martes, 6 de octubre de 2009

HALLOWEEN I

A modo de introducción:


Se acerca la noche del 31 de octubre, noche que, hasta hace unos cuantos años no me decía ni fu ni fa; tan sólo tenía la ilusión de ver a mi padre con sus amigos hacer nuégados, esos dulces a base de miel, casaillos y frutos secos que se ponían encima de una baldosa o algo parecido, para que cuando se pusieran duros pudieran despegarse con facilidad. Ése era el único festejo de esa noche.

Cuando era pequeño, me contaba un tío mío que esa noche salían los muertos por los tejados con un candil colgando en el ombligo buscando los dientes que habían perdido en vida, y yo, acordándome del refrán de “el día de los finaos, trompos y cuerdas a los tejaos”, creía que buscaban los trompos y sus cuerdas que se supone habíamos tirado a los tejados para pasar, a partir de ese día, a jugar a las bolas, triángulo y guá, siguiendo un rutinario y anual ritual de que a cada época le correspondía un determinado juego.

Hoy día han desaparecido casi totalmente esos juegos y con ellos, una parte de nuestra niñez. Pero dicha pérdida no afecta sólo a nuestras generaciones, sino que las generaciones actuales y venideras no podrán disfrutar de ese rito anual del juego, ni tampoco de las tradiciones que ello conlleva, quedando todo ello en el olvido.

Los tecnócratas actuales, intentado solventar este vacío y en vista de la imposibilidad de recuperar lo olvidado, tratan de introducir nuevas tradiciones, sean las que sean y del modo que sean.

Una de esas tradiciones es Halloween que, amparándose en la obsesiva y desmesurada moda del inglés, la están inculcando entre nuestros niños (que no jóvenes) desde los colegios, como una tradición más de nuestra sociedad. Actualmente se ha convertido en una noche más de libertinaje carnavalesco, no llegando a respetar ni siquiera las formas anglosajonas originales.

No estaría demás que, aprovechando toda esta paranoia que hay acerca de enseñar (que no inculcar) las antiguas tradiciones a nuestros jóvenes, se les inculque un espíritu crítico para que puedan discernir entre lo autóctono y lo foráneo y tratar de recuperar, al menos en parte, esa memoria histórica (ahora sí: la de todos nosotros, no la de unos cuantos), que sí que podría perderse por mucho que lo quiera impedir algún juez o gobierno parcial.
La foto ha sido tomada de la página del mismo nombre.

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