¡Saludos de nuevo,
romanicófilos! ¿A que poco a poco habéis perdido el miedo al Arte Románico y a
su arquitectura? Como habéis visto, no es tan difícil ni tan complicado; es
cuestión de ponerse manos a la obra e ir avanzando poquito a poquito, sin
perder nunca de vista en donde nos encontramos y sobre qué época estamos
hablando. En el capítulo “Avanzamos hacia atrás” ya lo pusimos de manifiesto y
lo consideramos imprescindible para poder entender el Arte Románico en toda su
extensión.
Hojeando viejos libros, me encontré uno en el que tenía
anotado unas frases que vienen a corroborar lo que se dijo en ese capítulo y
que en éste quiero volver a recordar: “Cada
época, cada cultura, cada costumbre y tradición tienen su estilo, tienen sus
ternuras y durezas peculiares, sus crueldades y bellezas; consideran ciertos
sufrimientos como naturales; aceptan ciertos males con paciencia. La vida
humana se convierte en verdadero dolor, en verdadero infierno sólo allí donde
dos épocas, dos culturas dos religiones se entrecruzan.” ¿Recordáis como
estaba España durante la Reconquista? ¿Cuántas religiones cohabitaban en ella?
Podemos hacernos una idea de cuan dura tuvo que ser la vida durante la época
del Románico para sus gentes; con qué ilusión, trabajo y esfuerzo levantaron
estas iglesias y templos; qué coste económico y humano tuvieron que pagar por
ello; que sacrificios tuvieron que pasar. Gracias a todos sus sufrimientos hoy
día nosotros podemos deleitarnos en su admiración, podemos disfrutar de su
encanto e incluso podemos seguir celebrando los mismos ritos cristianos y
litúrgicos que ellos celebraban que, a la postre, era el único fin por la que
fueron construidas: el canto y alabanza a Dios, a su Dios, a nuestro Dios.
Bueno, una vez que hemos recordado la época en donde nos
encontramos, románicamente hablando, vamos a comenzar a tratar el tema que nos
toca hoy. Hoy hablamos de las plantas de los templos e iglesias románicas.
Las personas que no estamos muy familiarizadas con ciertas
palabras técnicas o con la jerga arquitectónica, cuando oímos la palabra
“planta”, lo primero que se nos viene a la cabeza es una planta en una maceta:
un rosal, un geranio, un poto, …, cualquier planta o vegetal que tengamos en
casa, y que le vamos echando agua de vez en cuando para que no se seque. Si esa
palabra “planta” la aplicamos a una iglesia o a un templo, no estamos hablando
de la decoración jardinera de dichos edificios religiosos en días festivos
señalados. No. La palabra planta se quiere referir a la fisionomía constructiva
del templo, a qué forma constructiva tiene, atendiendo siempre a su contorno, a
la forma que hacen y configuran sus muros exteriores. Para poder apreciar con
precisión la planta de un templo, la mejor forma de hacerlo es mirándolo desde
arriba, como si lo estuviéramos mirando desde un avión o un helicóptero,
siempre perpendicular a él, para apreciar con todo detalle su verdadera
fisionomía.
Las plantas en el Arte Románico no tuvieron la misma
evolución en cuanto a los elementos que conformaban la arquitectura románica.
No podemos hablar de plantas del primer Arte Románico, plantas del románico
pleno o plantas tardorrománicas. La fisionomía de ellas se debía más bien al
tipo de iglesia, templos, ermitas, y a quienes auspiciaban su construcción.
La tipología de plantas en los templos románicos se ha ido
adaptando a las necesidades y evoluciones de cada época, además de las propias
funcionalidades de los mismos. Pero, como podréis aventurar, no fue, ni mucho
menos, en el Románico cuando se comenzaron a construir las primeras iglesias,
templos, catedrales o ermitas. Las primeras construcciones se las debemos a
Constantino, el primer emperador cristiano, quien promovió la edificación de
templos para la práctica del nuevo culto que él mismo había adoptado como
religión para todo su imperio. Durante esa época se construyeron tres tipos de
edificaciones: los “martiria”, los mausoleos y los baptisterios.
Constantino el Grande
Los martyria eran templos con carácter conmemorativo,
dedicados al culto de los santos o la vida de Cristo; los mausoleos, utilizados
aún en la actualidad fruto de las reminiscencias del pasado, son tumbas
monumentales inspiradas en la tradición funeraria pagana y en la tradición
romana, y por último, los baptisterios, edificios que albergaban la pila
bautismal, dado que la nueva religión (el cristianismo) obligaba a celebrar el
rito del bautismo.
Estos tres tipos de edificios propios de la antigüedad han
ido evolucionando con el paso del tiempo y con el cambio en las funcionalidades
de cada uno de ellos que el cristianismo ha ido modificando, llegando a
albergar en un solo edificios a dos o incluso a los tres tipos anteriores. En
periodo románico, como periodo central entre el mundo antiguo y el
contemporáneo, se construyeron edificios que albergaban partes de los tres
edificios anteriores antiguos, dando como resultado unas edificaciones
personalizadas, diferenciadas por su funcionalidad y necesidades comunales.
Esas diferencias fueron las que terminaron de confeccionar el tipo de planta
que debía construirse para una iglesia, templo, catedral o ermita.
Las plantas de las construcciones religiosas románicas están
muy diferenciadas. Entre ellas vamos a tratar de aprender a diferenciarlas unas
de otras. De esta comprensión diferenciadora podemos inferir el uso que las
gentes que auspiciaron y ayudaron en su construcción querían dar a esas
edificaciones religiosas.
Planta basilical: la planta basilical proviene de las formas
constructivas de las basílicas romanas, donde se estructuraban en forma
rectangular, con una sola nave y con un pequeño ábside al final, donde iba
ubicada la deidad o, más anterior en el tiempo aún, donde se sentaba el magistrado
romano a modo de repartidor de justicia o como recepcionista del pueblo para
pulsar sus demandas sociales o de cualquier otra índole.
Este tipo de planta pasó a formar parte de la arquitectura
de los primeros tempos o iglesias erigidas en el estilo románico, lo que se
denomina primer románico. Constaban de una sola nave, con un ábside en la parte
oriental y la puerta de acceso en la occidental o bien en la meridional. Al
formar parte del primer románico, su evolución tuvo lugar en la zona catalana y
parte de Aragón, sobre todo en la provincia de Huesca en esta última comunidad.
Ermitas con este tipo de planta las tenemos en San Caprasio,
en Santa Cruz de la Serós (Huesca), Busa, Lárrede, etc, todas ellas en la
provincia de Huesca, ermitas que podrían considerarse como el paradigma de este
tipo de plantas edificadas dentro de todas las características propias del
primer románico.
Arriba: planta de San Caprasio, en
Santa Cruz de la Serós, (Huesca); debajo: planta de San Aventín, en Bonansa
(Huesca). Ambas ermitas son de planta basilical de una sola nave.
Con la llegada del románico pleno, la planta basilical no se
transformó como tal, sino que las iglesias pasaron a tener tres naves de forma
rectangular, también de clara influencia romana, con el fin de albergar a más
feligreses y canónicos, fruto de un mayor crecimiento demográfico y a unas mejores
condiciones de vida social de la población. A veces, estas iglesias tienen
transepto, pero en este caso está desarrollado, y la cabecera se remata con
tres ábsides semicirculares. Ejemplos más característicos de este tipo de
planta: catedral de Jaca (Huesca), catedral de Zamora, iglesia de San Martín de
Frómista (Palencia).
Arriba: planta de la catedral de
Zamora; debajo: planta de la catedral de Jaca (Huesca).
Debido a la evolución de la religiosidad y a los cambios
sociales que se fueron produciendo con el paso del tiempo, las iglesias de
planta basilical no podían albergar a tantos feligreses que acudían a ellas.
Además, el aumento de canónigos en dichas iglesias obligaba a tener más
espacios para la celebración de los actos litúrgicos, lo que derivó en las
iglesias de planta de cruz latina.
Planta de cruz latina: la planta de cruz latina deben su nombre
a la forma constructiva que poseen, ya que simulan una cruz latina propiamente
dicha: un brazo largo cortado por uno mucho más corto a una distancia de un
tercio aproximadamente de la iniciación del brazo largo. La siguiente figura os
muestra una cruz latina.
Cruz latina
Os muestro a continuación una cruz griega para que la podáis
comparar con una cruz latina y, de paso, aprendéis algo nuevo, que al fin y al
cabo es de lo que se trata, de aprender, mejor aún si es de una forma amena
como es en este caso. Deciros que también hay iglesias y templos con plantas de
este tipo de cruz, pero ninguna de ellas es románica, por lo que no se adecuan
al tema central de nuestra historia.
Cruz griega
Continuando con las iglesias y templos con planta de cruz
latina, estás se generalizan a lo largo del Románico. Formadas por una o más
naves longitudinales más otra transversal (transepto), el crucero se sitúa en
la intersección de ambas, y como remate, formando la cabecera, los ábsides o
capillas semicirculares en número de tres, cinco o incluso siete.
Arriba: San Adrián de Nepas
(Soria); debajo: Santa María de Chalamera (Huesca).
¿Podéis apreciar el parecido de estas plantas con la cruz
latina mostrada anteriormente? ¿Verdad que es muy parecida? ¿Entendéis ahora
todo lo explicado en el capítulo anterior relacionado con el simbolismo de un
templo y su forma de cruz tratando de representar a Cristo crucificado? Ahora,
nuevamente, os dais cuenta que en el Románico todo está interrelacionado, que,
como decimos siempre, nada se deja al azar, todo tiene su razón de ser.
A los pies de este tipo de iglesias o templos se suelen
levantar las torres de campanas flanqueando la fachada principal, aunque
también pueden aparecer en la cabecera, en los brazos, en el crucero o incluso
aisladas. Estas torres tienen un claro significado simbólico del vínculo entre
los hombres y Dios, así como un levantado testimonio del poder de la iglesia,
visible desde cualquier punto del entorno.
Este tipo de construcciones busca producir una emoción
estética de carácter religioso, desde la planta de cruz latina hasta los muros,
pilares o cúpulas que conllevan un simbolismo. El templo era el lugar de
encuentro del hombre con Dios, para lo que es necesario un clima apropiado que
en el Románico era el silencio y la penumbra.
Iglesias de peregrinación: estas construcciones se sitúan entre
el Románico pleno y tercer románico, y son consecuencia de la evolución de las
iglesias de planta de cruz latina y del auge del fenómeno de las
peregrinaciones, fruto de un cambio de mentalidad religiosa que se produce en
casi toda Europa. Con el fenómeno de las Cruzadas, las gentes viajaban a Tierra
Santa para pedir la remisión de sus pecados, conseguir plenas indulgencias o
simplemente visitar la tierra y la tumba de Jesús. Al aumentar las dificultades
y peligrosidad en los trayectos de dicha ruta, los feligreses optan por visitar
lugares más cercanos y menos peligrosos, por lo que eligen Roma como final de
su trayecto para orar en las tumbas de San Pedro y San Pablo, solicitando las
mismas prerrogativas que en Tierra Santa. La degeneración mercantil que se
produce en dicha ciudad por la avalancha de peregrinos hace necesario buscar
otros lugares de peregrinación. La aparición del cuerpo de Santiago en
Compostela convierte a esta ciudad en una nueva opción de viaje, una nueva ruta
de peregrinaje que conllevará, como una consecuencia más, la evolución y
modificación de las iglesias de planta de cruz latina en iglesias de
peregrinación.
En este tipo de iglesias, la planta de cruz latina continúa
siendo la característica principal atendiendo a la forma constructiva de su
planta. Al tener naves laterales, éstas se prolongan a lo largo, llegan al
transepto y continúan su recorrido hasta envolver al presbiterio, zona del
altar mayor y el coro para los clérigos, dando lugar a un nuevo especio
denominado girola o deambulatorio.
Deambulatorio o girola
Este nuevo espacio era utilizado fundamentalmente por los
peregrinos, que podían visitar, pasear, descansar o dormir en dichos espacios
de esas iglesias sin molestar al resto de la feligresía cuándo ésta estuviera
celebrando actos litúrgicos. Además, era un lugar, llamémosle higiénico, ya que
el peregrino, fruto de tanto día de caminata, desprendía un olor nauseabundo
que igualmente molestaba a los fieles. Estos espacios separaban,
momentáneamente, a fieles y peregrinos.
Cuando estas iglesias eran aún más monumentales, las naves
laterales podrían estar cubiertas con una galería abierta a la central por
medio de arcadas. Este nuevo espacio en alto se denominaba tribuna, teniendo una función aún más “peregrina” que la parte de
debajo de las naves laterales, pudiendo llegar a ser utilizada como verdadero
hospedaje de peregrinos durante varios días.
Tribuna de la catedral de Santiago de
Compostela
Así mismo, a los pies de las iglesias de peregrinación,
suele haber una pequeña nave transversal, denominada nártex si está dentro del templo, o atrio si sobresale de la fachada. El nártex, a veces llamado galilea, es una especie de porche de
magnífica decoración y configuración, ubicado a la entrada de la fachada oeste.
El acceso al nártex suele estar partido en sentido vertical para mejor
sustentación de lo superior, mediante una columna decorada llamada parteluz. Obviamente, cuando existe esta
construcción en el lado oeste es porque existe una puerta de acceso en esa zona
que, a veces, es la principal.
Parteluz. San Vicent (Ávila)
Estas iglesias son las construcciones más monumentales y
completas, situadas en las principales rutas de peregrinación. En España, la iglesia
de peregrinación más importante es la catedral de Santiago de Compostela, el
final de todo el camino de Santiago, la principal ruta de peregrinación que
tenemos en España, y a la que tantas veces hemos hecho referencia en este
recorrido amigable que estamos haciendo por el Arte Románico.
Plantas centralizadas: también llamadas de nave central, en las
que el altar estaba en el centro y la nave tenía forma circular o poligonal.
Estas construcciones suelen estar asociadas a las órdenes militares, quizás
siendo una referencia a la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalem.
Quisiera recalcar que, al contrario de lo que se dice en
círculos muy alejados del Arte Románico, este tipo de planta no fue exclusivo
de las órdenes militares, en especial y concretamente, de la Orden del Templo
de Jerusalem, los comúnmente llamados Templarios, ya que éstas órdenes
emplearon también plantas rectangulares en sus construcciones.
Fue en plena Alta Edad Media (siglo XI), y gracias a las
Cruzadas, cuando volvieron a construirse edificios de planta centralizada,
tomando como referencia el Santo Sepulcro de Jerusalem, empleando formas más
generales, como la circular, la cuadrada y la poligonal.
En la antigüedad, los edificios de planta centralizada
tenían un carácter funerario y conmemorativo. En el centro se ubicaba el
sarcófago o la escultura de la deidad, alrededor de la cual se situaban los
asistentes a la ceremonia. Inevitablemente todos los ojos de los asistentes
miraban al mismo centro del edificio, haciendo muy difícil que los ojos de
todos ellos no se fijaran en el sarcófago o escultura.
Las plantas centralizadas también siguieron su evolución, al
igual que el resto de plantas. Estas plantas podían ser, además de tres tipos:
a)
De planta circular, continuando los modelos
de el Panteón de Roma y la Anastasis de Jerusalem. En España tenemos dos focos
principales de templos o iglesias de plantas centralizadas circulares:
Cataluña, con templos como San Miguel de la Plobla de Lillet, o San Jaume de
Villanova entre otras muchas, y la zona de Castilla y León, siendo la iglesia
de San Marcos en Salamanca el referente más característico de este tipo de
construcciones.
Arriba: iglesia de San Marcos
(Salamanca); debajo: planta de la iglesia de San Marcos (Salamanca)
b)
De planta poligonal, conectadas con la
Anastasis de Jerusalem (¡vaya palabreja! ¡¿eh?! Otra más para nuestro
diccionario románico. No os preocupéis; al final del capítulo os lo explico un
poco mejor) se suele escoger el octógono, ya que esta cifra se relaciona con la
Resurrección de Jesús; no en vano, para algunos teólogos (… y yo me doy mus en
este tema) Dios creó el mundo en siete días, y la Resurrección de Jesús marcó
el octavo día de la Creación Divina. Por este motivo, esta figura geométrica se
empleó tanto en los templos de carácter bautismal como en los funerarios. Los
focos más principales de este tipo de construcciones en España los tenemos en
Navarra, con Santa María de Eunate en Muruzabal y el Santo Sepulcro en Torres
del Río, y en Castilla y León nuevamente, con la iglesia de la Veracruz de
Segovia, de planta dodecagonal en vez de octogonal.
Planta y sección de Santa María de
Eunate. Muruzabal (Navarra)
Iglesia de la Veracruz (Segovia)
Iglesia del Santo Sepulcro. Torres del
Río (Navarra)
c)
De planta cuadrada y tetralobulada,
menos frecuente que los dos tipos anteriores, pero que destacan por su modesta
forma constructiva. El ejemplo más claro lo tenemos en la capilla del Espíritu
Santo, en Roncesvalles. Las planta tetralobuladas surgen de las plantas
cuadradas a las que se le añaden capillas a cada uno de sus lados.
Capilla del Espíritu Santo.
Roncesvalles
Fundamentalmente, y a modo de resumen, las plantas
centralizadas, en cualquiera de sus tres tipos, se inspiraron en el deseo de
conmemorar la Pasión de Cristo, por lo que la planta centralizada pasó a
simbolizar la muerte y resurrección de Jesucristo.
Una vez que ya conocemos los diversos tipos de plantas que
se dan en las construcciones religiosas del Arte Románico, realizaremos unos
pequeños ejercicios prácticos para ilustrar todo lo dicho anteriormente. Veamos
diversos tipos de plantas de iglesias románicas, más o menos grandes, en las
que se identifican perfectamente algunas de las partes que ya conocemos por
haberlas tratado en capítulos anteiores.
Comencemos por la planta de una iglesia más o menos pequeña,
de tres naves: una central y dos laterales. Es la planta de la iglesia de San
Martín de Frómista (Palencia). Fijaos en la orientación, de la que ya hemos
hablado antes.
San Martín de Fromista (Palencia)
La
iglesia en cuestión es la siguiente, vista desde el este:

Vista de la parte este de San Martín de
Fromista (Palencia)
Veamos
ahora la planta de una catedral románica con planta de cruz latina. También
aquí se observan los diversos elementos constructivos ya conocidos, incluso
alguno que otro perteneciente a las iglesias de peregrinación propiamente
dichas, como la girola o deambulatorio.
Planta
en forma de cruz latina de una catedral románica.
Y ahora, una preguntilla
un tanto maliciosilla: ¿sabéis a que catedral románica pertenece el esquema de
la ilustración anterior? ¿No? ¡Fijaos bien! ¿Nada? Una pista: es esta catedral
muy famosa muy andarina, y no
precisamente porque se mueva sola.
¿Seguís sin
poder identificarla? Es normal que alguno de vosotros no la halláis
identificado, ya que su fisionomía exterior ha cambiado mucho desde que
comenzara su construcción. Pues bien, la maqueta de la ilustración anterior
pertenece, ni más ni menos, que a la catedral de Santiago de Compostela. Sí, a
la del Pórtico de la Gloria, la del abrazo a Santiago. Se comenzó a construir
en el siglo XII y se termino en el XIII. Desde entonces, han sido muchos los
incendios que la han asolado, y muchas y diversas las restauraciones que se han
llevado a cabo en su interior, con el fin de preservarla para que nosotros la
podamos admirar y disfrutar. Lo que vemos hoy día no se parece mucho a lo que
en el siglo XII se consiguió, sobre todo externamente, pero al menos en el
interior, los principales elementos constructivos de una catedral románica aún
hoy los podemos apreciar sin que el paso del tiempo ni la mano del hombre los haya
modificado.
Si
en la ilustración de la maqueta de la catedral de Santiago de Compostela
identificamos muchos de los elementos constructivos, en esta otra aparecen
perfectamente claros:
Además de estos
cuatro tipos de plantas, en la época del Arte Románico, también se construyeron
otros tipos de edificaciones y de iglesias.
Hemos dicho en
más de una ocasión que una de las características más definitorias del Arte
Románico es la ubicación de pintoresquismo que tienen sus ermitas y templos, la
ruralidad de sus construcciones, muy variadas éstas y construidas con peores
materiales. Son ermitas o iglesias muy pequeñas y muy numerosas e toda la parte
septentrional de España, que normalmente dependían de los señores laicos o
eclesiásticos, y no de grandes monasterios o de las catedrales de ciudades
importantes. Las plantas de estas edificaciones eran plantas de una sola nave
con ábside en la cabecera, muchas de ellas con igual altura entre ábside y
nave.
Otra de las
edificaciones más prolijas en el Arte Románico fueron los monasterios, aunque
este tipo de construcciones las dejaremos para un posterior capítulo
monográfico.
Edificaciones
civiles, castillos y puentes también fueron construcciones muy frecuentes en el
Arte Románico. Dentro de las edificaciones civiles sobresale el Palacio de los
Duques de Estella (Navarra), que permanece en un gran estado de conservación,
no pudiendo decir lo mismo de otras edificaciones civiles, de castillos y
puentes. Una vez que éstas dejaron de cumplir la función para la que fueron
creadas, fueron abandonadas a su propia suerte, y fue el tiempo, con el
beneplácito de la desidia del hombre, las que hicieron que todas ellas se
vinieran abajo, y desapareciera un rico patrimonio cultural que nunca más podrá
ser reconstruido ni recuperado.
El caso de
templos, ermitas e iglesias es distinto, ya que la mayoría de ellas aún cumplen
con la función para la que fueron creadas: ensalzar y alabar la Gloria de Dios.
Gracias a esa terca y persistente actividad a través de los siglos, ha sido
posible evitar la desaparición de estas construcciones para poderlas admirar
hoy día en su casi plenitud, pues casi la mayoría de la totalidad de ellas
padecieron la enfermedad de la restauración por parte de la mano del hombre
contemporáneo nuestro, que no suyo, y sufrieron la degradación de sus bellas
características en aras de una autosatisfacción o autocomplacencia artística de
quienes, dejando de lado la extemporalidad, quisieron convertirse en Magister
Muri modernos logrando unos resultados pocos aplaudibles. Respetaron las
plantas, ya que si no lo hubieran hecho, la restauración se hubiera convertido
en una nueva construcción de un nuevo estilo arquitectónico; es lo que
realmente sucedió en muchas de ellas cuando se atisbaba en el horizonte el
cambio del Arte Románico en el Arte Gótico.
Espero que de
nuevo hayáis disfrutado de este tema con nombre más “vergelero” que artístico,
pero que, nuevamente, nos ayuda a conocer un poquito más el Arte Románico.
¡Hasta pronto!
NOTA FINAL SOBRE LA ANÁSTASIS
En arquitectura, se llama Anástasis al espacio de la iglesia
o templo donde se representa la escena de la Resurrección de Jesús, pero se
conoce realmente por Anástasis, al descenso de Jesús a los infiernos o al Limbo
de los Patriarcas, con el fin de permitir la entrada de los santos en el Cielo.
Este episodio está narrado en el Nuevo Testamento, en concreto
en el evangelio de San Mateo (Mt 27, 52-53, donde dice: “… se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de santos que estaban
muertos resucitaron, y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de
Él, entraron en la santa ciudad y se aparecieron a muchos.”.
El descenso de Jesús a los infiernos fue confundido en la
tradición cristiana con el inframundo, con el Limbo de los Patriarcas, que,
como ya he dicho antes, era el lugar donde permanecían las personas que había
sido santas en sus vidas, pero que esperaban la resurrección de Cristo para
ascender con Él a los cielos. Este hecho es conocido como la Anástasis de
Cristo.
Su revelación hizo que el espacio que ocupaban el lugar
donde se representaba la escena adquiriera el nombre de Anástasis o zona de la
Anástasis.
La iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalem toda ella recibe
esta denominación, ya que, según la Biblia, en este lugar es donde precisamente
aconteció la Anástasis.
Templo de la Roca. Jerusalem.
No a servido para nada q mierda��
ResponderEliminarfan
Eliminarx2
me sirvió demasiado, graciass, agradeceria si pusiera las referencias
ResponderEliminarMuy interesante. Muchísimas gracias por contribuir a difundir conocimiento
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