Controversias sobre las fechas de la celebración de la Pascua
De
conformidad con el Antiguo Testamento, la Pasión , Muerte y Resurrección de Jesús tuvieron
lugar, aproximadamente, en el tiempo de la Pascua judía. Según los evangelistas Mateo,
Marcos y Lucas[1], la
última cena de Jesús con sus discípulos fue una cena de Pascua (pesaj), En aquella época, la Pascua judía se celebraba
siguiendo las prescripciones bíblicas en el decimocuarto día del primer mes (Lv
23,5; Nm 28,16; Jos 5,11). Los meses del calendario judío comenzaban con la
luna nueva, por lo que decimocuarto día correspondía al día de la luna llena.
El primer mes, Nisán, era el mes que comenzaba con la luna nueva de primavera.
En otras palabras, la Pascua
judía se celebraba el día de la primera luna llena después del equinoccio de
primavera, y por ello, era una festividad móvil, con independencia del día de
la semana.
Los
primeros cristianos quisieron conmemorar los acontecimientos de la Pasión , Muerte y Resurrección
de Cristo anualmente, pero debían optar por tomar una decisión: podían optar
por fijar las fechas de aquellos acontecimientos en el calendario juliano
(entonces vigente en el imperio romano) o bien continuar ligándolo al
calendario que tenían los judíos basado en la luna (calendario lunar).
Decidieron optar por esta última forma de celebración, quizás porque aquellas
primeras comunidades judías aún no habían sacralizado el calendario juliano.
No hay
referencias seguras de cuándo y dónde comenzó la Iglesia primitiva a
celebrar la festividad pascual, aunque sí es conocido que, para fijar la fecha,
seguían el calendario que entonces utilizaban los judíos. Desde que se empieza
a guardar la fiesta pascual, o al menos desde tiempos del Papa Sixto I al comienzo
del siglo II, surgieron varios criterios sobre cuándo celebrarla, dando lugar a
las primeras controversias pascuales que, a su vez, crearon una serie de
conflictos que causaron graves trastornos a la Iglesia.
Las
primeras comunidades cristianas de Asia Menor celebraban la Pascua el día 14 de la
luna, con independencia del día de la semana en que cayera. Por ello, fueron
llamados cuartodecimanos. Apelaban a
la tradición de San Felipe y San Juan, además de la de varios santos padre de
Asia Menor. Sin embargo, las demás iglesias, incluyendo la de Roma, hacían
coincidir la Pascua
en domingo. Esta divergencia de criterio fue motivo de cierto escándalo;
incluso los mismos gentiles se la echaban en cara a las iglesias cristianas.
Por ello, desde muy antiguo se procuró componerla.
Durante
el pontificado de San Aniceto (154-165), San Policarpo, obispo de Esmirna, y
discípulo de San Juan, fue a Roma para tratar el asunto, aunque no logró ningún
acuerdo.
Al final
del siglo II, con el incremento de la controversia, el Papa Víctor I (189-198)
ordenó que se celebraran sínodos en todas las iglesias para suprimir a los
cuartodecimanos. El resultado de esta primera disputa pascual fue la
desaparición paulatina de los cuartodecimanos, que aceptaron el criterio del resto
de los cristianos de celebrar la
Pascua solamente en domingo, cualquiera que fuese el día de
la semana en que cayera el 14 de Nisán del calendario judío.
Durante
este tiempo, los cristianos dependía de la información facilitada por la Sinagoga para celebrar su
Pascua, pero el calendario judío se veía influenciado por multitud de factores,
algunos de ellos puramente religiosos y otros sociales y políticos, lo que
afectaba indirectamente a la celebración de los cristianos, por lo que éstos
seguían ligados a la religión de la que querían emanciparse.
En un
intento de independizarse de los judíos, los cristianos del siglo III empezaron
a desarrollar sus propios calendarios lunisolares para determinar, por sus
propios medios, la fecha de la celebración pascual. Éstos decidieron utilizar
un calendario computacional, que sólo se pudo abordar y desarrollar gracias a
los conocimientos matemáticos y astronómicos que existían donde se emprendió
esta tarea.
El
problema residía en encontrar la fecha del calendario juliano en que cae la
primera luna llena de la primavera; conocido este dato, se determinaba el
domingo posterior en el que habría de celebrarse la Pascua.
Conocer
el mes de primavera era el primer criterio que debían establecer esos primeros
cristianos cuando trataron de elaborar su calendario lunisolar. Aceptaron el
equinoccio de primavera como punto de partida, con lo que se le dio al
calendario cristiano un contenido astronómico del que carecía el judío. Pero el
siguiente problema a solucionar para establecer el siguiente criterio era fijar
ese equinoccio primaveral, ya que es un día variable de un año a otro. En este
punto sí surgieron controversias, puesto que Roma lo establecía el 25 de marzo
y en Alejandría tomaban la fecha correcta del 21 de marzo.
En
función del día del comienzo del equinoccio primaveral e, independientemente
del mismo (aunque parezca una contradicción), la Pascua siempre debía
celebrarse en domingo, y además que fuera siempre el primer domingo posterior a
ese equinoccio primaveral. Ello suponía celebrar la Pascua cada año en un día
diferente del mes lunar, lo que acarreó un incremento de las controversias
entre Roma y Alejandría, ya que ambas partes tomaban diferentes días lunares
para establecer los límites lunares de la Pascua.
Aún
quedaba un problema más a solucionar: adaptar o acoplar la fecha calculada en
su calendario lunisolar al calendario juliano, que no olvidemos, era el que
regía durante aquel tiempo.
Por
todo ello, la dificultad del calendario lunisolar cristiano residía en que
debía conjugar tres periodos de tiempo no relacionados entre sí: el año, al que
se ajusta el calendario juliano; la lunación, que siguen los meses lunares, y
la semana, ya que sólo en domingo puede celebrarse la Pascua.
Mientras
se elaboraba un calendario cristiano lunisolar válido para unos y para otros,
los judíos cristianos continuaron usando el calendario judío para la Pascua , celebrando la Pasión el 15 de Nisán y la Pascua de Resurrección el
17 de Nisán, fuese o no domingo ese año. En el resto de occidente, sin embargo,
se tomaba en consideración que Jesús, históricamente, resucitó en domingo, por
lo que, desde Roma, se fue imponiendo paulatinamente que la Pascua se celebrase en
domingo.
El
único lugar donde la elaboración de un calendario lunisolar pudiera ser
emprendido con garantías y satisfactoriamente era Alejandría, pues allí se
había recopilado la ciencia astronómica griega, la cual dedicó especial
atención a los calendarios lunisolares. Tanto es así que, mientras que en
occidente los computistas se debatían en ciclos lunisolares imperfectos, en
Alejandría dio fruto el conocimiento astronómico heredado de los griegos y,
parece ser que en el año 258, Anatolio de Alejandría, un sabio cristiano que
años después se convertiría en obispo de Laodicea, utilizó el ciclo de 19 años
ideado con anterioridad por el astrónomo griego Metón. En su tratado “Sobre la Pascua ”, Anatolio hace comenzar el ciclo con
el año que tiene la luna nueva el 23 de marzo, y consideraba que la luna llena
pascual sólo podía ser aquella que coincidiera o fuera posterior al 21 de
marzo.
A
medida que pasaba el tiempo, las diferentes iglesias cristianas utilizaban
diferentes calendarios y forma de fijar la fecha de la Pascua , celebrando unos la Pascua en domingo y otros
cuando coincidiera en cualquier día de la semana. Si a ello le sumamos las
apariciones de herejías como la arriana, la unidad de la Iglesia quedaba amenazada,
por lo que tuvieron que convocar diversos concilios para tratar de llegar a un
acuerdo sobre la celebración de la
Pascua cristiana.
El
primero que se celebró fue en Arlés, en el año 314, llamado “Concilio de
Arlés”. En él se ordenó, en su primer canon, que la Pascua se celebrase en
todas partes el mismo día, y que sería el Papa la única autoridad válida para
establecer la fecha de la celebración de la Pascua , fecha que sería dada a conocer a toda la
cristiandad por medio de una circular. No debió de tener mucho éxito la
iniciativa, pues las iglesias de la parte oriental del Imperio Romano
continuaron sus celebraciones basándose en sus propios cálculos. Hubo de
esperar hasta el Concilio de Nicea,
en el año 325, para solventar esta cuestión, y establecer unas normas comunes
para toda la comunidad cristiana.
Concilio de Nicea
Convocado
por el emperador Constantino el Grande, que todavía no era cristiano, el
Concilio de Nicea[2] reunió a 318 obispos en dicha ciudad turca para
solventar diversas cuestiones relacionadas con la Iglesia , como la
implantación del credo niceano[3]
con el dogma del Espíritu Santo como la tercera persona de Dios, y, cómo no,
para fijar la fecha de la
Pascua.
En los
documentos que se han conservado de aquel concilio ecuménico no aparece
resolución explícita alguna sobre las reglas para la determinación del día de
Pascua. Todo indica que los participantes en el concilio explícitamente
reafirmaron la validez del cómputo que ya utilizaba Alejandría, ciudad donde se
encontraban los más hábiles computistas del mundo cristiano. La validación de
dicho acuerdo quedó constatada en una
carta que dicho concilio envió a la
Iglesia de Alejandría afirmando que se había llegado al
acuerdo de celebrar la Pascua
todas las Iglesias el mismo día, según las reglas que se seguían en Alejandría
y en la mayor parte de la cristiandad.
Aunque el
Concilio de Nicea no prescribió explícitamente ninguna regla para calcular la Pascua , todo parece indicar
que el oriente y el occidente estuvieron de acuerdo en el día en que se
celebraba la fiesta Pascua, a pesar de las discrepancias aún mantenidas en
dicho cómputo entre las iglesias de Roma y Alejandría. Aún así, se estableció
que la Pascua
de Resurrección había de ser celebrada cumpliendo unas determinadas normas: que
la Pascua se
celebrase en domingo; que no coincidiese nunca con la Pascua Judía , que se
celebraba independientemente del día de la semana, para evitar paralelismos y
confusiones entre ambas religiones, por lo que si caía en luna llena o
plenilunio, se retrasaría al domingo siguiente; que los cristianos no
celebraran nunca la Pascua
dos veces el mismo año[4].
Se decidió que el Domingo de Gloria o la Pascua de Resurrección, que
pone fin a la Semana
Santa , e inicia los días de la Pascua Cristiana ,
se celebrara el primer domingo tras la primera luna llena de primavera,
estación que la iglesia estableció en el 21 de marzo como inicio de la misma,
independientemente de la entrada del sol en Aries o no. De este modo, el Domingo de Pascua o de Resurrección,
puede acontecer en un paréntesis de 35 días, entre el 22 de marzo y el 25 de
abril, ambos inclusive, en función de la duración de los meses lunares,
equivalente, aproximadamente, a 29’53 días. De esta manera, la Resurrección se hacía
coincidir con el equinoccio de primavera, cuando los días se alargan y la
oscuridad del invierno deja paso al sol, con el que se identifica a Jesús con la Luz de la Verdad , que para los
cristianos los aleja de las “tinieblas”, término que las Sagradas Escrituras
identifican con la ignorancia y la idolatría pagana.
Con estos
acuerdos se lograban varios objetivos. Por un lado terminar con el continuo
enfrentamiento de la Iglesia
de Roma con la Iglesia
de Alejandría por las diferencias entre ellas a la hora de establecer la fecha
del equinoccio de primavera (18 y 21 de marzo, respectivamente) y el
consiguiente cálculo de la fecha del Domingo de Resurrección. Así se otorgaba
el mismo y suficiente protagonismo a ambas, y se acallaban diversas cuestiones,
disturbios y protestas, además de evitar el descrédito que producía en otras
religiones que no hubiera acuerdo sobre el día exacto de la Muerte y Resurrección de
Jesús. Por otro lado, asimilaba celebraciones cristianas a fiestas paganas y
arraigadas tradicionalmente en la población, con una raíz astronómica
relacionada con los cambios de estación y el calendario agrícola, poniendo de
manifiesto su voraz sincretismo. Aún así, continuaron existiendo diferencias
respecto a la fecha de la
Pascua , por el hecho de que el Concilio de Nicea no dijo nada
sobre el método que debería utilizarse para calcular la entrada de la luna llena
y del equinoccio primaveral.
Al final
quedó fijada la superioridad en astronomía de la Iglesia de Alejandría
sobre la Iglesia
de Roma, y se decretó que su iglesia comunicase a Roma el día de la Pascua , para que, a su vez,
fuera transmitida a toda la cristiandad. Esto lo conseguiría el monje escita y
respetado cronologista, Dionisio el Exiguo[5]
en el año 525, convenciendo a los romanos de las ventajas del cómputo
alejandrino.
[1] Del evangelio de
San Juan se puede desprender otra cronología, ya que argumenta que la Última
Cena no fue un banquete pascual al celebrarse un día antes de la Pascua ; es decir, el 13 de
Nisán en vez del 14 de Nisán. San Juan intentó darle un nuevo sentido a la Pascua y desligarla de la
tradicional comida pascual que según los evangelios sinópticos siguió Jesús. En
su cronología, Jesús murió el mismo día
y a la misma hora en la que se inmolaban los corderos en el Templo, lo que
lleva al evangelista a afirmar: “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado
del mundo”. La identificación de Cristo con el cordero pascual se reitera en el
evangelios de San Juan cuando narra (y sólo él lo hace) que a Jesús no le fue
quebrado ningún hueso, tal y como ocurría con el cordero que inmolaban los
judíos. Esta inmolación del cordero tenía un sentido de liberación, de la misma
manera que San Juan plantea la muerte de Jesús como una liberación del pecado
de la humanidad, planteamiento apoyado por San Pablo que narra la última cena
con la nueva visión eucarística y no como banquete pascual: “ … tomó el pan y
dando gracias lo partió y dijo “tomad y
comed, este es mi cuerpo que por vosotros será entrado. Haced esto en memoria
mía” (1 Corintios 11, 24).
[2] Es esta asamblea la que la posteridad conoce como el
Primer Concilio Ecuménico. No fue convocado por la Iglesia ni por uno de sus
obispos, sino por un emperador sobre el que, aún hoy, recaen serias dudas en
torno a lo genuino de su fe cristiana, puesto que era un adorador del Sol
Invictus (Sol Invicto).
[3] Creemos en un Dios Padre Todopoderoso, hacedor de todas
las cosas visibles e invisibles.
Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito
del Padre, es decir, de la susbstancia del Padre, Dios de Dios; Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho; consubstancial al
Padre; mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que están en
los cielos como las que están en la tierra; quien para nosotros los humanos y
para nuestra salvación descendió y se hico carne, se hizo humano, y sufrió, y
resucitó al tercer día, y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos.
Y en el Espíritu Santo.
A quienes digan, pues, que hubo cuando el Hijo de Dios no existía, y que
antes de ser engendrado no existía, y que fue hecho de las cosas que no son, o
que fue formado de otra substancia o esencia, o que es una criatura, o que es
mutable o variable, a éstos anatematiza de la Iglesia Católica.
[4] Esto tiene su explicación porque el año nuevo comenzaba
en el equinoccio primaveral, por lo que prohibía la celebración de la Pascua antes del equinoccio
real, la entrada del sol en la constelación de Aries.
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