sábado, 5 de septiembre de 2020

ICONOGRAFÍA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (I)

 


A modo de introducción

          Todos y cada uno de nosotros, a día de hoy, no sabemos a ciencia cierta cuántas veces hemos asistido a una celebración litúrgica cristiana, pero siempre que lo hemos hecho, de una manera u otra, al comenzar, al terminar o en ambos momentos, hemos empleado las siguientes palabras: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.” Cuando somos bautizados o participamos de la liturgia del bautismo, el cristiano que va a profesar dicho sacramento es bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, tal y cómo Jesús exhortó a sus discípulos según Mateo XXVIII, 19-20: “Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.” Tanto en el bautismo como en la cita evangélica de Mateo se está aludiendo a la Santísima Trinidad, al dogma de la Trinidad, uno de los pilares de la fe cristiana.

            Pero no solamente al comenzar o terminar una celebración litúrgica aludimos a dicho dogma. La alusión a la Trinidad en todas las celebraciones litúrgicas, y en general en los sacramentos, es constante. Al comienzo de la misa se entona el Gloria, himno trinitario, y la plena eucaristía termina con la fórmula de alabanza a la Trinidad (doxología en jerga católica y eclesiástica): “ por Cristo … a ti Dios Padre, en la unidad del Espíritu Santo, …”. Y qué decir del credo en el momento de la reafirmación de nuestra fe, verdadera oración de alabanza y aceptación del misterio de la Santísima Trinidad, causa de la verdadera controversia entre las Iglesias Ortodoxas y Católica que provocaron el Cisma de Oriente e hiciera que esa separación se prolongue en el tiempo hasta nuestros días.

            La Santísima Trinidad ha estado desde el principio en la raíz viva de la Iglesia, principalmente en el acto del bautismo. Está formulada en la predicación, en la catequesis y en las oraciones de la Iglesia. Estas formulaciones se encuentran ya en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la liturgia eucarística: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo sea con todos vosotros.” (2 Cor, XIII, 13; 1 Cor XII, 4-6; Ef IV, 4-6). Sin embargo, la palabra Trinidad no se halla en la Biblia[1] aunque es un término útil para referirse a una enseñanza escritural importante con respecto a Dios, a saber, que nuestro Dios es una Trinidad. Esto significa que hay tres Personas en un único Dios, no que hay tres dioses. Las Personas son conocidas como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y han existido siempre como tres personas separadas. La Persona del Padre no es la misma que la del Hijo; la del Hijo no es la misma que la del Espíritu Santo; la del Espíritu Santo no es la misma que la del Padre. Si una de las personas fuese quitada no habría Dios. Dios ha sido siempre por la eternidad una Trinidad. Dios no es una persona que adoptó tres formas, es decir, no es el Padre que tornase en el Hijo y luego que el Hijo tornase en el Espíritu Santo, aunque tampoco es Dios una única Persona.

            Dios no es una única Persona, tampoco son tres Personas. Entonces, ¿qué es Dios? ¿Quién es Dios? ¿Cómo es Dios? ¿Qué, quién y cómo es esa Trinidad a la que aludimos? ¿Es lo mismo que Dios?

            Sinceramente, ni tengo las respuestas a esas preguntas ni soy la persona más indicada para contestarlas, ni incluso para buscar las respuestas a esas preguntas. Estas líneas tan sólo sirven para tratar de poner un poco de orden en ciertas ideas acerca de la Santísima Trinidad, acerca de un dogma poco entendible por las personas que profesan la fe católica y frontalmente rechazable por ateos y agnósticos e incluso por otras iglesias, religiones y movimientos religiosos. Tratar de poner en orden esas ideas sobre la Santísima Trinidad no quiere decir que las conclusiones que obtenga sean válidas; tan sólo son mis conclusiones, que pueden no ser válidas para el resto de las personas, ya que el dogma de la Santísima Trinidad es prácticamente imposible de comprender para la mente humana, inaccesible a la razón humana, por lo que se le considera un misterio de fe. Ya en su día, el teólogo Guillermo de Occan afirmaba la imposibilidad de la comprensión intelectual de la naturaleza divina y postulaba su simple aceptación a través de la fe. Juan Damasceno se pronunciaba en los mismos términos cuando afirmaba: “La razón no es una fuente de conocimiento y de verdad, sino que meramente nos permite acercarnos a la verdad. La única fuente de conocimiento y de verdad es la fe, según lo prueba el hecho de que, para quienes examinan las cosas divinas por medio de los razonamientos humanos y naturales, las cuestiones de fe son estúpidas, ya que todo lo que trata de Dios está más allá de la naturaleza, de la razón y de los razonamientos.”. Así de claro, así se simple, … y así de complicado.

San Juan Damasceno


     

Guillermo de Occam

            Por lo tanto, los errores que puedan aparecer en adelante, que puedan inducir a conclusiones heréticas o heterodoxas, son solo el fruto de un trabajo en vano o incluso la consecuencia de la vanidad y prepotencia de una persona que ha tratado de entender un dogma o misterio de fe a través de la razón humana. En este punto los teólogos medievales tenían su razón cuando afirmaban que a Dios no se puede acceder a través de la razón, justo lo que estoy tratando de hacer con estas líneas. Veremos qué es lo que sale, aunque mucho me temo que no va a ser muy convincente ni relevante.


Dogma

            Ya se ha dicho que el dogma de la Santísima Trinidad o dogma trinitario es inaccesible a la razón humana, además de ser uno de los más enrevesados que propone el cristianismo, y ser fuente de controversias y herejías, heterodoxias y problemas de toda índole a lo largo de los 2000 años de existencia cristiana. Pero … ¿sabemos lo que es un dogma? ¿Qué entendemos por dogma? Contestemos primeramente a estas preguntas ya que, esta vez sí, tenemos información suficiente para hacerlo sin temor a equivocarnos y sin caer en vanidades y prepotencias.

            Según el diccionario de la lengua española de la R.A.E., dogma es una proposición que se asienta por firme y cierta y como principio innegable de una ciencia. En su segunda acepción de este mismo diccionario, dogma es una doctrina de Dios revelada por Jesucristo a los apóstoles y testificada por la Iglesia. Y en su tercera y última acepción de este mismo diccionario, un dogma es un fundamento o punto capital de todo sistema, ciencia, doctrina o religión. En su sentido más amplio y más común, un dogma es una doctrina sostenida por una religión u otra organización de autoridad que no admite réplica y no está sometida a prueba de veracidad impulsada por una autoridad práctica. Al ser tratado o calificado un dogma como doctrina, la enseñanza de un dogma o doctrina se conoce con el término de adoctrinamiento. Con el aumento de la autoridad de la Iglesia Católica, el dogma se convirtió en dogma teológico o dogma de fe, que todo creyente debe seguir sin estar sujeto a opinión.

            Todas las religiones tienen sus dogmas, no solo el cristianismo. El judaísmo y el islam, las otras dos grandes religiones monoteístas, también tienen sus propios dogmas, además del protestantismo, budismo e hinduismo.

            Centrándonos y focalizando el dogma o los dogmas en el catolicismo, que es lo que nos interesa, éstos son verdades reveladas definidas por la Iglesia Católica para su aceptación por parte de los fieles. Pero, ¿qué es una verdad revelada? Es una verdad perteneciente al campo de la fe o de la moral, revelada por Dios y transmitida por los apóstoles a través de las Escrituras o de la Tradición (recordamos la segunda acepción de la definición de dogma en el diccionario de la R.A.E.).

            La Iglesia Católica, o el Magisterio de la Iglesia Católica, tiene su punto de partida en las verdades divinas, afirmando que éstas siempre han existido. En el momento en que pueda surgir una duda o aparezca una desviación doctrinal acerca de cualquiera de ellas, reafirma dicha verdad a través de un dogma, ejerciendo plenamente la autoridad que tiene de Jesucristo. Dicho dogma o propuesta obliga al pueblo cristiano a una adhesión irrevocable de fe.

            No ocurre lo mismo con las encíclicas escritas por el Papa, que no se consideran dogmas y, por tanto, no adquieren obligatoriedad, como la última encíclica del Papa Francisco. Éstas se consideran más orientaciones que la Iglesia Católica propone, pero sin llegar nunca a ser dogmas.

Papa Francisco

            Una de las mayores hostilidades que está padeciendo la Iglesia Católica es justamente la parte relacionada con los dogmas, el ser una religión dogmática, verdades reveladas definidas arbitrariamente por ella con el Papa a la cabeza. Su plena aceptación implica la infalibilidad del Papa, puesta de manifiesto y consagrada en acuerdos alcanzados en concilios ecuménicos medievales donde la figura del Papa era la de prácticamente jefe de toda la cristiandad, más allá de los poderes de los reyes. Con el paso del tiempo, dicha figura papal se ha ido diluyendo en las sociedades para quedar relegada a ser la cabeza visible de una religión monoteísta, eso sí, practicada por la mayoría de la población española y por gran parte de la población mundial. Como en tantas ocasiones en que se consiguen efectos contrarios a los inicialmente programados o propuestos, las hostilidades hacia la Iglesia Católica y hacia la figura del Papa no han hecho sino reforzar su figura dentro de la Iglesia y aumentar la admiración, consideración y afecto que los fieles cristianos tienen hacia el Papa, sobre todo al actual Papa Francisco. La prueba la tenemos en los viajes que realiza a diversas partes del mundo y a la cantidad de fieles cristianos que van a saludarlo y darle su apoyo, muestra inequívoca del carisma que esta figura tiene entre sus fieles.

 



[1] La palabra “Biblia” tampoco.


No hay comentarios:

Publicar un comentario