jueves, 5 de septiembre de 2019

VÍRGENES NEGRAS (IV) APARICIÓN Y VENERACIÓN

VÍRGENES NEGRAS (IV)
(Adoración y veneración)


          Carolina Walker Bynuus opinaba que “… cuánto más las imágenes se separaban de ciertos aspectos de las tradiciones a las cuales pertenecen o vinculan aspectos de la realidad que no están conectadas de manera obvia por el sentido común, la lógica o el uso, más dichas imágenes expresan las necesidades, las inquietudes y las fuentes del descanso en los corazones de los hombres y las mujeres.”.

            Cuando alguien trata de realizar cualquier percepción del pasado, realiza un ejercicio individual de recuperación de una herencia cuyos códigos sólo resultan válidos e inteligibles en un determinado marco social. Cada vez que éste se modifica, aquella percepción se ve igualmente modificada y alterada. De ahí la mayoría (por no decir la totalidad) de los errores que cometemos en la actualidad acerca del entendimiento del pasado, interpretando de manera equivocada muchas de las antiguas tradiciones y leyendas pensando que se refieren a un mundo como el nuestro, cuando en realidad se refieren a un pasado perteneciente a un ser humano que percibía aspectos simbólicos y metafísicos muy diferentes a los nuestros, y que, para nosotros hoy día, ya no es posible percibir. Todo lo relacionado con las vírgenes negras podría ser una parte de esa percepción simbólica y metafísica del pasado.

            En el capítulo anterior se ha tratado de explicar y justificar el porqué de ese color negro de la tez y manos de ciertas tallas marianas. La mayoría de las justificaciones hoy día son injustificables por lo anteriormente comentado, si bien la que estaba enfocada a la similitud entre el color negro, la representación y culto de la Madre-Tierra en la antigüedad y el color oscuro de la tierra fértil y buena para el cultivo y la vida humana, podría ser la teoría más lógica y a la vez la más elaborada. Esta teoría o idea no es en absoluto descabellada, ya que explicaría muchas de las advocaciones de estas vírgenes. Las Diosas-Madre o Madre-Tierra eran diosas lares, cercanas a la familia, regentes del hogar, de la salud, de la enfermedad, de la felicidad; es decir, de todo lo relacionado con la vida del hombre en la tierra como miembro de una sociedad o entidad familiar.


Diosa-Madre gala protectora, acompañada de niño. Siglo I a.C.

            Pero si estas tallas relacionaban al hombre con su protección, y por ende, a toda la comunidad, ¿por qué estas tallas aparecían en las afueras de las poblaciones y no en el centro o dentro de ellas? Las poblaciones generalmente crecían de forma concéntrica alrededor de una fuente de agua para proveer a toda la población, y también alrededor de la plaza en donde sus habitantes se reunían para decidir sobre sus problemas comunes o celebrar sus grandes acontecimientos; también ese punto céntrico lo ocupaba un lugar de culto. Sin embargo, dichas tallas aparecían en las afueras de las poblaciones en la mayoría de los casos.

            Tratar de responder a ese porqué en las afueras de la población nos obliga a diferenciar, aunque sea someramente y de pasada, los iconos[1] y vírgenes negras aparecidas en oriente y centroeuropa y las aparecidas y veneradas en España. Sin dejar de ser vírgenes negras e iconos en ambos casos, la peculiaridad de la Península Ibérica durante la aparición y difusión de estas tallas marianas, hace que su aparición y veneración sea diferente.

            En la difusión de las vírgenes negras jugó un importante papel la isla de Chipre, cristianizada por San Pablo y San Bernabé. Según la tradición, la Virgen María visitó a los fieles de esa comunidad antes de su muerte. De tan legendario suceso nació una gran devoción mariana extendida por toda la isla, lo que proporcionó la fundación de numerosas iglesias y monasterios consagrados a la Madre de Dios. La mayoría de ellos están sitos en bellos parajes montañosos, y se han mantenido en pie a pesar de los numerosos avatares e invasiones que la isla ha sufrido.

            En 1191, los templarios[2] tomaron Chipre, y en Pafos descubrieron la existencia del culto dedicado a una piedra negra, supuestamente encarnación de la Astarté fenicia, asimilada posteriormente a la Afrodita cipria como sucedió en otros muchos lugares y promontorios del Mediterráneo. En dicho lugar levantaron un templo en honor a la Virgen María, a la que representaron con la cara negra, tal vez porque en su rostro incrustaron parte del meteorito, como se hizo en su día con la estatua de la diosa Cibeles. Lo que sí se decía es que guardaban la citada piedra negra (o parte de ella) en el interior de un trono cúbico en el que aparecía sedente la Virgen, conscientes de su valor sagrado. Es de suponer que la nueva imagen de culto respondía al tipo de la llamada Theotokos (trono de Dios o Madre de Dios) o Kourotrophos (Madre del Niño Divino), el modelo románico vigente en la mayoría de las representaciones hasta muy avanzado el siglo XIII.

            A partir de estos hechos, los templarios contribuyeron a la difusión del culto a las vírgenes negras que proliferaron por toda Europa. Las iglesias y monasterios levantados en su honor se ubicaron, por lo general, sobre ruinas de templos paganos. De este modo se beneficiaron de su ancestral venerabilidad, superponiendo sobre las viejas creencias otras nuevas, sin destruir ni despreciar sus profundas raíces populares. En su mayoría fueron custodiados por los propios templarios o por monjes, repitiéndose el modelo del milenario santuario oriental en el que se adoraba una diosa, siempre atendida por un sacerdote masculino.


Virgen de la Encina. Ponferrada. León.


Monumento a la Virgen de la Encina. Plaza de la Encina. Ponferrada. León.
Obra de Venancio Blanco. Inaugurada el 19 de junio de 2003.

            Sin embargo, fue durante los siglos VII y VIII cuando comenzaron a proliferar iconos de la Madre de Dios, sobre todo en Constantinopla, y que, posteriormente, se difundieron por todo el Imperio de Oriente, todos ellos con la aureola de ser auténticos, ya que, según la tradición, fueron pintados por el propio San Lucas, tal y como ya se ha aludido en más de una ocasión.

            La larga serie de tales iconos, fechados en realidad a partir del siglo XIII, se envuelve en un cúmulo de leyendas y vicisitudes sufridas hasta llegar, cada uno de ellos, a su lugar de destino. Los relatos, repetidos una y mil veces, han pasado a ser parte integrante de la tradición popular de la localidad en la que dichas imágenes se veneran, haciendo caso omiso a toda clase de verificaciones históricas, ya que los datos objetivos no cambian el sentimiento de sus fieles devotos.

             En cuanto a las esculturas de bulto, atribuidas, como no y una vez más, al evangelista San Lucas, son igualmente objeto de una acendrada devoción, con similares características en cuanto a leyendas, destinos y veneración por parte de sus fieles devotos.


Icono de la virgen negra de Czestochowa. Polonia.

            Pero, ¿qué ocurrió en España, teniendo en cuenta que aquí no hay iconos sino imágenes de bulto, es decir, tallas marianas con la tez y manos negras?

            La peculiaridad de nuestro país aludida anteriormente, y la diferencia con el resto de países orientales donde también se venera a vírgenes negras, no es otra que la invasión musulmana en el siglo VIII. Se supone que la mayoría de las tallas, siguiendo sus respectivas leyendas, se ocultaron durante la invasión musulmana en cuevas y escondrijos arcanos para evitar su profanación. Su posterior hallazgo se atribuía a pastores o labriegos de forma misteriosa o casual. En tales lugares, elegidos a veces por la propia virgen, se levantó primero una ermita, convertida con el tiempo en iglesia o basílica con un monasterio  adjunto. Estos enclaves religiosos alcanzarían pronto la condición de centros de culto mariano y de peregrinación, a la vez que se convertirían en agentes dinamizadores de la vida espiritual y material de  la comarca o región de su entorno.

            En general, las historias de todas ellas son semejantes, y cuentan en su haber con episodios repetitivos con los que justificar la transformación de la primitiva ermita en iglesia basilical con monasterio incluido.

            Como se ha mencionado anteriormente, la leyenda del descubrimiento milagroso de las tallas de las vírgenes negras está generalmente asociado a un hombre sencillo y modesto, como un labrador, un pastor, un leñador, etc. Esta persona la encuentra milagrosamente en el hueco de un árbol, entre zarzales, entre pinos, entre espinos, o bien dentro de cuevas o lugares similares; de ahí que muchas de ellas sean veneradas en cuevas, criptas o iglesias subterráneas, simbolizando un lugar de interiorización, de descenso a lo más profundo de sí mismo para encontrar allí su realidad y, por ahí, acceder a la verdadera luz para empezar de nuevo un proceso de individualización.

            También es frecuente que dicho hombre sencillo las encuentre trabajando la tierra ayudado por un animal,  generalmente un buey, que arando la tierra desentierra la talla de la virgen y la hace surgir bajo tierra. Una vez descubiertas, los habitantes del lugar tratan de trasladarlas a la población, pero éstas obran un milagro que impiden el traslado, convenciendo a los fieles que es allí donde quieren permanecer, “exigiendo” que se les construyera un templo de culto en el emplazamiento exacto de su aparición, convirtiendo ese lugar en una fuente fecunda de beneficios para los habitantes del lugar.


Virgen de Candelaria entre guanches. Siglo XVIII.
Ermita de las Angustias. Santa Cruz de Tenerife.

            Antes se ha comentado que el descubrimiento de estas tallas lo realizaba, generalmente, un hombre sencillo ayudado por un animal, particularizando en el  buey o toro. Con relación a este último animal se nos hace difícil verlo trabajar “amigablemente” con el hombre, dado el carácter de bravura y “rebeldía” que de él tenemos hoy día, interiorizado en la mente del colectivo popular como el  animal “a vencer” en las populares y actualmente denostadas corridas de toros, sin olvidar las leyendas que a ellos se les atribuían como animales utilizados en la antigua Roma para “eliminar” a los incipientes cristianos en el circo romano.

            Sin embargo, en las antiguas tradiciones, el toro era simbólicamente un animal viril y solar por excelencia, pudiéndolo equiparar, e incluso reemplazar, por otros animales igualmente viriles, como el león o el ciervo (también muy asociado este último a leyendas, cantos y salmos que se recitan durante diferentes oficios en la Iglesia Católica). Al tener esa fama de bravura y rebeldía con respecto al hombre, en las leyendas de las apariciones de las vírgenes negras se les sustituye por el buey, animal mucho más dócil y más “amigable” para el ser humano. Pero, ¿por qué un buey es el que trabaja la tierra y no un burro, una mula o un caballo que son el tipo de animal que más acostumbrados estamos de ver ayudando al hombre en esas faenas agrícolas? Una vez más tenemos que retrotraernos en el tiempo para dar una pequeña y breve explicación de ello.

            En los siglos en los que comienzan a aparecer las vírgenes negras de esa forma milagrosa que acabamos de comentar, tanto el burro como el caballo no eran animales utilizados por el hombre para realizar faenas agrícolas, sino como medios de desplazamiento, además de símbolo de poder económico, sobre todo el caballo. Por ello, para las faenas agrícolas utilizaban el buey.

            Por otro lado, cuando tratamos de explicar y justificar a las vírgenes negras, unas de las primeras explicaciones van dirigidas hacia el evangelista San Lucas como el creador y realizador de tales talles. Y, …, ¿qué símbolo tiene el evangelista Lucas cuando es representado en el tetramorfos[3]? ¡Exacto! ¡El toro o el buey! Por lo tanto, la asociación del buey con las apariciones milagrosas de las vírgenes negras de debajo de la tierra tiene sus reminiscencias en el evangelista San Lucas.


Virgen de la Subterránea. Villar de Horno. Cuenca.


Toro que acompaña en el altar a la Virgen de la Subterránea.
Villar del Horno. Cuenca.

            Vemos como todo va teniendo su explicación, siempre basada o justificada con lo comentado anteriormente y fielmente ligado a la antigüedad, a aquellas reminiscencias de la Madre-Tierra, Diosa-Madre, color negro y San Lucas. De hecho, hay algunas representaciones de vírgenes negras que cuando están expuestas en su correspondiente iglesia, templo, santuario o ermita, también hay representado un toro o un buey a su lado, otra forma de asociar esa virgen negra con San Lucas. Aún más: Artemis de Éfeso (¡otra vez Éfeso!) fue conocida también con el nombre de “polimasta” por los numerosos pechos que cubrían su torso. En la actualidad, sin embargo, dado que dichos pechos carecían de pezones, se piensa que no eran mamas, sino los testículos de los toros sacrificados en su honor en las ceremonias propiciatorias de la fertilidad.


Artemisa de Éfeso.

            Las vírgenes negras están arropadas por su peculiar leyenda, fruto de una imaginación popular generadora de ilusiones en momentos en que las circunstancias políticas y sociales propiciaban, como panacea, la creencia en milagrosas apariciones. Respetadas por los habitantes de las localidades en que se encuentran, tales leyendas se rememoran devotamente en la fecha de su festividad y en las romerías celebradas en su honor. Estas romerías marianas, en su práctica totalidad, se fundamentan en presuntas apariciones de la Virgen y posteriores descubrimientos de tallas medievales escondidas, según la tradición, para que no cayeran en manos del Islam. El problema fundamental que rodea a las presuntas apariciones de la virgen es la cuestión de su autenticidad, puesto que frente al enorme y terrible poder de lo inconsciente y de la sugestión de masas, no es fácil distinguir entre una ilusión y una posible aparición de María. Hay muchas intervenciones populares, algunas procedentes del paganismo anterior, y otras que son adicciones más o menos espontáneas con calidad de auténticas invenciones en ciertos casos.

            Como nota final a todas ellas, puede señalarse el fervor popular que despiertan y la fuerza de atracción que ejercen en el ámbito del lugar en el que se veneran.

            ¡Hasta pronto!




[1] Icono: representación devota de pincel o de relieve usadas en las iglesias orientales. Este término se aplica en particular a las tablas pintadas con la llamada técnica bizantina.
[2] En las partes anteriores relacionadas con este tema de vírgenes negras,, ya se puso de manifiesto que todo lo relacionado con la orden templaria y sus freires debía ser tenido en cuenta con la máxima cautela y el mayor escepticismo, máxime, como también se dijo, dado que no hay documentación “fiable” acerca de ellos y su orden, ya que, cuando fueron arrestados, toda la documentación que poseían fue quemada y destruida a modo de eliminación de posibles pruebas incriminatorias contra ellos.
                Otra leyenda más que se les asimila es la creación del culto a Nuestra Señora, Notre Dame, pero no para venerar a la Virgen María, sino para camuflar a la Diosa-Madre bajo la imagen de una virgen negra asociando dicha imagen a María Magdalena (María de Magdalá), como la verdadera sucesora del linaje de Jesús, ya que éstos afirmaban que Jesús había tenido descendencia, lo cual nunca ha sido aceptado por la Iglesia Católica ni ninguna otra, de ahí que dicha afirmación pueda ser considerada como una verdadera herejía.
[3] El tetramorfos es una representación de los cuatro evangelistas con forma de animal. San Matero es representado como un ángel; San Marcos como un león; San Lucas como buey o toro, y San Juan como águila. Dicha representación puede tener una determinada y característica posición, asociada ésta a lo comentado por el profeta Ezequiel, de tal forma que San Mateo se representa arriba en la parte izquierda, San Marcos debajo de San Mateo, en la parte de abajo y también a la izquierda, San Marcos debajo en la parte de la derecha y, por último, San Juan arriba en la parte derecha. Esa quizás sea la forma que más se ha utilizado para representarlos, pero hay otras más. No es tema de este trabajo dar una explicación del porqué cada evangelista está asociado con ese determinado animal, ni las otras posibles representaciones del tetramorfos que podemos encontrarnos.

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