miércoles, 16 de abril de 2014

ENCONTRADO EL CULPABLE, PERO NO LA SOLUCIÓN



Si hay algo que caracteriza al ser humano es la facilidad que tiene para utilizar mecanismos de defensa a la hora de solucionar sus propios problemas. Se autoconvence que eso no va con él, no es un problema suyo; la culpa es de los demás. Se forra con una coraza impermeable e impenetrable que impide o que salga nada de él, o que le entre algo que no quiere; lo que el vulgo llama “echar balones fuera”, y, de paso, “ver la paja en el ojo ajeno en vez de la viga en el suyo propio”. Incluso, peor aún: culpabilizar a los demás de sus propios errores o desgracias, y no asumir culpas en acciones y situaciones propias y únicas de esa persona. Y no se trata tanto de reafirmar su poder como el manipular hechos y palabras de los demás en beneficio suyo, aún cuando sepa fehacientemente que es una falacia y una inmoralidad lo que está haciendo. Cualquier cosa con tal de “salvar la cabeza”; cualquier cosa para desprestigiar al prójimo en su propio beneficio. Es preferible una deshonrosa victoria a una gloriosa victoria. Así es el ser humano.

         El último informa de Pisa perteneciente a la OCDE sobre competencias cotidianas y habilidades prácticas de los jóvenes españoles de 15 años, ha dado un nuevo palo a la calidad de la educación en España. Nuestros jóvenes están peor de lo que parece también en este campo. Están 23 puntos por debajo de la media de los países pertenecientes a la OCDE, ocupando las posiciones 27 y 31 del total de 47 países. El informa pone de manifiesto que nuestros jóvenes tienen muchas dificultades para sacar un billete de metro combinado, que no saben programar un aire acondicionado, que no saben buscar correctamente itinerarios más cortos en trayectos de ciudades desconocidas para ellos. En definitiva, no saben desenvolverse correctamente dentro de la sociedad en la que habitan y de la que forman parte.

         Lógicamente las declaraciones a estos datos y a este informe no han tardado en llegar, el reparto de culpabilidades ha aflorado como pajitos en primavera, y las soluciones al problema brillan por su ausencia. Nuevamente el ser humano pone de manifiesto esa máxima que tan bien conoce y que tan bien práctica: buscando y encontrando al culpable, solucionamos el problema. En este caso, como en cualquier otro, no hay mayor error ni mayor desfachatez que ponerla en práctica.


         La secretaria de Estado para Educación, Montserrat Gomendio, ha tardado bien poco en encontrar culpables a estos desastrosos datos tratando de solucionar el problema. Ha tardado bien poco en culpabilizar al profesorado español, tachándolo de anticuado, de utilizar modelos anticuados de enseñanza, y para ello ha pedido un “cambio radical en la metodología de la enseñanza”. Pero tan corto ha sido el tiempo transcurrido entre la presentación del informe y sus declaraciones, que parece haber olvidado quién es ella y los problemas que actualmente tiene sobre su mesa. Ese olvido deliberadamente intencionado ha puesto de manifiesto, una vez más, la capacidad que tiene el ser humano para descargar sobre los demás las culpas y los fracasos propios. Por enésima vez, se ha puesto en práctica la caza y captura del culpable para solucionar el problema.

         Esta señora ha olvidado el obsceno recorte de profesorado que su ministerio ha ejecutado sobre la sociedad española. Ha olvidado las terribles huelgas de estudiantes, profesores y padres en una unión sin precedentes contra la política educativa que el ministerio de su competencia está llevando a cabo. No es consciente de la brutal brecha social y educativa que está abriendo entre la población española con la supresión y el acceso a becas de educación. Olvida sin responsabilizarse de nada, de no ser competente ni dialogante para conseguir un gran pacto de estado en educación, que elimine de una vez por todas ese tremendo déficit en educación que la sociedad española viene arrastrando desde que a los políticos, la gente de su “categoría laboral”, les dio por cambiar normas y leyes educativas por cambiar, de discutir por discutir asignaturas difusas que ellos mismos calificaban intencionadamente de ideológicas con la única finalidad de tener un motivo, uno sólo, para continuar su confrontación con la oposición del gobierno de turno, y tratar de imponer su autoridad sin pensar en el nefasto mal que le acarreaba a aquellos a los que decían que representaban, protegían y ayudaban.

         Al contrario. Esta señora ha descargado toda su ira, su culpa y remordimientos en las personas que día a día luchan contra todo aquello que ella no sabe solucionar, contra todos aquellos problemas que crea a los demás, contra todo aquello que día a día le imponen al profesorado con sinrazón para tratar de desprestigiar aún más su trabajo. Descarga su verbosidad bífida contra aquellos que luchan denodadamente y sin medios para mejorar su trabajo y la sapiencia de los demás, mientras ella los culpabiliza de su propia ignorancia e ineptitud.

         Mientras todo esto ocurre, durante el año pasado, un 5 % más de jóvenes menores de edad fueron juzgados por violencia machista. Jóvenes que deberían haber adquirido en cualquier centro educativo de España un mínimo de educación y formación para evitar esos delitos. Estos jóvenes, como muchos de nuestro país, son víctimas de esa indolente impasibilidad de gente como ella que se enzarza en banales trifulcas propicias para su bien, en vez de trabajar en pos de mejorar aquello que su categoría y puesto de trabajo representa y le demanda: la Educación. Se desenvuelve mejor como ser humano solucionando problemas buscando culpables, que como persona elegida para mejorar la educación en nuestro país. Antepone su propia reputación a lo que debería representar. Y la pregunta es: ¿no evalúa Pisa a gente como ella? Lástima, nos darían la máxima puntuación y mejoraríamos muchísimo en el ranking, muy por delante de Singapur, Japón, Canadá, Australia, Reino Unido, etc. Entonces sí que seríamos los mejores, pero … ¡maldita victoria!

PATÁSENLASQUIJAS (XI)

... a todos aquellos imbéciles y faltos de personalidad que un día descubrieron lo que era un ratón de ordenador y se creyeron que eran informáticos. Cuando apareció la telefonía móvil, dejaron de joder el ratón para pasar a hacerles cosquillas a un aparatejo que, aparte de apreciarlo más que a su propia vida y a las personas que les rodean, se ven incapaces de salir a la puerta de la calle sin él. No tienen personalidad suficiente para estornudar ni cagar mientras el aparejo no se lo diga.


     Pero el problema no es su adicción (¡con su pan se lo coma!). El problema es que nos están jodiendo a los demás, sobre todo aquellos que o bien son muy mayores en edad o bien tenemos la suficiente cabeza y personalidad para no ser dependientes y adictos a la tecnología, a las redes sociales o al maldito internet en general.

     Su enfermedad la quieren contagiar a toda la humanidad y, a poco poder que les otorguen, estos enfermizos tratan de obligarnos a realizar cualquier acción por tonta que sea, a través de la red o de internet. Se piensan que todo debe pasar por internet; creen que siempre ha sido así. No tienen conciencia de la realidad real, sólo de la realidad virtual, a la que adoran cual paganos adoraría a un ladrillo como dios de la inteligencia. Están convirtiendo la sociedad en un conglomerado de enfermos, de tontos, de ciegos, de crédulos, de idiotas que están dispuestos a creer cualquier cosa por muy imbécil y estúpida que sea.

     Si algún día internet dejara de funcionar, todo se vendría abajo, ya que estos tecnoimbéciles nos están obligando, cada vez con mayor asiduidad, a utilizar la red para realizar cualquier trámite o acción que bajo ningún concepto requeriría de ella. Y por desgracia, son muchas las personas mayores que necesitan hacer trámites en su día a dia, y muchas veces no pueden hacerlos al carecer de los conocimientos y los medios necesarios para realizarlos. Esto los hace aún más dependientes de los demás, están devaluados socialmente y, en muchos casos, incluso pueden llegar a su exclusión social ya que técnicamente se les podría considerar analfabetos. Todo ello gracias a estos friquiestúpidos faltos de personalidad y razón, y sin la suficiente inteligencia para saber discernir entre lo normal y lo anormal, y no saber valorar el problemón que se produciría en la sociedad si a alguien se le ocurriera desenchufar un aparatejo y apagar internet por varios días.

     Por todos los problemas que nos están creando, los que nos crearán y por minusvalorar a las personas a les rodean y que conviven con ellos, patás en las quijás para los frikimbéciles y tecnoestúpidos (por no llamarles lo que son en realidad).