lunes, 29 de marzo de 2021

CONSIDERACIONES SOBRE LA SEMANA SANTA (Divertimento Pascual) II



A MODO DE INTRODUCCIÓN

La Pascua es la fiesta principal y la más antigua de los cristianos. Es el corazón del año litúrgico. León I (sermón xvii en Exodum) la llama la fiesta mayor (festum festorum, máxima fiesta), y dice que la Navidad se celebra en preparación para la Pascua, pues si en la natividad nació el Salvador y nos llenó de gozo su venida, aún mayor alegría nos causa el cumplimiento de las promesas de Dios al enviarnos a un Salvador que rescatará a la humanidad entera del pecado. En los primeros años del cristianismo, estos días fueron denominados Gran Semana o Semana Mayor.

            La Pascua es la conmemoración anual que las iglesias cristianas hacen del misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, la Resurrección del Cordero Inmolado: Jesucristo. Recuerda los últimos días de Jesús de Nazaret en la tierra, rememorando todos aquellos acontecimientos que vivió y que le llevaron a morir en la cruz, resucitando a los tres días de su muerte. Manifiesta la victoria ganada en la Cruz por Jesús sobre el demonio.

Para celebrar el aniversario de estos acontecimientos salvadores, cada año, en la fecha apropiada (el primer domingo después de la primera luna llena de primavera), los cristianos conmemoran la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

Las celebraciones comienzan el Domingo de Ramos, con el recuerdo de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (que hoy se conmemora con la bendición de palmas en la misa), y terminan el Domingo de Resurrección. Entre medias, el Jueves Santo se recuerda la Última Cena de Jesús con los apóstoles, donde se instituyó el sacramento de la Eucaristía. El Viernes Santo se conmemora la Pasión y Muerte de Jesús en la cruz, para, posteriormente, el Sábado Santo pasarlo esperando, cerca del sepulcro de Cristo, su resurrección, que se celebra con júbilo la misma noche del sábado en la Vigilia Pascual, que abre la puerta y da el pistoletazo de salida a las grandes celebraciones del Santo Día de Pascua, Domingo de Resurrección, y que se alargarán durante 50 días más, hasta Pentecostés, fiesta de la llegada del Espíritu Santo.

De todas las celebraciones de la Semana Santa o Semana Mayor, la Vigilia Pascual (noche del sábado al domingo) quizás sea la celebración más solemne e importante de todo el año litúrgico cristiano. Esa noche se bendice el Fuego Nuevo y se enciende el Cirio Pascual, se canta el Anuncio de la Pascua, y se leen las lecturas del Antiguo Testamento que nos narran la historia de la Salvación, sobre todo la primera pascua, la pascua judía, que se sucede con la salida de los hebreos esclavos de Egipto y su éxodo hacia la Tierra Prometida, después de su paso por el Mar Rojo. La historia de la creación, el sacrificio de Isaac y el cruce del Mar Rojo son otras de las lecturas que también se leen en esta Vigilia Pascual del sábado santo.

Las lecturas bíblicas finalizan con la solemne proclamación del Evangelio de la Resurrección, precedida por el retorno del canto del Aleluya, silenciado durante toda la Cuaresma. Posteriormente se bendicen las fuentes bautismales, se bautizan a aquellas personas que se han preparado para ello, y todos renuevan las promesas de su propio bautismo -esa agua bendecida durante la Vigilia Pascual se usará para los bautismos de todo el tiempo de Pascua-. Finalmente se celebra la Eucaristía Pascual, Eucaristía que se repite cada domingo, sobre todo los domingos de Pascua, para revivir y conmemorar la Resurrección de Cristo como epicentro de la fe cristiana.

La Última Cena. Leonardo Da Vinci

            Pero realmente la Pascua no se reduce solamente a esa Semana Mayor o Semana Santa, como popularmente se la conoce. La Pascua Cristiana abarca desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés (quincuagésimo día, en griego), cincuenta (50) días (siete semanas, aproximadamente) que simbolizan la imagen de la eternidad que se espera obtener con la resurrección de Jesús que, a su vez, es señal de nuestra propia resurrección. El último día, el 50, los apóstoles recibieron el Espíritu Santo (pasaje narrado en el capítulo 2 de los Hechos de los Apóstoles) comenzando, posteriormente, a predicar el Evangelio. Fue realmente el principio de la vida de la Iglesia y el inicio de la acción evangelizadora.

            Si el final de la Pascua, con el día de Pentecostés, da comienzo un tiempo de gozo y plenitud eterna, también marca el inicio y la puesta en marcha del calendario civil y de otras actividades relacionadas con él, que constituían, y aún hoy constituyen, la base de buena parte de la economía: siembra, mercadeo, trashumancia, construcción, etc. Son reminiscencias del pasado, en la que la actividad económica, civil y militar recuperaba su pulso tras la oscuridad y los impetuosos fríos del largo invierno, que recuerdan las incertidumbres sufridas y la necesidad de efectuar provisión económica para la próxima temporada.

            También en el calendario religioso la Pascua marca el inicio de todas las fiestas movibles de la cristiandad, desde el martes santo (Oración en el Huerto de los Olivos) hasta los Sagrados Corazones, pasando por la Ascensión (40 días después del Domingo de Resurrección), Pentecostés, Corpus Christie, Santísima Trinidad y los anteriormente citados Sagrados Corazones. Son, pues, fiestas movibles relacionadas con la luna que incluyen también al carnaval, fiesta que marca el inicio de la cuaresma (miércoles de ceniza) con 40 días de preparación para la Pascua, terminándose el Jueves Santo para comenzar el Triduo Pascual. Estas fiestas movibles de carácter lunar se contraponen y a la vez se complementan con las fiestas de carácter solar, fiestas fijas en el calendario religioso, relacionadas, sobre todo, con los solsticios de invierno, Navidad, y de verano, San Juan Bautista, además de muchas otras que se celebraban en el mismo día todos los años, mayormente onomásticas de santos, con la fiesta de Todos los Santos (1º de noviembre) a la cabeza, fiesta que, a su vez, nos enlaza con el calendario celta, el cual indicaba el final del año y el comienzo del nuevo, con el inicio de Samhain, el oscuro invierno celta.

            Pero si hay una fiesta que debiera ser importante para un cristiano, y celebrarla con la máxima solemnidad, esa fiesta es el Domingo de Resurrección. El Domingo de Resurrección o Domingo de Pascua es la piedra angular de todo el calendario litúrgico cristiano. Es el día en que se rememora y se conmemora la Resurrección de Jesús, verdadero pilar de la fe cristiana que apuntalamos esperando nuestra resurrección. Por tanto, debería ser el día de mayor fiesta de todo el calendario litúrgico, la verdadera fiesta religiosa, la fiesta de todas las fiestas, la fiesta de la renovación de nuestra fe. Sin embargo, no hace falta poner mucha atención para darse cuenta que lo que el hombre celebra con verdadero “entusiasmo” no es la Resurrección, sino la Pasión y Muerte de Jesús.

            Durante toda la Semana Santa, sobre todo de lunes a viernes, las calles de nuestro pueblo o ciudad se “engalanan” con verdaderas joyas de arte en forma de pasos procesionales. El olor de asfalto y polución dejan paso a un aromático perfume urbano con todo tipo de flores y especias. Las personas lucen sus mejores vestidos y ajuares, preparan las vituallas propias de estas fechas y la familia parece, por unos días, una unidad indisoluble llena de buenas intenciones. Sin embargo, llegando el sábado santo y Domingo de Resurrección, todo eso se desvanece, explota como una gran burbuja de jabón, como un bonito sueño arrebatado por el traicionero despertador. El Domingo de Resurrección se convierte en un domingo de despedidas, de lastimeos, de encierros de engalanajes, de choque con la realidad, dejando a un lado la Verdadera Fiesta Cristiana. Esa fiesta no pasa ni siquiera a un segundo plano; simplemente, no pasa, no se celebra, nadie se acuerda de ella. Parece como si el hombre se alegrara más con pasiones y muertes que con renacimiento y vida; se regocijara más en penas que en alegría, como si diera a entender y pusiera de manifiesto sus verdaderas pasiones e intenciones en esta corta vida. Deja de mirar una vez más al faro que le guiará en la vida para mirar de reojo a instantes efímeros y engañosos.

            El Domingo de Resurrección es el día grande de la fe cristiana, y como tal se debería celebrar. Pero el hombre, una vez más, olvida la importante y alaba la trivialidad.

La Resurrección de Cristo. El Greco


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