miércoles, 30 de diciembre de 2009

NAVIDAD II

Origen

Son antecedentes de esta celebración las principales festividades dedicadas a los dioses solares. Todas las culturas de la antigüedad pasaron a identificar a su dios principal o algunos de los más importantes de su panteón, con el dios Sol y, en lógica consecuencia, situaron la conmemoración y festejo de su advenimiento alrededor del prodigioso evento cósmico que representaba el solsticio de invierno cada 21-22 de diciembre.

El primer lugar donde se menciona la fecha del nacimiento de Jesús es en Egipto, concretamente en Alejandría, cerca del año 200 de nuestra era, cuando Clemente de Alejandría indica que ciertos teólogos egipcios “muy curiosos” asignan, no sólo el año, sino también el día real del nacimiento de Cristo como 25 pachon (20 de mayo) en el vigésimo octavo año de Augusto. Desde 221, en la obra Chronographiai, Sexto Julio Africano popularizó el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Jesús. Para la época del Concilio de Nicea, en 325, la Iglesia de Alejandría ya había fijado el Dies Nativitatis et Epifanieae. El papa Julio I pidió en el año 350 que el nacimiento de Cristo fuera celebrado el 25 de diciembre, lo cual fue decretado por el papa Liberio en el año 354 (aparece por primera vez en el calendario de Filocalus). Fue también durante el mandato del papa Liberio (352-366) cuando se tomó como fecha inmutable la noche del 24 al 25 de diciembre, día en que muchos pueblos festejaban la llegada del solsticio hiemal. La primera mención de un banquete de Navidad en tal fecha en Constantinopla, data del año 379, bajo Gregorio Nacianceno. La fiesta fue introducida en Antioquia hacia el 380 por Juan Crisóstomo, quien impulsó a la comunidad a unir la celebración del nacimiento de Cristo con el 25 diciembre. En Jerusalén, Egeria, en el siglo IV, se atestiguó el banquete de la presentación, cuarenta días después del 6 de enero, el 15 de febrero, que debe haber sido la fecha de celebración del nacimiento. El banquete de diciembre alcanzó Egipto en el siglo V.

La Navidad de Cristo fue fijada por la iglesia en el solsticio hiemal para borrar el rastro de las fiestas que celebraban el nacimiento del sol o los ritos de origen egipcio y persa que tenían lugar el 25 de diciembre con motivo del nacimiento de sus respectivos dioses Osiris y Horus, y Mitra; también los dioses griegos Apolo y Dionisios y sus adaptaciones romanas Febo y Baco, eran también veneradas en el solsticio de invierno.

Los antiguos creyeron que el mejor día para celebrar el nacimiento de Jesús era precisamente aquel en el que la luz diurna comenzaba a ganar terreno a la noche, lo que se consideraba el momento del nacimiento o renacimiento del sol. De ahí en adelante, con días cada vez más largos y noches más cortas, hasta el solsticio de verano, entre el 21 y 22 de junio (la noche de San Juan, también precristiana, señala ese hito), la naturaleza se va vigorizando conforme crecen la luz y el calor sobre el suelo.

El evangelio de Lucas dice que Juan era 6 meses mayor que Jesús; si Jesús nació el 24 de diciembre, Juan tendría que nacer el 24 de junio, 6 meses antes que su primo. Ambas fechas coinciden con los equinoccios de invierno y verano.

Con errores pequeños de cálculo, dedujeron que el 24 de diciembre era el día solar más corto del año; justo a partir de esas fechas, las noches eran más cortas y los días más largos. Esa jornada era, en resumidas cuentas, la que representaba la victoria de la luz sobre las tinieblas, del día sobre la noche, del Sol sobre la Luna. Aquella celebración la llamaron Sol Invictus.

El Dies Natalis Solis Invicti era la fiesta del solsticio de invierno. Recordaba a Mitra, Baco, Adonis, Horus, Osiris, Júpiter, Hércules y Tammuz, hijo de Nimrod, que habían nacido en la misma época invernal. De ahí surgió la idea de unir el nacimiento de estos dioses con el de Jesús. Esta fiesta, junto con otras, eran las más viles, inmorales y degeneradas que tanto desprestigiaron a Roma. Este Dies Natalis se refería al día del bautismo de los conversos a la fe de Cristo y no al nacimiento de Jesús. Se refieren a la muerte, a la vida vieja y el nacimiento para la eternidad.

Diferentes cultos ya habían elegido la fecha del 24 de diciembre. Las Saturnalias romanas en honor al dios Saturno, dios de la agricultura y plantador de vides, que se celebraban entre el 17 de diciembre y el 24 de diciembre; el día 25 se celebraba el nacimiento del dios Sol. Durante su celebración, los romanos posponían todos los negocios y guerras, había intercambio de regalos y liberaban temporalmente a sus esclavos. Era el acontecimiento social principal durante el Imperio Romano.

Al mismo tiempo, se celebraba en el norte de Europa una fiesta de invierno similar, conocida como Yule, en la que se quemaban grandes troncos adornados con ramas y cintas en honor de los dioses para conseguir que el sol brillara con más fuerza.

Fue el cristianismo el que la adoptó para sí tras la decisión tomada por 318 obispos reunidos en el Concilio de Nicea en el año 325, declarando la fecha del nacimiento de Jesús en el solsticio de invierno, es decir, el 25 de diciembre, coincidiendo con el nacimiento de diversas deidades romanas y germánicas. Al estar constituida como festividad pagana, resultó mucho más fácil infiltrar la celebración en todos los habitantes del Imperio.

El Papa Juan I (523-526) encargó a Dionysius Exiguus (Dionisio el pequeño) que calculara la fecha exacta. Dionisio concluyó que la Encarnación había sido el 754 de la fundación de Roma (el calendario romano se basaba en los años transcurridos “Ad urbe condita” o desde la fundación de Roma), el día 25 de marzo; 9 meses después, el 25 de diciembre, el nacimiento de Jesús. Los cálculos de Dionisio fueron erróneos, ya que, entre otros errores, se olvidó totalmente del año 0: saltaba directamente desde un año antes de Cristo a un año después de Cristo. Además, no tuvo en cuenta los años que Cesar Augusto gobernó bajo su nombre propio, “Octavio”, que fueron 4 años.

La navidad entró en la edad media con estatus de ser la única celebración eclesiástica con fecha precisa. Esto la convirtió en una referencia de suma relevancia no sólo en el ámbito religioso, sino también en el social y administrativo (la mayoría de los días señalados como ferias, mercados, coronación de reyes, pagos de rentas, ordenación de caballeros, se correspondían o tomaban como orientación las festividades religiosas).

Originalmente, los cristianos celebraban el Shabat de los judíos, el sábado, pero Constantino lo modificó para que coincidiera con el día de veneración pagana al sol: el domingo (sunday, en inglés).

miércoles, 23 de diciembre de 2009

NAVIDAD I

La Navidad es fruto de un proceso milenario que se pierde en la noche de los tiempos. Después de la Pascua de Resurrección, es la fiesta más importante del año eclesiástico.

Navidad proviene de “natividad” que viene del latín Nativitatem (Nativitas) que significa nacimiento y el mundo cristiano la aplica propiamente al nacimiento de Jesús de Nazaret, Jesucristo. Los angloparlantes utilizan el término Christmas, cuyo significado es “misa (mass) de Cristo”. En algunas lenguas germánicas, como el alemán, la fiesta se denomina Weihnachten, que significa “noche de bendición”. El nacimiento de Jesús que relata Mateo en su evangelio es el corazón de este ciclo festivo que, además, se celebra coincidiendo con el solsticio de invierno, que se extiende desde el 25 de diciembre hasta el 5-6 de enero, con la Adoración de los Magos (Epifanía) que cierra este ciclo.

Los símbolos de la Navidad evocan la idea de nacimiento y renacimiento del Sol, que muere con el día más corto del año para volver a renovar el ciclo. El sol nuevo era motivo de esperanza: la tierra se iría liberando paulatinamente de la infertilidad del invierno, para dar paso a las actividades agrícolas, a la era del trabajo y la fecundidad; en definitiva, a la posibilidad de sobrevivir. Para agradecer y estimular la regeneración del ciclo estacional se formaban grandes hogueras alrededor de las cuales se comía, bebía, cantaba y bailaba. Las fiestas que honraban este acontecimiento en la antigüedad se caracterizaban por su alegría.

Realmente, la Navidad no es una enseñanza bíblica porque, en la Biblia, no se encuentra nada relacionado con la celebración de la Navidad. Ni Pedro, ni Juan, ni ningún otro apóstol hacen mención a la Navidad como fiesta, por lo que se entiende que no la celebraron, ya que los primeros cristianos nunca celebraban un cumpleaños. En ninguno de los evangelios, Dios hace mención a que sus hijos celebren su cumpleaños. Los verdaderos cristianos sabían que ésta era una costumbre que observaban los paganos y ellos nunca celebraron sus cumpleaños. Por ello, con la instauración de la Navidad, también comenzó la celebración de los cumpleaños en occidente. En el siglo II de nuestra era (100 años después del nacimiento), los cristianos celebraban la Pascua de Resurrección y algunas otras festividades, pero nunca el nacimiento, ya que lo consideraban como una fecha irrelevante y desconocían absolutamente cuando podía haber acaecido.

Acerca del nacimiento real de Jesús, los relatos evangélicos (Lucas 2, 8-19) explican que los pastores se encontraban cuidando el rebaño de sus ovejas al aire libre y que el cielo estaba lleno de estrellas (poco probable que esto hubiera ocurrido en invierno en el hemisferio norte), algo que en Palestina sólo ocurre entre los meses de mayo y septiembre, especialmente en la vera del río Jordán, que se encuentra en las proximidades del Belén, Betania y Jericó, ubicaciones que pueden situarse en las proximidades del verdadero lugar de nacimiento. Por lo tanto, todo hace pensar que Jesús nació en algún momento del verano. La mayor parte de los estudiosos apuesta por el mes de agosto, fecha en la que no pocos cultos heterodoxos y revisionistas del cristianismo tradicional prefieren celebrar la Navidad. Tampoco está claro que el alumbramiento fuera a medianoche. Mismos obispos del Concilio de Nicea lo asimilaron con el culto mitráico (dios Mitra), que también se celebraba a medianoche.

Fechas que se suponían el nacimiento de Jesús: 20 de mayo; 28 de marzo; 19 ó 20 de abril y el 6 de enero. La iglesia armenia fechó el nacimiento de Jesús el día 6 de enero, así como la iglesia ortodoxa que en la actualidad sigue manteniendo esa misma fecha del 6 de enero, ya que ambas iglesias no aceptaron la reforma hecha al calendario juliano para pasar a nuestro calendario actual, llamado gregoriano, del nombre de su reformador, Gregorio XIII; otras iglesias orientales, egipcios, griegos y etíopes propusieron la fecha del 8 de enero. Para las iglesias orientales, la Epifanía es más importante que la Navidad, ya que es ese día cuando se da a conocer al mundo a Jesús en la persona de los extranjeros.

La Navidad no figuraba entre las fiestas de la iglesia antes del siglo V.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

MARÍA DE LA O (Virgen de la Esperanza)

Virgen de la Esperanza -> 18 de diciembre, proclamada en el Concilio de Toledo de 656.


Imagen del Santuario Carmelita de Onda (Castellón)
La Expectación de la Virgen María se celebra el 8º día antes del nacimiento de Jesús del vientre de María. Es el preludio de las navidades, recordando el hecho inminente de dar a luz de María.

Fiesta del 18 de diciembre, comúnmente denominada Santa María de la O, ya que en ese día se entonaba la O prolongadamente para expresar la continuidad del universo con la llegada del Redentor. Ese día también se cantan las “Antífonas de la O”. Estas antífonas no se utilizaban en el rito mozárabe ya que la liturgia mozárabe celebra la Expectación o Adviento de San Juan Bautista en el domingo que precede al 24 de junio.

Las Antífonas de la O son 7 y la Iglesia las canta en el Magnificat del Oficio de Vísperas de la oración de la tarde desde el 17 al 23 de diciembre. Son un llamamiento al Mesías recordando las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su venida.

Se llaman “de la O” porque todas empiezan en latín con la exclamación O, en castellano Oh. También se llaman Antífonas Mayores.

Fueron compuestas hacia los siglos VII-VIII. Son breves oraciones dirigidas a Cristo Jesús que condensan el espíritu del Adviento y de la Navidad. Son, así mismo, un magnífico compendio del la cristología más antigua de la Iglesia y, a la vez, un resumen expresivo de los deseos de salvación de toda la humanidad, tanto del Israel del A.T. como de la Iglesia del N.T.

Cada antífona comienza por una Oh, exclamación seguida de un título mesiánico tomado del A.T., pero entendido en la plenitud del N.T. Termina siempre con una súplica: “ven y no tardes más”.

O Sapientia = sabiduría – palabra
O Adonai = señor poderoso
O Radix = raíz, renuevo de Jessé, padre de David
O Clavis = llave de David, que abre y cierra
O Oriens = oriente, lugar donde nace el sol, luz
O Rex = rey de paz
O Emmanuel = Dios con nosotros

Estas frases leídas en sentido inverso las iniciales latinas de la 1ª palabra después de la O dan el acróstico de “Eros cras”, que significa “seré mañana, vendré mañana” que es como la respuesta del mesías a la súplica de sus fieles.

sábado, 5 de diciembre de 2009

INMACULADA CONCEPCIÓN V

La luna a los pies de la Inmaculada

Dentro de la iconografía de la Inmaculada Concepción y de la mayoría de la iconografía mariana, la representación de la luna en sus pies ha sido y es objeto de diversas controversias entre autores que no logran ponerse de acuerdo acerca de su significado.

La complejidad del tema, los múltiples significados simbólicos de la luna en la religión católica, la diversidad de estudios, autores y escuelas creadas alrededor de este astro hace que aquí sólo se haga una brevísima introducción del tema, intentando dar pequeñas pinceladas sobre las diferentes escuelas con sus significados, dejando que sea la propia persona la que se posiciones a favor o en contra de alguna o algunas ellas.

El satélite de la tierra es símbolo femenino, mortuorio y cíclico. Ya aparecía en las imágenes de las diosas paganas Diana y Selene, siendo un principio femenino de carácter pasivo, opuesto y complementario al Sol, principio masculino; un eslabón entre el cielo y la tierra que regía los mares, los ciclos, los ritmos biológicos y la fertilidad femenina. (La cultura popular y alguna parte de la comunidad científica afirma que los ciclos reproductivos de la mujer están influidos por la Luna, lo que les llevan a asimilar a ésta con la fecundidad y con la mujer misma. Ciertamente, los ciclos menstruales se producen cada 28 días -ciclo lunar completo- y es “sabido” que las noches de luna llena son en las que más partos se registran).

Milenios antes de la aparición del cristianismo y del nacimiento de Jesús ya existían divinidades femeninas que eran la Madre Suprema e incluso eran la Esposa y Madre del dios supremo. El caso más coincidente es el de Isis. La diosa Madre por excelencia, se representa con unos cuernos y en el centro de ellos el disco solar. Esta diosa Isis aparece en múltiples civilizaciones, siempre con los atributos de cuernos. Esta Madre Suprema, esta Diosa Madre será Io en la cultura griega, la Astarté fenicia, la Tanit púnica...

Horus, su hijo, nacido de Osiris, es el dios del Sol, y lleva un círculo solar sobre su cabeza de halcón. Este disco o círculo solar se sincretizó con la llegada del cristianismo y de ahí se pasó a la representación de las aureolas circulares doradas sobre la cabeza de Cristo que después se extenderán a la iconografía de todos los santos.

Los griegos, los incas, los celtas, entre otros, afirmaban que no hay diosa tierra sin dios sol. En realidad, la luna o media luna es un atributo precristiano entendido como principio femenino y aplicado a deidades íberas, romanas, etc.

Mucho antes que la iconografía de la Inmaculada Concepción tomara forma durante los siglos XVI y XVII, en la iconografía mariana ya aparecía la representación de la luna, en su fase de cuarto creciente, bajo sus pies. Nunca se representa llena, como en la Crucifixión, sino recortada en forma de creciente.

Las vírgenes negras, aparecidas durante el siglo XII, ya se representaban con la luna a sus pies y la bola del mundo en la mano del niño sentado en el regazo o en la pierna izquierda de su madre. Estas representaciones remiten generalmente a una dualidad expresada en términos astrológicos: la bola del mundo es, en realidad, el disco solar, el astro rey que proporciona luz y calor a todos los seres vivos; la luna, en su fase de cuarto menguante, se encuentra a los pies de la virgen con los extremos mirando hacia el suelo como elemento terrenal, relacionado con las energías téctónicas. En ese sentido, la antigua Diosa Madre, representada por la virgen, se convierte en puente de unión entre los niveles celestiales, representados por el disco solar, y los terrenales, identificados por la luna. (Jesús Ávila Granados. El temple y las vírgenes negras. Codex Templi, pag. 676).

Una de las controversias surgidas una vez aceptada la iconografía mariana con la luna a sus pies, es si la luna debe ser representada con los “cuernos” hacia arriba o hacia abajo. Volveremos sobre el tema más adelante.

En este siglo XII y sucesivos, antes de atribuir la representación de la luna al Apocalipsis y al Cantar de los Cantares (las vírgenes negras sí que fueron atribuidas a este poema), la forma de representar la luna con los “cuernos” hacia arriba hacía alusión al toro o al buey. La mayoría de las vírgenes son encontradas o desenterradas de la tierra por toros o bueyes trabajando. En el lugar donde son encontradas es donde se construyen sus santuarios que con el tiempo se convierten en fuente fecunda para todos los habitantes del lugar. El toro o buey son, simbólicamente, animales viriles y solares por excelencia.

Otros autores relacionan al toro con San Lucas. Según la tradición, las vírgenes negras fueron tallas por el apóstol San Lucas y el toro es su símbolo cuando se le representa en el tetramorfos. Además, el evangelio de San Lucas se centra más en la pasión de Jesús, en que es Hijo del Hombre, que sacrificó su vida para salvar la Humanidad. De ahí su relación.

La relación del toro con la madre de Dios llega hasta la construcción de pequeños tentaderos adosados a sus santuarios, práctica frecuente en el área dominada por la cultura de los verracos. Durante las fiestas marianas, en ellos se daba y aún se da, muerte a la res, cuyos restos se reparten entre los asistentes a la romería. Un ejemplo cercano de estas construcciones lo tenemos en el santuario de la Virgen de las Nieves, Almagro.

Durante el mes de agosto es cuando más festividades se celebran relacionadas con la virgen y cuando más espectáculos taurinos hay, todos ellos asociados a las festividades marianas que son sino las fiestas patrones de ese pueblo o ciudad. Recordar también que agosto es el mes por excelencia de celebraciones marianas, casi más que mayo, ya que en la antigüedad se celebraban festejos para agradecer a la Madre Tierra que alejara las tormentas que podían destruir las cosechas que, por otro lado, ella misma había favorecido con las lluvias primaverales. Aquí aparece otra de las connotaciones de las vírgenes o Madres Tierra: es dadora y a la vez destructora de vida.

A finales de la Edad Media, la representación de la luna a los pies de la virgen se irá generalizando hasta culminar con las grandes series de Inmaculadas del siglo XVII. Surgirá así, un nuevo tema de controversia sobre si la luna debía ser representada abierta hacia arriba o hacia abajo.

El mercedario Fr. Juan Interián de Ayala señalaba hacia 1732 cómo en la representación de la luna se cometía con frecuencia el error de representarla con las puntas de sus cuernos hacia arriba cuando debían estar apuntando en dirección contraria. El tratadista D. Luis Alcázar se posicionaba en la misma línea: “En la conjunción del sol, de la luna y de las estrellas, veo que yerran frecuentemente los pintores vulgares. Pues éstos suelen pintar la luna a los pies de la soberana Señora vueltas sus puntas hacia arriba. Pero los que son peritos en las ciencias matemáticas, saben con evidencia que si el sol y la luna están ambos juntos, y desde un lugar inferior, se mira la luna por un lado, las dos puntas de ellas parecen vueltas hacia abajo, de suerte que la mujer estuviese, no sobre el cóncavo de la luna, sino sobre la parte convexa de ella. Y así debía suceder para que la luna alumbrase a la Mujer que estaba arriba”.

En el dominio escultórico, la media luna en cuarto creciente se explica debido a las posibles dificultades materiales o técnicas que supondría la luna en cuarto menguante. El tipo creciente presentaba un mejor punto de apoyo para la imagen.

No podemos eludir las posibles connotaciones político-religiosas que algunos historiadores han dado a este atributo iconográfico. La media luna se asocia e identifica con el Islam. En la Batalla de Lepanto acaecida el 7 de octubre de 1571 los turcos dispusieron inicialmente su flota naval en forma de media luna mientras los cristianos lo hacían en forma de cruz. Después de la victoria de Lepanto, la cristiandad gustó interpretar el creciente de luna bajo los pies de la Virgen como un símbolo de la victoria de la cruz sobre la media luna turca. Así, se ha visto en la media luna bajo los pies de María un modo de resaltar el triunfo del cristianismo.