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lunes, 13 de agosto de 2018

UN LUGAR LLAMADO CASA RURAL

          Tiempo de ocio y asueto. Vacaciones. Puentes y acueductos. Reuniones familiares, amorosas y besuconas al principio, abroncadas y a hostias al final. Convenciones empresariales. Aniversarios varios y demás familia. Nochesbuenas, malas y regulares. Fines de año y Reyes Magos. Cualquier reunión interesada se desarrolla hoy día en el novedoso alojamiento de una Casa Rural. Cualquier reunión que se precie de estar al día en la moda hostelera celebrará su asamblea en una casa rural, allá, lejos del mundanal ruido, donde San Pedro perdió la garrota, donde cuesta encontrarla hasta a sus propios dueños (no digamos a sus eventuales ocupantes, que tomtones en mano se pierden más que una cabra en un garaje, y gastan horas y días de su hipotética estancia en, encontrase primero ellos mismos, y la casa rural después). Pero, ¡qué más da! Vamos a una casa rural, que es lo que se lleva ahora. Vamos al contacto con la naturaleza, con los animalitos, con las aves, con los ríos, con los senderos. Dejamos por unos días el quehacer diario de barrer, fregar, comprar y cocinar en nuestras casas, para barrer, fregar, comprar y cocinar en contacto con la naturaleza. ¡No es lo mismo! En contacto con la naturaleza todo es más llevadero. El contacto con la naturaleza naturaliza la naturalidad diaria. La pesadez del día a día se naturaliza, consigue que sea algo natural.

         Es natural llegar a nuestro destino rural y que el dueño del mismo, ¡zas!, nos encasquete una boina de propaganda a modo de recibimiento de bienvenida a su humilde morada. Con el cubrepelo negro zaíno enroscado hasta las cejas cual montera de maestro torero, podemos acceder gratuitamente y utilizar todas las comodidades que nos ofrecen las estancias de tan preciado palacio natural: salón-comedor, cocina, alacena, alcoba, corral, establos, gallinero, palomar, urdilla, redil, huerto ecológico, etc.

Realizado y terminado el postureo de acojida, pasamos a nuestros humildes aposentos donde la frugalidad de mobiliario nos recuerda las pocas pertenencias materiales y terrenales que se necesitan cuando el hombre entra en contacto con la naturaleza. Una cama con colchón de lana, para mullirlo todas las mañanas después de levantarnos; una palangana y un jarro con agua para el aseo diario y personal; un orinal debajo de la cama para apaciguar los estertores abdominales y vegigales propios de nuestra biología; y unos recortes de periódicos de fecha atrasada sujetos todos ellos por un cordelillo que pende de un clavo de cabeza negra y oxidada martilleado a media pared entre cama y palangana. La utilidad de esta biblioteca caduca se pone de manifiesto al término del apretón de sobremesa, cuando, decorado abstractamente el interior del bacín, debemos asear la válvula expulsatoria. Este acto fisiológico también podríamos llevarlo a cabo en el corral rural, pero allí no hay biblioteca. Hay unos gallitos americanos que, en cuanto encuclilleas, se te tiran a la cara en vez de picotear lo sobrante. Comienza entonces una lucha hombre-animal digna de cualquier combate entre gladiadores en la arena del coliseum, lo que provoca que olvidemos el apretón y agudicemos todos nuestros sentidos en conseguir la victoria en ese desigual combate. Con pantalones a media pierna y sujetos por ambas manos, tendemos un puente de plata para abandonar el campo de combate antes que la contienda empiece a caracterizarse por un derramamiento de sangre innecesario.

Las actividades a realizar durante nuestra estancia en ese paradisíaco establecimiento rural son inmensas y variopintas, todas ellas relacionadas con un constante y perenne contacto con la naturaleza, como es natural. Llenar el pilón de agua para que sacien su sed los peludos burritos que pastan tercamente en el corral del caserío; esparcir pienso por dicho corral para alimentar a esos guerreros americanos que tantos momentos sublimes nos han dado en nuestra aventura fisiológica; regar árboles, arbustos, plantas y rosales, capullos incluidos, con cubo negro de goma y agua extraída por tracción bracera del pozo que decora el centro del patio enjalbegado de blanco y rodapié añil; barrer con escoba corta de esparto las hojas secas del suelo caídas de la parra que atechumbra el patio mientras de los cantos sube un olor a mosto caído de los racimos de uva de teta de vaca con el que las avispas golosas, cuales enólogas avispadas, han tratado de elaborar caldos rubios dignos de cualquier denominación de origen; extraer de las ubres colgantes de las locas cabras el líquido de acompañamiento del cafelillo matutino de adultos o del energético cacao infantil; recolectar ingredientes hortelanos del huertecito ecológico para cocinar platos típicos de la zona propios del mejor gastrobar estrellado; colgarse la cesta de mimbre en el antebrazo que corresponda y tratar de llenarla con las poniendas que las habitantes del gallinero han depositado en su correspondiente cama de paja. Esta última actividad es recomendada realizarla con nuestros queridos hijos, para que puedan conocer en persona y con vida esos trocitos de carne dorada que dan vueltas en una especie de estufa vertical que hay en algunos bares y ferias y que nosotros llamamos pollitos asados. En definitiva, actividades todas ellas en pleno contacto con la naturaleza encaminadas a fortalecer ese binomio hombre-tierra que tan descuidado está últimamente.

Tras degustar el menú típico de la zona con los productos extraídos de la tierra por nosotros mismos y con otros que hemos traído de nuestra casa en porciones separadas y guardadas en latillas de latón, pasamos a nuestros humildes aposentos para echarnos la siesta según las normas consensuadas de la tradición española: pijama, orinal y botijo, indumentaria y neceseres todos ellos que auguran un sesteo de cinco minutos después de otros cinco minutos, repetido escrupulosamente ese intervalo de tiempo treinta o cuarenta veces.

Iniciamos la tarde una vez terminada la sudorosa siesta y completada la ubicación actualizada, ya que nos cuesta orientarnos en esta nueva fiesta tras la siesta.

La piscina puede ser una opción válida para pasar la tarde pero desechamos la idea por vulgar, ya que este sitio es de todo menos vulgar. Hay piscinas en cualquier ciudad o pueblo que se precie, pensamos, y siempre podremos bañarnos en ese charco cualquier día durante el verano, incluso durante el invierno, si la piscina es cubierta por una lona de plástico azul para que no caigan hojas secas e insectos muertos y no se crie oba. No hemos venido hasta aquí para continuar vulgarizando nuestra vida; somos gente de acción y nos gusta conocer cosas nuevas. Por ello, optamos por dar un paseo por las inmediaciones de esa humilde morada. Nos vendrá bien estirar las piernas y abrir los pulmones, mejor aún si lo hacemos dentro de ese frondoso pinatar que rodea el señorial cortijo del que somos dueños por unos días.

Botar gordas, calcetines blancos aún más gordos, pantalón corto, camiseta de tirantes, gorra de lona y mochila a las costillas, iniciamos nuestro particular peregrinaje espiritual por esa deseada y añorada campiña. ¡Qué bien huele a naturaleza! ¡Qué chulada de paisaje! ¡Qué paseo tan gratificante! ¡Qué asco de moscas! ¡Qué barbaridad de nidos de procesionaria! ¡Vámonos rápido de aquí, que como nos pique una, vamos a ser todo roncha! ¡No vamos a tener manos para rascarnos! Corriendo y huyendo a la vez, regresamos a la base de nuestro campamento antes de lo programado; así nos lo aconsejan las vicisitudes acaecidas.

Como aún tenemos tarde antes de pasar a degustar una cena típica de la zona, decidimos arrancar nuestro todo terreno para visitar el pueblo típico que da nombre al término donde se ubica nuestro hotelito rural.

Una interminable nube baja de polvo es el reguero delatados de nuestro recorrido, a la vez que anunciadora de nuestra llegada. Los parroquianos sentados en poyetes de piedra a la entrada del pueblo son el comité de bienvenido, aunque por las miradas, gestos y braceos de los mismos, no están muy de acuerdo con nuestra decisión y nuestra visita.

Aparcado el vehículo, esperado el tiempo imprescindible de asentamiento de polvo en el mismo y desahogados del caloruzo pasado por llevar las ventanillas subidas para que no entrara polvo, comenzamos nuestra visita turística no sin antes cerciorarnos que tenemos batería en el móvil para realizar las inmortales fotos imprescindible, aunque allí no tenga cobertura telefónica.

Calle que subo, calle que bajo. Calle que cojo, calle que suelto. Cagarruta que piso, cagarruta que limpio. Pose que pongo, foto que suelto. Trago de agua que echo, esquinazo que meo. ¡Qué pueblo tan chachi! ¡Qué dolor de pies! ¡Qué cansera tengo! ¡Qué ganas tengo de irme y de acostarme!

Es la segunda vez en el día que corremos y huimos, esta vez para buscar y encontrar nuestro coche y marcharnos a descansar de tan gratificante y vacacional día. Al pasar nuevamente por delante del anterior comité de bienvenida, las sonrisillas socarronas, por no decir carcajás y risotás, delatan que nuestra partida ha tardado más en producirse de lo que ellos tenían programada. Con mano en alto y cabeza moviéndose en nuestra dirección, el comité de despedida da por concluida la tarde y levanta el campamento para dar por clausurado el día, a la espera de uno nuevo y una nueva visita, visita que será recibida y despedida como Dios manda.


Llegados nuevamente a nuestro querido destino vacacional, pasamos directamente a nuestros humildes aposentos. Hoy no tenemos ganas de degustar una cena típica de la zona. Queremos descansar, tumbarnos, descansar la vista y esperar a un nuevo día vacacional en nuestro alojamiento rural. Mañana será otro día agradable y reconfortable, a la vez que descansable. Aún así, ¡cómo me acuerdo de mi casa! Allí, hasta el culo descansa. ¡Y todavía me quedan cuatro días de estar aquí! ¡No sé si lo podré aguantar! ¡Es la última vez que vengo a una casa rural! ¡Prefiero quedarme sin vacaciones! ¡Con lo bien que está uno en su casa en vez de estar aquí pasando calamidades! En contacto con la naturaleza dicen, ¡sí! pero pasando calamidades. Lo dicho, ¡no vuelvo ni atao! ¡Ni harto vino! ¡Mau, la casa rural!

martes, 7 de marzo de 2017

SIMBOLISMO ROMÁNICO (III)





Me voy para los salones de la sacristía que hoy comenzamos un nuevo “tostón” (ya me lo han “pegao” los “so judíos”) románico. De camino me los voy llevando “pal” redil, que, como siempre, les cuesta mucho entrar de primeras, pero luego he de reconocer que se portan muy bien. Son correctos, educados, respetuosos y lo mejor de todo, no roncan y no despiertan al de al lado, importante para mantener el silencio en el tostón y conseguir ese aura románica tan espiritual y necesaria en estas charletas.

         ¡Míralos! ¡Ahí los tenemos! ¡Con la edad que tienen y están jugando al trompo! ¡Cuánto tiempo hacía que no veía a unos chicos jugar al trompo! Las buenas costumbres vuelven siempre, aunque no sé si por buenas costumbres que son o por mera eliminación de nuevas costumbres que han cansado a todo el mundo por reiterativas y adictas. Con el trompo (aunque sea con un rejo de fragua) no creo que la adicción se convierta en un problema, porque si estos chicos respetan las costumbres, tradiciones y al refranero castellano y torralbeño, antes del día de los difuntos o día de los finaos (2 de noviembre) deberían de dejar de jugar con él, tal y como reza el refrán: “El día de los finaos, trompos y cuerdas a los tejaos”. Viendo la clase de chicos que son y tan fieles con las tradiciones y costumbres de Torralba no creo que fallen con ese refrán. Antes nunca se fallaba. No creo que ahora suceda otra cosa que no sea una rigurosa normalidad.

         Ahora sí. Ahora sí que vamos a hablar de todo ese significado positivo o negativo, benigno o maligno que tenían en el románico toda esa fauna (mayormente desconocida por la mayoría de las personas románicas de cualquier condición social) que quedó esculpida o pintada en iglesias y templos románicos. Debo advertir que lo que vamos a hacer es un breve compendio de animales, tanto terrestres, aves como acuáticos, y apuntar unas pequeñas notas sobre su simbolismo que influyen en modo decisivo en su representación. No se trata de profundizar en todos ellos y esclarecer totalmente su significado, máxime cuando éste puede ser uno y el contrario, sino de una breve introducción de cada uno de ellos, los más importantes y más representativos.

         Comenzamos.

ASNO: es un símbolo de paz, pobreza, paciencia y coraje. También simboliza la humildad, la ignorancia y la obstinación. De ahí que Jesús entrara en Jerusalem montado en un asno o burro para demostrar su obstinación y su humildad. Si se representa como flautista hace alusión al que hace sonar la flauta sin saber ni cómo ni por qué, aplicándole esta misma representación a la tradición del oficio sin conocer las razones profundas de ello. Representado con un arpa alude a lo mismo que con la flauta; hace música sin saber ni cómo ni por qué. Como connotación negativa, en el Antiguo Egipto, el asno rojo era una de las criaturas más peligrosas del inframundo, motivo por el cual ocasionalmente puede identificarse con la bestia escarlata mencionada en el Apocalipsis.

Asno. Canecillo en Santa María de Estíbaliz. Álava.

CABRA: posee una gran facilidad para introducirse por las rutas más inaccesibles y trepar a los riscos más escarpados. Símbolo de sabiduría pues la cabra, al igual que el hombre sabio hace de su pensamiento, es capaz de llegar a los lugares más altos y ver más lejos que nadie. Es también un animal asociado al trueno y su cornamenta imagen asociativa del rayo.


Cabra. Canecillo en San Prudencio de Armentia. Álava.

CAMELLO/DROMEDARIO: asociado a historias bíblicas por su capacidad de sobrevivir varios días sin tomar alimento o bebida alguna; de ahí que suela interpretarse como de sobriedad y de templanza. Asociado, así mismo, a los Reyes Magos que llegaron montados en ellos para adorar al Niño. San Isidoro le atribuye el valor de la humildad por arrodillarse al recibir carga. Símbolo de perseverancia y fidelidad.

Dromedario. San Baudelio de Berlanga.
Casillas de Berlanga. Soria.

Camello. Catedral de Santa María. Tarragona.

CIERVO (CERVUS): simboliza al alma humana. “Como jadea la cierva tras las corrientes de agua, así jadea mi alma en pos de Ti, mi Señor” (Salmo 61 de David). El Phisiologus dice que el ciervo es muy sediento y la razón de su sed es que come serpientes, por lo que los bestiarios y los tratadistas de animales le aplican el simbolismo de pureza de Cristo. Si para la tradición grecorromana el ciervo simboliza la pureza, la fecundidad, la abundancia, …, para el cristianismo pasó a representar el alma que desea unirse a Dios, la elevación espiritual (lo contrario al macho cabrío). La máscara de cérvidos es una manifestación céltica que convoca la idea de fecundidad. La cornamenta del ciervo puede ser renovada, expresando también renovación.


Ciervo. Pila Bautismal. Santa María. Villanueva. Asturias.

CORDERO: alude a Jesús como víctima inmolada por los delitos del género humano. Animal del sacrificio por excelencia, tanto en los sacrificios cotidianos como en la celebración pascual. Símbolo de humildad del hombre que está dispuesto a ser devorado para renacer a la nueva vida. También es símbolo de dulzura, inocencia, pureza y obediencia. La crucifixión en Viernes Santo evoca los sacrificios del cordero preparado para la Pascua Judía, así como el papel salvador de la sangre del cordero con la que los judíos de Egipto habían marcado su puerta antes del exterminio de los primogénitos. Juan Bautista exclama viendo a Jesús: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. El cristiano es liberado por la sangre de un cordero: Jesucristo, de la misma forma que fueron liberados los israelitas de Egipto. Representado con nimbo o con cruz simboliza a Jesucristo, que da su cuerpo para alimentarnos y nos invista con la Gloria. También se le suele representar sosteniendo con la pata una cruz alta o bandera. Los corderos representados sin nimbo y sin cruz, cuando aparecen junto al pastor, representan a la grey cristiana (grey es un ganado; una congregación de fieles cristianos bajo sus legítimos pastores). El cordero llevado en sus garras por un águila ensalza el significado del hombre elevado, dispuesto al sacrificio, y que de este aleteo del espíritu no se enteran los entregados a placeres materiales. El cordero divino está inspirado en el evangelio de Juan o en el Apocalipsis.

Cordero. San Pedro de Rodas. Port de la Selva. Gerona.

Corderos. Capitel de Santa María. Alquézar. Huesca.

ELEFANTE (ELEPHAS): símbolo de la humildad, y como tal, se asocia a Cristo, que se convirtió en el más pequeño y obediente de los humanos hasta asumir su propia muerte. También es símbolo de castidad, pues se tenía la idea que era reacio al apareamiento. Se le relaciona con el bautismo, ya que este animal pare a sus crías dentro del agua para protegerlas de las serpientes, mientras el macho guarda el territorio. Las crías eran llevadas a alguna isla para evitar que las serpientes las estrangularan. El elefante y su compañera personifican a Adán y Eva, pues mientras fueron virtuosos, es decir, obedientes al Señor antes de su prevaricación, no conocieron el coito ni tuvieron idea siquiera de su unión carnal. Pero cuando la mujer comió del fruto del árbol prohibido (la mandrágora espiritual, esa planta de hojas carnosas y profundo olor fétido) y dio de comer de él a su marido, quedó llena o preñada de males. A causa de ello tuvieron que salir del Paraíso. Simbolizaría, pues, la necesidad de la venida de Cristo-Redentor como nuevo Adán para salvar la humanidad. Si el elefante es representado con un castillo entre sus lomos se puede interpretar como alegoría de las penalidades que se han de soportar en la vida y del peso de los pecados. Según San Isidoro, el elefante con castillete está en relación con la fuerza del animal y el servicio que presta a los guerreros que se ocultan dentro de él.

Elefante. San Baudelio de Berlanga. Casillas de Berlanga. Soria.

GATO (MUSIO): animal con connotaciones positivas y negativas. Como valor positivo de este felino doméstico procedente de la cultura celta, representa la capacidad de introspección y análisis para conocer la verdad, desenmascarar a los falsos profetas y conocer el Otro Mundo. Según San Isidoro de Sevilla, debe su nombre a su habilidad en la caza de los ratones, y su agudeza visual que le permite ver en la oscuridad. De valor positivo ocasional en el cristianismo relacionado con su actitud de vigilancia, el gato cayó progresivamente en desgracia hasta identificarle con un demonio, debido a su escasa fiabilidad pero especialmente por progresiva asociación a supercherías y a la brujería. Guardián del infierno que lanza las almas de los culpables a las llamas.
Gato. Canecillo de San Adrián de Vadoluengo.
Sangüesa. Navarra.

JABALÍ / CERDO: en el ámbito cristiano, el jabalí simboliza al demonio. Al igual que el cerdo, es tragón y lúbrico, lujurioso, sucio y perezoso. Animal inmundo.

Jabalí. Santa María de la Oliva. Asturias.

LEÓN: el simbolismo del león en el románico es un simbolismo ambivalente, ya que puede tener tanto connotaciones positivas como negativas, aunque por su comparación o prefiguración con Jesús o Cristo en la mayoría de las veces, hace que su significado positivo prevalezca sobre el negativo. Esa negatividad se basa en la calidad del ser humano. San Jerónimo ya lo explicaba: “Cristo es un león bueno para los buenos y un león malo para los malos”.
         La primera connotación positiva del león la podemos encontrar como guardián del templo. El templo románico es el domicilio o la casa de Dios. De la misma manera que muchas de nuestras casas tienen o poseen perros guardianes para guardarla, la casa de Dios debe ser protegida o guardada por guardianes a la altura de las circunstancias. Sobre la figura rastrera y humilde del can o perro, se hiergue la figura espléndida de un felino con la cabellera grande y frondosa y enormes dientes. Por su condición de guardián, la posición que debe ocupar en el templo debe ser en la entrada, en la puerta, con el fin de cumplir mejor con su misión de guardián. El visitante tiene ganado el derecho de penetrar en el templo, y sabe que los leones no le van a impedir entrar en el templo, pero le están avisando que el hecho de traspasar el umbral de la puerta es un acto no exento de importancia: entramos en la casa de Dios, y los leones nos preguntan si estamos en condiciones de hacerlo. La humildad y el respeto deben ser las condiciones necesarias para la entrada, lo que nos lleva a preguntarnos si estamos en condiciones de conseguirlo o hacerlo. Por lo tanto es un signo de advertencia, un indicador entre dos dominios heterogéneos: el profano y el sagrado.
         La ubicación de cabezas de leones a modo de guardianes en los templos románicos son, principalmente, las mochetas en las portadas, el punto obligatorio para pasar de lo terrestre a lo divino, de lo profano a lo sagrado. Esta representación tiene su origen en la puerta de los leones de Micenas. El paso a través de ellos, como el paso a través del canal del puerto, es un tránsito a otra realidad, un acceso a otro nivel de existencia.


Leones. Ermita San Bartolomé de Codés. Navarra.


León. Mocheta en San Isidoro de León.

         La segunda connotación positiva que simboliza el león es la victoria del siervo de Dios sobre el mal, asociándolo al propio Cristo. Cuando Sansón triunfa sobre el león, y le desgarra la mandíbula, se aparta de él creyéndole muerto. Tres días después, al volver junto al cadáver, encuentra un enjambre de abejas y miel, que simboliza a Cristo, el león al que la humanidad destroza y del que se extrae alimento suave y sustancioso. Tres días después de la muerte de Cristo encontramos en Él el alimento para la vida. Es una prefiguración del sacrificio de Cristo y una alusión al sustento espiritual que nos proporcionó su muerte. El fruto del sacrificio se convierte en el alimento espiritual de aquellos que lo ejecutaron. Por lo tanto, león muerto es igual a Cristo sacrificado.

Sansón desquijarando a un león. Capitel. Prádanos de Ojeda. Palencia.

         La siguiente connotación positiva del león la tenemos asociada o simbolizada en la Resurrección, ocurrida, como todos sabemos y siembre según los Evangelios, al tercer día de su muerte en la cruz. En la Edad Media todo el mundo admitía que la leona paría a los cachorros que parecían estar muertos. Durante tres días, los cachorros no daban señales de vida, pero al tercer día, el león comenzaba a dar vueltas a su alrededor y les daba vida con su aliento.
         Hay quien dice que los autores de bestiarios medievales tomaron esta ficción de Aristóteles y Plinio el Viejo entre otros, pero lo cierto y verdad es que muy raramente un europeo de los siglos XI y XII había podido ver un león vivo; como mucho en algún códice o bestiario podría haber visto una imagen de los circos romanos devorando cristianos o luchando con gladiadores, una imagen bastante cercana a la realidad, por lo que el león pasó al imaginario popular.
         Otra representación muy habitual en el arte románico del león como simbolismo positivo es como león andrófago (devorador de hombres), animal iniciador cuya fagocitosis supone al hombre nacer a una nueva vida. Son leones devorando hombres y mujeres. Una veces engullendo su cuerpo entero con sus enormes fauces, otras mordiéndoles brazos, piernas o la cabeza. El león devora, pero al que se le atribuye la cualidad de regenerar al hombre capacitándolo para una nueva vida porque confiere a su víctima algo de su potencia vital, realizando con ella una verdadera metamorfosis. Por eso es símbolo también de la Resurrección.


León andrófago. San Martín de Tours. Artaiz. Navarra.
(Foto de la web de circulo-románico)

         Otra connotación positiva la tenemos en la vieja creencia que el león dormía con los ojos abiertos, lo que ejemplifica la actitud de vigilancia permanente que debe manifestar un cristiano. En ello se vio la imagen de Cristo atento a todo lo que ve. San Carlos Borromeo dio el consejo de adornar las iglesias con la figura del león vigilante para recordar a los que tienen cura de las almas la vigilancia necesaria.
         Pero no todo van a ser connotaciones o simbolismo positivo; también lo tiene negativo. El león es el enemigo a batir, es un animal poderoso, no es un enemigo cualquiera, que sólo con condiciones formidables de fortaleza o fuerza puede afrontarse la tarea. Es una metáfora de la lucha contra el mal, un mal que muchas veces es interior al ser humano. En este caso, el luchador es el propio observador del símbolo, sumido en un conjunto de peligros que intentan separarlos del camino de la perfección.
         Se podría terminar esta simbología leonila con la misma frase de San Jerónimo con la que comenzamos su comentario: “Cristo es un león bueno para los buenos y un león malo para los malos”.

LIEBRE: en la simbología cristiana simboliza la fragilidad del alma y la concupiscencia, que tienen que ser acosadas y derrotadas. Símbolo de la lujuria por su fertilidad. Animal inmaduro, inmundo y sensual. Su fecundidad conduce a evocar aspectos reprobables: incontinencia, despilfarro, exceso, desorden. San Julián, Tertuliano, Orígenes, San Agustín, San Clemente, San Cirilo de Alejandría (¡no! no son jugadores del equipo de fútbol del seminario; son Padres de la Iglesia ¡ahí es ná!) aseguran que a los judíos les estaba prohibido el consumo de liebre porque es símbolo de los vicios, de los que Dios quiere ver libres a sus siervos. En el libro de la Biblia el Deuteronomio, y sobre todo en el Levítico, está estigmatizada y prohibida como lo pecaminoso: “De los animales terrestres podéis comer todos los rumiantes, bisulcos, de pezuña partida; se exceptúan sólo los siguientes: …, la liebre, que es rumiante pero no tiene la pezuña partida, tenedla por impura”.


Liebre. Santa Eugenia de Lances de Bureba. Burgos.


Liebre. Capitel claustro Santo Domingo de Silos. Burgos.

LOBO: el lobo durmiendo indica que el momento de la muerte iniciática que hace resucitar a la nueva vida está lejos, ya que el lobo andrófago (¿recordáis al león?) está lejos. Devorando al hombre, apareciendo sobre la cabeza del animal una cabecita infantil o un ave indica la regeneración del espíritu, la muerte iniciática del devorado y su espíritu renovado que vuela por sus propios medios en el campo espiritual. A veces se le representa junto a un perro, lo que lo asocia con Caín y Abel. El lobo sería Caín, “bestia rapaz sedienta de sangre”, que con su rabia destroza todo lo que encuentra. El perro sería Abel, que muere incluso por defender a su amo, ya que los perros “aman a su dueño”.

MACHO CABRÍO: forma negativa y maléfica del príncipe del mal, símbolo del infierno. Animal lascivo, imagen del demonio y de la impureza. En la antigüedad servía de montura a Dionisios y Afrodita, de donde puede derivar su identificación medieval con la lujuria.

Macho cabrío. Santa María. Solsona. Lérida.

MONO / SIMIO (SIMIA): denominados simia por su similitud con la raza humana. Se le identifica con la figura de Satanás y el Antricristo, conociéndosele como “Simia Dei”, mono de Dios, según Hugo de San Víctor. Criatura grotesca del hombre, semejante al ser humano pero con rasgos deformados; es su “alter ego”, representando vicios humanos: desmanes, perjurios, latrocinios o defraudadores. Simboliza al demonio que quiso ser Dios.

Mono demonio. Portada de Platerías.
Santiago de Compostela. La Coruña.

Mono. Canecillo de catedral de San Pedro.
Jaca. Huesca.

OSO: se utiliza para representar conceptos negativos, como el orgullo exacerbado, la violencia, la trivialidad y la crueldad. Es habitual contemplarlo en el contexto de escenas cinegéticas o luchando contra otro animal o contra un caballero, simbolizando un enfrentamiento entre lo negativo y lo positivo. Se le asocia a la oscuridad de las grutas en que vive, y también a la gula.


Oso. Catedral de Santa María. Tarragona.

PERRO: un perro es un can; de ahí la denominación de canecillo. El perro simboliza fidelidad, guardián de las casas, de los rebaños, valiosa ayuda al señor de la casa. El perro pastor, guardián del rebaño, se convirtió en emblema del buen pastor, del obispo. Simboliza, así mismo, al compañero constructor, ya que sigue la voz de su amo o su maestro. Representado con una piedra en el boca es la que le ha hecho recoger su maestro para trabajar y construir la Jerusalem celestial (Catedral de Santo Domingo de la Calzada). Un perro escupiendo fuego por la boca se convierte en un emblema de los dominicos, armas parlantes de los dominicos: Domini Canes, los perros del Señor. En diversas culturas es una animal psicopombo, es decir, guía las almas por el inframundo y a veces lo custodia; de ahí que su simbología esté unida a Anubis, portero del Amenti en Egipto. Los israelitas lo consideraron bajo su aspecto más sombrío, animal impuro. Es en la Edad Media cuando comienza a asociarse con la fidelidad y la colaboración con el hombre, representándosele a los pies de los sepulcros y a los pies de las figuras yacentes, como atributo de vigilancia y de paciencia.
Perro. Cripta del castillo de Loarre. Huesca.

PEZ: ІХθУЅ (ijzys) en griego, Iesus Xristos Zeu Yios Soter: Jesús Cristo, Hijo de Dios Salvador. Los peces y las escamas aluden a las aguas bautismales en las que el cristiano se mueve como pez en el agua para ser salvado por Cristo. El pez simboliza el misterio del agua como fuente de vida además de a Jesucristo o la Eucaristía. Símbolo de pureza, sabiduría, fecundidad y resurrección. Varios peces a ambos lados de la cruz representan, por derivación, los cristianos en torno a el Salvador. Si el pez tiene forma de delfín se considera como salvador y amparo de náufragos. El pez engullidor, generalmente la ballena en la iconografía, representa el mundo, el cuerpo, el sepulcro, lo perecedero de la existencia.


Peces. Santa Juliana. Santillana del Mar. Cantabria.

RANA / SAPO: uno de los primeros seres asociados a la idea de la Creación y resurrección, no solo por ser anfibia, sino por sus periodos alternos de aparición y desaparición. Es también símbolo de encarnación, pues experimenta diferentes metamorfosis a lo largo de su existencia. Por otro lado, junto con el sapo, es símbolo del demonio, representando a veces la avaricia y la envidia.


Sapo. San Esteban Protomártir.
Bañuelos de Rudrón. Burgos.

SERPIENTE: Debemos partir del hecho que el simbolismo de la serpiente es un simbolismo muy complejo, presentando múltiples aspectos, tanto positivos como negativos, aunque el interés de utilizarla en representaciones no proviene precisamente de esa simbología positiva o negativa, sino por su adaptación fácil a cualquier forma arquitectónica. Cuando resulta útil, se le pone cabeza en cada extremo, se le bifurca, incluso trifulca, o se le añaden hojas. Aún así, todos tenemos en mente que la serpiente representa al mal, es símbolo por antonomasia del pecado, del demonio y de perversión, aunque también es símbolo de energía y fuerza. Es un animal con una gran riqueza simbólica proveniente de la totalidad de ella o de sus aspectos dominantes: avance reptante, serpenteante, asociación frecuente al árbol y su analogía con sus ramas y sus raíces, muda la piel, lengua amenazante, esquema onduloso, sibilino, agresividad por el lanzamiento de sus víctimas.
         En el arte románico es muy habitual encontrar representaciones de mujeres a las que serpientes o batracios le muerden los senos y el sexo, en alusión al adulterio, al incesto y, según estudios más recientes, asociado a la simonía, pues estas representaciones de mujeres siempre, o la mayoría de las veces, aparecen acompañadas de representaciones de clérigos con una bolsa de dinero colgada al cuello. Antes se consideraba como representación de la lujuria y la avaricia, respectivamente, pero al asociar mujeres y clérigos, representan el pecado de la simonía cometido por estos clérigos (¿que no sabéis lo que es la simonía? Otra palabrilla p’al cubo la Guada).
         También en el arte románico se las representa luchando con basiliscos y enredadas en ellos, simbolizando la lucha demoníaca entre las fuerzas del mal.


Serpientes luchando con basiliscos. San Miguel Arcángel.
Sotosalbos. Segovia.

         Como representación de la lucha entre la luz y las tinieblas aparece el águila clavando sus garras en la serpiente. Áspides que muerden leones, animales sujetos por pájaros, pájaros que se transforman en ángeles, están simbolizando los distintos y progresivos estados espirituales. La serpiente mordiéndose la cola es símbolo de la ciclicidad del tiempo, de la eternidad.


Serpientes. Colegiata Santa María. Alquézar. Huesca.

         Otro símbolo asociado a la serpiente proviene de culturas antiguas, donde era utilizada como teofanía de divinidades telúricas y simbolizaba, entre otras cosas, la fertilidad, ya que habitaba en las mismas entrañas de la tierra y era considerada la encarnación de la Diosa Madre. Para los celtas, la serpiente simbolizaba la naturaleza cíclica de la vida. Al meterse por los agujeros de la tierra se hacía conocedora de todos sus secretos y poseedora de su fuerza vital.
         Pero no todo en la serpiente va a ser simbología negativa (que es la más abundante y la más conocida), sino que también posee algo de simbolismo positivo.
         La característica de la serpiente de renovarse cambiando la piel llevó a la creencia que era capaz de renacer, al igual que ocurre con la luna, que nace y muere cada mes. Al despojarse de su antigua piel se convierte en alegoría del pecador arrepentido, que se deshace de su condición pasada por medio del Bautismo y la Penitencia. La serpiente es un símbolo antiquísimo de la Sabiduría y de la Inmortalidad, “… el más astuto de los animales.”, según el Génesis.
         Y siguiendo con el Antiguo Testamento, en el libro de los números se relata el pasaje de la serpiente de bronce de Moisés, a quien Yawhé le ordena realizar una serpiente venenosa y colocarla en un estandarte. Los mordidos de serpiente que podían causar las serpientes aladas que Yawhé les había enviado como castigo quedarían sanados al mirarla (Libro de los Números, XXI, 4-9).


Serpiente. San Miguel. Olcoz. Navarra.
        
Este pasaje benigno o positivo de la serpiente podría ser una explicación al porqué el signo de la serpiente aparece en los anagramas del colectivo médico y farmacéutico, colectivo dedicado a la curación o sanación del ser humano. Otra teoría apunta a la cultura sumeria, que adoraba la serpiente como deidad, y en un ancestral ritual bebían una mezcla del veneno y la sangre de la serpiente, pudiendo ser este brebaje muy benefactor para la salud, el auténtico “elixir de la vida”, y el cuenco donde lo bebían el auténtico grial. De ahí también que en el anagrama de los dos colectivos anteriores citados también aparezca una copa.

                         

Anagramas del colegio de farmaceúticos (arriba).
Báculo de Asclepio (debajo), anagrama del colegio de médicos.


TORO / VACA / BUEY: el toro es un animal identificado tradicionalmente con la luna y la fertilidad. Diversas culturas le rendían culto como deidad primigenia. En el alfabeto hebreo la letra “alef” simboliza al toro y el comienzo del ciclo lunar. Contrariamente al toro, el buey es un símbolo de bondad, de calma, de fuerza apacible, de laboriosidad y de sacrificio. El buey es el símbolo de San Lucas, que es el evangelista de la Pasión, y simboliza a la res del holocausto.


Toros. San Baudelio de Berlanga. Casillas de Berlanga. Soria.

         Bueno, romanicófilos, no parece poco todo lo que hemos desarrollado en esta charleta románica, … y eso que era una pequeña y breve introducción.

         Como habéis observado, sólo hemos hablado de animales terrestres; no hay ni aves ni peces (aunque sí está el pez por su importancia) ni animales fantásticos y monstruos. Aún así nos hemos dejado algunos sin nombrar por su escasa reproducción en el Arte Románico. Lince, pantera, hiena, zorro, etc., son algunos animales no referenciados.

         Para el próximo tostón (¡nada! ¡que no se me olvida!) románico hablaremos de aves y, si no me sobre paso en modorrería, de animales fantásticos y monstruos. Espero que no me llaméis cosas muy feas.

         ¡Hasta pronto!