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jueves, 5 de septiembre de 2019

VÍRGENES NEGRAS (IV) APARICIÓN Y VENERACIÓN

VÍRGENES NEGRAS (IV)
(Adoración y veneración)


          Carolina Walker Bynuus opinaba que “… cuánto más las imágenes se separaban de ciertos aspectos de las tradiciones a las cuales pertenecen o vinculan aspectos de la realidad que no están conectadas de manera obvia por el sentido común, la lógica o el uso, más dichas imágenes expresan las necesidades, las inquietudes y las fuentes del descanso en los corazones de los hombres y las mujeres.”.

            Cuando alguien trata de realizar cualquier percepción del pasado, realiza un ejercicio individual de recuperación de una herencia cuyos códigos sólo resultan válidos e inteligibles en un determinado marco social. Cada vez que éste se modifica, aquella percepción se ve igualmente modificada y alterada. De ahí la mayoría (por no decir la totalidad) de los errores que cometemos en la actualidad acerca del entendimiento del pasado, interpretando de manera equivocada muchas de las antiguas tradiciones y leyendas pensando que se refieren a un mundo como el nuestro, cuando en realidad se refieren a un pasado perteneciente a un ser humano que percibía aspectos simbólicos y metafísicos muy diferentes a los nuestros, y que, para nosotros hoy día, ya no es posible percibir. Todo lo relacionado con las vírgenes negras podría ser una parte de esa percepción simbólica y metafísica del pasado.

            En el capítulo anterior se ha tratado de explicar y justificar el porqué de ese color negro de la tez y manos de ciertas tallas marianas. La mayoría de las justificaciones hoy día son injustificables por lo anteriormente comentado, si bien la que estaba enfocada a la similitud entre el color negro, la representación y culto de la Madre-Tierra en la antigüedad y el color oscuro de la tierra fértil y buena para el cultivo y la vida humana, podría ser la teoría más lógica y a la vez la más elaborada. Esta teoría o idea no es en absoluto descabellada, ya que explicaría muchas de las advocaciones de estas vírgenes. Las Diosas-Madre o Madre-Tierra eran diosas lares, cercanas a la familia, regentes del hogar, de la salud, de la enfermedad, de la felicidad; es decir, de todo lo relacionado con la vida del hombre en la tierra como miembro de una sociedad o entidad familiar.


Diosa-Madre gala protectora, acompañada de niño. Siglo I a.C.

            Pero si estas tallas relacionaban al hombre con su protección, y por ende, a toda la comunidad, ¿por qué estas tallas aparecían en las afueras de las poblaciones y no en el centro o dentro de ellas? Las poblaciones generalmente crecían de forma concéntrica alrededor de una fuente de agua para proveer a toda la población, y también alrededor de la plaza en donde sus habitantes se reunían para decidir sobre sus problemas comunes o celebrar sus grandes acontecimientos; también ese punto céntrico lo ocupaba un lugar de culto. Sin embargo, dichas tallas aparecían en las afueras de las poblaciones en la mayoría de los casos.

            Tratar de responder a ese porqué en las afueras de la población nos obliga a diferenciar, aunque sea someramente y de pasada, los iconos[1] y vírgenes negras aparecidas en oriente y centroeuropa y las aparecidas y veneradas en España. Sin dejar de ser vírgenes negras e iconos en ambos casos, la peculiaridad de la Península Ibérica durante la aparición y difusión de estas tallas marianas, hace que su aparición y veneración sea diferente.

            En la difusión de las vírgenes negras jugó un importante papel la isla de Chipre, cristianizada por San Pablo y San Bernabé. Según la tradición, la Virgen María visitó a los fieles de esa comunidad antes de su muerte. De tan legendario suceso nació una gran devoción mariana extendida por toda la isla, lo que proporcionó la fundación de numerosas iglesias y monasterios consagrados a la Madre de Dios. La mayoría de ellos están sitos en bellos parajes montañosos, y se han mantenido en pie a pesar de los numerosos avatares e invasiones que la isla ha sufrido.

            En 1191, los templarios[2] tomaron Chipre, y en Pafos descubrieron la existencia del culto dedicado a una piedra negra, supuestamente encarnación de la Astarté fenicia, asimilada posteriormente a la Afrodita cipria como sucedió en otros muchos lugares y promontorios del Mediterráneo. En dicho lugar levantaron un templo en honor a la Virgen María, a la que representaron con la cara negra, tal vez porque en su rostro incrustaron parte del meteorito, como se hizo en su día con la estatua de la diosa Cibeles. Lo que sí se decía es que guardaban la citada piedra negra (o parte de ella) en el interior de un trono cúbico en el que aparecía sedente la Virgen, conscientes de su valor sagrado. Es de suponer que la nueva imagen de culto respondía al tipo de la llamada Theotokos (trono de Dios o Madre de Dios) o Kourotrophos (Madre del Niño Divino), el modelo románico vigente en la mayoría de las representaciones hasta muy avanzado el siglo XIII.

            A partir de estos hechos, los templarios contribuyeron a la difusión del culto a las vírgenes negras que proliferaron por toda Europa. Las iglesias y monasterios levantados en su honor se ubicaron, por lo general, sobre ruinas de templos paganos. De este modo se beneficiaron de su ancestral venerabilidad, superponiendo sobre las viejas creencias otras nuevas, sin destruir ni despreciar sus profundas raíces populares. En su mayoría fueron custodiados por los propios templarios o por monjes, repitiéndose el modelo del milenario santuario oriental en el que se adoraba una diosa, siempre atendida por un sacerdote masculino.


Virgen de la Encina. Ponferrada. León.


Monumento a la Virgen de la Encina. Plaza de la Encina. Ponferrada. León.
Obra de Venancio Blanco. Inaugurada el 19 de junio de 2003.

            Sin embargo, fue durante los siglos VII y VIII cuando comenzaron a proliferar iconos de la Madre de Dios, sobre todo en Constantinopla, y que, posteriormente, se difundieron por todo el Imperio de Oriente, todos ellos con la aureola de ser auténticos, ya que, según la tradición, fueron pintados por el propio San Lucas, tal y como ya se ha aludido en más de una ocasión.

            La larga serie de tales iconos, fechados en realidad a partir del siglo XIII, se envuelve en un cúmulo de leyendas y vicisitudes sufridas hasta llegar, cada uno de ellos, a su lugar de destino. Los relatos, repetidos una y mil veces, han pasado a ser parte integrante de la tradición popular de la localidad en la que dichas imágenes se veneran, haciendo caso omiso a toda clase de verificaciones históricas, ya que los datos objetivos no cambian el sentimiento de sus fieles devotos.

             En cuanto a las esculturas de bulto, atribuidas, como no y una vez más, al evangelista San Lucas, son igualmente objeto de una acendrada devoción, con similares características en cuanto a leyendas, destinos y veneración por parte de sus fieles devotos.


Icono de la virgen negra de Czestochowa. Polonia.

            Pero, ¿qué ocurrió en España, teniendo en cuenta que aquí no hay iconos sino imágenes de bulto, es decir, tallas marianas con la tez y manos negras?

            La peculiaridad de nuestro país aludida anteriormente, y la diferencia con el resto de países orientales donde también se venera a vírgenes negras, no es otra que la invasión musulmana en el siglo VIII. Se supone que la mayoría de las tallas, siguiendo sus respectivas leyendas, se ocultaron durante la invasión musulmana en cuevas y escondrijos arcanos para evitar su profanación. Su posterior hallazgo se atribuía a pastores o labriegos de forma misteriosa o casual. En tales lugares, elegidos a veces por la propia virgen, se levantó primero una ermita, convertida con el tiempo en iglesia o basílica con un monasterio  adjunto. Estos enclaves religiosos alcanzarían pronto la condición de centros de culto mariano y de peregrinación, a la vez que se convertirían en agentes dinamizadores de la vida espiritual y material de  la comarca o región de su entorno.

            En general, las historias de todas ellas son semejantes, y cuentan en su haber con episodios repetitivos con los que justificar la transformación de la primitiva ermita en iglesia basilical con monasterio incluido.

            Como se ha mencionado anteriormente, la leyenda del descubrimiento milagroso de las tallas de las vírgenes negras está generalmente asociado a un hombre sencillo y modesto, como un labrador, un pastor, un leñador, etc. Esta persona la encuentra milagrosamente en el hueco de un árbol, entre zarzales, entre pinos, entre espinos, o bien dentro de cuevas o lugares similares; de ahí que muchas de ellas sean veneradas en cuevas, criptas o iglesias subterráneas, simbolizando un lugar de interiorización, de descenso a lo más profundo de sí mismo para encontrar allí su realidad y, por ahí, acceder a la verdadera luz para empezar de nuevo un proceso de individualización.

            También es frecuente que dicho hombre sencillo las encuentre trabajando la tierra ayudado por un animal,  generalmente un buey, que arando la tierra desentierra la talla de la virgen y la hace surgir bajo tierra. Una vez descubiertas, los habitantes del lugar tratan de trasladarlas a la población, pero éstas obran un milagro que impiden el traslado, convenciendo a los fieles que es allí donde quieren permanecer, “exigiendo” que se les construyera un templo de culto en el emplazamiento exacto de su aparición, convirtiendo ese lugar en una fuente fecunda de beneficios para los habitantes del lugar.


Virgen de Candelaria entre guanches. Siglo XVIII.
Ermita de las Angustias. Santa Cruz de Tenerife.

            Antes se ha comentado que el descubrimiento de estas tallas lo realizaba, generalmente, un hombre sencillo ayudado por un animal, particularizando en el  buey o toro. Con relación a este último animal se nos hace difícil verlo trabajar “amigablemente” con el hombre, dado el carácter de bravura y “rebeldía” que de él tenemos hoy día, interiorizado en la mente del colectivo popular como el  animal “a vencer” en las populares y actualmente denostadas corridas de toros, sin olvidar las leyendas que a ellos se les atribuían como animales utilizados en la antigua Roma para “eliminar” a los incipientes cristianos en el circo romano.

            Sin embargo, en las antiguas tradiciones, el toro era simbólicamente un animal viril y solar por excelencia, pudiéndolo equiparar, e incluso reemplazar, por otros animales igualmente viriles, como el león o el ciervo (también muy asociado este último a leyendas, cantos y salmos que se recitan durante diferentes oficios en la Iglesia Católica). Al tener esa fama de bravura y rebeldía con respecto al hombre, en las leyendas de las apariciones de las vírgenes negras se les sustituye por el buey, animal mucho más dócil y más “amigable” para el ser humano. Pero, ¿por qué un buey es el que trabaja la tierra y no un burro, una mula o un caballo que son el tipo de animal que más acostumbrados estamos de ver ayudando al hombre en esas faenas agrícolas? Una vez más tenemos que retrotraernos en el tiempo para dar una pequeña y breve explicación de ello.

            En los siglos en los que comienzan a aparecer las vírgenes negras de esa forma milagrosa que acabamos de comentar, tanto el burro como el caballo no eran animales utilizados por el hombre para realizar faenas agrícolas, sino como medios de desplazamiento, además de símbolo de poder económico, sobre todo el caballo. Por ello, para las faenas agrícolas utilizaban el buey.

            Por otro lado, cuando tratamos de explicar y justificar a las vírgenes negras, unas de las primeras explicaciones van dirigidas hacia el evangelista San Lucas como el creador y realizador de tales talles. Y, …, ¿qué símbolo tiene el evangelista Lucas cuando es representado en el tetramorfos[3]? ¡Exacto! ¡El toro o el buey! Por lo tanto, la asociación del buey con las apariciones milagrosas de las vírgenes negras de debajo de la tierra tiene sus reminiscencias en el evangelista San Lucas.


Virgen de la Subterránea. Villar de Horno. Cuenca.


Toro que acompaña en el altar a la Virgen de la Subterránea.
Villar del Horno. Cuenca.

            Vemos como todo va teniendo su explicación, siempre basada o justificada con lo comentado anteriormente y fielmente ligado a la antigüedad, a aquellas reminiscencias de la Madre-Tierra, Diosa-Madre, color negro y San Lucas. De hecho, hay algunas representaciones de vírgenes negras que cuando están expuestas en su correspondiente iglesia, templo, santuario o ermita, también hay representado un toro o un buey a su lado, otra forma de asociar esa virgen negra con San Lucas. Aún más: Artemis de Éfeso (¡otra vez Éfeso!) fue conocida también con el nombre de “polimasta” por los numerosos pechos que cubrían su torso. En la actualidad, sin embargo, dado que dichos pechos carecían de pezones, se piensa que no eran mamas, sino los testículos de los toros sacrificados en su honor en las ceremonias propiciatorias de la fertilidad.


Artemisa de Éfeso.

            Las vírgenes negras están arropadas por su peculiar leyenda, fruto de una imaginación popular generadora de ilusiones en momentos en que las circunstancias políticas y sociales propiciaban, como panacea, la creencia en milagrosas apariciones. Respetadas por los habitantes de las localidades en que se encuentran, tales leyendas se rememoran devotamente en la fecha de su festividad y en las romerías celebradas en su honor. Estas romerías marianas, en su práctica totalidad, se fundamentan en presuntas apariciones de la Virgen y posteriores descubrimientos de tallas medievales escondidas, según la tradición, para que no cayeran en manos del Islam. El problema fundamental que rodea a las presuntas apariciones de la virgen es la cuestión de su autenticidad, puesto que frente al enorme y terrible poder de lo inconsciente y de la sugestión de masas, no es fácil distinguir entre una ilusión y una posible aparición de María. Hay muchas intervenciones populares, algunas procedentes del paganismo anterior, y otras que son adicciones más o menos espontáneas con calidad de auténticas invenciones en ciertos casos.

            Como nota final a todas ellas, puede señalarse el fervor popular que despiertan y la fuerza de atracción que ejercen en el ámbito del lugar en el que se veneran.

            ¡Hasta pronto!




[1] Icono: representación devota de pincel o de relieve usadas en las iglesias orientales. Este término se aplica en particular a las tablas pintadas con la llamada técnica bizantina.
[2] En las partes anteriores relacionadas con este tema de vírgenes negras,, ya se puso de manifiesto que todo lo relacionado con la orden templaria y sus freires debía ser tenido en cuenta con la máxima cautela y el mayor escepticismo, máxime, como también se dijo, dado que no hay documentación “fiable” acerca de ellos y su orden, ya que, cuando fueron arrestados, toda la documentación que poseían fue quemada y destruida a modo de eliminación de posibles pruebas incriminatorias contra ellos.
                Otra leyenda más que se les asimila es la creación del culto a Nuestra Señora, Notre Dame, pero no para venerar a la Virgen María, sino para camuflar a la Diosa-Madre bajo la imagen de una virgen negra asociando dicha imagen a María Magdalena (María de Magdalá), como la verdadera sucesora del linaje de Jesús, ya que éstos afirmaban que Jesús había tenido descendencia, lo cual nunca ha sido aceptado por la Iglesia Católica ni ninguna otra, de ahí que dicha afirmación pueda ser considerada como una verdadera herejía.
[3] El tetramorfos es una representación de los cuatro evangelistas con forma de animal. San Matero es representado como un ángel; San Marcos como un león; San Lucas como buey o toro, y San Juan como águila. Dicha representación puede tener una determinada y característica posición, asociada ésta a lo comentado por el profeta Ezequiel, de tal forma que San Mateo se representa arriba en la parte izquierda, San Marcos debajo de San Mateo, en la parte de abajo y también a la izquierda, San Marcos debajo en la parte de la derecha y, por último, San Juan arriba en la parte derecha. Esa quizás sea la forma que más se ha utilizado para representarlos, pero hay otras más. No es tema de este trabajo dar una explicación del porqué cada evangelista está asociado con ese determinado animal, ni las otras posibles representaciones del tetramorfos que podemos encontrarnos.

jueves, 29 de agosto de 2019

VÍRGENES NEGRAS (III) TEZ NEGRA


VÍRGENES NEGRAS (III)
(Tez negra)


            Católicos, ateos, agnósticos. Creyentes no creyentes. Vírgenes, Madre, madres. Paganismo, cristianismo. ¡Vaya lío que tenemos en la cabeza!, sobre todo yo, que ya no sé por dónde ando después de todo lo dicho.

            ¡Es broma! Soy eclesiástico por puro convencimiento, pero para alguien que no estuviera o esté tan convencido como yo, todo este tema de las vírgenes negras, con todo lo que lleva consigo desde la antigüedad a nuestros días, podría provocarle una laguna de fe que le hiciera tambalear todas sus creencias, mucho más si éstas fueran “igualicas” a las mías. Yo seguiría apelando a las palabras pronunciadas por Juan Pablo II y referidas en el capítulo anterior acerca del respeto hacia todos los demás que no tienen el  mismo dios que nosotros y, además, trataría de entender todo este asunto “negro” como un verdadero historiador o, como he dicho “muchismas” veces durante nuestra andadura (que ya va siendo prolífica) haciéndonos extemporáneos. De una forma o de otra debemos entender todo este asunto tratando de ponernos en la misma situación que se ponían los habitantes o las personas que vivieron durante esos periodos de tiempo. Entender su “modus vivendi”, su forma de entender el  mundo, su sociedad, sus creencias, …, todo. Debemos entender hoy día que nada es como en aquella época, y es un tremendo error tratar de ver su mundo con nuestros ojos actuales. Tratar de analizar cualquier disciplina de cualquier cultura, de cualquier época con los ojos de la  actualidad sólo nos induce a “prostituir” (vaya palabrita utilizada por un curita) todo  lo analizado. Las conclusiones que podamos extraer de ese análisis son conclusiones sesgadas, tendenciosas e incluso  malintencionadas.

            Por tanto, este tema de vírgenes negras debemos tomarlo  como un tema “cuasi” divertido, entretenido, enigmático, atrayente, misterioso o calificado con cualquier otro adjetivo que describa su carácter popular y,  reiterándome, divertido y entretenido. No se trata de sacar unas conclusiones “doctorales” ni de realizar una afirmación categórica enfocada o dirigida hacia la Iglesia Católica (tanto a favor como en contra). Se trata de pasar un buen rato, al paso de  aprender, o tratar de aprender, el por qué se produjo en un tiempo determinado de nuestra historia la aparición de un determinado número de imágenes marianas negras, muy alejadas de la imaginería mariana a la que estamos acostumbrados: de tez blanca en vez tez negra. Son vírgenes talladas y creadas interesada e intencionadamente en color negro.

            La mayoría de las imágenes marianas que conocemos son imágenes talladas y realizadas con la tez blanca de la piel, a modo de representar a dichas divinidades a imagen y semejanza de María, la madre de Jesús. Ya en la antigüedad, algunos autores como Epifanio retrataban de esta forma a la Virgen María: “La Virgen no era alta de estatura. Tenía rubios los cabellos, vivos los ojos, un tanto aceitunada la pupila. Las cejas arqueadas y negras; la nariz un poco alargada; los labios rojos y llenos de suavidad al hablar. El rostro ni redondeado ni agudo, sino ligeramente ovalado. Las manos y los dedos delgados.”

            Sin embargo, hay un determinado grupo de imágenes marianas que están talladas y realizadas intencionadamente en negro, amén de aparecer en una época muy determinada y en lugares o emplazamientos muy determinados. Relacionando el color negro, su emplazamiento, la época de su aparición y, como no, su advocación, podemos hacernos una breve composición de todo el significado que pudieran encerrar estas particulares divinidades. Veneradas en muchos países del mundo, cada una tiene un nombre y una leyenda por la que se da explicación al tono oscuro que tinta su piel y la de su hijo Jesús.

Virgen de Romacadour (Francia)

            En los capítulos anteriores hemos hablado del culto a divinidades relacionadas con la tierra, la fertilidad de la misma, cosechas, salud, familia, etc. Se han dado nombres de distintas divinidades de la antigüedad y la cultura a la que pertenecían. El sincretismo impuesto por la Iglesia Católica para tratar de ocultar el culto a estas divinidades también ha sido referido anteriormente como punto inicial del culto a la Virgen María. Pero aún nos queda un punto a tratar: el color negro. ¿Por qué ese color negro? ¿Por qué esa tez negra, tanto de la Virgen María como de su hijo?

            Veamos y vayamos por partes, aunque, como se ha dicho antes, con cautela y tomándolo todo como lo que verdaderamente es.

            La explicación del color negro de estas vírgenes o divinidades lo podemos tratar de explicar de diversas formas y maneras atendiendo a diversas justificaciones o hechos acaecidos en la antigüedad. Todo lo llegado a nuestros días de aquella antigüedad es fruto de la documentación encontrada y estudiada, y de la tradición oral llegada hasta nosotros, por lo que debemos ser cautos a la hora de analizar críticamente todo lo referido posteriormente.

            Primeramente comencemos por el legado del color negro de la Virgen María. Dicho color puede proceder, como se ha dicho en el capítulo anterior, de los cultos anteriores a las Diosas-Madre o Madre-Tierra, como Isis, Artemisa o Belisana que, a su vez, proceden de la adoración en la prehistoria de los meteoritos caídos en la Tierra, que eran venerados como fuente de vida.

            Aquellas piedras eran reunidas por los romanos, que las requisaban de los países conquistados para ser veneradas en un templo dedicado a la Magna-Mater (la Gran Madre) que construyeron en el Palatino de Roma. El pueblo romano acudía allí para solicitar favores, sobre todo relacionados con la fecundidad en el plano físico, así como la fertilidad intelectual y espiritual. Dichas piedras constituían la plasmación material del estado espiritual además de explicar el origen de la vida.

Monolito negro. 2001, una odisea en el espacio.

            Cuanta una leyenda que en Éfeso (¿os acordáis de cómo se llamaba la ciudad en la que se celebró un concilio donde fue proclamada la Virgen María como Theotokos?) fue la ciudad donde vivió la Virgen María tras la muerte de su Hijo Jesús. Dicha leyenda también sitúa allí su Ascensión (Asunción) a los cielos, que en turco se denomina Karatchalti, que significa exactamente “piedra negra”. Curiosamente también allí, en Éfeso, había un templo dedicado a la diosa Diana en la que se veneraba una estatua negra de la Gran Diosa, hermana de Apolo Solar.

            Esa veneración de las piedras negras caídas del cielo recorrió civilizaciones y países hasta llegar a la Edad Media, alcanzando incluso nuestros días. Otra tradición asociada a los Templarios (ya se sabe lo que ocurre con dicha orden) cuenta que cuando éstos llegaron al sur de Egipto, en las cercanías de Asuán, había en la isla de Philae un templo en el que aún se rendía culto a Isis con los ritos del Antiguo Egipto faraónico.

Templo Philae. Egipto.

            Fue también durante la Edad Media cuando los musulmanes conquistaron la Meca en el valle de Arabia hacia el año 683. Allí se apoderaron del templo de la Kaaba, donde destruyeron más de 360 ídolos de otras religiones, respetando, sin embargo, la piedra negra, la roca negra basáltica, la Kaaba, aquella que se decía que poseía poderes divinos y que literalmente significa “muchacha de senos muy desarrollados”, nueva alusión a la fecundidad de la mujer para compararla, una vez más, con la tierra fértil y fecunda de la naturaleza.

            No podemos olvidar que aún hoy día se sigue venerando a esa roca basáltica negra, la Kaaba, situada en la Meca, lugar sagrado de peregrinación de todos los musulmanes, que deben peregrinar allí, al menos, una vez en la vida.

Kaaba. Piedra negra de la Meca.

Distribución de la Piedra Negra dentro de la Kaaba.

            El hecho de no destruir estas piedras negras caídas el cielo refleja el temor, tanto de musulmanes como de cristianos, a destruirlas, ya que, tanto para unos como para otros, explicaba de alguna manera el origen de la vida y constituían la plasmación material del estado espiritual. Ya en la Cábala Hebraica encontramos: “El mundo sólo comenzó a existir cuando Dios cogió la Piedra de Fundación y la lanzó al abismo de las posibilidades para que pudiera constituirse el mundo sobre ella.

            La herencia de esa adoración en la prehistoria de las piedras negras basálticas caídas del cielo y veneradas como fuente de vida, es el color negro, el legado de esa primera religiosidad de la humanidad.

            Lumínicamente, el negro es el compendio de todos los colores (no refleja ninguno y los absorbe todos), la plena ausencia de luz, pudiendo tener un simbolismo maléfico, evocando habitualmente, en el orden material, a la noche, a las tinieblas, opuestas a la luz del día junto con sus peligros. En un orden psicológico, el negro podría representar la ignorancia, la ceguera, la pesadez y la materialidad, y en un orden espiritual podría representar la negación de la luz y de la inteligencia espiritual, incluso el satanismo.

            Pero no todo lo negro va a representar un aspecto maléfico, pudiendo simbolizar,  en un aspecto benéfico, el misterio, lo inexplicable,  lo indecible, la interioridad y, particularmente, el conocimiento. Quizás sea aquí, en su aspecto benéfico, donde debamos poner el énfasis a la hora de explicar el porqué de ese color negro utilizando para representar algunas imágenes marianas que terminaron por ser conocidas como vírgenes negras.

            Anteriormente, cuando hablamos de la Madre-Tierra o Diosa-Tierra, dimos por sentado que, cuando eran representadas en la antigüedad, lo hacían en un color oscuro, negro, aludiendo claramente al color de la tierra, a esa tierra fértil y fecunda de la cual brota la vida, dando sentido al misterio de la gestación oculta de la vida, color visible en su interioridad.

            El color negro nunca fue dado a otra talla que no fuera la Virgen María. Al emplear a propósito el color negro en ciertas imágenes marianas, sus creadores subrayaban de la manera más clara que para ellos la Virgen representada en negro era, al mismo tiempo, la María cristiana, la Diosa-Tierra céltica, la Isis egipcia, la Piedra Negra cósmica o la Gran Madre de todas la religiones, situándola dentro de una concepción iniciática religiosa, universal y sincrética del gran principio femenino del universo, fuente de toda vida terrestre y, a la vez, de toda religión, origen de la vida de las almas.

Pachamama. Virgen negra Madre-Tierra.

            El negro evoca la tierra, su superficie, que la mayoría de las veces es oscura, pero más todavía su interior, su profundidad misteriosa, que aflora en grutas y cavernas, esos lugares privilegiados de las manifestaciones de la Virgen. De ahí que las vírgenes negras estén asociadas a elementos ocultos, secretos, oscuros: criptas, grutas, pozos, abismo, tumba, sarcófago. Por tanto, las vírgenes negras podrían tener una significación funeraria. Sin embargo, lejos de aparecer como madonas de la buena muerte, eran ensalzadas como donadoras por excelencia de vida, de fertilidad, de fecundidad, de bienestar, como bien muestran sus diversas advocaciones: Nuestra Señora de la Buena Esperanza, de la Liberación, del Alboroto, de la Vida, de los Milagros. Esos accesorios pretendidamente “funerarios” no pueden explicarse más que por esa asociación con las catacumbas, grutas o subterráneos, en los que los iniciados o sus creadores eligieron y donde solían reunirse y trabajar. Ya en el Antiguo Testamento encontramos referencias a esos lugares oscuros y ocultos como espacios oradores de dioses y divinidades: “Yo te daré los tesoros de la oscuridad y las riquezas escondidas en un lugar secreto para que tú sepas que soy el Eterno.” (Isaías 45, 3).

Virgen de los Milagros. Puerto de Santa María. Cádiz.

            Hombres del clero, como San Bernardo de Claraval (una vez más aparece este cisterciense relacionado con una temática mariana) identificaban el color negro con la humildad. Afirmaba este monje que la negrura de la piel era un sinónimo simbólico de la humildad. Y así lo manifestaba cuando alababa precisamente estas virtudes de la virgen: “Su centro es la maternidad divina y dos grandes virtudes la han preparado: la humildad y la virginidad. Si agradó por su virginidad, por su humildad concibió.” (Homilia missus est, l). Esa concepción se produjo coincidiendo con el sol negro o sol de medianoche, llamado así al sol de Navidad, en el solsticio de invierno, pues tradicionalmente la Virgen dio a luz a Jesús a la hora de “medianoche” en la “gruta de Belén”. Aquí la Virgen aparece como Virgo Paritura, “Virgen que tiene que dar a luz”.

            Luz y tinieblas; nacimiento y muerte; sol y oscuridad. ¡Cuántas contradicciones! … y sin embargo, algo que aparentemente puede estar en constante contradicción, la relación entre ellos, no sólo es factible sino que es realmente posible y real. Una virgen negra da a luz a un hijo, a Jesús, al Hijo de Dios. Pero, ¿cuántas veces hemos visto una representación de Jesús con la tez negra? Sabemos que Jesús era judío, y que la tez predominante entre los judíos y en el territorio donde habitó, es la tez blanca, la centroeuropea, aunque algo más oscura, más “morena”, pero sin llegar nunca al color negro, a la tez negroide, llamémosle “africana”. Entonces, ¿por qué representarlo tanto a Él como a su Madre con una tez negra cuando sabemos que realmente no fue así? ¿Por qué el color negro y por qué solo se representaron durante un corto periodo de tiempo allá por los siglos XII y XIII?

            La respuesta acerca del color negro ya la hemos dado anteriormente con una extensa justificación. Dicha justificación podrá ser real o cierta según cada uno de nosotros (como todo lo relacionado con la vida subjetiva de cada individuo), pero quizás sea la justificación más “técnica” o “académica” entre historiadores e investigadores de la historia de las religiones.

            Acerca de por qué durante ese corto de tiempo solo fuesen representadas de esa forma oscura, también debemos atenernos a la historia de las religiones, a la historia de la Religión Católica, a la evolución de la Iglesia y a la evolución social de la humanidad, paralelas ambas desde siempre. Por lo tanto, ya sólo queda responder por qué la tez negra, no ya centrándonos nuevamente en el color negro, sino tratar de explicar por qué esa tez oscura, de donde viene, si hubo un inicio o fue fruto de una acumulación de hechos o consecuencias acarreadas por su ubicación y/o adoración.

            Respuestas o explicaciones sobre la negrura, tanto de tez y manos como la del Niño, la del Hijo, hay muchas y variadas, casi todas ellas meras invenciones del pueblo o la propia Iglesia Católica para justificar ese sincretismo del que tanto hemos hablado en anteriores ocasiones. Otras pueden parecer más “reales”, aunque mucho me temo que la respuesta realmente cierta, con una fiabilidad del 100%, no la sabremos nunca por motivos obvios.

            Una explicación que comenzó a circular entre la población durante las primeras apariciones de las vírgenes negras (más adelante hablaremos de esas apariciones) fue que su construcción se debió a San Lucas. Fue este evangelista quien realizó dichas representaciones o bien las pintó de un color negro una vez hechas o representadas en color blanco. Hay una leyenda que cuenta que, después de la crucifixión de Jesús, la Virgen María se trasladó a la casa de San Juan y se llevó consigo unos artículos personales, entre ellos una mesa hecha en el taller de San José. Se cuenta que fue en el tablero de esta mesa sobre el que San Lucas pintó la imagen de la Madre de Dios.[1]

            Y ahora surge otra pregunta: ¿por qué San Lucas y no cualquiera de los otros tres evangelistas canónicos, o cualquiera de sus discípulos o apóstoles? ¿Por qué él y no otro? La respuesta la podríamos encontrar en el símbolo de este evangelista: el toro, el buey. Y ahora, otra pregunta más: ¿qué tiene que ver el toro o el buey como símbolo de este evangelista con una virgen negra? Aparentemente no tienen que tener ninguna relación, salvo en el momento de las apariciones milagrosas de esta vírgenes: casi siempre son encontradas milagrosamente por estos animales cuando se encuentran realizando faenas agrícolas en el campo, sobre todo, arando la tierra; de ahí la relación vírgenes negras, toro o buey, San Lucas.

San Lucas pintando a la Virgen de Czestochowa.

San Lucas representado con el símbolo de toro o buey en el tetramorfos.
San Isidoro. León.
           
                  Queriendo ser todo lo más crédulos que queramos y podamos, aceptaríamos que San Lucas pudo pintar la primera representación de una virgen negra, pero, evidentemente, una sola, no todas las demás, mucho menos las aparecidas 1100 ó 1200 años después de su muerte. Por lo tanto, esta primera explicación no resulta muy convincente, ni mucho menos creíble, por lo que tenemos que atenernos a otra más “creíble”.

            Una segunda explicación la podemos encontrar como una consecuencia de la ubicación de estas vírgenes negras para su veneración. La aparición de estas vírgenes coincide en el tiempo con el final del arte románico y el inicio del arte gótico. Durante ese periodo de transición, las iglesias y templos eran pequeños y muy oscuros, sin apenas ventanales por donde pudiera entrar la luz para iluminarlos. Por ello, para dar esplendor y luz a estas tallas en su veneración, se ponían multitud de velas cerca o debajo de ellas para aumentar su visibilidad. El humo desprendido por la incesante cantidad de cirios y velas, y la cercanía de éstas con las imágenes fue lo que hizo ennegrecer a estas vírgenes.

            Si la explicación de San Lucas no nos ha convencido mucho, ésta otra tampoco tiene mucha consistencia para convencernos. Habida cuenta que hay más de 500 representaciones de vírgenes negras entre España (100 aproximadamente) y Europa, resulta poco creíble que todas ellas sufrieran el mismo deterioro durante el mismo tiempo. Si a eso le añadimos que en la actualidad muchísimas de ellas conservan la policromía original en el traje y manto mientras que el rostro y las manos, tanto de la madre como del niño, son o están pintadas de negro, y que, además, si así hubiera ocurrido, sólo la parte inferior de dichas representaciones hubiera sido ennegrecida y no toda ella, esta segunda explicación tampoco tiene mucho fuste a la hora de explicar y razonar el porqué de su negrura. Una vez más se pone de manifiesto el poder imaginativo e inventivo del pueblo para justificar o buscar un motivo o razón verdadera a la hora de explicar todo aquello que es inaccesible a su entendimiento y conocimiento, aquello que le puede resultar incluso mágico.

            Pasemos, pues, a una nueva explicación, aunque mucho me temo que tampoco va a resultar muy creíble.

            Esta nueva explicación la podríamos denominar “explicación química”, ya que tiene que ver con esta rama de la ciencia y un elemento químico: la plata. El color negro de las vírgenes negras proviene de la oxidación de la plata al contactar con la madera, ennegreciéndose ésta. Veamos la veracidad de esta oxidación o reacción química.

            La plata es un elemento que en la naturaleza se encuentra en estado puro. Posee propiedades anticorrosivas, con bajo potencial de oxidación, y es escasamente reactivo. Comenzó a ser utilizada en tiempos remotos por sus propiedades antibacterianas y bactericidas. Las familias poderosas utilizaban utensilios de plata para comer y beber, pues destruían las bacterias en poco tiempo. Además, el contacto de la plata con la piel de estas familias poderosas lo teñía de un color azulado, apareciendo sobre ésta las venas, también de color azulado. De ahí la expresión popular de “sangre azul” para designar a las familias nobles y poderosas.

            Pero como todo lo imaginativo y de creencia popular y mágica, también esta explicación carece de fundamento por puro desconocimiento, sobre todo cuando ese desconocimiento era máximo en la época de apariciones de las vírgenes negras.

Virgen de la Vega. Patrona de Salamanca.

            Si la plata produce un color negro o azulado en la piel al contacto con ella, esa reacción no se produce cuando el contacto es con la madera. Esto viene a colación porque se decía que todas las vírgenes negras tenían la tez y las manos cubiertas de plata. Con el paso del tiempo, la plata iba reaccionando con la madera, de tal forma que cuando se les quitó ese recubrimiento, bien por robar la plata por parte de enemigos del cristianismo, bien por cualquier otra causa o razón, la madera se había oscurecido hasta convertirse totalmente en madera negra. Pero …, ¿todas las tallas de las vírgenes negras que hay en la actualidad estaban recubiertas de plata? ¿No son muchas? ¿A todas ellas se les quitó dicha plata? ¿No se trataba de enriquecer las imágenes y tallas de las vírgenes negras en vez de empobrecerlas? ¿El fervor popular empobrecía en vez de enriquecer? Una vez más el desconocimiento y las creencias mágicas hacían huella entre la población para tratar de justificar enigmas y misterios de su vida cotidiana y religiosa, por lo que esta “explicación química” tampoco la podríamos dar como buena o válida.

            Vamos teorizando explicaciones y las vamos desechando al mismo tiempo. Esta parte aumenta de tamaño y disminuye en credibilidad, quedando pocas explicaciones y teorías para explicar “fehacientemente” la negrura de la tez y manos de las vírgenes negras. Ya únicamente nos queda la versión con la que comenzamos este tema de vírgenes negras y que hemos expuesto en más de una ocasión y bajo diversas formas y facetas. La explicación más elaborada y más “moderna” o “académica” acerca del color negro de las tallas de un determinado número de vírgenes se debe a que representan a la Madre-Tierra, con reminiscencias a antiguos cultos a la fertilidad, a la buena tierra para el cultivo y a la vida humana en los primeros asentamientos recolectores y posteriormente agrícolas. Dichas vírgenes negras se encuentran ubicadas cerca de templos pre-cristianos relacionados con la familia, la felicidad, la salud, la fertilidad, etc. Ellas son las fértiles, y presentan al niño como fruto de su fertilidad, resaltándose ellas como reinas y figura principal del conjunto.

Pero aún nos quedaría una última manera para explicar o justificar el color de la tez negra de estas vírgenes. Para muchos estudiosos del tema, la negritud de los divinos rostros se relaciona con ciertos versículos del Cantar de los Cantares[2], breve relato del Antiguo Testamento atribuido al rey Salomón, autoría que hoy es cuestionada y en general desechada por la mayoría de los críticos:

Nigra sum sed formosa filiae Hierusalem
sicut tabernacula Cedar
sicut pelles Salomonis
Nolite me considerare quod fusca
sim quia decoloravit me sol filii matris meae
pugnaverunt contra me
posuerunt me custodem
in vineis vineam meam non cultodivi

            La traducción podría ser, también en función de cada estudioso, como:

Negra soy, si queréis, pero hermosa
¡oh hijas de Jerusalén! como las tiendas de Quedar[3],
como los pabellones de Salomon

No deis importancia al hecho de que yo
sea morena[4]. Es que me ha tostado el sol.
Porque los hijos de mi madre se enojaron conmigo
y me dedicaron a guardar sus viñas
y en cambio mis propias viñas no las he podido guardar.
(Cantar de los Cantares, 1, 4-6)

            En el pedestal de la Virgen de Tindari (Silicia) aparecen grabados en latín los primeros versos referidos anteriormente del Cantar de los Cantares, lo que infiere que dichos versos y dicho libro bien pudieron ser otro motivo o excusa para dar ese color negro a las tallas de ciertas imágenes marianas.

Madonna di Tindari. Sicilia. Italia.

            Explicaciones o razones más o menos coherentes para justificar la negrura de diversas tallas marianas las hay, pero quizás sean justificaciones poco creíbles hoy día. La que más se podría acercar a la realidad y autentificar su veracidad es que sólo pueden ser realmente negras las tallas realizadas con materiales oscuros, como podría ser la ebonita, el mármol negro o la caoba. Dado que la mayoría de las vírgenes que se consideran negras no están talladas en esos materiales, todas deben su color a la pintura, barniz, betún de Judea o lacado, todo sin motivo aparente alguno, pero con una intencionalidad que hoy día nos es imposible comprender o entender, ya que tendemos que interpretar de una manera equivocada muchas de las antiguas tradiciones y leyendas porque pensamos que se refieren a un mundo como el nuestro. A nuestras mentes modernas les cuesta captar la verdadera dimensión de estas tradiciones,  y siempre estamos tentados a mirar con incredulidad y a considerar todo esto como creencias del pasado, sin ningún valor aparente ni coherencia lógica. Precisamente,  cuando se trata de racionalizar un símbolo o tradición auténtica sólo se está procediendo a su corrupción y destrucción.

            ¡Hasta pronto!





[1] San Lucas es el segundo evangelista en antigüedad de sus escritos, por detrás de San Marcos. Además de médico de profesión, se le suponía pintor y escultor. De su posible encuentro con la Virgen María, a quién según se decía, visitó en compañía de San Pablo, se nutrió la tradición cristiana.
                Otras tradiciones asocian la tabla que le proporcionó la Virgen María y sobre la que pintó los iconos de la misma, con una rama del Árbol de la Vida que el arcángel San Gabriel le proporcionó a la Madre de Dios. Según otras tradiciones, la tabla procedía de la mesa familiar fabricada por el mismo Jesús o, incluso, de la tabla utilizada como mesa en la Última Cena.
[2] El Cantar de los Cantares es un breve relato del Antiguo Testamento, considerado uno de los más bonitos, tanto desde el punto de vista puramente humano como, sobre todo, desde un punto de vista espiritual y sobrenatural. A pesar de su apariencia profana, cabe encontrar en él un significado místico muy claro tanto para los judíos como para los cristianos: la unión de Yahvé con su pueblo Israel para los judíos; la unión de Cristo con la Iglesia para los cristianos. En definitiva, la unión de Dios con su pueblo y la entrega mística del alma a Dios.
                Que en el Cantar de los Cantares se encierra un mensaje religioso es algo realmente evidente. De no ser así, de ser un escrito puramente profano, no hubiera sido aceptado como libro sagrado y en modo alguno habría sido incluido en el Canon de los libros inspirados por Dios.
[3] Negras eran aquellas tiendas, dentro de las cuales se guardaban los bienes de sus dueños, al igual que eran ricos y hermosos los pabellones del rey Salomón. Estas tiendas las utilizaban los pastores nómadas de Quedar y las realizaban con pieles de cabra de pelo negro.
[4] Aunque hoy se haya puesto de moda tostarse al sol para coger color moreno, en la antigua Palestina ser morena podía constituir un demérito. No hace falta remontarse mucho tiempo para recordar que hasta hace aún pocos años, las chicas y las mujeres del campo, sobre todo las de pelo negro, procuraban proteger la cara para que el sol y el aire no se la tostara en demasía. La amada del Cantar de los Cantares se sabe morena y da su explicación.