lunes, 4 de enero de 2010

NAVIDAD IV

Los Reyes Magos

Los Reyes Magos sólo aparecen en el evangelio de Mateo, el único de los llamados sinópticos; Marcos y Lucas ni siquiera los mencionan.

Juan Isidro Palacios, en su artículo “La Navidad, los Magos y el Rey del Mundo” (1983/1984) nos acerca a los orígenes de los Reyes Magos: “Cuenta la Tradición que había tres magos viviendo al Oriente, en diversa geografía y en el mismo tiempo. Ellos conocían la realidad de un primitivo anuncio, pues habían heredado tesoros, celosamente custodiados en la India, en Persia, en Egipto… Muy atentos esperaban la señal que les comunicara, por fin, la venida del un Rey excepcional. Dicho Rey no sería, desde el punto de vista cristiano, como otros enviados por el cielo. Se trataba del mismísimo Verbo encarnado, del Rey del Mundo en persona”.

La palabra “mago”, para designar a los reyes, generó problemas dentro de la iglesia incipiente, ya que mago, en aquella época, era un término que se aplicaba a un amplio espectro de personas, desde el farsante vendedor de pócimas “curalotodo” a los sabios astrólogos caldeos, pasando, entre otros, por los sacerdotes de culto mazdeista y por los taumaturgos gnósticos de Alejandría. El dominico Santiago de la Vorágine, en su obra “La leyenda dorada”, (1264), afirma que la palabra “mago” significa tres cosas diferentes: ilusionista, hechicero maléfico y sabio.

Fueron los armenios en el siglo III quienes introdujeron la creencia den los Reyes Magos y los festejos de los Reyes Magos no se conmemoraron plenamente hasta el siglo V en occidente, eligiendo la fecha del 6 de enero.

Diferentes autores relacionados o alentados por la propia iglesia, trataron de dar nombre, ponerles cara y vestimenta a estos magos, con el fin de hacerlos más creíbles ante las gentes del pueblo. Eso y la escasez de documentación, tanto sinóptica como no sinóptica, acerca de los Reyes Magos, hizo que durante años aparecieran descripciones sobre ellos, en algunos casos hasta contradictorias.

Agnello de Rabean, en el siglo IX acuña definitivamente el nombre de los Reyes Magos en su libro “Liber Pontificalis Ecclesiae Ravennati”: Melchior, Caspar y Balthasar.

Reyes Magos en el claustro de San Juan de la Peña (Huesca)

El texto “Excpetiones Patrum” describe a cada rey mago. Melchor es el de más edad, con cabellos y barba larga y canosa; túnica de color jacinto y capa naranja, que regala oro (Señor -> Rey, realeza). Gaspar es joven, bello e imberbe; túnica naranja y capa roja, que regala incienso (Señor -> Dios, santidad). Por último Baltasar, que es de tez oscura, con túnica roja y capa blanca jaspeada, que regala mirra (Señor –> hombre, sabiduría, resurrección).

Otra descripción de los magos que pone de manifiesto esa contradicción aludida anteriormente: Baltasar, de 30 ó 40 años, barba oscura y lleva en sus manos un recipiente para mirra; Melchor, de 20 ó 25 años, sin barba y transporta una bandeja para incienso; Gaspar, de más de 50 años, con pelo y barba largos y blancos, presenta una canasta con oro.

El teólogo anglosajón Beda el Venerable (675-735), describe a los magos: “ Primero de los magos es Melchor, un anciano de larga cabellera blanca y luenga barba (…) fue él quien ofreció oro, símbolo de la realiza divina. Segundo, llamado Gaspar, joven, imberbe, de tez blanca y rosada, honró a Jesús ofreciéndole incienso, símbolo de la divinidad. Tercero, Baltasar, de tez morena (no negro, ya que Baltasar no fue negro hasta el siglo XV) testimonió ofreciéndole mirra, que significaba que el hijo del hombre debería morir”.

Petrus de Natalibus fijó en el siglo XV que Melchor tenía 60 años, Gaspar 40 y Baltasar 20.

El dominico Santiago de la Vorágine hace una interpretación de los Reyes Magos: “ … el oro para regalar la pobreza de la Virgen María; el incienso para ahuyentar el mal olor del establo y la mirra para consolidar los miembros de la criatura con la expulsión de todo mal de su vientre”.

Juan Isidro Palacios, en su artículo “La Navidad, los Magos y el Rey del Mundo” (1983/1984) escribe: “… Los sabios, por su parte, portaron los atributos que son debidos al Rey y no a otro: el oro, el incienso y la mirra. Esperaron a su Dueño, pues hasta entonces nadie acreditó serlo. De oro es el cetro con el cual el Soberano mide su ciudad, la circunda y la rige… El incienso es el aliento de Dios que, por su aroma, atrae a los santos y repele a los inicuos. Y la mirra, por ser símbolo de lo incorruptible, es el sello del principio intemporal sacro que no conoce la muerte”.

Siguiendo con esa búsqueda de identidad de los Reyes Magos por parte de la iglesia para adaptarla al pueblo, algunos autores consideraban que cada rey mago representaba un continente. Por ello, en el siglo XVI, con el descubrimiento de América se vio la necesidad de añadir un cuarto rey mago. Éste era un indio con características de los pueblos amazónicos, armado con una larga azagaya y portando como presente una arqueta de madera cargada, se supone, de semillas de cacao.

También durante el siglo XVI, las necesidades ecuménicas de la iglesia católica llevaron a implantar un simbolismo inédito, identificando a los tres magos con los tres hijos de Noé (Sem, Cam y Jafet) que, según el Antiguo Testamento, representaban las tres partes del mundo y las tres razas humanas que lo poblaban, según se creía en esos días. Melchor-Jafet-europeos-oro; Gaspar-semitas de Asia-incienso; Baltasar-Cam-africanos-mirra.

La adoración de los Reyes Magos, llamada por la iglesia Epifanía, se celebra en la actualidad el 6 de enero. Epifanía significa “manifestación” y originalmente la Epifanía se refería al bautismo de Jesús. Los discípulos de Basílides (gnóstico de Alejandría del siglo II) celebraban el bautismo de Jesús, ya que creían que Jesús fue hecho Hijo de Dios en el bautismo. Daban mayor importancia al bautismo que al nacimiento. En Alejandría se decía que la noche del 6 de enero, las aguas del Nilo adquirían poderes milagrosos.

La tradición de los Reyes Magos como generosos proveedores de juguetes y regalos a los niños es relativamente reciente y sólo fue adoptada por algunos países latinos y de mayoría cristiana, a mediados del siglo XIX. Gaspar repartía golosinas, miel y frutos secos; Melchor ropa y zapatos y Baltasar castigaba a los niños dejándoles carbón o leña.

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