miércoles, 8 de agosto de 2018

PATÁ EN LAS QUIJÁS (XII)



         … a los impresentables y gentuza que han realizado una pintada en una escultura del siglo XII en la fachada de la catedral de Santiago de Compostela (La Coruña).


         Estos analfabetos y despreciables seres incultos se valen de la nueva cultura del todo vale para hacer lo que les da la gana, cuándo les da la gana, dónde les da la gana y cómo les da la gana. Y lo hacen con el convencimiento total que van a salir indemnes de este acto vandálico. Saben que, si son pillados, no les va a pasar nada, bien porque la justicia sea laxa , una vez más, en estos temas, o bien porque sus “papis” los van a salvar de un multazo o de una condena carcelaria. Son niñitos de papá mimados hasta la saciedad que recibirán su mayor castigo con un “pupa, caca, nene, eso no se hace”. Los retoños despreciables agacharán sus cabecitas con la carita muy seria pero con los ojos secos como hojarasca a modo de disculpa. Disculpa que jamás saldrá por sus pestilentes bocsa, mucho menos de pensamiento. Una vez que esté nuevamente libres de este acto vandálico, asirán con sus garras ese nuevo artilugio adictivo y se comunicarán con sus hermanos de camada y ganadería para preparar su próxima fechoría, que esta última ha quedado “de puta madre”, y, de paso, se han hecho famosillos saliendo en todas las cadenas de televisión. La próxima fechoría será aún más sonada, visto el resultado de la última y las consecuencia que les han acarreado.

         Mientras, la sociedad asiste estupefacta y, sobre todo, asustada viendo cómo estos animales incultos y analfabetos salen libres de un acto vandálico de este alcance y características, cuando las personas decentes pueden recibir multazos y penas de cárcel por actos y hechos mucho menores que esta acto vandálico. Una vez más pondrán el grito en el cielo comparando actos y penas, teniendo como resultado un rechazo absoluto a todo lo que huela o tenga que ver con la justicia. Y no les faltará razón.

         Artículos periodísticos, manifestaciones, corrillos de esquina y mercadillo, tertulias cafeteras o cañeras, punto del día en comités políticos. En cada una de esas conversaciones o comunicaciones se dará una solución para evitar y eliminar estos actos vandálicos. Unas será más laxas, otras más duras y tajantes, pero, al final, las conclusiones finales que se obtengan a la clausura de dichas reuniones deberán ser unas conclusiones “políticamente correctas”. Nada de mano dura, nada de condenas duras, nada de cárcel, ni de reformatorios, nide bofetada con la mano abierta. Trabajo social para la comunidad que consistirá, como mucho, en quitar y barrer hojas secas durante tres horas por la mañana el próximo otoño. ¡Así aprenderán!, dirán los lumbreras pedagogos del momento. Mientras, las personas decentes seguirán asustadas pensando y aventurando las penas que les pueden caer a ellos por actos y hechos mucho menores que el cometido por estos animales incultos y despreciables.

         Todo ello sucederá; todo ellos quedará en agua de borrajas. La justicia y los papis han dictado sentencia, y esos animales despreciables estarán reunidos en cualquier pocilga preparando el siguiente acto terrorista con más ganas aún si cabe.

         Las conclusiones de la clausura de este tema no estarán claras a la hora de juzgar y condenar a los verdaderos autores de este acto vandálico: estos analfabetos impresentables por ser los autores materiales del acto; los papis de esta gentuza por estar constantemente salvándolos de sus actos; o la justicia y legisladores por no endurecer el código penal para castigar estos actos.

         La sociedad, nuevamente, se dividirá a la hora de adjudicar y señalar al verdadero culpable. Las tres posibles partes culpables estarán riendo a carcajadas socarronamente sabiendo que, agarradas a la máxima del “divide y vencerás”, han salido una vez más vencedores e indemnes de este acto vandálico. Tienen clara la manera y forma de actuar. Tan sólo hay que esperar a la próxima vez que, seguro ocurrirá, y nuevamente volveremos a empezar con la misma cantinela.

         Hasta entonces, patas en las quijás a partes iguales para todos ellos, pero para todos ellos.



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