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miércoles, 21 de septiembre de 2011

EL VALOR DE LA EDUCACIÓN

http://www.elpais.com/articulo/opinion/valor/educacion/elpepiopi/20110915elpepiopi_5/Tes
JULIÁN CASANOVAS

Cada vez está más claro que nuestra riqueza nacional obtenida en los largos años dorados del boom inmobiliario no fue a parar a la educación. La educación, como podemos comprobar un día sí y otro también, no es una de nuestras glorias nacionales, a diferencia, por ejemplo, del fútbol o, hasta no hace mucho, de los toros. Y aunque los políticos suelen hablar de la educación, la mayoría de ellos no sienten ninguna devoción hacia ella y prefieren, por el contrario, estimular la ignorancia, la burricie y la estupidez.

La educación en España provoca mucho ruido y poco debate. En términos generales, nuestros políticos sienten atracción por el poder, la comunicación, es decir, salir mucho en los medios, y por sus votantes, aunque solo por los más fieles. Como para lograr todo eso no necesitan estudiar, sentir el amor por el conocimiento, la educación les trae sin cuidado. Hablan, eso sí, de formación, pero, en realidad, quieren decir preparación, adquirir crédito profesional a través de un título, ganar dinero fácil y con rapidez. La formación es otra cosa.

Como ocurre con casi todo en la vida, no hay una única y simple verdad sobre la educación, pero hay un acuerdo bastante básico entre los especialistas en señalar que la educación significa el desarrollo integral de los individuos más allá de la preparación profesional, algo que incluye necesariamente comprender la naturaleza de las cosas y el mundo que nos rodea. La educación es una guía imprescindible para captar los entresijos de la sociedad tan compleja que hemos creado. Conocimiento, respeto por las personas y ambición por ampliar los estrechos horizontes de la pequeña comunidad de vecinos, familia y amigos en la que cada uno habitamos. Esas son tres cualidades básicas de la educación.

Con el trasfondo de la cruda crisis económica y de las altas tasas de paro que padecemos, a muchos les gusta repetir hasta la saciedad que nunca ha habido una generación tan bien formada como los jóvenes en la actualidad, lo cual, vista la historia de España de la mayor parte del siglo XX, no significa gran cosa. Ese tópico, un lugar común bastante generalizado también en los medios de comunicación, en las tertulias y en la calle, es el resultado, por un lado, de la confusión entre preparación profesional, aunque sea chapucera, y formación; y por otro, de un desconocimiento agudo y preocupante de lo que significa la educación.

Una persona educada debe ser capaz de pensar y escribir con claridad, comunicar con precisión y pensar críticamente, algo que debería ser un requisito imprescindible para los estudiantes universitarios. No hace falta conocer mucho las universidades españolas ni ser un especialista en educación para comprobar lo lejos que estamos de esa primera y fundamental premisa.

Una buena educación, además, debe proporcionar una apreciación crítica de las formas en que obtenemos el conocimiento y la comprensión de la sociedad, conocimientos básicos de los métodos experimentales de las ciencias, de los logros sociales, artísticos y literarios del pasado, de las principales concepciones religiosas y filosóficas que han guiado la evolución de la humanidad. No se puede ser provinciano, solo del pueblo o ciudad donde uno ha nacido, sin aspirar a aprender de verdad otros idiomas, ignorando a las otras culturas o los hechos históricos que han contribuido a configurar el presente. La educación debería servir también, por supuesto, para adquirir especialización o formación profesional en algún campo de conocimiento. De una persona educada, en fin, se espera que tenga algún conocimiento sobre los problemas éticos y morales, en constante cambio, que pueda ayudarle a formarse un juicio sólido y elegir entre las diferentes opciones.

El salto de la mera preparación, de un conocimiento informado, a una apreciación crítica de las cosas, a la formación profunda, puede resultar una ambición inalcanzable, pero hay que perseguirla con ahínco a través del estudio continuo, del estímulo del hábito de la atención, del arte de la expresión y del pensamiento crítico. Desarrollar los poderes del razonamiento y del análisis no es algo que se estimule mucho entre nosotros, dominados como estamos por la mentalidad de los tecnócratas y de los corredores de Bolsa, que animan a obtener beneficios inmediatos, con un desconocimiento supino de lo que significa organizar la enseñanza a largo plazo.

La educación es un privilegio que no puede dejarse en manos de los burócratas, de los amantes de las estadísticas y del currículo, de quienes desprecian a los profesores y limitan su autoridad ante los alumnos, los padres y la sociedad en general. En los tiempos en que vivimos, rodeados de ordenadores y tecnología moderna, la información puede adquirirse sin demasiada dificultad. La educación necesita mucho más, aunque en España todavía no nos hayamos enterado.

viernes, 20 de febrero de 2009

¡SÍ A LA VIDA!

La desaparición o muerte de Marta del Castillo (siempre según sus presuntos autores materiales, porque aún no ha aparecido el cadáver y no se puede considerar que esté muerta –trampas legales y burocráticas-) ha puesto de manifiesto, una vez más, la tremenda sinrazón que todos llevamos dentro, que aflora en nosotros cuando menos lo esperamos si no somos capaces de controlarla y que la mayoría de las veces la usamos para querer solucionar nuestro propios problemas, sin pararnos a pensar en otras soluciones más acordes con el problema y que por muy grande que éste pueda ser o parecernos, jamás debemos apelar a ella.

Esto, hasta aquí, creo que todos lo sabemos y que, con casos como éste, nos conviene recordar. Pero creo que de este suceso y de sucesos similares, hay algo que se nos pasa por alto y es el poco aprecio que tienen o tenemos a la vida, a nuestra propia vida y a la de los demás. ¡Que poco nos importa la vida!, sobre todo la de los demás. Se mata sin más, sin pensarlo, como un hecho natural y cotidiano, como una tarea más en nuestro quehacer diario, sin ser, ni de lejos, conscientes de todo lo que la vida entraña, para nosotros y, sobre todo, para la persona a la que se la estamos quitando.

¡Se lo dije! … ¡Se lo merecía! …, son frases que suelen dar los acusados cuando les preguntan el porqué de tal acción, eso si no son unos cobardes y reculan durante el juicio alegando drogadicción, alcoholismo, enajenación mental o cualquier otra argucia legal, vomitiva y palanganera.

Aún así, creo que hay todavía algo peor que el poco aprecio a la vida y es el cada vez menos aprecio a la vida de los jóvenes de hoy, no todos, lógicamente y por suerte, pero sí de muchos y, lamentablemente, de cada vez más. Son jóvenes sin aspiraciones en la vida, hedonistas, narcisistas, sin valores, que no quieren trabajar, vivir sólo a su manera y pasando por encima de quien haga falta, con una sensación de impunidad reafirmada continuamente con casos como éste (saben que saldrán libres en pocos años, en el supuesto de que sean condenados), despreciando a quien no hace lo que ellos hacen o comparten sus ideas, usando la violencia por el mero hecho de “haberlos mirado mal”; en definitiva, los dueños y señores de la sociedad y ejemplo a seguir de la mayoría de los adolescentes de hoy día, “encarcelados” en los centros educativos, mientras sus “ídolos” campan a sus anchas marcando estilo, estilo de vida.

Últimamente, se está hablando mucho de la EpC, si sí o si no, si es buena o no lo es tanto, si educa o adoctrina, si derechos, si valores, … pero nos estamos olvidando de los “monstruitos” que estamos creando; nos fijamos en el sí a los valores democráticos, sí a los valores morales, sí a los derechos humanos, sí a los derechos constitucionales, pero … ¿y el sí a la vida? ¿y el sí al derecho a la vida? ¿se lo estamos inculcando? ¿saben lo que es la vida, la vida como vida, no como forma de vivir? ¿saben que no pueden arrebatársela a nadie? ¿saben que no son dueños de ninguna? ¿saben que no es un medio para solucionar problemas? ¿saben que no es una vía para reafirmarse en la sociedad, en “su” sociedad?

Estamos construyendo la pirámide social por la cúspide, por el pico, y la pura lógica, no la de los egipcios, sino la actual, nos dice que para construir o edificar algo con perspectiva de futuro y a largo plazo, debemos de basarla en unos buenos y grandes pilares que sean capaces de sustentar el resto de la edificación. La muerte/desaparición de Marta del Castillo pone de manifiesto que esta sociedad no posee pilares básicos en los que sustentarse; tan sólo cuatro muros tipo casa de los tres cerditos que cualquier mal aire nos la destroza.

Durante todos estos días, todos hemos sido Marta. En el próximo suceso seremos el nombre de la nueva víctima. Pero todos ellos tienen el mismo denominador común: la vida, la devaluación de la vida.

En este suceso y en los próximos, todos debemos ser vida, todos debemos reclamarla, todos debemos defenderla con el eslogan:

¡¡¡SI A LA VIDA!!!