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martes, 22 de octubre de 2019

DON INO Y LA DEMOTANASIA


          El refranero español, bastante más sabio que quién lo utiliza (pero ¡bastante más!, sobre todo en la actualidad), siempre está dispuesto y preparado para apoyar y complementar cualquier tipo de situación, sea del índole que sea, que tenga que ver con la vida del hombre en la tierra. Y la situación que ahora os traigo a colación bien se podría apoyar con el siguiente refrán: “Con mi tiempo y mi dinero, hago lo que quiero”, refrán muy utilizado por los holgones del pueblo para justificar sus acciones ante sus, muchas veces, obligaciones. Si a ese mismo refrán lo acompañamos o complementamos con el tan utilizado desde el origen de los tiempos: “Haz lo que yo te diga, pero no hagas lo que yo haga”, ya tenemos a ese holgón inquisidor del totalitarismo dispuesto a decirnos, exigirnos y casi obligarnos a qué podemos y qué no podemos hacer, sin tener en cuenta lo que él haga o deje de hacer. Además, estos pichuleros, mayormente burgueses gracias a su condición de barrigasagradecías, tratan siempre de ponerle nombres feos y malos a todo lo que no les conviene, como es el caso del palabrajo que se está comenzando a usar cada vez con mayor frecuencia entre el vulgo: demotanasia.

         Paradójicamente, esta palabra que trata de ser un sinónimo de despoblación, no existe (no interesa la realidad a la que hace referencia) en el diccionario de la RAE. Es una palabra acuñada por la investigadora Mª Pilar Burrillo en 2015 (palabra casi bebé en nuestra sociedad) para referirse a un proceso por el que, debido a acciones políticas u omisión de las mismas, se provoca la desaparición de un territorio que emigra y deja la zona sin relevo generacional; es decir, un territorio envejecido y condenado a su total desaparición, lo que siempre se ha llamado despoblado.

         Etimológicamente, esta palabra hace referencia, a su vez, a dos palabras más: demos, población, pueblo, y Thanatos, dios de la muerte e hijo de la noche Nix. Por tanto, demotanasia podría traducirse o definirse como la muerte de un pueblo o una población.

https://educalingo.com/es/dic-pt/tanatos

         
          Si tuviera que autodefinirse como filósofo provecto, dejando a un lado mi condición eclesiástica, estaría en condiciones de afirmar tajantemente que un pueblo o una población no se muere; realmente la matan sus habitantes. El final es el mismo, pero el comienzo no: no es lo mismo morir sin más (que ya es bastante desgracia, porque como vivo no se está de ninguna manera) que te maten. No es lo mismo por mucho que lo digan esos pichuleros. Y es justo en este punto donde se enlazan y confluyen los dos refranes referidos al comienzo con esta palabreja.

         Estos interesados de turno, nuevos burgueses de ascendencia barrigasagradecías, se empeñan día a día en culpar a los demás de esa acusada y generalizada despoblación que sufren la mayoría de los pueblos, sobre todo en zonas donde tanto la orografía del terreno como el clima que padecen hacen que las condiciones de vida y las perspectivas de futuro no sean las idóneas para habitar en ellos. Sin embargo, cuando su dedo acusatorio señala a una determinada parte de la población (por no decir la totalidad), nada dicen de lo que realmente hacen ellos para evitar dicha despoblación. Los demás son los culpables de abandonar sus tierras y sus casas para buscar una vida mejor, tanto para ellos como para sus hijos, mientras ellos abandonan furtivamente, siempre en días holgones, sus casas y sus pueblos para disfrutar de su “merecido descanso” en otra ciudad (nunca un pueblo), a ser posible con más perspectiva de futuro para sus hijos y más actividades descansatorias (a ser posible con vistas al mar) para ellos. Los demás son viles desertores y renegados de su historia por abandonar su tierra, mientras ellos son los patéticos repobladores de territorios infestados de tontos pichuleros del montón que no conocen su propia miseria ni aun cuando la ven en los ojos de los otros.

         Ellos tienen el derecho autoconcedido de decir a los demás que no abandonen su territorio y su población, que deben mejorarlo y que ellos les ayudarán. Mientras tanto, mientras esa ayuda llega (nunca lo hará), ellos “descansan” al borde del mar; es decir, magnifican el refrán “con mi tiempo y mi dinero (que es de los otros por pagarle para ayudarles), hago lo que quiero”. Además, “no se os ocurra hacer lo que yo hago”, piensan ellos.

         Ya descansados, regresan al futuro territorio demotanásico para seguir hurgando, alentando y engañando a la población con promesas vanas y viles acerca de conseguir una vida mejor, con proyectos sustentados con humo que la primera ráfaga de viento de sensatez y cordura se lleva por delante. Son los primeros en quejarse públicamente de la falta de oportunidades, de la falta de vida social y laboral del territorio, a la vez que preparan su huída y próximo descanso lejos de esa moribunda ciudadanía secuestrada por su propia existencia y su mala fortuna por tener que convivir con estos embaucadores cuya única función en la vida es conmover a las gentes de bien y culpabilizarlas por no hacer o no ser como ellos, lo que jamás ocurrirá entre otras cosas porque no les interesa que eso ocurra. Mientras unos vivan bajo el yugo demotanásico, los otros lo harán sobre esa mísera libertad que implica deformar la realidad para seguir manteniendo ese binomio antagónico que les permita mantener esa superioridad y supremacía sobre los demás.

https://www.dclm.es/noticias/65029/la-despoblacion-presente-pasado-y-futuro

         
          No es propio de una persona provecta como yo, y mucho menos si tenemos en cuenta mi condición eclesiástica, hablar de este modo tan grosero y tan barriobajero, pero hay situaciones en las que, volviendo a utilizar el refranero español, hay que llamar “al pan, pan, y al vino, vino”. Sólo de esta forma quizás se llegue a poner de manifiesto quiénes son en realidad unos y quiénes son los otros. Llamándolos a cada uno por su nombre, quizás comiencen a tomar conciencia de su verdadera existencia y les brote su miseria acumulada que los haga volver al vómito.

         La hipocresía y la estupidez humana es infinita, mucho más cuando la generan este grupo de inquisidores sociales, cofrades de la mentira y la ofensa, que sacan a relucir su intransigencia y arrogancia cada vez que alguien difiere de su forma de entender sus actos y su mundo que, por cierto, siempre suele descansar sobre sólidos cimientos de ignorancia. Tratan de condicionar la forma de ver la realidad y el comportamiento a seguir por los demás. Y cuánto más alejados estén uno de los otros, menos benevolencia tendrán. Llamándolos por su verdadero nombre quizás se consiga que se miren al espejo de su propia existencia y descubran quiénes son realmente. Si el personaje que ven reflejado en él consigue hacerles sudar los ojos, la verdadera igualdad estará renaciendo, al tiempo que expulsamos a Thanatos de nuestro vulgo y acogemos y nombramos hijos predilectos de nuestro territorio y existencia a Zeus y Palas.


miércoles, 1 de agosto de 2018

UN PUEBLO LLAMADO CADUQUEZ DE RETROCEDILLO


          Hay pueblos, por llamarlos de alguna manera teniendo en cuenta que tienen casas y calles, que se consideran algo más; incluso se autodenominan noble ciudad, ¡ahí es nada!, cuando en realidad no pasan de poblados despoblados, donde sus habitantes estás más tiempo fuera de él que dentro, eso sí, el habitante que se queda es porque no puede marcharse, que si por él fuera …

         Caduquez de Retrocedillo es uno de ellos. Es uno de esos poblados futuros despoblados, en el que su población reniega de su pueblo, en el que su población, desconfiada donde las haya, no tiene un amigo que llevarse a la boca, en el que su población aplaude más el éxito foráneo que el propio.

         La población de Caduquez de Retrocedillo pierde el culo por asistir y amenizar fiestas patronales y días festivos y de guardar de pueblos y ciudades colindantes. Al contrario que cualquier otro ser vivo son los únicos que se mueven como pez en el agua fuera de su hábitat natural. Es allí donde son ellos mismos, sacan lo mejor de sí. Fuera de su hábitat natural se mimetizan camaleónicamente con los parroquianos del lugar, asimilando como nadie usos, costumbres y tradiciones lugareñas. Son uno más, incluso algo más, ya que la machacona asiduidad con la que visitan el lugar, hace que sean considerados, en algunos casos, hijos predilectos durante esos días de asueto, debido al desparpajo que muestran en la convivencia diaria con los vecinos y parroquianos durante esos días. Pero al llegar las fiestas de su poblado futuro despoblado se marchan de sus casas como alma que lleva el diablo renegando de dichas fiestas con la impresentable excusa de que sus niñitos pequeños les dan mucha guerra en los caballitos de la feria, dejando sus fiestas en manos de emigrantes con poco poder adquisitivo y de funcionarios que no tienen más remedio (por no decir otra cosa) que estar en ese poblado futuro despoblado por motivos profesionales.

         Caduquez de Retrocedillo, poblado futuro despoblado, es un poblado palmero. Su población se mueve por palmas, y no precisamente las del Domingo de Ramos, sino las que da el regente o regenta (no se enfaden los que “pueden” y  “mandan”) a modo de carraca semanasantera, cuando sale al balcón del ayuntamiento el sábado a las 14:00 horas para anunciar una desbandada generalizada a las cercas y las lejas hasta la próxima palmada, que se producirá, Dios mediante y si el regente o la regenta no lo impide y llega a tiempo de su estipulada desbandada cerquil o playera, a las 7:00 horas del lunes, hora y día señalado para dar comienzo a una nueva semana. Entre palmotá y palmotá, el poblado futuro despoblado se hermana con cualquier pueblo polvoriento y desierto propio del far west, teniendo como únicos convecinos las socarronas y traviesas hojas secas que, cansadas de esperar a ver gente, deciden bajar a la tierra en busca de algún caduquileño que le haga caso. Tras una larga e infructuosa búsqueda, deciden arremolinarse todas juntas en cualquier esquina y esperar a que comience la semana para que el caduquileño encargado de su custodia decida acudir en su ayuda y las envíe junto a sus hermanas de árbos y arbusto con el fin de terminar sus días en la más estricta intimidad junto a su familia vegetal por parte de madre y padre.

         La población de Caduquez de Retrocedillo, poblado futuro despoblado, es hermosona por naturaleza. Muestran su fisionomía estilizada en agrestes campos descampados, para que no los vea nadie, o en malecones sin mejillones, mientras degustan apetitosos bocadillos de mortadela con aceitunas como plato principal del día festivo, todo ello regado con refresco de cola sin cafeína, sin azúcares añadidos, sin aditivos y sin botella. Un bote recargable a modo de mechero pretérito es todo el envase necesario que todo caduquileño necesita para apalcar su setaza y evitar el nudo esofagil propio del travesamiento del hueso de aceituna como tercer ingrediente del condumio del bocadillo.

         Caduquez de Retrocedillo es un poblado futuro despoblado que vive intensamente los preparativos de sus fiestas patronales. Como reniegan de ellas, deciden descargar todo su furor y fulgor en los preparativos, allá mediados de agosto, cuando las cuadrillas y peñas comienzan a juntarse en diversos alojamientos turísticos caduquileños decorados ex-profeso para esos días preparatorios. A partir de la primera quedada comienzan a resonar risotás y palmás en las espaldas a modo de fuegos artificiales anunciadores de próximos y escuálidos festejos. Durante esos días y hasta el día de la fiesta mayor, las tardes caduquileñas se convierten en un rocío airoso, ventoso más bien, en el que no falta el compadreo disimulado y la obligada visita a la agencia de viajes en busca de un descanso merecido después de un año duro y cercado, que no asediado. Como sólo hay una agencia de viajes, sólo puede ofrecer un destino: un poblado valenciano limítrofe por saliente con el Mare Nostrum, en el que todos los caduquileños se juntan al unísono para saludarse, brazo en alto y palmada en homoplato izquierdo del contrario, lo que no se han saludado durante el año, ya que estando en tan cercas y tan lejas, no han tenido ocasión de realizar esa acción salutatoria propia de gente educada y de bien. Es tanta la efusividad salutatoria que poseen que se está comenzando a poner en marcha una asociación caduquileña para celebrar las fiestas patronales en ese paraíso marítimo, y disfrutarlas allí todos juntos, mientras la acción salutatoria se va produciendo entre todos ellos.

Caduquez de Retrocedillo es el paradigma y la envidia de los negocios. Lo  que se tarda en abrir cualquier negocio que se así pueda llamarse, es lo que se tarda en cerrarse, eso sí, después de una esplendorosa, concurrida, animada y familiar inauguración. Una vez recogidos los despojos de tan importante evento inicial, el cartel de “Se Traspasa” o “Liquidación por Cierre” aflora como setas en sus límpios y pulcros escaparates. Terminado el montaje, comienza el desmontaje, … ¡y a otra rosa, mariposa! Hasta la próxima inauguración familiar que, Dios mediante, será en la acera de enfrente, para no andar mucho y no perdernos entre callejuelas desiertas y oscuras. El negocio que tanta falta hacía ayer, se convierte en un estorbo vecinal y profesional hoy; lo que ayer era una necesidad imperiosa, hoy es un estorbo indeseable, un forúnculo loco en el corazón de la muy noble ciudad.

El deporte veraniego de los habitantes de Caduquez de Retrocedillo, poblado futuro despoblado, es terracear, sentarse en una terraza familiares directos y nadie más, y estar de casquera durante largas y placenteras horas con la mínima consumición posible y la máxima estancia permitida (hasta cierre) por la noche caduquileña. Hay que aprovechar el fresquito, argumentan, todos ellos armados y cargados de razón. Todo ello se desarrolla bajo la atenta mirada del barman y dueño del local de hostelería que, en posición rígida, piernas espatarrás y manos cogidas tras la espalda, espera una desesperada mano alzada avisándole de un nuevo avituallamiento familiar que nunca llega. La parte graciosa de la noche se produce a la hora de abonar tan espléndida, copiosa y merecida juerga. Cada comensal aporta su granito de arena económico a título personal, no vaya a ser que alguien quiera escurrir el bulto e irse sin pagar la consumición de la que ya tiene la digestión hecha, que para eso los caduquileños son muy suyos, y no permiten que nadie paque por otro. ¡Esto es lo mío y mío es! ¡Cóbrate de lo mío! La cara del barman a la hora de cobrar no es precisamente otra parte graciosa de la noche pero, debido al lío formado con billetes y monedas, los caduquileños se reconfortan de haberle alegrado la tarde/noche a dicho empresario. Tienen gran corazón y eso es de agradecer, pero sólo de lunes a viernes; los fines de semana, si te he visto, no me acuerdo.

Los habitantes de Caduquez de Retrocedillo, poblado futuro despublado, provienen de los Cárpatos. Sin embargo, los descendientes no provienen precisamente de esa zona balcánica y draculina del este de Europa, sino de un poblado primigenio formado por carpas de quita y pon donde pasaban noches enteras, hasta el amanecer, ejercitando y dando brillo a otra de sus grandes cualidades que magnifican su personalidad: la convivencia vecinal. Dentro de ese recinto amurallado formado por carpas pertenecientes a clanes y tribus familiares y peñiles, los caduquileños desarrollaban jornadas nocturnas interminables de convivencia, estrechando lazos entre clanes y peñas hasta la salida del antiguo dios Rá, momento en el cuál, como si la descendencia cárpata y draculina aflorara en todo su esplendor, se refugian en sus habitáculos carpiles hasta el ocaso del astro rey a la espera del comienzo de otra velada nocturna. De esta manera tan “ocasonal” los caduquileños han ido forjando esa leyenda y esa personalidad tan propiamente suya que los hace merecedores de ese calificativo de personas convivenciales, pero solo con clanes propiamente familiares. A los demás, ¡ que Dios les ampare, imbéciles!

La educación vial de Caduquez de Retrocedillo, poblado futuro despoblado, es otro de los buques insignia de su poderosa y apabullante personalidad. Los caduquileños desbordan sentido circulatorio a borbotones. Aparcan donde pueden, donde haya un sitio lo más cerca posible de su destino; evitan ponerse en peligro al cruzar de una acera a otra, por lo que utilizan el transporte privado para realizar tan encomiable acción vial y preservar así su integridad física. Procuran llegar siempre puntuales a sus citas, por muy tarde que se les haya hecho, por lo que, para evitar ser unos malquedas, van trepidantes por calles y callejuelas con sus limpios e involutos automóviles sin atender a otra cosa que al imparable reloj y a la música ratonera que vomitan las cuatro ventanillas abiertas de su utilitario. Esta última acción es digna de alabanza dado el interés de un caduquileño en ambientar su poblado futuro despoblado con música de actualidad aderezada con músicas del mundo propias del gran mestizaje que enseñorea la sociedad caduquileña.

En definitiva, Caduquez de Retrocedillo es el típico poblado futuro despoblado que ha sido asesinado, por medio de puñalá trapera con nocturnidad y alevosía, por sus habitantes. Ellos dicen que Caduquez de Retrocedillo no tiene nada, que no hay nada, pero lo cierto y verdad es que lo han matado entre todos, pero, dicen, él solito se ha muerto (R.I.P.) o se está muriendo. Son dos puntos de vista diferentes, pero ambos tan ciertos como el mundo mismo y con el mismo final: poblado futuro despoblado.

Los lectores que hayan tenido a bien llegar hasta estas letras, pueden echar unas lagrimicas como señal de luto a su pronta y rápida desaparición, evitando con ello una prolongada e innecesaria agonía que lo único que produce es un dolor agudo de estómago mientras se produce el querido y necesario final, auspiciado y provocado por todos los caduquileños.

      ¡¡Snifff!!  ¡¡Snifff!!   ¡¡Snifff!!   ¡¡Snifff!!   ¡¡Snifff!!   ¡¡Snifff!!