sábado, 11 de mayo de 2013

¿QUÉ HEMOS APRENDIDO DE BARCELONA 92?


Ilustrándome en un diario escrito, leo en unas de sus páginas el precio que se ha pagado por dos cafés en un determinado hotel de la capital de España. 5’20 € es el precio de ambas consumiciones, un precio muy elevado para mi economía y para la economía de la mayoría de los españoles, mucho más si ponemos de manifiesto la violenta y cruel situación de muchos de ellos. Automáticamente, y como un fogonazo a modo del Eureka de Arquímedes, recuerdo que en otras secciones de ese mismo diario se hablaba de la visita que los miembros del COI estaban realizando en Madrid para valorar las instalaciones y evaluar a dicha capital de cara a la organización de los JJOO de 2020. Tal y como pudiera hacer cualquier persona medianamente informada, una posible relación de ambas noticias se presumía inevitable, no por la coincidencia en el tiempo, sino por una posible prolongación en él, incluso aumentada con la entrada del nuevo 2020.

         Madrid tiene más opciones que nunca de organizar los JJOO de ese año 2020. Tiene más del 75 % de las instalaciones, si no terminadas, casi. Opta a ese galardón por tercera vez consecutiva y, si como dice el refrán, a la tercera va la vencida, pues el asunto está hecho, como diría un político cuando pone la mano a modo de cazo. Los madrileños estarían encantados de la vida. Muchos puestos de trabajo, fuertes incrementos de ventas en comercios, locales hosteleros y de alojamiento entre otros, capital y escaparate del mundo durante toda la celebración; un sinfín de parabienes que no se pueden dejar escapar. Sin embargo, mientras la euforia va tomando posiciones en la cabeza de esta carrera, sería más conveniente hacer, una vez más, de abogado del diablo y sosegar los ímpetus que, cual primavera imperecedera, van brotando con el día a día.

         Tal y como está en la actualidad la sociedad española, con esa criminal y obscena tasa de paro, la situación en la que se encuentran los políticos tras los innumerables casos de corrupción, la caída en picado en prestaciones sociales y asistenciales, la subida de impuestos y el derrumbe de los ahorros, muchos ciudadanos se preguntan, y nos preguntamos, si todos esos beneficios que nos recitan de carrerilla un día y otro los mandamases de esta organización deportiva, van a repercutir realmente en nosotros o, como siempre ocurre y está ocurriendo, irán a parar a los bolsillos de unos cuántos (los mismos de siempre) vía paraísos fiscales. La duda es más que razonable, sobre todo en la situación actual. Y más que dudas, la ciudadanía comienza a tener miedo y temor ante el futuro que le depara la omnipresente situación social y económica actual, y el tiempo que falta para esa celebración.

         Si a 7 años vista, un café lo cobran a 2’60 €, ¿a cuánto lo cobrarán durante la celebración de los JJOO? ¿Alguien duda de una subida descomunal de taxis y transporte público en la capital y sedes olímpicas? ¿Los hosteleros se quedarán de brazos cruzados o aplicarán la misma receta? Miedo me da pensar qué podría ocurrir con los precios de los alimentos y las consumiciones de los locales de ocio. En definitiva, un incremento generalizado y descarnado del nivel de vida en la capital y sedes olímpicas, justo lo contrario de lo que se está demandando en la actualidad y años venideros para fomentar y aumentar el consumo y la confianza de los consumidores.

         Es lógico y normal pensar que todos los sectores de la economía relacionados con la celebración de dicho evento quieran aprovechar el tirón y aumentar sus ganancias con una subida importante de precios, dado que quienes nos visitan, aparte de deportistas, serán personas con un poder adquisitivo alto o muy alto (miremos dentro de un tiempo el precio de las entradas para asistir a cualquier estadio o pabellón deportivo olímpico). Pero guste o no, queramos o no, esas personas, deportistas incluidos, retornarán a sus lugares de origen, y entonces comenzará de nuevo el descenso en caída libre de ventas e ingresos, el llanto zarzamorano de llora que llora por los rincones, lamentos ahogados de que esto va a peor, que estamos igual que antes; afirmaciones todas ellas tontas por lo obvias que son y perniciosas por quienes las hacen.

         Ellos son los dueños de sus negocios y ellos son los que deciden cómo llevarlo y cómo hacerlo funcionar. Ellos tomarán las decisiones que tomen cuando comiencen los juegos. Ahora bien, una vez que finalicen, quedarán en una situación muy delicada, ya que los ciudadanos españoles habremos sido ninguneados durante el evento, ofreciéndonos servicios que sabían que no podríamos pagar para hacer uso de ellos. Nosotros habremos adquirido el hábito de no hacer uso de esos servicios, y la situación social y económica volverá de nuevo a niveles peores aún de los que actualmente estamos padeciendo (¡que poca memoria histórica tenemos por no acordarnos de Barcelona 92 y la Expo sevillana!).
        
         El COI español está vendiendo y glorificando su candidatura, pero a su nivel, no al nivel de la práctica totalidad de los españoles; a ellos no se los está teniendo en cuenta. Todos los argumentos están basados en beneficios económicos y parabienes económicos, dinero y más dinero, justo lo que no tienen o tenemos esa gran mayoría de los ciudadanos españoles. … y lo que es peor, que jamás lo tendrán con la celebración de los JJOO en 2020, ya que lo poco que les quede lo tendrán que gastar par subsistir en la sociedad que se creará durante esos días.

         Harían bien esos mandamases ¿deportistas? en tener más consideración a toda esa masa de españoles que más que disfrutar los JJOO, los sufrirán. Que piensen más en ellos porque, quieran o no quieran, les guste o no les guste, al final tendrán que ser ellos quienes saquen a este país de la situación en la que la van a dejar. Y, créanme, mejor y más rápido se hace ese trabajo teniéndolos contentos que cabreados. ¡Ustedes deciden! … pero luego no se quejen.

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