sábado, 3 de octubre de 2020

ICONOGRAFÍA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (IV)

 


Representación del Hijo

            La forma de representar al Hijo, a Jesús en definitiva, en el conjunto de la Trinidad, es variable en función de la época en la que se realizará dicha iconografía. Así, podemos ver a Jesús representado como un niño pequeño, como un adulto de largos cabellos y barba, un joven efebo, o bien crucificado. Tanto en la forma de niño pequeño como crucificado, el tamaño respecto al Padre es más pequeño, siempre resaltado y mucho más grande la figura de Dios Padre; representado como un joven efebo, el tamaño con respecto a Dios Padre es el mismo, diferenciándose tan sólo en la posición que ocupa en el conjunto y los símbolos con que son atribuidos a ambos.

Representación de la Santísima Trinidad en la que el Hijo aparece como un niño pequeño.

Serán estas tres formas diferentes de representar a Jesús, al Hijo, las que configurarán los diferentes tipos de iconografías de la Trinidad que podemos encontrarnos. Es la representación del Hijo la que cambiará el sentido del tipo de Trinidad, ya que, como hemos visto, la representación de la figura de Dios Padre varía poco, así como la del Espíritu Santo, que casi en su totalidad siempre se hará en forma de paloma[1].


Representación del Espíritu Santo

            Al igual que ocurre con la representación de Dios Padre, o la Primera Persona de la Trinidad, la representación del Espíritu Santo varía muy poco con el paso del tiempo, sobre todo una vez que está establecida y aprobada una iconografía “oficial” de la Santísima Trinidad.

            En esta iconografía oficial, el Espíritu Santo se representa en forma de paloma según la fórmula derivada de la descripción del bautismo de Jesús realizada en el evangelio de San Mateo: “Y Jesús, después que fue bautizado, subió inmediatamente del agua; y he aquí, los cielos fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y se posaba sobre Él. Y he aquí, una voz de los cielos que decía: Éste es mi Hijo amado, en quién me complazco.”.[2] También en el evangelio de San Marcos se recoge el significado del símbolo de la paloma: “Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre Él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.”.[3] Pero hasta la configuración final de la iconografía del Espíritu Santo, ésta ha pasado por diferentes iconografías relacionadas con las representaciones primigenias de la Santísima Trinidad.

Bautismo de Jesús

Debemos recordar una vez más que la Tercera Persona de la Trinidad fue la causa discordante entre la Iglesia de Roma y la Iglesia Ortodoxa, la llamada cláusula Filioque, la que provocó el Cisma de Oriente y la separación de ambas Iglesias. Posteriormente a esa separación, la Tercera Persona de la Trinidad continuó siendo motivo de discordias aún entre los propios católicos, discordias que terminaron en herejías y éstas en acciones mutiladoras sobre la iconografía de la paloma, con su decapitación selectiva, tal y como se puede apreciar en la fachada de la iglesia soriana de Santo Domingo, en la iglesia de San Nicolás de Tudela, además del bajo relieve de Pentecostés del claustro de Santo Domingo de Silos (Burgos), donde la paloma fue borrada o eliminada después de su realización pétrea. Estas mutilaciones selectivas son consecuencia de la cláusula Filioque y el paradigma de la falta de entendimiento y la imposición de unas posturas teológicas frente a otras; lo mismo se podría decir de cualquier otra faceta social de nuestras vidas.


Tímpano de San Nicolás de Bari. Tudela (Navarra)

 

Escena de Pentecostés. Claustro del Monasterio de Silos (Burgos)

            Se ha sugerido anteriormente que el Espíritu Santo no siempre se ha representado como una paloma, sobre todo al inicio de las representaciones primigenias de la Santísima Trinidad. Esta Tercera Persona de la Trinidad es la que ha planteado más problemas a los artistas, no solo por la tan comentada cláusula Filioque, sino por las propias controversias surgidas en el propio seno de la Iglesia de Roma. Así, en 1745, el papa Benedicto XIV desaconsejaba la representación del Espíritu Santo en forma humana, y la prohibía cuando se la figuraba sola, sin las otras dos Personas de la Trinidad. En 1928, el Vaticano prohibió la figura del Espíritu Santo en forma de hombre en cualquier tipo de representación.

            Pero a pesar de las sucesivas y canónicas prohibiciones por parte de la Iglesia Católica, la paloma siempre ha constituido la representación favorita y preferida del Espíritu Santo en la mayoría de las épocas, tanto en grupos icónicos como en pasajes del Nuevo Testamento. Esta Persona también aparece en el pasaje de Pentecostés figurado como lenguas de fuego.[4]

Pentecostés. El Greco

 

Grupos icónicos de la Santísima Trinidad

            El dogma de la Santísima Trinidad, o dogma trinitario, no aparece como tal en los textos sagrados, ni en el Antiguo Testamento ni en el Nuevo Testamento, tal y como se ha apuntado anteriormente. Esa ausencia bíblica genera un problema a la hora de buscar una imagen para tratar de representar dicho dogma. Al no tener un texto bíblico conciso y concluyente que sirva para tener una referencia clara a la hora de formar una imagen trinitaria propia, nunca podrá quedar como definitiva una fórmula concreta. Es por ello que existen múltiples variaciones de representaciones a tener en cuenta, tantas como artistas o grupos de artistas que en sus determinadas épocas trataron de representarla, lo cual nos lleva a retroceder hasta las primeras representaciones de la Trinidad. El problema más arduo surgirá cuando el arte y los artistas se planteen una figuración acorde con el ambiente de la época en la que se está desarrollando y difundiendo la nueva religión. Tratar de representar el dogma trinitario con figuras antropomorfas será el gran reto para todo el arte trinitario.

            La religión cristiana consideraba que el Nuevo Testamento era el Antiguo Testamento desvelado, revelado; la propia venida de Cristo era quitar el velo a la antigua creencia, la venida del tan aclamado Mesías del Antiguo Testamento. Ello infería que en el Antiguo Testamento se habían producido toda una serie de hechos, de profecías o de signos que anunciaban el Nuevo Testamento. Eran las prefiguraciones, y tendrán gran importancia en el arte cristiano.

            Se podría afirmar que las primeras imágenes, o las más antiguas, de la Trinidad se remontan al siglo IV, centrándose mayoritariamente en un episodio en concreto: la Teofanía de Mambré, un pasaje del Antiguo Testamento que narra la aparición de tres misteriosos visitantes a Abraham en el robledal de Mambré.[5] Este pasaje no es concluyente para muchos exégetas, ya que lo consideran más la aparición del Verbo Divino y dos ángeles que la Trinidad propiamente. Sin embargo, para otros exégetas, esta idea de utilizar tres personas iguales y distintas para representar el dogma trinitario tiene su justificación en la lectura que hace San Agustín del enigmático encuentro de Abraham narrado en el episodio de Mambré: “Tres vidit et unum adoravit” (vio a tres y a uno adoró). El mismo San Agustín lo explica, afirmando “ … habiéndose aparecido tres mancebos y ninguno de ellos era superior a los demás en porte, edad o poder, ¿por qué no ver aquí visiblemente insinuada, mediante la criatura visible, la igualdad suma de la Trinidad, y en las tres personas una misma naturaleza?[6]

        


              

Episodio de Mambré

            Esta iconografía de la Teofanía de Mambré decae tras el siglo VI, volviendo de nuevo en el siglo XI, especialmente en las miniaturas. Entonces se empieza ya a representar a la Trinidad antropomorfa aislada, prescindiendo de Abraham y Sara.

            Esta forma de representación trinitaria no tuvo demasiado auge y empuje dentro de la iglesia occidental, no ocurriendo lo mismo en la iglesia oriental, donde dicha iconografía triunfó plenamente, y en el arte ortodoxo es el principal grupo icónico utilizado para representar la Trinidad. El ejemplo más significativo es la Trinidad del pintor ruso Andrei Rublev[7], representada por tres ángeles prácticamente iguales, pintura llena de simbolismo que desprende unidad e igualdad (se podría confundir un ángel con otro). Han desaparecido los personajes humanos del pasaje bíblico de la teofanía de Mambré, así como las figuras de Abraham y Sara, para centrar el tema en la manifestación o aparición teofánica de las Tres Personas de la Trinidad. Las tres figuras inclinan la cabeza unas hacia otras, conversando sobre la salvación de la humanidad,  teniendo cada persona su significado indicado por las otras dos, que orientan la mirada hacia unos emblemas. El paisaje de fondo puede ser visto simplemente como una reminiscencia del encinar de Mambré, pero cada motivo tiene a su vez un significado más profundo. Detrás del Padre (figura central) se encuentra el Árbol de la Vida, fuente. Cristo (a nuestra izquierda) está simbolizado con la arquitectura o casa, iglesia, cuerpo de Cristo. El Espíritu Santo (a nuestra derecha) destaca en el transfondo de las rocas escalonadas: la montaña, la cámara alta, la elevación, el éxtasis y las cumbres proféticas.

            En el sínodo de Stoglav, celebrado en 1551, la Iglesia Ortodoxa Rusa propuso el icono de Rublev como el mejor modelo de representación de la Trinidad que los artistas podían seguir. En el periodo posterior al Concilio de Trento se cuestionó su validez, ya que no se identifica correctamente a cada una de las tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, sobre todo éste último. Así lo hace saber Juan Interián de Ayala, en su tratado escrito en 1730, que muestra una opinión contundentemente negativa: “Esta pintura (…) con todo no parece bien. Pues, aunque de este modo se guarde la coeternidad de las tres Personas Divinas, falta, sin embargo el carácter y distintivo (por decirlo así) de cada una de las Divinas Personas[8].

Representación de la Santísima Trinidad. Andrei Rublev

En 1745, el papa Benedicto XIV escribió un breve titulado Sillicitudini Nostrae, dirigido al obispo José de Augsburgo. En él concluye que es lícito figurar a la Trinidad de esta manera en virtud de la base bíblica que la sustenta. Lo que no es aceptable es representar al Espíritu Santo en forma humana aislado de las otras dos personas divinas, porque ello parece dar a entender que en algún momento había asumido la condición humana, algo que solo había hecho el Hijo. De este modo, el Papa resuelve que, para evitar malentendido y herejías, el Espíritu Santo debe aparecer siempre como paloma o bien como lenguas de fuego, tal como se presentó en Pentecostés.

            A medida que iba pasando el tiempo, la sociedad evolucionando y el pensamiento religioso (cristiano u ortodoxo) cambiando, la iconografía de la Trinidad fue variando y modificándose acorde con todo ello. Las representaciones no siempre fueron antropomorfas, variando entre manifestaciones teofánicas, figuraciones, y mezcla de figuras geométricas (triángulo equilátero, fundamentalmente) y antropomorfas (trifaciales). Según se iban produciendo los debates en torno al dogma trinitario, las representaciones se iban haciendo abstractas y menos frecuentes, reduciéndose, en algunos casos, a simples figuras geométricas. Algunas de ellas fueron prohibidas; otras fueron tratadas de heréticas, y las únicas que finalmente fueron aceptadas acordes a la teología y al dogma trinitario fueron las representaciones del Padre y del Hijo como figuras humanas, y el Espíritu Santo en forma de paloma.

            Es a partir de esta tipología de las tres personas de la Santísima Trinidad cuando podemos dividir su iconografía principalmente en dos grandes grupos: las que siguen un esquema horizontal y las que siguen un esquema vertical. En las formas icónicas del primer grupo, el Padre y el Hijo son figuras semejantes entre sí, y la paloma/Espíritu Santo aparece entre ambos, en algunos casos simulando que cada una de sus alas sale de la boca de cada uno de ellos. Es la fórmula que vendría a afirmar que el Espíritu Santo descendía por igual del Padre y del Hijo.

Santísima Trinidad. Pórtico de la parroquia de la Santísima Trinidad.

Torralba de Calatrava (Ciudad Real)

En otras ocasiones aparece el Padre en su forma habitual como un anciano de barbas blancas sentado en su trono y con nimbo triangular. El Hijo está representado como un adulto, a la derecha del Padre y también entronizado, pudiendo ir acompañado con los símbolos de la pasión. El Espíritu Santo es representado como una paloma sobrevolando entre ellos. Es frecuente en este tipo de representación la inclusión de la esfera celeste entre las figuras del Padre y del Hijo, rodeado ambos de nubes. La esfera suele ser transparente, con aspecto de cristal, representando a todo el universo sobre el que la Trinidad impone su poder divino, lo que a veces se indica poniendo los cetros del Padre y del Hijo sobre ella. La situación del Hijo con respecto al padre siempre es a la derecha, a la diestra del Padre, situación basada en la respuesta de Jesús al sumo sacerdote en el sanedrín sacada del pasaje del evangelio de San Mateo XXVI, 64[9], y de Hechos VII, 55[10]. Por último, y respecto a esta primera forma horizontal de representación de la Trinidad, es también la más habitual en las Coronaciones de la Virgen María por la Trinidad, en la que también suelen aparecer entronizados el Padre y el Hijo.

Coronación de la Virgen. Diego Velázquez

            Las formas icónicas del segundo grupo, las que siguen un esquema vertical, son las formas más utilizadas, pues por la situación en línea de las figuras evocaba mejor el dogma trinitario. Estas representaciones son un fenómeno iconográfico peninsular de la segunda mitad del siglo XII y fueron empleadas sistemáticamente en la baja Edad Media, encontrando ejemplos a lo largo de la geografía europea (España, Francia, Inglaterra, Italia, etc.). Es la representación más popular entre los siglos XIII y XVI. En este periodo, el fervor hacia la Trinidad se refleja en las dedicaciones de iglesias, conventos, capillas, altares privados, iconografía funeraria, libros de horas, libros de juramentos, etc., incluso la fundación de órdenes religiosas, como los Trinitarios, creada en 1198 y dedicada a la redención de cautivos. Es la forma trinitaria plenamente aceptada por la Iglesia, siendo aconsejada en la Edad Moderna como la más idónea para la representación de este dogma. Así lo establece una bula del papa Benedicto XIV (1740 – 1758): “Las imágenes de la Santísima Trinidad que son aprobadas y permitidas son aquellas que representan a Dios Padre bajo el aspecto de un anciano siguiendo a Daniel VII, 9; Antiquus Dierum siedit; al Hijo unigénito, Cristo, sin lugar a dudas Dios y hombre (a un tiempo) y entre ambos el Espíritu Santo bajo aspecto de paloma.”.

            Dentro de esta forma icónica vertical debemos destacar tres tipos: Trinidad “Paternitas”, Trinidad “Trono de Gloria” y Trinidad “Compassio Patris”.



[1] Posteriormente, estas figuraciones del Hijo serán tratadas cuando analicemos los diferentes modelos de Trinidad existentes.

[2]  Mt III, 16-17.

[3]  Mc I 10-11.

[4]  “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados, y se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos de Espíritu Santo y comenzaron a hablar otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse.” (Hechos II, 1-4).

[5]  “Apareciose Yahwé un día en el encinar de Mambré. Estaba sentado a la puerta de la tienda a la hora del calor y alzando los ojos, vio parados cerca de él tres varones. En cuanto los vio, salioles al encuentro desde la puerta de la tienda, y se postro en tierra diciéndoles: “Señor mío, si he hallado gracia a tus ojos, te ruego que no pases de largo junto a tu siervo; haré traer un poco de agua para lavar vuestros pies y descasareis debajo del árbol y os traeré un bocado de pan y os confortaréis después, pues no en vano habéis llegado hasta vuestro siervo”. Ellos contestaron: “Haz como has dicho” (…) él se quedó bajo el árbol mientras comían. Dijéronle: “¿Dónde está Sara, tu mujer?” “En la tienda está”. Y dijo uno de ellos: “A otro año por este tiempo volveré sin falta, y ya tendrá un hijo, Sara, tu mujer”. Sara oía desde la puerta de la tienda, que estaba a espaldas del que hablaba. Eran ya Abraham y Sara ancianos, muy entrados en años; había cesado ya a Sara la menstruación. Riose, pues Sara, dentro, diciendo: “¿Cuándo estoy consumida, voy a remocear, siendo ya también viejo mi señor?”. Y dijo Yahwé a Abraham: “¿Por qué se ha reído Sara? ¿Hay algo imposible para Yahwé?.” (…) Temerosa Sara negó haberse reído, pero él le dijo: “Sí, te has reído”. Levantaronse los tres varones y se dirigieron hacia Sodoma y Abraham iba con ellos para despedirlos. Yahwé dijo: “¿He de encubrir ya a Abraham lo que voy a hacer, habiendo él de ser, como será, un pueblo grande y fuerte y habiendo de bendecirle todos los pueblos de la tierra? Pues bien. Sé que mandara a sus hijos y a su casa después de él, que guarden los caminos de Yahwé y hagan justicia y juicio, para que cumpla Yahwé a Abraham cuanto le ha dicho.” Y prosiguió Yahwé: “El clamor de Sodoma y Gomorra ha crecido mucho, y su pecado se ha agravado en extremo; voy a ver sus obras han llegado a ser como el clamor que ha venido hasta mí, y si no lo sabré”. Y partiéndose de allí dos de los varones, se encaminaron a Sodoma. Abraham siguió en pie delante de Yahwé.”. (Gen XVIII, 1-21).

[6] La Trinidad. II, 20

[7] No hay una fecha fija exacta sobre la realización de esta iconografía. Algunos autores la datan en el año 1411 y otros entre 1425 y 1427, siendo esta última la fecha más probable.

[8] INTERIÁN DE AYALA, J. El pintor christiano y erudito. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001. T.1, II, 8.

[9]  Jesús le dijo: “Tú lo has dicho; y además os digo que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo”.

[10]  Pero Esteban, estando lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, …


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