“¿A qué personaje histórico te gustaría parecerte?” es la pregunta que le hacen a un joven para finalizar una encuesta en un programa radiofónico y poder optar así a un concurso. “¿Personaje histórico? ¿Qué es eso?”. Es la primera respuesta que oye el presentador del programa. La hace una chica que acompaña al joven de la encuesta. Después de pensárselo un tiempo el joven y dudar mucho, da el nombre del personaje histórico a quién le gustaría parecerse: “Torrente”.
Este hecho verídico ocurrido en nuestro país no pasaría de ser una mera anécdota graciosa y considerarse un hecho aislado si no fuera por la terrible asiduidad y naturalidad con que se producen hechos de esta magnitud y gravedad. Hechos que ponen de manifiesto y sacan a la luz las tremendas carencias de un sistema educativo cambiante hasta la saciedad y en el que ningún gobierno ha incidido en fomentar el saber y el conocimiento. Al contrario, tan sólo se han preocupado de cambiar una y otra vez la ley educativa para adaptarla a su ideología y, de este modo, tratar de adiestrar, amaestrar y adoctrinar a toda una sociedad imberbe y futura.
Preocupados por ese adoctrinamiento como única meta educativa, se ha dejado muy de lado la verdadera finalidad de la educación: el conocimiento y el saber, apartándolos de la sociedad en las múltiples reformas llevadas a cabo por todos los gobiernos democráticos que ha tenido España desde el final de la dictadura.
Lejos de fomentar el saber y el conocimiento, se han ido haciendo reformas y leyes cada vez más laxas. Se suprimían asignaturas que se consideraban “superfluas”, casi siempre ligadas y relacionadas con las humanidades y el conocimiento del ser humano, aquellas que estaban en relación directa con el conocimiento de las personas y con la creación de un espíritu crítico en las mismas, asignaturas que chocaban frontalmente con el futuro adoctrinamiento que buscaban unos y otros en “sus” reformas, alejando al ser humano del conocimiento de su propia persona y de ese espíritu crítico que les permitiera adoptar una personalidad propia dentro de la sociedad y de su propia vida. Al mismo tiempo se añadían otras asignaturas más acordes con su ideología, como Educación para la Ciudadanía o Educación Ética, además de ir rebajando año tras año, reforma tras reforma, el número de suspensos del que un alumno podía vanagloriarse para pasar o promocionar de curso. Cada vez era más fácil pasar de curso con mucho menor esfuerzo y, sobre todo, con unos menores conocimientos y saberes, excelente caldo de cultivo para aborregar, adormilar y entontecer a toda una futura sociedad inculta, incrédula y semianalfabeta capaz de creerse cualquier disparate que le sea puesto delante de los ojos y que simule una mejor vida con un menor esfuerzo. En este país de incultos, el tonto sería el estudioso, el que aprueba todo, el que, al final, tendría que abandonar España para seguir progresando y mejorando en sus saberes. Los demás se quedarían aquí, sorbiendo la sopa boba que les daban los gobiernos a cambio de balar correctamente.
Con la llegada de la maldita pandemia y el obligado encarcelamiento, esa falta de conocimientos y saberes se ha acentuado hasta elevarla a los altares, ya que se promocionó de curso a alumnos de cualquier etapa educativa con un número de suspensos indeterminado. Daba igual uno que diez: todos promocionaron o titularon en el curso en el que estuvieran matriculados ese fatídico marzo de 2020. Daba igual que hubieran aprendido algo o no durante los seis meses anteriores, que supieran o no hacer algo o no hacer nada: todos aprobados y pelillos a la mar.
Como aquello les resultó muy rentable dado el comportamiento borreguil y sumiso de la población durante dicho encarcelamiento al que fue sometido, han tratado de implantar de nuevo otra ley (no educativa, de momento) para que mientras dure esta pandemia, se mantenga ese paso y promoción de curso con cualquier número de suspensos. El semianalfabetismo pasaba a convertirse en poco más de seis meses en un analfabetismo absoluto, cuyo único libro de texto válido para todos los alumnos era el fomento de ese analfabetismo por las redes sociales con su temario de “fake news” como única unidad didáctica a aprobar.
Entretenida la sociedad, padres y madres de alumnos incluidos, en el estudio y preparación de esa unidad didáctica, el gobierno ultracoletoso actual ha colado por la puerta de atrás (si lo hubiera hecho por la puerta principal habría colado igualmente dado el nivel cultural de la sociedad española) una nueva miseria educativa en la que quiere que sea “su” ley educativa con una nueva bandera ondeando por los cuatro costados de este país: la supresión del castellano como lengua vehicular en las escuelas, sobre todo en aquellas comunidades autónomas donde el separatismo tiene y ha tenido desde los comienzos de la democracia una única función: separarse políticamente de España, crear un país, estado o nación independiente de España. Para su objetivo final, la eliminación del castellano en “su” territorio y la implantación de “su propia lengua” era una condición sine qua non para conseguir de una vez por todas su añorado y querido objetivo. De momento ya se han cobrado su primera pieza, la más codiciada en esa caza furtiva y nocturna a la que están sometiendo a este gobierno ultracoletoso y, por ende, a toda la sociedad española.
Lejos de ser un problema nacional o gravísimo la supresión del castellano como lengua vehicular en estos territorios separatistas y en sus centros educativos, el gobierno ultracoletoso actual mira para otro lado tratando de solucionar problemas educativos “más importantes”, como pueden ser la eliminación de la religión como asignatura, el implantación de la educación sexual para niños, niñas y jóvenes (de la pornografía y agresiones sexuales ya se encargan ellos por sí solos con sus respectivos teléfonos móviles regalados en su bautizo civil o religioso) y la implantación de la educación cívica como doctrina bolivariana obligatoria a seguir por todos para conseguir el país que queremos (eso dicen ellos, por lo que quienes lo quieren conseguir y como lo quieren hacer son ellos, no nosotros). De la agresión a los derechos constitucionales de los ciudadanos a su símbolo principal de la realidad de nuestra nación como es la lengua de Miguel de Cervantes, ni rastro. Del arrinconamiento de la lengua materna de todos, ni rastro. De la discriminación que se sufrirá en los territorios separatistas y en constante y permanente estado de incertidumbre social y judicial por usar la lengua castellana, ni rastro. Del tratamiento de forasteros a que serán sometidos en su propia ciudad o territorio por utilizar la legua castellana, ni rastro.
En vez de fomentar el conocimiento y el saber, se enzarzan en concesiones territoriales y victorias ideológicas para salir de esta calamidad, al contrario que el resto del mundo: primero la bolsa (dinero de los presupuestos de los ultracoletosos), después la vida o, como en este caso, después la lengua. Realmente son muy fieles a sus propios consejos y trabajan duramente día a día en conseguirlo de la mejor forma posible. Fomentan a voz en grito el distanciamiento social, y será de las pocas medidas impuestas e inmiscuidas en la sociedad actual que mejor estén consiguiendo: cada vez es mayor la distancia que separa a una sociedad totalmente empobrecida en todas sus facetas, de la alta sociedad, aquella que ordena y manda pensamientos y obras en ejecutar, sopena de sufrir los tormentos del infierno.
Descanse en paz la lengua del mayor libro de la literatura universal. Solamente en España se podría velar un duelo de estas características y magnitud. Por eso Spain is different, y lo seguirá siendo siempre, al menos en este aspecto.
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