martes, 23 de junio de 2009

EL ESTÍO NOS CONFUNDE

No me lo creo. Como suena. No me creo que a la gente le guste el verano. No me creo que a la gente le guste estar en la calle a 40 grados, muchas de las veces a la sombra. Si les gustara el verano se pasarían todo el día disfrutando del calor en plena calle, callejeando como comúnmente se suele decir. Disfrutarían limpiándose el sudor de su frente y no precisamente de trabajar (el sopor, sudor, cansancio, abatimiento se lo impiden). Se levantarían descansados y contentos de haber estado toda la noche gozando de su cama, dando vueltas de un lado para otro sin haber tenido lindos sueños. Se acostarían a la misma hora de siempre, aunque haya luz del día, porque mañana hay que madrugar bastante para ir a trabajar.

No. No les gusta. Les gusta lo que a mí: tener vacaciones, echarse la siesta, sentarse en la puerta de la calle hasta altas horas de la madrugada, refrescarse en las piscinas. Les gusta el aire acondicionado (el abanico está anticuado y te provoca sudores debido al esfuerzo físico). Les gusta quedarse en casa, tumbados a lo fresquito y salir allá por casi la medianoche para irse a la cama bien entrada la madrugada para aprovechar el frescor de la noche, aunque haya que madrugar al día siguiente (para eso se inventaron las siestas). Les gusta la playa y la cervecita en el chiringuito (si no lo quitan antes), livianos de ropa.

Pero eso no indica que les guste el verano. Eso también me gusta a mí y sin embargo no me gusta el verano. Sí que me gusta el invierno y procuro disfrutarlo, estando más tiempo en la calle, por ejemplo, gozando de ese frío que te espabila pronto, nada más salir a la puerta de tu casa. Ese frío que puedes mitigar con una buena pelliza, que se dice, cosa que no puedes hacer con el calor. Porque … cuando tienes frío, te lo puedes quitar añadiéndote ropa, pero cuando tieneS calor no lo puedes aplacar quitándote ropa; tan sólo te fastidias, y bastante fastidiados andamos ya como para añadir otra carga más con la que soportar el día a día.

Definitivamente, creo que alguien que tuviera una varita mágica debería quitar el verano de nuestras vidas. Y como yo, lo cree más gente, cada día más, aunque haya quienes lo confundan con tiempo de ocio y bienestar. Porque eso es otras de las consecuencias desagradables del calor: tiende a ofuscar nuestra conciencia; nos tiende a confundir.

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