domingo, 18 de octubre de 2009

HALLOWEEN III

Origen celta

Halloween se remonta a hace más de 2500 años, cuando el año celta terminaba al final del verano, precisamente el 31 de octubre de nuestro calendario.

El haber escogido la fecha del 31 de octubre no es mera coincidencia. Los celtas utilizaban un calendario lunar y dividían el año en dos estaciones: los meses oscuros de invierno, desde Samhain a Beltayne, comenzando en el mes de Samonios (lunación octubre-noviembre), y los meses claros de verano, desde Beltayne a Samhain, comenzando en el mes de Giamonios (lunación abril-mayo). Se consideraba que el año comenzaba con la mitad oscura; así Samonios se convertía en el año nuevo celta. En la noche de luna llena más próxima al 1 de noviembre (luna más cercana entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno) celebraban la fiesta de Samhain, término que significa “Final del Verano”.

Dicha festividad, que señalaba el comienzo del año nuevo celta, tenía lugar al final del verano, una vez recolectada la cosecha y cuando los rebaños y las manadas ya habían sido recogidos de los pastos y se encontraban en los cercados, lo que nos indica que era una comunidad pastoril. Los celtas creían que, como los días se hacían más cortos, era necesario reavivar al Sol con una serie de ritos y sacrificios. Como símbolo de la desaparición del año viejo, se apagaban todos los fuegos y, para inaugurar el año nuevo, se encendían hogueras sagradas de las que todos los miembros de la comunidad tomaban brasas para volver a prender la lumbre de sus hogares, acompañadas de cantos festivos y rituales adivinatorios para al nuevo año que comenzaba. Las hogueras encendidas durante la celebración debían extender su influencia benéfica al resto del año.

El 31 de octubre es la fecha de uno de los cuatro grandes aquelarres, los cuatro días de "medio trimestre" del calendario céltico. El primero de ellos, cuando las primeras flores empiezan a crecer, el 2 de febrero (Imbolc). Es el festival de la luz, de la luz de la sabiduría y el conocimiento, de la luz de la curación y de la luz del fuego. Festejaba a Brigit, diosa pagana del fuego, patrona de la orfebrería, de la poesía y de la sanación. Consagraban a esta diosa los animales supervivientes al paso del invierno, en especial a las hembras, puesto que era tiempo ya de engendrar para el futuro invierno. El segundo, un festival que se celebraba el 1 de mayo (la víspera del 1 de mayo es la noche de Walpurgis) llamado Beltayne; era el tiempo de la siembra. Esta fiesta se dedicaba a Belenos, el dios del fuego. En este día el fuego era usado para purificar con su humo a los animales y a todo el pueblo. Se encendían hogueras en lo alto de los cerros (para los celtas esto tenía mucha importancia: era muy fuerte la unión que se sentían con la naturaleza, y desde lo alto se puede observar toda la grandeza de nuestra madre Tierra), y se apagaban éstas al día siguiente. Este día los druidas realizaban ritos mágicos para estimular el crecimiento de los cultivos.

El tercero era un festival de las cosechas, Lugnasad, que se celebraba a primeros de agosto. Según la tradición celta, se celebraba durante el plenilunio intermedio entre el solsticio de verano (21 de junio) y el equinoccio de otoño (21 de septiembre). Lammas es el nombre cristiano que se utilizó en el medievo y significa "mucho pan", debido a que ese día se horneaban hogazas de pan con los primeros granos cosechados y se dejaban en los altares de los templos como ofrenda en honor del dios del sol, Lugh, el nombre irlandés del dios solar celta conocido como Lleu en Gales y como Lugos en Francia. Esta fiesta era la que más carácter agrario tenía, celebrándose una acción de gracias por la fertilidad de los animales y por la abundancia de las reservas alimenticias. Durante una semana el pueblo se reunía para celebrar todo tipo de fiestas, habilidades de lucha entre los más jóvenes, danza, lanzamiento de piedras y justas.

Estos tres primeros días de medio trimestre señalaban el paso de las estaciones, el tiempo de la siembra y el tiempo de la cosecha, así como el momento de la muerte y renacimiento de la tierra. El último de ellos, Samhain, 31 de octubre, señalaba la llegada del invierno. El ganado era llevado de los prados a los estables para pasar el invierno. En esa ocasión, los antiguos druidas efectuaban ritos en los cuales un caldero simbolizaba la abundancia de la diosa. Este último día se suponía que los espíritus podían salir del cementerio y apoderarse de los cuerpos de los vivos para resucitar. Para asustar a estos espíritus, los celtas “decoraban” sus casas de forma sucia y macabra, con huesos, calaveras y demás cosas desagradables de forma que los muertos pasaran de largo de sus casas.

Es precisamente esta celebración celta a Samhain el origen de esta fiesta, de clara raíz pagana y enmarcada dentro de la religión de los druidas de Inglaterra, Francia, Alemania y países celtas.

Los celtas creían en las fuerzas de la naturaleza. Se piensa que la noche del 31 de octubre era la noche en que el velo entre los espíritus de los muertos y los vivos era más delgado.

Los usos y costumbres de la sociedad celta fueron controlados por los druidas, sacerdotes paganos y maestros de los celtas. Ellos adoraban y servían a Samhain, dios de la muerte. Cada año, el 31 de octubre, los druidas celebraban la víspera del año nuevo céltico en honor de su dios Samhain (pronunciado sow-in) que en realidad representaba la fiesta de la eternidad en la que se abrían las puertas del más allá.

Parece ser que esta fiesta se celebraba muy posiblemente entre el 5 y el 7 de noviembre, a la mitad del equinoccio de verano (21 de septiembre) y el solsticio de invierno (21 de diciembre). Consistía en una serie de celebraciones que duraban una semana, finalizando con la fiesta de los muertos que daba inicio al año nuevo celta. En esta fiesta, los druidas, a modo de mediums, se comunicaban con sus antepasados esperando ser guiados en esta vida hacia la inmortalidad. Esta fiesta de los espíritus era una de sus fiestas principales pues celebraban lo que para los cristianos sería el "cielo y la tierra" (conceptos que llegaron solo con el cristianismo).

Los druidas creían que en esa noche en particular, los espíritus de los muertos regresaban a sus antiguos hogares para visitar a los vivos y, si los vivos no proveían comida a estos espíritus malignos, toda clase de cosas terribles podrían ocurrirles. Había que aplacarlos o "hacerles un regalo", pues de otro modo les harían diabluras a los vivos. Si los espíritus malignos no recibían un festín (treat), entonces ellos harían travesuras malas a los vivos (trick). Durante el festival de los druidas se ordenaba a los pobladores que encendieran una fogata en sus casas entre tanto que ellos encendían otra gigantesca en lo alto de las colinas. Estas hogueras servían para ahuyentar a los espíritus malos y aplacar a las potestades sobrenaturales que regían los procesos de la naturaleza.

Los druidas llevaban con ellos un nabo grande, el cuál habían ahuecado en el interior, con una cara tallada en el frente para representar el espíritu demoníaco del que recibían su poder y conocimiento, el mismo que se encargaba de ejecutar la maldición e iluminar el camino. Este espíritu se llamaba “espíritu familiar”. El nabo llevaba una vela encendida dentro; una especie de linterna para la noche. Ellos llamaban “Jock” al espíritu de la linterna.

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