sábado, 2 de enero de 2010

NAVIDAD III

El belén o portal de Belén
Belén significa casa del pan y alude a Cristo como pan que da la vida.

Los primeros testimonios del nacimiento de Jesús y la adoración de los Reyes Magos datan del siglo IV. En el siglo VII ya existía una recreación formal de la gruta de la Natividad en la basílica romana de Santa María la Mayor. Durante la edad media, esta tradición se consolidó con escenificaciones en las iglesias de dramas evocadores de la Natividad. Con ocasión de la misa de Navidad, solía representarse el episodio evangélico del nacimiento de Jesús con la participación del pueblo.

La idea original de montar un belén fue de San Francisco de Asís, cuando en 1223, tras realizar un viaje por oriente en el que visitó Belén en 1220, solicitó permiso al papa Honorio III pare reproducir el nacimiento de Cristo. En el bosque de Greccio recreó la escena de un establo, con animales y personas caracterizadas como los pastores, San José, la Virgen y el Niño para meditar, y con él los demás, en el misterio de la encarnación divina. Así mismo, fabricó el primer belén navideño del que se tiene noticia: esculpió un niño Jesús en piedra y lo representó en un pesebre entre un buey y un asno vivos. Este primer belén no se inspiraba sólo en el Evangelio, sino también en los apócrifos, condenados por la iglesia en el siglo IV, como el pseudo-Mateo. Fueron franciscanos y mojas clarisas quienes lo difundieron por toda Italia y la aristocracia lo adoptó como costumbre.

Hay muchas interpretaciones que se han hecho acerca del belén: colocación de la figuras, tamaño de ellas, significado de cada una de ellas, etc. Cada uno tenemos nuestro belén y, cuando lo montamos para estas fechas, lo ponemos de la forma que quede más artística. Algunos autores nos dan una idea de cómo debería montarse un belén para que éste tuviera el verdadero significado evocador de la Navidad.

“El Niño Jesús debe ocupar una situación central; debe ser lo más pequeño posible para figurar en el “Reino de los Cielo semejante a un grano de mostaza” (Mt, 13, 31-32). La Virgen debe ocupar igualmente una situación central, pero en un plano de fondo; ella no debe ocupar en ningún caso una posición simétrica a la de San José, que no es el verdadero padre del Niño Jesús. Contrariamente a la mayoría de las figuraciones vulgares, ella no debe tener una actitud de plegaria o de adoración semejante a la de otros personajes. Debe estar situada detrás de Cristo, pero en la misma situación “axial”, lo que significa que es a la vez Madre de Dios y Esposa del Espíritu Santo. Su actitud debe ser jerárquica, perfectamente impasible, lo cual simboliza su virginidad, su inmaculada concepción, su perfecta sumisión o “pasividad” con respecto al Espíritu Santo”. (Abbe Hénri Stephane, “El simbolismo del belén”, 2002)

Abbe Hénri Stephane continúa en el mismo artículo: “ … El buey y el asno representan respectivamente el mundo celestial y el mundo infernal. Podemos entonces preguntarnos por qué este último es admitido en el nacimiento de Jesús; la explicación se encuentra claramente indicada en la Epístola a los Filipenses (II, 10), donde San Pablo declara “ … a fin de que en el Nombre de Jesús, toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra, en los infiernos … “, texto que se refiere tanto al nacimiento de Cristo en el mundo como a la invocación del Nombre de Jesús.

San José debe figurar al lado de la Virgen, pero no en el eje indicado anteriormente, y, puesto que es el símbolo del Maestro Invisible, debe estar en actitud puramente pasiva, de manera que no obstaculice la acción del Espíritu. El buey y el asno deben colocarse a la derecha (lado diestro) y a la izquierda (lado siniestro) del Niño Jesús.

Los Reyes Magos, en el belén, representan el carácter aristocrático que los distingue de la plebe, representada por los pastores. Se deben colocar frente al Niño Jesús, mientras que los pastores pueden ser dispuestos en semicírculo alrededor de los Reyes Magos.

El “renacimiento espiritual”, alusión a la Navidad como renacimiento o renovación, debe realizarse durante la “noche”; es por eso que tiene lugar en la “gruta” a “medianoche” y en el “solsticio de invierno”, fecha de la Navidad. La gruta no es de ningún modo una pobre chabola con un techo de paja. Su simbolismo se refiere a la Caverna, con forma hemisférica (propiamente un cuarto de esfera); el interior debe ser sombrío, iluminado solamente por la Estrella, símbolo de la Luz divina, pudiéndose ésta colocar encima de la Caverna. El pesebre donde reposa el Niño Jesús puede tener forma hemisférica complementaria a la de la Caverna”.

Quizás sea la figura de José la que más haya cambiado con el paso del tiempo. Primitivamente era representado como un hombre joven, fuerte y sin barba. Con el culto a María, su figura se fue postergando y se le hizo envejecer con el fin de que no ofreciera ni obstáculo no sospecha a la virginidad de María, siendo ya nulo su vigor.

Posteriormente se añadió el gallo como ave anunciadora del advenimiento de Cristo a todas las criaturas.
Las siguiente fotos muestran diversas escenas de un belén napolitano:

Carlos III trajo esta moda a España desde Nápoles, siendo famoso el Belén del Príncipe. Fue en el siglo XVIII cuando se popularizaron en España.

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