la fiesta de los Ácimos, porque ese día hice salir de Egipto a los ejércitos de Israel. Observaréis este día a lo largo de las generaciones como una institución perpetua.
En el transcurso del primer mes, desde el atardecer del día catorce hasta el atardecer del día veintiuno, comeréis el pan sin levadura. Durante esos siete días, no habrá levadura en vuestras casas, porque todo el que coma algo fermentado, sea extranjero o natural del país, será excluido de la comunidad de Israel. En una palabra, no podréis comer nada fermentado; cualquiera sea el lugar donde habitéis, comeréis panes ácimos.

[4] “Ya saben que dentro de dos días se celebrará la Pascua” (Mt 26, 1).
“El primer día de los Ácimos … “ (Mt 26, 17).
“Se acercaba la fiesta de los Ázimos, llamada Pascua” (Lc 22, 1).
“Llegó el día de los Ázimos, en el que había que sacrificar el cordero de Pascua”. (Lc 22, 7).
“Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ázimos”. (Mc 14, 1).
“El primer día de la fiesta de los Ázimos, cuando se inmolaba la víctima pascual … “ (Mc 14, 12).
“Se acercaba la Pascua de los judíos … “ (Jn 2, 13).
“Estaba cerca la Pascua de los judíos y muchos del país habían subido a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse.” (Jn 11, 55).
“Antes de la fiesta de Pascua”. (Jn 13, 1).
“ … para no contaminarse y poder así comer la Pascua.” (Jn 18, 28).

[5] “Al atardecer, llegó Jesús con los doce”. (Mc, 14, 17).

[6] “En cuando tomó Judas el bocado, salió. Era de noche”. (Jn 13, 30).

[7] “Con el modelo geocéntrico, con la Tierra como centro del Universo, desde la antigüedad se han ordenado los planetas (o astros errantes) atendiendo el tiempo que tardan en dar una vuelta a nuestro planeta. La Luna gira alrededor de la Tierra en poco menos de un mes, mientras que Saturno tarda unos treinta años. Se suponía que, cuanto más tardara en orbitar la Tierra, más lejano estaría el objeto. Así, desde el exterior hasta el interior, se construyó el modelo de universo situando a Saturno, Júpiter, Marte, Sol, Venus, Mercurio y la Luna sobre siete esferas cristalinas concéntricas en orden decreciente de sus períodos sinódicos, es decir, vistos desde la Tierra.
La explicación del orden actual de los nombres de los días es mérito de Dio Cassius, un historiador cristiano del siglo III. Según Cassius, los astrólogos asignaron las 24 horas de cada día de la semana a los siete objetos celestiales errantes en una secuencia cíclica. La primera hora del primer día de la semana fue asignada a Saturno y las siguientes a Júpiter, Marte, el Sol, Venus, Mercurio y la Luna respectivamente. Así la octava hora del primer día volvió a ser asignada a Saturno, y también la decimoquinta y la vigesimosegunda. Siguiendo el ciclo durante todas las horas y días de la semana, las primeras horas de los días siguientes serían asignadas al Sol, a la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter y Venus respectivamente.
Por tanto, cada día de la semana recibió el nombre del planeta que tenía asignada la primera hora. Así, la secuencia de los días quedó en: Saturno (dios griego padre de Zéus; en inglés Saturday), Sol (dios Sol; en inglés Sunday), Luna (diosa Luna; en inglés Monday), Marte (dios Marte, Tues en nórdico; en inglés Tuesday), Mercurio (dios Mercurio, Wodan; en inglés Wednesday), Júpiter (dios Júpiter, dios Thor; en inglés Thusday) y Venus (diosa Venus, Frigga; en inglés Friday, que corresponde a nuestros días sábado, domingo, lunes, martes, miércoles, jueves y viernes. Y recordad que para los judíos la semana termina en sábado, el Shabbat, denominación que proviene del nombre del planeta Saturno en hebreo, Shabbetai, como se puede ver en el Talmud de Babilonia.” (Enric Marco Soler, departamento de Astrofísica y Astronomía de la Univesidad de Valencia.)

[8] “Al atardecer, estaba la mesa con los Doce …”. (Mt 26, 20).
“Al atardecer, llegó Jesús con los doce”. (Mc, 14, 17).

[9] “Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles”. (Lc 22, 14).

[10]De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua.” (Jn 18, 28).

[11]Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país habían subido a Jerusalén, antes de la Pascua para purificarse.” (Jn 11, 55).

[12]No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: "Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite. " (Lc 24, 6-7).

[13]Jesús les respondió: "Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré." (Jn 2, 19).

[14]Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. El Ángel dijo a las mujeres: "No temáis, yo sé que buscáis a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como había dicho. (Mt 28 1-6).
“El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían que pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes. Como ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: "Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite. " (Lc 24, 1-7).

“A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: "¿quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?". Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: "No temáis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí.” (Mc 16, 2-6).

“El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: "Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto." Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.” (Jn 20, 1-9).
[15]Excepcionalmente, la tradición cristiana carece de lengua sagrada, entendiendo ésta como aquella en la que se formulan sus Escrituras Sagradas y permanece siempre en tal lengua, lo que asegura la inmutabilidad de su texto, puesto que las traducciones siempre son aproximadas, varían de un idioma a otro, y en el proceso se pierden los diversos sentidos o referencias esotéricas de los distintos niveles hermenéuticos que tiene la lengua sagrada, la cual, a su vez, pasa a ser automáticamente lengua litúrgica de dicha tradición. La tradición cristiana, originariamente, fue oral hasta que surgieron los evangelios canónicos, escritos en griego.
Otra rareza del cristianismo es que carezca de una legislación propia, en contra de lo que sucede con el judaísmo, hinduismo, e islam, por ejemplo; de tal forma, que tuvo que acomodar a sus necesidades el Derecho Romano, con añadidos que no se fundamentan siquiera en las Sagradas Escrituras.” (René Guénon).
[16]Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús,  y fue a ver a Pilatos para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilatos ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue”. (Mt 27, 57-59).

“Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Se presentó a Pilatos y le pidió el cuerpo de Jesús y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.” (Lc 23, 50-53).

“Era día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea –miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios– tuvo la audacia de presentarse ante Pilatos para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilatos se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto. Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.” (Mc 15, 42-47).

“Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilatos autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilatos se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo - aquel que anteriormente había ido a verle de noche - con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.” (Jn 19, 38-42).

[17] “Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado - porque aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilatos … “ (Jn 19, 31).
[18] A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilatos, diciéndole: "Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: "A los tres días resucitaré".  Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: "¡Ha resucitado!". Este último engaño sería peor que el primero". Pilatos les respondió: "Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente". Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.” (Mt 27, 62-66).
[19]Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús.” (Mc 16, 1).

[20] “Y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto.” (Lc 23, 56).

jueves, 1 de abril de 2021

CONSIDERACIONES SOBRE LA SEMANA SANTA (Divertimento Pascual) VII


LA PASCUA DE CRISTO

            El hombre siempre ha querido dar respuesta a hechos del pasado basándose en tiempos presentes, como si el mundo no hubiera cambiado en todo este periodo, o como si todo hubiera sido como lo es en la actualidad. Este quizás sea el error más común y también el más grande: querer o tratar de entender tiempos pretéritos pero vistos con ojos actuales. Cualquiera que esté interesado en acontecimientos o hechos pasados es consciente que, para entenderlos en toda su dimensión, debe, obligatoriamente, entender el modo de vida social, económico y cultural en que éstos ocurrieron; hacerlo de otro modo y manera no sólo no entendería nada, sino que incluso podría falsearlos, llegando a dar por sentado algo que realmente no ocurrió, y si lo hizo, fue de una manera totalmente contraria a la realidad.

            Esto mismo también puede ocurrir cuando tratamos de analizar, repasar o rememorar la Semana Santa o la Semana de Pasión de Jesús. Los hechos que durante esos días tuvieron lugar y que supusieron la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, hoy día los tenemos estructurados en días de la semana y horas que en aquellos años, o bien no existían como tales (día de la semana) o bien no ocurrieron así “realmente”, simplemente por desajustes en los calendarios (juliano y gregoriano, además del judío), o desajuste horario, tanto en horas propiamente dichas como en días y noches, además del comienzo y finalización de éstos. Si a estos desajustes le añadimos el gran interés de la Iglesia por hacer coincidir estos días con lo que está narrado en los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas y Juán), esos desajustes pueden llegar a ser aún mayores, haciendo que ciertos acontecimientos puedan parecer ficticios. Un pequeño ejemplo nos pude servir para ilustrar lo que se quiere decir.


Crucifixión de Jesús en el Gólgota

Todos damos por hecho y sentado que Jesús murió el Viernes Santo a la hora de nona, es decir, alrededor de las tres de la tarde. Cuando hacemos nuestra profesión de fe[1], decimos que Jesús resucitó de entre los muertos a los tres días de su crucifixión y muerte. La Resurrección la celebramos el domingo siguiente al Viernes Santo, el Domingo de Resurrección, el comienzo de la Pascua cristiana. Pero si hacemos unos pequeñísimos y facilísimos cálculos nos daríamos cuenta que desde un viernes a las tres de la tarde hasta un domingo por la mañana, no transcurren setenta y dos horas, los tres días que Jesús estuvo muerto y sepultado. Tres días después de su muerte, tres días después de un viernes es un lunes, no un domingo. Por lo tanto, si contamos tres días o setenta y dos horas entre dos días de la misma semana llegamos a las siguientes conclusiones: que, o bien no resucitó un domingo sino un lunes por la tarde/noche para descubrir su resurrección un martes por la mañana, o bien que no murió un viernes, sino un miércoles por la tarde/noche para resucitar el sábado en la tarde/noche y dar la noticia de su resurrección el domingo por la mañana. En ambos casos han transcurrido setenta y dos horas, tres días muerto y sepultado.

Si nuestra fe como cristianos hace que creamos firmemente que los hechos ocurrieron tal y como se dice y se cuentan en los evangelios, nuestro razonamiento como personas y seres humanos nos hace verlos de otro modo; de viernes a domingo no pasan tres días, sino día y medio, justo la mitad. Luego puede ocurrir que, si nuestra fe no tiene la suficiente fuerza y consistencia en nuestro interior, nos puedan surgir dudas “razonables” de todos estos hechos, y comencemos a pensar que algo falla en lo contado, entre la realidad actual y la realidad de aquellos tiempos y años.

Pero ni todo es blanco puro ni todo es negro cerrado; ni todo es una verdad irrefutable, ni todo es una falsedad premeditada y dañina. Los hechos de la Pasión ocurrieron tal y como están contados por los evangelios sinópticos, pero quizás cambiados de días y horas en comparación con los tiempos actuales. A esto hay que añadirle que el calendario judío de aquellos años, e incluso el actual, nada o muy poco tiene que ver con el nuestro. La semana tampoco la tienen estructurada de la misma manera que nosotros la tenemos estructurada en la actualidad. Debemos, así mismo, recordar que durante ese tiempo, Israel estaba gobernado por el Imperio Romano, que tampoco tenía el mismo calendario que el judío. Y, por si fuera poco, los evangelios fueron escritos mucho tiempo después de que ocurrieran estos hechos, por lo que ciertos acontecimientos, no sólo de la Pasión, sino de la propia vida pública de Jesús, pueden no estar lo suficientemente documentados en los evangelios, y tan sólo ser ciertos por el mero hecho de estar reflejados en los mismos.

¿De verdad creemos “a pies juntillas” que Jesús nació el 25 de diciembre? Está claro que esa fecha es una fecha sincretizada por la Iglesia Católica para “tapar” el culto al dios Sol, verdadera fiesta solar pagana, pero no por eso vamos a dejar de celebrar la Navidad ni todo lo que conlleva aparejada de solidaridad y buenas intenciones. Lo mismo ocurre con la Semana Santa. Son hechos que ciertamente ocurrieron, pero quizás no con ese ritmo de tiempo descrito en los evangelios. El que alguno de esos hechos no fuera del todo cierto, no por ello vamos a dejar de creer en ellos, o incluso a renegar de nuestra religión porque “nos están tomando el pelo”. Tenemos suficiente madurez de fe como para andar “pensándonoslo”.

Partiendo de una inamovible posición sobre nuestra fe, tampoco está de más tratar de analizarlo todo de una manera sosegada o medianamente documentada, utilizando la lógica como arma más poderosa en este combate de tiempos y espacios que tratamos de celebrar. Tomémoslo todo esto como un divertimento cuasi cuaresmal o pascual, con la sóla y única finalidad de aportar algo más de conocimiento a esos hechos ocurridos hace casi 2000 años, pero también apoyándonos en los evangelios sinópticos; de paso, nos obligamos a la lectura, muy descuidada y denostada en la actualidad, y que, si no le ponemos remedio, la falta de lectura se puede convertir en una nueva enfermedad endémica de este comienzo de siglo. La “grandeza” de las nuevas tecnologías es la cepa de cultivo ideal para convertirla en pandemia. Sólo nosotros somos los portadores de la vacuna.

Breves apuntes sobre el calendario judío

            Los evangelios y toda la literatura de la época de Jesús que se dispone en la actualidad no nos permiten situar con exactitud ni una sola fecha de los acontecimientos de la vida de Jesús. Las indicaciones de los evangelistas hablan en términos generales y con referencia al inicio de algún reinado, pero no concretan con números la fecha exacta de los sucesos. Esta situación hace que no se conozca ni el día en que nació Jesús, ni el día en que murió, ni la fecha de ningún otro acontecimiento importante en su vida.

Si queremos complicarlo aún más, no hay unanimidad sobre qué reglas regían el calendario luni-solar judío de la época. Se sabe que había un calendario que seguía unas reglas fijas y bien conocidas Se sabe también que este calendario y reglas estaban en vigor en la época de Maimónides, que vivió entre 1135 y 1204 de nuestra era, pero se desconoce si estas reglas estaban también en vigor en la época de Jesús, o si por el contrario, el calendario se regía por observaciones astronómicas o incluso agrícolas y no por unas reglas predefinidas. Aún así, una relación evidente entre el calendario judío y el calendario cristiano que se utiliza en la actualidad ha quedado más que demostrada anteriormente.

            Jesús, cuando habitó entre nosotros, lo hizo codo con codo con el pueblo judío, que, obviamente, tenía su calendario propio. En occidente llevaban otro distinto, el calendario juliano, muy diferente al judío. Esa diferencia entre ellos tan sólo nos debe servir para adaptar o acoplar las fechas de aquellos hechos a las celebraciones litúrgicas que los cristianos celebran para conmemorarlos. Jesús vivió entre los judíos, con sus leyes, sus costumbres y tradiciones, y en ellas debemos centrarnos para hablar de la Pascua de Cristo como momentos reales, históricos, simbólicos y religiosos, tan importantes para la vida de un cristiano.

            Entre la Pascua Judía y la Pascua Cristiana hay una continuidad histórica, ya que, según todos los relatos (evangelios sinópticos y no sinópticos) Jesús murió el primer día de la fiesta judía de la Pascua, que, como sabemos, celebra la liberación por la mano de Dios del pueblo judío de la esclavitud en Egipto. Pero esa continuidad histórica parece romperse a la hora de celebrar “realmente” la Pascua, ya que los judíos la celebran el día 14 de Nisán[2], independientemente del día de la semana en que caiga. La Pascua del Antiguo Testamento siempre precedía del día de reposo anual, llamado también el primer día de Panes sin Levadura. Ese día era una solemnidad o día de fiesta para ser celebrada cada año el día inmediatamente después de la Pascua. El libro de los Números así lo dice: “Pero en el mes primero, a los catorce días de este mes, la fiesta solemne del Eterno. Y a los quince días de este mes, será un día de fiesta.”.


Calendario judío

Ya sabemos que la Pascua judía se celebraba siempre el día 14 de Nisán, y el siguiente, el 15 de Nisán, es día de fiesta solemne. Pero, ¿qué relación tienen el 14 y 15 de Nisán con los días de la semana judía y con los días de la semana occidental? Concretemos un poco.

El calendario hebreo no solamente combina el año solar y el mes lunar, sino que ambos ciclos, complementados, han de convivir exitosamente también con otro de los legados del calendario de los judíos al resto del mundo: el ciclo semanal de siete días.

Los días de la semana hebrea se basan en los seis días de la Creación, según relata el primer capítulo del libro del Génesis, siendo su nombre el mismo que les adjudica la Biblia, que son simplemente los nombres de los números ordinales en hebreo, del primero al sexto[3], y en el séptimo día, en el que Dios descansó de su labor, el Shabat, descanso, nombre que fue adoptado por una buena parte de las lenguas[4]. Así pues, y basándose en el relato bíblico,  la semana hebrea comienza el domingo[5], y no el lunes como en la sociedad occidental, y culmina el sábado, el día consagrado al descanso. Por lo tanto, en el calendario semanal judío, toda la semana gira en torno al sábado o shabat, lo que hace que todo el ciclo hebdomadario, y muy especialmente la santidad de la festividad del sábado (celebración considerada la más sagrada superada tan sólo por el Yon Kipur o Dia del Perdón, llamado precisamente Sábado de los Sábados), impone otra serie de ajustes al calendario hebreo, que debe adaptarse a las necesidades derivadas del sábado, en primer lugar, y luego a otras fiestas y ritos judíos. De esta forma, el calendario hebreo se propone impedir que ciertas celebraciones se superpongan o hasta se contradigan entre sí.

Este difícil, pero fundamental equilibrio, se obtiene mediante cálculos que indican en cuál de los días de la semana podrá caer el primer día del año judío, que es también el primer día de la festividad del Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío. Así, las reglas del calendario hebreo estipulan que en ningún caso podrá el primer día de Rosh Hashaná y el año nuevo coincidir en un domingo, un miércoles o un viernes. Pero para compensar este desfase impositivo, y tratar de equilibrar el calendario, se suelen agregar uno, dos o tres días después de pasados ciertos meses al comienzo del Año Nuevo.

Visto así, no es difícil deducir que el calendario judío no lleva una correlación de días a lo largo de sus sucesivos años; es decir, un año nuevo no comienza al día siguiente de la semana del día en que terminó el anterior, sino que lo puede hacer en otro día distinto de la semana en función de esas festividades asociadas al día del shabat o sábado. Esto hace que sea tremendamente difícil calcular qué día de la semana en concreto fue el 14 y 15 de Nisán en el año en que se produjeron los acontecimientos que celebramos durante la Semana Santa. Si su calendario fuera como el nuestro “actual” (que tampoco es el mismo que se llevaba en occidente en aquellos tiempos, como ya se ha comentado sucesivas veces) sería muy fácil deducir esos días y asociarlos a un determinado día de la semana. Como vemos, esto no es así; la propia idiosincrasia del calendario judío lo impide, y la dificultad del cálculo semanal se hace muy patente.

Pero no es sólo la forma de nombrar los días de la semana y la forma de “contar” los días de comienzo y fin de año según los descansos del shabat o diversas festividades. Hay otra particularidad añadida en este calendario judío: los días de la semana, independientemente de cómo se nombren, no comienzan ni terminan de la misma forma a cómo nosotros lo hacemos en nuestra semana, ni incluso en aquellos años con otro calendario. Para nosotros, tanto antes como ahora, el día termina a las 00:00 horas (12 de la noche), y, a partir de esa hora, comienza un nuevo día. El día en el calendario hebreo comienza con la salida de tres estrellas al ocaso, y culmina al próximo ocaso del siguiente día; es un día que se cuenta de una puesta de sol hasta su otra puesta. En esto se diferencia del día según el calendario gregoriano, que discurre exactamente de medianoche a medianoche.

La costumbre de ver al día comenzar con la caída del crepúsculo es antigua como la Biblia misma, y se basa en el texto bíblico del Génesis, 1, 5, que al cabo de cada día comenta "Y fue la tarde, y fue la mañana...", de lo que se entiende que cada uno de los días de la creación comenzaba por la tarde: "… por la tarde, de tarde a tarde, guardaréis descanso" (Levítico 23, 27-32). Desde entonces, es práctica corriente y antiquísima que las festividades judías comiencen al caer el sol.


Comienzo y finalización de los días en el calendario judío

Aún así, y por si no tuviéramos bastante complicado “adivinar” el día semanal del 14 y 15 de Nisán, no debemos olvidar los ciclos lunares y solares, que también se tienen en cuenta en dicho calendario hebreo.

Tal y como se ha comentado con anterioridad, con el fin de adaptar tales ciclos, se añadían días a años bisiestos en función de unos determinados cálculos más o menos exactos. En tiempos de Jesús, al igual que otros calendarios de la época también basados en la luna, se utilizaba el método de intercalación de un mes más cada ciertos años, denominado mes embolismal, para mantener en sincronía dichos ciclos solares y lunares, además de la realización de otros ajustes más en el cómputo total de días del año. En concreto, esa adición del mes embolismal se producía cada 19 años (lo que ya conocemos como ciclo metónico), lo que se traducía en que había ciertos años que tenían 13 meses y el reto de años de ese ciclo tenían 12.

Para que ciertas fiestas religiosas cayeran lo más próximas posible a ciertos hechos astronómicos, algunos de esos 19 años debían tener un día más y otros un día menos. Por ejemplo, muy importante era la Pascua, que debía caer siempre después del equinoccio vernal. Determinar el momento de añadir o eliminar ese día tenía como finalidad tratar de hacer coincidir el principio de cada año nuevo judío como una posición muy concreta de la luna, conocida como Molad, de modo que de año en año, la sincronía lunar fuera perfecta. Este Molad, no es más que una medida de las fechas de las conjunciones solares. En los calendarios actuales, la conjunción astronómica de la luna se designa como “luna nueva” que, al manifestarse como la luna en la más completa oscuridad, hace muy difícil pronosticar el momento exacto de ese día en concreto, mucho más si, como sabemos, los ciclos lunares no son regulares, ya que tienen pequeñas fluctuaciones que alteran su ciclo.

Teniendo en cuenta que en la actualidad los avances tecnológicos que tenemos son los que nos indican el momento de la entrada de la luna en su fase de “nueva”, en época de Jesús obviamente no existían, por lo que “acertar” el día y la hora de la luna nueva dependía mucho más de criterios subjetivos fijados por los escribas y los rabinos de entonces (observaciones astronómicas, observación de la naturaleza y germinación de los frutos, edad de los corderos, etc.).

Luego, entre las imprecisiones del Molad, la necesidad de hacer coincidir ciertas fechas en momentos oportunos de la luna, y el completo desconocimiento del verdadero calendario que regía aquella comunidad en tiempos de Jesús, hace totalmente imposible conocer fehacientemente y con exactitud milimétrica, el día de la semana que en aquella época fue el 14 y el 15 de Nisán. Nosotros tan sólo podemos hacer conjeturas sobre aquellos momentos y aquellas fechas, siempre a modo de divertimento, pero sin perderle nunca la cara a nuestra fe como cristianos. Simplemente podemos “ajustar”, más o menos lógicamente, aquello que nos dicen los evangelios, dejando para la comunidad científica un estudio más exhaustivo de calendarios y días semanales en la antigüedad, estudio que sobrepasa con mucho y con creces la pretensión de este trabajo.



[1] “Creemos en un Dios Padre Todopoderoso, hacedor de todas las cosas visibles e invisibles.
Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es decir, de la substancia del Padre, Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no hecho; consubstancial al Padre; mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra; quien para nosotros los humanos y para nuestra salvación descendió y se hizo carne, se hizo humano, y sufrió, y resucitó al tercer día, y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos.
Y en el Espíritu Santo.
A quienes digan, pues, que hubo cuando el Hijo de Dios no existía, y que antes de ser engendrado no existía, y que fue hecho de las cosas que no son, o que fue formado por otra substancia o esencia, o que es una criatura, o que es mutable o variable, a éstos anatematiza la iglesia católica”. (Credo de Nicea).
[2] Nisán, primer mes del calendario hebreo, que puede caer entre marzo o abril.

[3] Denominación que se ha perdido en la mayoría de las lenguas occidentales, que adoptaron nombres de deidades paganas para los días de la semana.

[4] Castellano sábado, francés samedi, italiano sábato, portugués sábado, catalán dissabte, alemán Samstag, polaco sobota, griego sávvato, árabe asSabt, indonesio sabtu, rumano sâmbătă.

[5] Yom rishón, "el día primero".