sábado, 26 de octubre de 2019

DON INO Y LOS INDIGNADOS DE LA ACRACIA (¡QUÉ GRACIA!)


          ¡Pobrecitos míos! ¡Ácratas! ¡Indignados! … dicen que están ¿Seguro que saben lo que es ser ácrata? ¿Seguro que saben lo que es estar indignado? ¿Por qué tienen ellos que cumplir con ciertas normas sociales por mero hecho de pertenecer a una sociedad democrática? ¡Ah! ¡Que no quieren democracia! Ya entiendo. Que ellos son los que deben decidir qué hacer y qué no hacer en cada momento, sin que nada ni nadie les diga el qué ni en qué momento. Que ellos son responsables de sus propios ellos. ¡Pobrecitos míos! Como dijo aquel sabio: la ignorancia es muy atrevida.

         Me hace gracia lo de la acracia, como también me hace gracia que sepan lo que es o lo que significa. Si a uno de estos ácratas indignados les preguntas o les dices qué es eso, como no saben lo que significa pero les ha sonado muy bien, abanderan esa calificación hasta que la vida les va poniendo en su sitio o los manda directamente a la calle o debajo de un puente. ¡Yo soy ácrata indignado! Dirían algunos sacando pecho y metiendo culo, posando como posan aquellos a los que quieren defenestrar (nuevamente ignorancia atrevida).

         Todos hemos tenido la edad de estos ácratas indignados. Hemos hecho cosas que nuestros mayores, como no podía ser de otra forma, desaprobaban, pero no creo que esos hechos pudieran ser comparables a los de hoy día. Bien es cierto que eran otros tiempos, pero quizás sea esa vetustez la que les dé más o menos valor a unos hechos que a otros.

         Nosotros teníamos lo que teníamos, que era más bien poco, por eso tratábamos de aprovechar al máximo el tiempo y las oportunidades que nos iban dando o nos iban surgiendo en nuestra vida. Estudiar, trabajar, ambas cosas al mismo tiempo, eran las actividades que acaparaban la totalidad de nuestra vida. Pero eso no quería decir que no tuviéramos tiempo para nosotros, para nuestro ocio y nuestra diversión, para nuestras correrías y, ¿por qué no? para nuestras gamberradas. Sí, eran gamberradas, pero quizás inocentes, tontas y locas, propias de aquellos tiempos y de aquella vida. Eran igualmente reprobadas por nuestros mayores, pero quizás no eran tan maliciosas ni tan intencionadamente malintencionadas.

         Lo de hoy día, lo que ocurre hoy día casi a diario no tiene nombre, al menos nombre comparable con lo que hacíamos aquellos años. Hay mucha gente que, sin justificar ni aprobar rotundamente y tajantemente los hechos que suceden casi a diario en nuestras calles y ciudades, quieran quitarle importancia aduciendo a su juventud, a sus años mozos y sus correrías. No se pueden comparar, no es comparable, no es lo mismo. Son muchas las diferencias entre unos hechos y otros, entre unos años y otros, y entre unas vidas y otras.
https://www.definicionabc.com/politica/acracia.php
         
          Hoy día, estos ácratas indignados lo tienen todo hasta la saciedad. Tienen información permanente de cualquier cosa en tiempo real en ese artilugio que llevan en los bolsillos del pantalón que incluso sirve para llamar por teléfono y comunicarse con sus semejantes, y, aún así, son muchísimo más ignorantes que nosotros, que ni tan siquiera teníamos dinero para comprar un periódico. Tienen dinero paterno o materno a cuenta de la herencia venidera para poder costearse cualquier capricho insignificante e inservible, pero se indignan si ese dinero lo tienen que invertir en su educación en forma de pago de matrículas en universidades y colegios. Tienen todo el tiempo libre, las veinticuatro horas del día, para enviarse fotos y caritas sonrientes mientras se indignan porque no tienen trabajo y, cuando lo encuentran, nuevamente se indignan porque no les pagan lo suficiente para costearse sus caprichos caprichosos e inservibles. Tienen todo el verano por delante para nomadear de descampado en descampado similizando su conducta en conciertos berreros y polvorientos mientras se indignan por no tener  una casa propia donde poder habitar dignamente a ser posible a coste cero.

         Su indignación la exteriorizan culpando a los demás de su mala vida, mientras ellos no tienen ni la menos intención de hacer lo más mínimo por tratar de modificarla. La forma que tienen de solucionar todos sus males, lejos de aceptar sus enormes errores, es queriendo “ser ellos”, ser como son, sin normas, sin obligaciones, sin atribuciones, sin leyes, sin imposiciones, sin obediencias, sin comportamientos cívicos, sin nada de nada; tan sólo ser ellos. Ellos quieren ser los dueños, los amos, los gobernantes de su vida, los dirigentes de su futuro; ser ellos, y sólo ellos, sin que nadie les diga tal o cual cosa, sin consejos, sin conversaciones sosegadas y profundas, sin socializaciones ni convencionalismos. Ellos saben y tienen muy claro lo que quieren y no quieren, y para ello no les hace falta nadie que les diga lo que tienen o no tienen que hacer. No quieren una institución que acote sus actuaciones y uniformice una sociedad en desbandada. ¡Yo soy dueño de mí mismo, y de nadie más!, oímos de labios ácratas e indignados. ¡Nadie me tiene que decir lo que tengo o no tengo que hacer! ¡Yo soy así! ¡Yo hago esto así!, son frases ácratas indignadas que enarbolan puños en alto (da igual la mano que levanten; confunden la derecha con la izquierda, y no sólo físicamente, sino políticamente) y litronas en la otra (el artilugio informativo en el bolsillo a modo de paquete simulador de paquetes ochenteros de vaqueros ceñidos por el tiro de la entrepierna).

         ¡Pobrecitos míos! ¡Qué atrevida y peligrosa es la ignorancia! Quizás sea la única enfermedad que se cura leyendo, a ser posible, leyendo algo que tenga letras y les pueda enseñar algo.

         ¡Ácratas! ¡Indignados! … ¡Y que aman y quieren la acracia! ¡Qué gracia! Seguro estoy que quieren conseguir una sociedad que no saben que se llama ácrata: a, no, κρατος (cratos), poder; no poder, sin poder, al contrario de la sociedad en la que viven, que les permite hacer lo que hacen, decir lo que dicen, y tener lo que tienen: democracia, demos, pueblo, cratos, poder; poder del pueblo. El pueblo les está dando ese poder para que han y digan libremente lo que están haciendo y diciendo libremente. ¡Y ellos sin saberlo y renegando de ello! ¡La ignorancia que maliciosa es!

         ¡Pobrecitos míos! ¡Ácratas indignados! ¡Pobrecitos míos!


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