sábado, 31 de octubre de 2015

DON INO, LOS TOROS Y LA VERDAD (II)


          Por la época que me tocó vivir y por mi propia forma de vida, mi relación con el mundo taurino en general fue más bien escasa por no decir nula, pero mi ahínco de hacerme extemporáneo en ciertas ocasiones me obliga a continuar opinando sobre temas que considero que en época actual generan más problemas que beneficios a la sociedad. La reiterada falta de extemporaneidad, el desconocimiento consentido, sesgado y prolongado, y la carga de verdad y razón que a toda persona le gusta portar y pasear por los mentideros precisos de la sociedad, hacen que, no solo el tema taurino se haya convertido en un problema social hoy día y en cualquier época del año, sino cualquier tema con cierta escabrosidad para cualquiera de nosotros a nivel individual, comience a rodar a modo de bola de nieve y se convierta en un verdadero problemón que nadie sabe cómo atajar porque nadie sabe cómo y  por qué se ha creado.

Si en este tostonazo iban los toros incluidos en el título era por tratar de zanjar de una vez por todas las polémicas que año tras año surgen durante el periodo primaveral y estival acerca de la celebración de corridas de toros, encierros, capeas, corre bous, etc. Debemos entender (así traté de terminar la primera parte de este tostonazo) que todos estos acontecimientos se celebran como actos festivos de fiestas patronales o ferias comarcales o provinciales, que en la inmensa mayoría de los casos, son actos que están muy arraigados entre la población que los celebra, propios del “modus vivendi” de aquellas personas en aquellos territorios. Podrán gustar más o menos, pero se deben respetar de la misma forma que ellos respetan los actos festivos que se celebran en las fiestas en septiembre en honor al Cristo del Consuelo.

         Sé que muchos de vosotros, mientras leéis esto (¡ah, pero ¿es que lo estáis leyendo?!) estaréis pensando en que es diferente una corrida de toros en relación al toro de la Vega, siguiendo el ejemplo de la primera parte. Quizás tengáis razón, pero nuevamente os estáis quedando en la parte superficial del acontecimiento, por mucho que tratéis de convencerme que el toro de la Vega sufre una muerte tremenda y con mucho sufrimiento (que es cierto) peor que los toros que se lidian en una plaza de toros.

         Para mí ese no es el tema ni el meollo de la cuestión. Yo trato de hurgar más hondo e intentar llegar a explicar ciertos comportamientos humanos camuflados en actividades y actitudes solidarias, paternalistas, defensoras de la igualdad y la vida, antibélicas, …; actitudes hipócritas y demagógicas en casi la totalidad de los casos que no hacen sino tratar de tapar problemas propios que apartan de su vida mientras la focalizan en esos otros que para nada resuelven su problema pero que al menos lo ocultan durante un tiempo. En este caso, y nunca mejor dicho, no cogen al toro por los cuernos, sino esconden la cabeza bajo el ala y corren como conejos hacia otros territorios donde no los conocen y puedan esconderse y camuflarse como personas de bien, defensoras de la humanidad.

         Cuando empecé a ejercer el sacerdocio, mis compañeros mayores que ya ejercían me dieron un consejo: si cuando vayas a una parroquia ves un tronco de árbol tumbado en el altar, ¡déjalo!, si está ahí por algo será.

         Creo que este consejo es muy válido para ilustrar todo lo que puede acontecer alrededor de estos acontecimientos focalizados anteriormente en el tema taurino, pero extensible y extrapolable a la celebración de todas unas fiestas y ferias patronales, por seguir también con el otro ejemplo aludido anteriormente. Si en su día se crearon y organizaron las fiestas y ferias en esos días y en esas fechas, fue por algo, algo que los habitantes de aquella época decidieron celebrar o festejar como acción de gracias de algún acontecimiento nefasto o alegre. Las generaciones sucesivas no han hecho sino mantener el recuerdo de esos acontecimientos, celebrando, año tras año y en los mismos días, esos hechos que tanto impactaron a quienes los crearon, tan solo por recuerdo y memoria suya.

         Si en la actualidad la forma de vida actual no se parece a aquella que había cuando se crearon eso días festivos, no es motivo, ni siquiera como indicio, para tratar de cambiarlas y adaptarlas a “cuando venga más gente”, en otra fechas, “en verano que hay más gente en el pueblo”. Eso sería faltarle al respeto a toda aquella generación que creó lo que hoy somos todos y cada uno de nosotros, con nuestras características y nuestras peculiaridades, diferenciándonos del resto de los demás pueblos precisamente por eso.

         Pero si de verdad queremos rascar aún más en el fondo, lo que realmente estamos tratando de hacer es imponer nuestra propia verdad por encima de la realidad, primero, y de la verdad de los demás, después. Queremos imponernos, ser los abanderados de una nueva verdad que nos hará ¿mejores? de lo que aún somos. Nuestra verdad debe prevalecer porque es la verdadera, la buena, la lógica y normal. Queremos adaptar nuestra vida y la de los demás a nuestros propósitos, y para ello debo imponerme, eso sí, intentando siempre que nadie descubra mis verdaderos motivos ocultos, que siempre los hay.

         La tauromaquia, las fiestas patronales, …, cualquier tema es válido siempre y cuando sea modelable para crea polémica, y nos valga como escape y desfogue de nuestras propias debilidades y nuestros problemas ocultos. Camuflamos en ellos nuestra propia miseria humana. En vez de enfrentarnos a nosotros mismos, nos enfrentamos a los demás con la escusa más tonta y trivial, que la mayoría de las veces nadie tiene que ver con nosotros. Pero en el fondo lo que realmente estamos haciendo es desviar la mirada de los demás hacia otro lado ya que todos evitamos mostrarnos a los demás como realmente somos; en definitiva, estamos mintiendo, a ellos y a nosotros.

         Si de verdad fueran muy sensibles con el sufrimiento de los toros, no sólo protestarían en Tordesillas en dia del toro de la Vega. Protestarían en las Ventas en Madrid, en la Maestranza en Sevilla, en Pamplona para San Fermín, …, en lugares emblemáticos taurinamente hablando donde su alzada voz tuviera algo que decir buscando remover la conciencia de las personas asistentes a esos actos. En vez de eso, se mueven en lugares menores donde saben a ciencia cierta que conseguirán repercusiones mediáticas pero a un menor coste personal, tanto físico como psíquico. De paso ocultan, a ellos mismos y a los demás, su verdadera verdad, aquella que sólo ellos con ellos mismos han buscado y encontrado sin dificultad alguna.

         Realmente, nadie es dueño de la verdad, pero sí es verdad que podemos manejarla y modelarla a nuestro antojo, de tal forma que evitamos mostrarnos a los demás tal y como somos, incurriendo, la mayoría de las veces, en incongruencias que nos dejan con el culo al aire.

         Somos sensibles al maltrato animal pero protestamos poco por el maltrato humano, bien sea violencia de género o violencia asesina por motivos religiosos. Somos cien por cien ecologistas y hacemos barbacoas en el monte. Nos rasgamos las vestiduras antes el hambre en el mundo y nos inscribimos para participar en la tomatina de Buñols, tirando tomates (comida al fin y al cabo) y desperdiciándolos. Fomentamos la libertad animal y hacemos un arco de iglesia con nuestros hijos visitando un zoológico. Ensalzamos la comida sana y mediterránea y nos pasamos la semana comiendo hamburguesas y pizzas tratando de arañarle tiempo al tiempo para conseguir objetivos profesionales que nos reporten más beneficios económicos en vez de saludables. Protestamos airadamente en contra de guerras ilegales (no sabía que hubiera guerras legales que salen publicadas en el Boletín Oficial del Estado) y tomamos como dibujos animados matanzas diarias de seres humanos por motivos religiosos o sexistas. Exigimos un comportamiento exquisito hacia nuestros hijos e insultamos incontroladamente a futbolistas de cualquier equipo sólo por el mero hecho de no “ser de los nuestros”, como si esos chicos no tuvieran padre y madre. Queremos que nos den un trato humano cuando nosotros vamos tratando de engañar al prójimo en nuestro beneficio. Queremos saber la verdad pero todos mentidos con naturalidad y en provecho propio. Gritamos buscando la verdad pero tan sólo lo hacemos para ver quien la posee con más afirmación y convencimiento. De puertas para afuera decimos lo que hacemos y de puertas para adentro hacemos lo contrario. Queremos engañar a los demás y nos engañamos a nosotros mismos.

         Decía Antonio Machado que “tu verdad no, la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdala.” Y yo añadiría que si no la quieres guardar por vanidad o soberbia, al menos no trates de imponérsela a los demás, ya que de sobra se sabe que no es realmente la verdad absoluta; es una verdad más de los millones de ellas que hay (una por cada persona). Del uso que hagamos de ella dependerá que no se convierta en mentira, con el consabido daño que producen.


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