sábado, 14 de marzo de 2020

CARTA A QUIÉN LO LEA (... Y SEPA LEER) (II)



     Responsabilidad, ¡qué bonito nombre tienes! Responsabilidad.

     Responsabilidad, ¿qué es la responsabilidad? ¿Y tú me lo preguntas? ¡Responsabilidad eres tú! ¿ ?

   ¿Eres tú la obligación moral que resulta para alguien del posible yerro en cosa o asunto determinado? (RAE).

   ¿Eres tú la capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente? (RAE).

     ¿Eres tú? o ... ¿soy yo? O mejor: ¿quieres que sea yo y no tú?

     ¿Qué bonito nombre tienes! Y qué bien te viene para sacudirte culpas y pasárselas al de al lado. Pero yo tampoco las quiero, entre otras cosas, porque no tengo motivos para tenerlas. Me conformo con lo que tengo, y no quiero más cuentas a mi cargo. ¿Por qué no te las quedas tú?. Al fin y al cabo son tuyas. Tú las has generado y creado. No me hables ahora de responsabilidad y sacudirte las pulgas de tus errores. Tú las creas, tú te las quedas; tu respondes, sin preguntas, pero respondes. Es tu obligación obligatoria lo que te obliga a tu obligación. Sé que no lo harás. No quieres ni deseas estar obligado. Es otra obligación como ser humano: renunciar a lo que no deseas, sin imposiciones impuestas. Pero tampoco quiero que me impongas obligaciones responsables cuando tú las has evitado como ser humano que eres. ¡Haz lo que yo te diga, pero no hagas lo que yo haga!, me dirás.

      ¡Qué bonita y qué fácil es la vida así!

      Yo gano, tú pierdes. Yo bueno, tú malo. ¡Qué bonita es la vida de esa manera! ... pero sólo para quién se la autoimpone. Y así actúa frente y para los demás: yo mando, tú obedeces. Yo sé lo que hago, tú no. Yo sé lo que digo, tú no. Yo sé lo que te conviene, tú no.

       Sin embargo, ¿crees de verdad que será así siempre? ¿Crees que siempre estarás en el lado bueno y yo en el lado malo? Te recuerdo que todo cansa, lo que hace que bajes la guardia, que flaquees, que te aburras (el gran pecado capital no reconocido por las autoridades pero verdadero culpable de la mayoría de nuestros males), y eso te conducirá a tu destrucción. Entonces, nadie te pedirá responsabilidades; simplemente se reconfortará sabiendo que estás destruido, que no eres nadie (lo que eras antes pero sin poder). Tú te habrás sacudido tus responsabilidades obligatorias; ese nadie como yo volveremos a ser las mismas personas que éramos antes, pero teniendo claro cuáles son nuestras obligaciones responsables no impuestas. O, mejor, autoimpuestas por responsabilidad obligatoria de ser quienes de verdad somos, no seres de pacotilla como tú.

       De verdad: no me has defraudado. Ya sabía quién eras. Si hubieras dicho y hecho lo contrario, sí estaría defraudado. Así, no. Eres tal y como sabía que eras. No quiero ni me gustaría que siguieras siendo así, pero también sé que no sabes ser otra cosa ni otra persona de lo que y como eres. Sé que no tienes intención de cambiar por lo bien que vives. ¡Ya lo harás!, pero tarde, como siempre. Entonces entraré yo en escena y tú serás el espectador de lujo encargado de tener la responsabilidad de aplaudirme por ser realmente quién soy. Te gustará parecerte a mí, ser como yo, pero será tarde, como siempre. Aún así, no serás capaz de aceptar tu responsabilidad de espectador y aplaudirme y reconocer mi labor y mi forma de ser. Es demasiada responsabilidad lo que se te pide para lo que estás acostumbrado, siempre mirando a los demás por encima del hombro.

      ¿Responsabilidad? ¡Qué bonito nombre tienes! ... pero según para quién te invoque e implore. Unos tratan de imponerte; otros te reconocemos como propia. Esa es la gran diferencia entre los seres humanos: los que somos y los que quieren ser, pero que jamás serán, simplemente porque son así, tampoco quieren ser de otra forma. Se creen responsables pero ... ¿nos lo creemos los demás? Yo no creo, ¿y tú?

No hay comentarios:

Publicar un comentario