Hay pueblos, por llamarlos de alguna manera teniendo en cuenta que
tienen casas y calles, que se consideran algo más; incluso se autodenominan
noble ciudad, ¡ahí es nada!, cuando en realidad no pasan de poblados
despoblados, donde sus habitantes estás más tiempo fuera de él que dentro, eso
sí, el habitante que se queda es porque no puede marcharse, que si por él fuera
…
Caduquez de
Retrocedillo es uno de ellos. Es uno de esos poblados futuros despoblados, en
el que su población reniega de su pueblo, en el que su población, desconfiada
donde las haya, no tiene un amigo que llevarse a la boca, en el que su población
aplaude más el éxito foráneo que el propio.
La población de
Caduquez de Retrocedillo pierde el culo por asistir y amenizar fiestas
patronales y días festivos y de guardar de pueblos y ciudades colindantes. Al
contrario que cualquier otro ser vivo son los únicos que se mueven como pez en
el agua fuera de su hábitat natural. Es allí donde son ellos mismos, sacan lo mejor
de sí. Fuera de su hábitat natural se mimetizan camaleónicamente con los
parroquianos del lugar, asimilando como nadie usos, costumbres y tradiciones
lugareñas. Son uno más, incluso algo más, ya que la machacona asiduidad con la
que visitan el lugar, hace que sean considerados, en algunos casos, hijos
predilectos durante esos días de asueto, debido al desparpajo que muestran en
la convivencia diaria con los vecinos y parroquianos durante esos días. Pero al
llegar las fiestas de su poblado futuro despoblado se marchan de sus casas como
alma que lleva el diablo renegando de dichas fiestas con la impresentable
excusa de que sus niñitos pequeños les dan mucha guerra en los caballitos de la
feria, dejando sus fiestas en manos de emigrantes con poco poder adquisitivo y
de funcionarios que no tienen más remedio (por no decir otra cosa) que estar en
ese poblado futuro despoblado por motivos profesionales.
Caduquez de
Retrocedillo, poblado futuro despoblado, es un poblado palmero. Su población se
mueve por palmas, y no precisamente las del Domingo de Ramos, sino las que da
el regente o regenta (no se enfaden los que “pueden” y “mandan”) a modo de carraca semanasantera,
cuando sale al balcón del ayuntamiento el sábado a las 14:00 horas para
anunciar una desbandada generalizada a las cercas y las lejas hasta la próxima
palmada, que se producirá, Dios mediante y si el regente o la regenta no lo impide
y llega a tiempo de su estipulada desbandada cerquil o playera, a las 7:00
horas del lunes, hora y día señalado para dar comienzo a una nueva semana. Entre
palmotá y palmotá, el poblado futuro despoblado se hermana con cualquier pueblo
polvoriento y desierto propio del far west, teniendo como únicos convecinos las
socarronas y traviesas hojas secas que, cansadas de esperar a ver gente, deciden
bajar a la tierra en busca de algún caduquileño que le haga caso. Tras una
larga e infructuosa búsqueda, deciden arremolinarse todas juntas en cualquier
esquina y esperar a que comience la semana para que el caduquileño encargado de
su custodia decida acudir en su ayuda y las envíe junto a sus hermanas de árbos
y arbusto con el fin de terminar sus días en la más estricta intimidad junto a
su familia vegetal por parte de madre y padre.
La población de
Caduquez de Retrocedillo, poblado futuro despoblado, es hermosona por
naturaleza. Muestran su fisionomía estilizada en agrestes campos descampados,
para que no los vea nadie, o en malecones sin mejillones, mientras degustan
apetitosos bocadillos de mortadela con aceitunas como plato principal del día
festivo, todo ello regado con refresco de cola sin cafeína, sin azúcares
añadidos, sin aditivos y sin botella. Un bote recargable a modo de mechero pretérito
es todo el envase necesario que todo caduquileño necesita para apalcar su
setaza y evitar el nudo esofagil propio del travesamiento del hueso de aceituna
como tercer ingrediente del condumio del bocadillo.
Caduquez de
Retrocedillo es un poblado futuro despoblado que vive intensamente los
preparativos de sus fiestas patronales. Como reniegan de ellas, deciden
descargar todo su furor y fulgor en los preparativos, allá mediados de agosto,
cuando las cuadrillas y peñas comienzan a juntarse en diversos alojamientos turísticos
caduquileños decorados ex-profeso para esos días preparatorios. A partir de la
primera quedada comienzan a resonar risotás y palmás en las espaldas a modo de
fuegos artificiales anunciadores de próximos y escuálidos festejos. Durante
esos días y hasta el día de la fiesta mayor, las tardes caduquileñas se
convierten en un rocío airoso, ventoso más bien, en el que no falta el
compadreo disimulado y la obligada visita a la agencia de viajes en busca de un
descanso merecido después de un año duro y cercado, que no asediado. Como sólo
hay una agencia de viajes, sólo puede ofrecer un destino: un poblado valenciano
limítrofe por saliente con el Mare Nostrum, en el que todos los caduquileños se
juntan al unísono para saludarse, brazo en alto y palmada en homoplato
izquierdo del contrario, lo que no se han saludado durante el año, ya que
estando en tan cercas y tan lejas, no han tenido ocasión de realizar esa acción
salutatoria propia de gente educada y de bien. Es tanta la efusividad
salutatoria que poseen que se está comenzando a poner en marcha una asociación
caduquileña para celebrar las fiestas patronales en ese paraíso marítimo, y
disfrutarlas allí todos juntos, mientras la acción salutatoria se va
produciendo entre todos ellos.
Caduquez de
Retrocedillo es el paradigma y la envidia de los negocios. Lo que se tarda en abrir cualquier negocio que
se así pueda llamarse, es lo que se tarda en cerrarse, eso sí, después de una
esplendorosa, concurrida, animada y familiar inauguración. Una vez recogidos
los despojos de tan importante evento inicial, el cartel de “Se Traspasa” o “Liquidación
por Cierre” aflora como setas en sus límpios y pulcros escaparates. Terminado
el montaje, comienza el desmontaje, … ¡y a otra rosa, mariposa! Hasta la próxima
inauguración familiar que, Dios mediante, será en la acera de enfrente, para no
andar mucho y no perdernos entre callejuelas desiertas y oscuras. El negocio
que tanta falta hacía ayer, se convierte en un estorbo vecinal y profesional
hoy; lo que ayer era una necesidad imperiosa, hoy es un estorbo indeseable, un forúnculo
loco en el corazón de la muy noble ciudad.
El deporte
veraniego de los habitantes de Caduquez de Retrocedillo, poblado futuro
despoblado, es terracear, sentarse en una terraza familiares directos y nadie más,
y estar de casquera durante largas y placenteras horas con la mínima consumición
posible y la máxima estancia permitida (hasta cierre) por la noche caduquileña.
Hay que aprovechar el fresquito, argumentan, todos ellos armados y cargados de
razón. Todo ello se desarrolla bajo la atenta mirada del barman y dueño del
local de hostelería que, en posición rígida, piernas espatarrás y manos cogidas
tras la espalda, espera una desesperada mano alzada avisándole de un nuevo
avituallamiento familiar que nunca llega. La parte graciosa de la noche se
produce a la hora de abonar tan espléndida, copiosa y merecida juerga. Cada
comensal aporta su granito de arena económico a título personal, no vaya a ser
que alguien quiera escurrir el bulto e irse sin pagar la consumición de la que
ya tiene la digestión hecha, que para eso los caduquileños son muy suyos, y no
permiten que nadie paque por otro. ¡Esto es lo mío y mío es! ¡Cóbrate de lo mío!
La cara del barman a la hora de cobrar no es precisamente otra parte graciosa
de la noche pero, debido al lío formado con billetes y monedas, los
caduquileños se reconfortan de haberle alegrado la tarde/noche a dicho
empresario. Tienen gran corazón y eso es de agradecer, pero sólo de lunes a
viernes; los fines de semana, si te he visto, no me acuerdo.
Los habitantes de Caduquez
de Retrocedillo, poblado futuro despublado, provienen de los Cárpatos. Sin
embargo, los descendientes no provienen precisamente de esa zona balcánica y
draculina del este de Europa, sino de un poblado primigenio formado por carpas
de quita y pon donde pasaban noches enteras, hasta el amanecer, ejercitando y
dando brillo a otra de sus grandes cualidades que magnifican su personalidad:
la convivencia vecinal. Dentro de ese recinto amurallado formado por carpas
pertenecientes a clanes y tribus familiares y peñiles, los caduquileños desarrollaban
jornadas nocturnas interminables de convivencia, estrechando lazos entre clanes
y peñas hasta la salida del antiguo dios Rá, momento en el cuál, como si la
descendencia cárpata y draculina aflorara en todo su esplendor, se refugian en
sus habitáculos carpiles hasta el ocaso del astro rey a la espera del comienzo
de otra velada nocturna. De esta manera tan “ocasonal” los caduquileños han ido
forjando esa leyenda y esa personalidad tan propiamente suya que los hace
merecedores de ese calificativo de personas convivenciales, pero solo con
clanes propiamente familiares. A los demás, ¡ que Dios les ampare, imbéciles!
La educación vial
de Caduquez de Retrocedillo, poblado futuro despoblado, es otro de los buques
insignia de su poderosa y apabullante personalidad. Los caduquileños desbordan
sentido circulatorio a borbotones. Aparcan donde pueden, donde haya un sitio lo
más cerca posible de su destino; evitan ponerse en peligro al cruzar de una
acera a otra, por lo que utilizan el transporte privado para realizar tan encomiable
acción vial y preservar así su integridad física. Procuran llegar siempre
puntuales a sus citas, por muy tarde que se les haya hecho, por lo que, para
evitar ser unos malquedas, van trepidantes por calles y callejuelas con sus limpios
e involutos automóviles sin atender a otra cosa que al imparable reloj y a la música
ratonera que vomitan las cuatro ventanillas abiertas de su utilitario. Esta última
acción es digna de alabanza dado el interés de un caduquileño en ambientar su
poblado futuro despoblado con música de actualidad aderezada con músicas del
mundo propias del gran mestizaje que enseñorea la sociedad caduquileña.
En definitiva, Caduquez
de Retrocedillo es el típico poblado futuro despoblado que ha sido asesinado,
por medio de puñalá trapera con nocturnidad y alevosía, por sus habitantes. Ellos
dicen que Caduquez de Retrocedillo no tiene nada, que no hay nada, pero lo
cierto y verdad es que lo han matado entre todos, pero, dicen, él solito se ha
muerto (R.I.P.) o se está muriendo. Son dos puntos de vista diferentes, pero
ambos tan ciertos como el mundo mismo y con el mismo final: poblado futuro
despoblado.
Los lectores que
hayan tenido a bien llegar hasta estas letras, pueden echar unas lagrimicas
como señal de luto a su pronta y rápida desaparición, evitando con ello una
prolongada e innecesaria agonía que lo único que produce es un dolor agudo de
estómago mientras se produce el querido y necesario final, auspiciado y
provocado por todos los caduquileños.
¡¡Snifff!! ¡¡Snifff!!
¡¡Snifff!! ¡¡Snifff!!
¡¡Snifff!! ¡¡Snifff!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario