¡VAYA POR DIOS!
No son días para pronunciar panegíricos; tampoco para el ensalzamiento, la magnificencia y la loa. Son días tristes para unos, funestos para otros, insoportables para la mayoría, pero días al fin y al cabo. Y como lo que son, debemos aceptarlos, a regañadientes, pero aceptarlos; enfadadísimos por comportamientos incívicos (no me gusta la palabra insolidarios, creo que está demasiado concubinada, simoniada) de personas irresponsables que, además de fraudar, una vez más, a toda una sociedad, han agrandado más un inmenso y desconocido problema con su egoísmo y falta de solidaridad, pero aceptándolos como se puede, como cada uno sabe pero nunca como cada uno quiere, ya que ha sido la vida quien, una vez más, nos ha colocado en nuestro sitio y nos ha dictado lo que tenemos que hacer mientras nosotros nos empeñamos en hacer otras cosas.
Son muchas las
personas, sobre todo las más mayores, que no dejan de preguntarse una y mil
veces al cabo de cada infinito día por qué nos está pasando todo esto; por qué
Dios lo está permitiendo, por qué lo está tolerando. Ya en su días, cuando el
Papa emérito Benedicto XVI visitó el campo de concentración de Aushwitch en 2006,
al salir se hizo la misma pregunta, para, después, sentenciar que nunca más se
podría hacer poesía después de ver aquello.
¿Quién no se ha preguntado alguna vez dónde está Dios
cuando el hombre sufre? ¿Dónde está Dios y por qué calle ante el sufrimiento de
injusticias y tragedias? Cuando vemos un mundo de violencia, de pobreza, de catástrofes
naturales, de pavorosos dolores, seamos crédulos o no, acabamos pensándolo clásico:
si Dios existe, espero que tenga una buena razón para permitirlo. Sabemos y
somos conscientes que los males está ahí, pero también sabemos (así se recalca
en la liturgia de la misa) que Dios es omnipotente, bondadoso y misericordioso.
Entonces, ¿por qué no elimina todos los males cuando su omnipotencia y bondad
pueden hacerlo? ¿Es porque no quiere? ¿Quiere enseñarnos alguna determinada
lección basada en el sufrimiento y en el padecimiento? Si así fuera, ¡vaya por
Dios!.
Majestad Batlló
Comienza la Semana Santa. No de la mejor manera ni de la mejor forma que nos hubiera gustado comenzarla ni vivirla. La imagen de esta Majestad nos muestra a Cristo crucificado con los ojos abiertos. Nos dice que, aunque la muerte está cerca, permaneciendo despiertos lograremos vivir. ¡Ha vencido! ¡Ha ganado! ¿Nosotros?
En esta Semana Santa, ¡vaya por Dios!
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