miércoles, 1 de agosto de 2018

UN PUEBLO LLAMADO CADUQUEZ DE RETROCEDILLO


          Hay pueblos, por llamarlos de alguna manera teniendo en cuenta que tienen casas y calles, que se consideran algo más; incluso se autodenominan noble ciudad, ¡ahí es nada!, cuando en realidad no pasan de poblados despoblados, donde sus habitantes estás más tiempo fuera de él que dentro, eso sí, el habitante que se queda es porque no puede marcharse, que si por él fuera …

         Caduquez de Retrocedillo es uno de ellos. Es uno de esos poblados futuros despoblados, en el que su población reniega de su pueblo, en el que su población, desconfiada donde las haya, no tiene un amigo que llevarse a la boca, en el que su población aplaude más el éxito foráneo que el propio.

         La población de Caduquez de Retrocedillo pierde el culo por asistir y amenizar fiestas patronales y días festivos y de guardar de pueblos y ciudades colindantes. Al contrario que cualquier otro ser vivo son los únicos que se mueven como pez en el agua fuera de su hábitat natural. Es allí donde son ellos mismos, sacan lo mejor de sí. Fuera de su hábitat natural se mimetizan camaleónicamente con los parroquianos del lugar, asimilando como nadie usos, costumbres y tradiciones lugareñas. Son uno más, incluso algo más, ya que la machacona asiduidad con la que visitan el lugar, hace que sean considerados, en algunos casos, hijos predilectos durante esos días de asueto, debido al desparpajo que muestran en la convivencia diaria con los vecinos y parroquianos durante esos días. Pero al llegar las fiestas de su poblado futuro despoblado se marchan de sus casas como alma que lleva el diablo renegando de dichas fiestas con la impresentable excusa de que sus niñitos pequeños les dan mucha guerra en los caballitos de la feria, dejando sus fiestas en manos de emigrantes con poco poder adquisitivo y de funcionarios que no tienen más remedio (por no decir otra cosa) que estar en ese poblado futuro despoblado por motivos profesionales.

         Caduquez de Retrocedillo, poblado futuro despoblado, es un poblado palmero. Su población se mueve por palmas, y no precisamente las del Domingo de Ramos, sino las que da el regente o regenta (no se enfaden los que “pueden” y  “mandan”) a modo de carraca semanasantera, cuando sale al balcón del ayuntamiento el sábado a las 14:00 horas para anunciar una desbandada generalizada a las cercas y las lejas hasta la próxima palmada, que se producirá, Dios mediante y si el regente o la regenta no lo impide y llega a tiempo de su estipulada desbandada cerquil o playera, a las 7:00 horas del lunes, hora y día señalado para dar comienzo a una nueva semana. Entre palmotá y palmotá, el poblado futuro despoblado se hermana con cualquier pueblo polvoriento y desierto propio del far west, teniendo como únicos convecinos las socarronas y traviesas hojas secas que, cansadas de esperar a ver gente, deciden bajar a la tierra en busca de algún caduquileño que le haga caso. Tras una larga e infructuosa búsqueda, deciden arremolinarse todas juntas en cualquier esquina y esperar a que comience la semana para que el caduquileño encargado de su custodia decida acudir en su ayuda y las envíe junto a sus hermanas de árbos y arbusto con el fin de terminar sus días en la más estricta intimidad junto a su familia vegetal por parte de madre y padre.

         La población de Caduquez de Retrocedillo, poblado futuro despoblado, es hermosona por naturaleza. Muestran su fisionomía estilizada en agrestes campos descampados, para que no los vea nadie, o en malecones sin mejillones, mientras degustan apetitosos bocadillos de mortadela con aceitunas como plato principal del día festivo, todo ello regado con refresco de cola sin cafeína, sin azúcares añadidos, sin aditivos y sin botella. Un bote recargable a modo de mechero pretérito es todo el envase necesario que todo caduquileño necesita para apalcar su setaza y evitar el nudo esofagil propio del travesamiento del hueso de aceituna como tercer ingrediente del condumio del bocadillo.

         Caduquez de Retrocedillo es un poblado futuro despoblado que vive intensamente los preparativos de sus fiestas patronales. Como reniegan de ellas, deciden descargar todo su furor y fulgor en los preparativos, allá mediados de agosto, cuando las cuadrillas y peñas comienzan a juntarse en diversos alojamientos turísticos caduquileños decorados ex-profeso para esos días preparatorios. A partir de la primera quedada comienzan a resonar risotás y palmás en las espaldas a modo de fuegos artificiales anunciadores de próximos y escuálidos festejos. Durante esos días y hasta el día de la fiesta mayor, las tardes caduquileñas se convierten en un rocío airoso, ventoso más bien, en el que no falta el compadreo disimulado y la obligada visita a la agencia de viajes en busca de un descanso merecido después de un año duro y cercado, que no asediado. Como sólo hay una agencia de viajes, sólo puede ofrecer un destino: un poblado valenciano limítrofe por saliente con el Mare Nostrum, en el que todos los caduquileños se juntan al unísono para saludarse, brazo en alto y palmada en homoplato izquierdo del contrario, lo que no se han saludado durante el año, ya que estando en tan cercas y tan lejas, no han tenido ocasión de realizar esa acción salutatoria propia de gente educada y de bien. Es tanta la efusividad salutatoria que poseen que se está comenzando a poner en marcha una asociación caduquileña para celebrar las fiestas patronales en ese paraíso marítimo, y disfrutarlas allí todos juntos, mientras la acción salutatoria se va produciendo entre todos ellos.

Caduquez de Retrocedillo es el paradigma y la envidia de los negocios. Lo  que se tarda en abrir cualquier negocio que se así pueda llamarse, es lo que se tarda en cerrarse, eso sí, después de una esplendorosa, concurrida, animada y familiar inauguración. Una vez recogidos los despojos de tan importante evento inicial, el cartel de “Se Traspasa” o “Liquidación por Cierre” aflora como setas en sus límpios y pulcros escaparates. Terminado el montaje, comienza el desmontaje, … ¡y a otra rosa, mariposa! Hasta la próxima inauguración familiar que, Dios mediante, será en la acera de enfrente, para no andar mucho y no perdernos entre callejuelas desiertas y oscuras. El negocio que tanta falta hacía ayer, se convierte en un estorbo vecinal y profesional hoy; lo que ayer era una necesidad imperiosa, hoy es un estorbo indeseable, un forúnculo loco en el corazón de la muy noble ciudad.

El deporte veraniego de los habitantes de Caduquez de Retrocedillo, poblado futuro despoblado, es terracear, sentarse en una terraza familiares directos y nadie más, y estar de casquera durante largas y placenteras horas con la mínima consumición posible y la máxima estancia permitida (hasta cierre) por la noche caduquileña. Hay que aprovechar el fresquito, argumentan, todos ellos armados y cargados de razón. Todo ello se desarrolla bajo la atenta mirada del barman y dueño del local de hostelería que, en posición rígida, piernas espatarrás y manos cogidas tras la espalda, espera una desesperada mano alzada avisándole de un nuevo avituallamiento familiar que nunca llega. La parte graciosa de la noche se produce a la hora de abonar tan espléndida, copiosa y merecida juerga. Cada comensal aporta su granito de arena económico a título personal, no vaya a ser que alguien quiera escurrir el bulto e irse sin pagar la consumición de la que ya tiene la digestión hecha, que para eso los caduquileños son muy suyos, y no permiten que nadie paque por otro. ¡Esto es lo mío y mío es! ¡Cóbrate de lo mío! La cara del barman a la hora de cobrar no es precisamente otra parte graciosa de la noche pero, debido al lío formado con billetes y monedas, los caduquileños se reconfortan de haberle alegrado la tarde/noche a dicho empresario. Tienen gran corazón y eso es de agradecer, pero sólo de lunes a viernes; los fines de semana, si te he visto, no me acuerdo.

Los habitantes de Caduquez de Retrocedillo, poblado futuro despublado, provienen de los Cárpatos. Sin embargo, los descendientes no provienen precisamente de esa zona balcánica y draculina del este de Europa, sino de un poblado primigenio formado por carpas de quita y pon donde pasaban noches enteras, hasta el amanecer, ejercitando y dando brillo a otra de sus grandes cualidades que magnifican su personalidad: la convivencia vecinal. Dentro de ese recinto amurallado formado por carpas pertenecientes a clanes y tribus familiares y peñiles, los caduquileños desarrollaban jornadas nocturnas interminables de convivencia, estrechando lazos entre clanes y peñas hasta la salida del antiguo dios Rá, momento en el cuál, como si la descendencia cárpata y draculina aflorara en todo su esplendor, se refugian en sus habitáculos carpiles hasta el ocaso del astro rey a la espera del comienzo de otra velada nocturna. De esta manera tan “ocasonal” los caduquileños han ido forjando esa leyenda y esa personalidad tan propiamente suya que los hace merecedores de ese calificativo de personas convivenciales, pero solo con clanes propiamente familiares. A los demás, ¡ que Dios les ampare, imbéciles!

La educación vial de Caduquez de Retrocedillo, poblado futuro despoblado, es otro de los buques insignia de su poderosa y apabullante personalidad. Los caduquileños desbordan sentido circulatorio a borbotones. Aparcan donde pueden, donde haya un sitio lo más cerca posible de su destino; evitan ponerse en peligro al cruzar de una acera a otra, por lo que utilizan el transporte privado para realizar tan encomiable acción vial y preservar así su integridad física. Procuran llegar siempre puntuales a sus citas, por muy tarde que se les haya hecho, por lo que, para evitar ser unos malquedas, van trepidantes por calles y callejuelas con sus limpios e involutos automóviles sin atender a otra cosa que al imparable reloj y a la música ratonera que vomitan las cuatro ventanillas abiertas de su utilitario. Esta última acción es digna de alabanza dado el interés de un caduquileño en ambientar su poblado futuro despoblado con música de actualidad aderezada con músicas del mundo propias del gran mestizaje que enseñorea la sociedad caduquileña.

En definitiva, Caduquez de Retrocedillo es el típico poblado futuro despoblado que ha sido asesinado, por medio de puñalá trapera con nocturnidad y alevosía, por sus habitantes. Ellos dicen que Caduquez de Retrocedillo no tiene nada, que no hay nada, pero lo cierto y verdad es que lo han matado entre todos, pero, dicen, él solito se ha muerto (R.I.P.) o se está muriendo. Son dos puntos de vista diferentes, pero ambos tan ciertos como el mundo mismo y con el mismo final: poblado futuro despoblado.

Los lectores que hayan tenido a bien llegar hasta estas letras, pueden echar unas lagrimicas como señal de luto a su pronta y rápida desaparición, evitando con ello una prolongada e innecesaria agonía que lo único que produce es un dolor agudo de estómago mientras se produce el querido y necesario final, auspiciado y provocado por todos los caduquileños.

      ¡¡Snifff!!  ¡¡Snifff!!   ¡¡Snifff!!   ¡¡Snifff!!   ¡¡Snifff!!   ¡¡Snifff!!

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