Bien. Aunque ya no queda casi nadie por estos lares en el país de Hipnos, ya que estamos aquí los que hemos llegado, no podemos dejarlo en “mitá de la estacá”; tenemos que rematarlo como sea, aunque sea a monterazos. Por ello vamos a tratar de finalizar este “calvario pseudoaleatorio tetramorfero”.
Hasta ahora hemos tratado de explicar y entender a “grosso modo” la representación de un símbolo o animal del Tetramorfos con su identificación o asimilación a un determinado evangelista. Pero al representar esas imágenes en el formato plástico en la que fueron representadas, las representaciones que dejaron los maestros plásticos siguiendo órdenes de los teólogos correspondientes fueron imágenes claramente diferenciadas, sobre todo a la hora de posicionar o ubicar los cuatro vivientes en dicha representación. Es más, algunas de esas ideas o mensajes teológicos han terminado llegando a nuestros días gracias a pinturas, esculturas e incluso libros y colecciones de folios iluminados.
Para analizar, pero sin profundizar, lo que ahora nos proponemos, debemos volver a leer lo que decía el Libro de Ezequiel en su capítulo cinco, versículo diez: “Su semblante era éste: de hombre y de león a la derecha de los cuatro; de toro a la izquierda los cuatro, y de águila los cuatro.” (Ez V, 10). Es decir, Mateo, Marcos, Lucas y Juan estarían representados con sus respectivos animales a la derecha y a la izquierda de “algo”. Ese “algo”, normalmente, suele ser la Maiestas Domini, Cristo en Majestad dentro de su mandorla mística. El ángel y el león a “su” derecha (izquierda de quien la mira o del observador) con el ángel en la parte superior y el león en la parte inferior, y el águila y el toro o ternero en “su” izquierda (derecha de quien mira o del observador) con el águila en la parte superior y el toro o ternero en la parte inferior.
Esa manera de representarlos es quizás la más común, siguiendo el Libro de Ezequiel, aunque no es la única. La otra manera sería cambiando las posiciones de Mateo y Juan: Mateo pasaría a ocupar la posición a la izquierda de la Maiestas Domini (derecha del observador), y Juan a la derecha de la Maiestas Domini (izquierda del observador), ambos en la parte de arriba. Quienes no suelen cambiar de posición son el león y el toro o ternero: ambos siempre son representados en la parte inferior, siendo muy infrecuente que cambien de posición a los lados de la Maiestas Domini. Tanto si la representación la han realizado de una manera como si la han realizado de otra, el mensaje podría cambiar según el teólogo redactor y mandatario máximo de la obra, pero seguiría siendo un mensaje implícito y explícito que dar a conocer.
Una primera aproximación para tratar de explicar el posicionamiento de los cuatro vivientes la podríamos ofrecer argumentando que en la parte inferior se representan los animales típicamente terrestres, león y toro, con cualidades comunes entre animales, y en la parte superior animales típicamente aéreos, ángel y águila, con cualidades comunes a los hombres. Los animales ubicados en la parte inferior representarían cualidades aplicables también a otros animales (nobleza el león, fuerza el toro), mientras que los animales ubicados en la parte superior representarían cualidades típicamente humanas (inteligencia el hombre o ángel, y el espíritu el águila). Sería una forma de representarlos siguiendo las indicaciones de los babilonios de los que ya hablamos anteriormente, o más propiamente, del simbolismo babilónico, de tal manera que las cualidades más propiamente humanas que se corresponden con su naturaleza espiritual quedan ubicadas en la parte superior, mientras que las cualidades más propiamente materiales que se corresponden con su naturaleza terrestre o animal, quedan ubicadas en la parte inferior.
Representaciones con esa ubicación de los cuatro vivientes la podemos ver en la portada de la iglesia de San Pedro, en Moarves de Ojeda (Palencia), iglesia de Santiago de Carrión de los Condes (Palencia) o en el baldaquino de Tost (Lérida) entre otras muchas.
Iglesia de San Pedro. Moarves de Ojeda. Palencia
Iglesia de Santiago. Carrión de los Condes. Palencia.
Baldaquí de Tost. Lérida.
Los teólogos redactores de estos Tetramorfos quisieron expresar y dar a conocer su personal interpretación de las Sagradas Escrituras y de los Evangelios en este caso en particular. Trataron de expresar la oposición teológica del significado de los cuatro evangelios. Mientras que el evangelio de Mateo (arriba – derecha) presenta a Jesús o Cristo como Rey, el evangelio de Marcos (debajo – derecha) presenta a Jesús como siervo, “el que quiera venir en pos de mí, que tome su cruz y me siga”. En el lado opuesto, el evangelio de Juan (arriba – izquierda) presenta a Jesús claramente como Hijo de Dios, encima del evangelio de Lucas (debajo – izquierda) en el que Jesús es representado como hijo del hombre.
Esta expresión teológica expresada en el formato de representación anterior, ¿puede presentarse en otro orden que el anteriormente preestablecido? Ya lo hemos comentado anteriormente: hay otra forma. Entonces, tal vez la ubicación de los cuatro vivientes no responda a una motivación teológica y sí a una explicación bíblica. Debemos tener siempre presente que la Biblia es siempre Palabra de Dios, mientras que los escritos de los Padres de la Iglesia son sólo un criterio de autoridad eclesiástica, como los de San Jerónimo. Por ello, también es muy frecuente encontrarse la otra forma de representar el Tetramorfos, aquella en la que se permutan las imágenes de Juan y Mateo en la parte superior del Tetramorfos. Juan (águila) pasaría a ocupar la parte derecha y Mateo (hombre / ángel) pasaría a ocupar la parte izquierda. De esta manera, el Tetramorfos quedaría formado por el águila y el león (arriba y abajo, respectivamente) a la derecha de la Maiestas Domini (izquierda del observador) mientras que el ángel u hombre y el toro o becerro (arriba y debajo, respectivamente) quedarían en la parte izquierda de la Maiestas Domini (derecha del observador).
Esta segunda disposición de los cuatro vivientes seguiría una forma circular horaria (a derechas) del orden de los acontecimientos de la vida de Jesús. Comenzando por la parte superior derecha del observador, haríamos alusión a la encarnación (ángel), pasión y muerte (toro), resurrección (león) y ascensión (águila). De esta forma nos encontramos con que a la izquierda de Cristo (derecha del observador) estarían representados los acontecimientos salvíficos de la naturaleza humana (encarnación y pasión y muerte) de Jesús, y a la derecha (izquierda del observador) los acontecimientos salvíficos de su naturaleza divina (resurrección y ascensión). O lo que es lo mismo, el desarrollo de esta oración que se pasaba de viva voz de generación en generación.
Hoy me alzo
con
la fuerza del nacimiento de Cristo gracias a su bautismo,
con
la fuerza de su crucifixión y muerte,
con
la fuerza de su resurrección y ascensión,
con la fuerza de su descenso el día del juicio.[1]
Panteón
de los reyes. San Isidoro. León
Iohames, Aquila; Matevs, Omo; Marcvus, Leo; Lvcas, Vitvlo
Tetramorfos. Sant Climent de Taüll. (Lérida).
Esta oración podría hacer una clara alusión a los cuatro vivientes y a su distribución: nacimiento de Cristo (encarnación - Mateo) –> crucifixión y muerte (Pasión – Lucas) –> resurrección (Marcos) –> ascensión (Juan). Con esta distribución se mantendría ese círculo con sentido horario que comenzaría en la parte superior izquierda (derecha del observador) y terminaría en la parte superior derecha (izquierda del observador), dibujando lo que sería la rueda de la salvación humana desde la perspectiva del Pantocrator, rueda o círculo de fe que debería realizar todo creyente en su camino de Regreso a Dios. Dicho Regreso a Dios se realizaría una vez que se hubiera producido la segunda venida de Cristo, expresada en la oración anterior en el último verso, cuando afirma: “… con la fuerza de su descenso el día del juicio”.
Como curiosidad, y para darnos cuenta hasta qué punto los artistas plásticos en este caso llegaban a interpretar fiel y literalmente las Sagradas Escrituras, se puede observar en el Pantocrator de San Clemente de Taüll (Lérida) cómo el león tiene pintados múltiples ojos por todo el cuerpo, no sólo en su rostro. Esta curiosidad o peculiaridad vendría a reforzar lo expresado en el Apocalipsis cuando afirma: “… y en rededor de él, cuatro vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás. … y todos en torno y dentro estaban llenos de ojos”.
León. San Clemente de Taüll. Lérida
Si hemos estado atentos y no hemos bostezado mucho, nos tendríamos que haber dado cuenta (o al menos acordarnos de ello, ya que lo hemos dicho anteriormente) que uno de los vivientes que “normalmente” puede cambiar de posición en las representaciones del Tetramorfos, es el águila representativa de San Juan. Unas veces aparece arriba a la izquierda y otras veces arriba a la derecha. … y, ¿por qué cambia de posición, intercambiándola con el ángel de San Mateo? La respuesta en este caso no es tan fácil darla, ya que, según los autores que quieren interpretar ese Tetramorfos en concreto, dan una interpretación u otra, según les convenga para sus explicaciones.
Hay autores que afirman que la representación iconográfica del águila de San Juan a la izquierda de la Maiestas Domini puede haber nacido por las representaciones de la Última Cena. En dicha representaciones, San Juan descansa sobre el pecho de Jesús, en el lado izquierdo, junto al corazón. Otros autores afirman que en España es habitual que el águila ocupe un lugar preeminente, es decir, arriba y a la derecha del Todopoderoso (izquierda del observador). La razón que aluden es que Juan, apóstol y evangelista, como hermano de Santiago, cobró gran importancia en el entorno del camino de Santiago de Compostela. De ahí que se sitúe en esta posición preeminente, como se puede observar en el Tetramorfos del Pórtico de Gloria del maestro Mateo en la catedral de Santiago de Compostela.
Pórtico de Gloria. Santiago de Compostela
De cualquier forma, tanto si es representado en una posición o en otra, a San Juan se la considerado siempre el “apóstol amado”, el que escribió el único libro profético canónico, el Apocalipsis, además de “su” evangelio y varias epístolas. Fue el evangelista, apóstol y discípulo más seguido y venerado durante la Edad Media, además de todos los comentarios, libros e hipótesis que se han creado a su alrededor debido a ese favoritismo que tenía Jesús hacia él, su “amado”, su discípulo más joven.
Vamos a dejar aquí el tema de San Juan, porque como nos liemos, podemos crear un lío y un enredo que luego sería muy difícil desenredar, y eso podría ser peor.
Bueno, parece que los cuatro vivientes están comenzando a marcharse. Han encontrado la puerta de salida y ya tienen las maletas en la puerta, esperando a despedirse. Pero antes de marchar quieren indicarnos dónde los podemos encontrar, por si tenemos a bien hacerles una visitica la próxima vez que visitemos un edificio religioso.
Cuando comenzaron a tener visibilidad con la creación y asentamiento del cristianismo, normalmente aparecían representados en mosaicos y cúpulas de mausoleos. Posteriormente, con el Románico (¿a que os parecía extraño que no hubiéramos hablado nada de románico en este tostonazo?) aparecen fundamentalmente en el cascarón del ábside, en la bóveda de la nave central o en la puerta occidental, a los pies del templo, ubicación que se mantuvo estable incluso durante el gótico. De ahí que dos de los soportes más empleados para el Tetramorfos fueran la pintura mural y la talla monumental en piedra.
El tema de los cuatro vivientes también se incorporó a los frontales de altar, sobre todo románicos. No faltó tampoco su representación en libros ilustrados, como los beatos mozárabes, en Biblias y Evangelios, libros de horas, etc. Cálices, ostensorios o custodias, cruces, relicarios, cubiertas de libros, etc., estableciéndose de esta manera una relación entre la eucaristía y al Tetramorfos.
En la Edad Moderna, al ornamentar la zona cercana al altar se prefieren representaciones alusivas a los santos, sobre todo si son “del terreno”, a la Virgen o a algunos de los acontecimientos de la vida de Cristo.
¿Y en Torralba? ¿Dónde aparecen representados los cuatro vivientes? Pues en la ermita del Cristo aparecen en las pechinas de la cúpula del crucero, y en la parroquia de la Santísima Trinidad en las vidrieras nuevas que se incluyeron con la gran remodelación que se llevó a cabo a finales del siglo pasado y comienzos de éste. Tanto en la ermita como en la parroquia, aparecen en lugares muy cercanos al altar, como no podía ser de otra forma, lugar preeminente donde se lee la palabra de Dios en forma de evangelio.
Iglesia Santa María. Siones. Burgos.
Como hemos podido apreciar y comprobar durante todo este tostonazo, quienes redactaron los programas iconográficos de los edificios religiosos, sobre todo en tiempos del románico, quisieron dejar clara una sola idea: Cristo es un misterio, que al mismo tiempo fue Dios y hombre; en su sola persona divina convivían dos naturalezas distintas. Esa idea era la que fundamentalmente rondaba por las cabezas de los teólogos redactores de estos programas iconográficos, ya que trataban de combatir las herejías que en aquellos años aparecían con cierta frecuencia y asiduidad. Casi todas ellas se basaban en privilegiar una de esas dos naturalezas de Cristo, humana y divina, y minusvalorar o despreciar la otra. Las verdaderas herejías cristológicas, como las que sucedieron en aquella época bajo medieval, se dieron por no saber conjugar esas dos realidades: Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre al mismo tiempo. Algunas herejías, al querer sobrevalorar su divinidad, despreciaban su humanidad. Otras, al quererse aferrar a su humanidad, acababan negando su divinidad.
¡Qué barbaridad! Hemos comenzado hablando de cuatro “animalicos”, bueno, tres animalicos y un ángel, y hemos terminado hablando de herejías cristológicas. ¡Qué tendrá que ver una cosa con la otra.
Quizás llevéis razón en vuestra puntualización, pero una vez más debemos entender la sociedad en la que esta representación apareció y se consolidó durante el cristianismo. Aquella otra sociedad muy poco tenía que ver con la nuestra; mucho menos con esta nueva pandémica sociedad, donde la “casi maldad” se está comenzando a instalar. Ya tiene sus tiendas de campaña montadas y solo falta que comiencen a llegar inquilinos a las mismas, que no tardarán en llegar. Si el poder del cristianismo que tenía en aquella sociedad fuera aplicable a nuestra sociedad actual, nuevamente irían surgiendo nuevas herejías como forma de rebelión contra ella, y muy posiblemente irían apareciendo nuevas representaciones de cualquier arte plástica como forma de empalizada para parar esas rebeliones en contra de la sociedad impuesta.
No es el cristianismo precisamente quien manda y domina nuestra sociedad pandémica actual, pero sí hay otras formas de pensar y actuar “políticamente correctas” que nos están obligando a seguir escrupulosamente (como en la antigüedad el cristianismo). Quienes no cumplan “sus mandamientos” son considerados enemigos de la misma, los antiguos herejes que se negaban a admitir todo lo relacionado con aquella sociedad cristianizada. Ahora no hay representaciones en artes plásticas para parar a quienes no quieran “comulgar con ruedas de molino”; hay represalias, insultos, desprecios, invisibilidades, arrinconamientos sociales, etc. ¿Memes? ¿Emoticonos? ¿Vídeos insufribles? ¿Carteles? ¿Frases? Quizás puedan ser los Tetramorfos actuales, pero a diferencia de aquellos, éstos son creados tanto por el bando impositivo como por el contestatario, generando un duelo o una guerra informativa que, muy lejos de tratar de apaciguar ánimos y tratar de llegar a un acuerdo, hace aún más grande la brecha separadora, esa grieta que con su imparable aumento de tamaño amenaza con tragarnos a todos de un solo bocado.
Como veis, “amigüitos”, poco ha cambiado el mundo en estos últimos milenios, sobre todo en el último. Una vez más tenemos que reconocer lo que aquel sabio dijo sobre la historia de la humanidad: “Lo único que ha aprendido el hombre de la historia es que no ha aprendido nada”. ¡Qué razón llevaba y qué razón lleva! Cruda realidad y cruda actualidad.
En fin, nosotros no podemos hacer más; tan sólo seguir “tostoneando” como siempre, y tratando de, al menos, no perjudicar a los demás. Seamos nosotros mismos, pero nunca serlo a costa de los demás.
¡Virgen del Amor Hermoso! Esta vez, ¡tope! ¡No tengo remedio!
¡Aurrevoir! (¿Habré perdido mi
despedida vehicular? Me lo haré mirar).
[1] Los versos pertenecen a la gran oración en idioma
irlandés conocida como La coraza de San
Patricio. Se trata de la más temprana expresión poética europea en una
lengua vernácula. La oración de San Patricio es, en su actitud, la obra de un
druida cristiano, de un hombre a la vez de fe y de magia. (Thomas Cahill. “De
cómo los irlandeses salvaron la civilización”).
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