VÍRGENES NEGRAS (V)
(Características)
Avanzamos un poco más
en este tema tan “peculiar” para vosotros, pero tan espinoso para mí, ya que sigo
descalzo en el mismo charco que me metí tiempo atrás. Para un eclesiástico como
yo es difícil tratar un tema como éste, ya que la “rareza” del mismo roza la
incredulidad en la fe que se debe profesar cuando hablamos de Dios, la Virgen
María y la Iglesia Católica. Creer que la Virgen María fue negra es muy difícil
de aceptar, teniendo en cuenta dónde se desarrolló toda la vida de Jesús y, por
ende, la de su Madre. La raza de la casi totalidad de la población de ese
territorio no era de tez negra, luego la representación de la Virgen María con
ese color oscuro de tez no deja de ser algo raro en toda la devoción mariana.
Sin embargo, esas tallas están ahí, y en muchos lugares de la geografía, tanto
española como europea, se les profesa una gran devoción en sus distintas
advocaciones, aún a sabiendas que ese color negro no se correspondería con la
realidad de hace más de dos mil años. Más aún: durante la celebración de la Navidad
o la Semana Santa, las imágenes marianas representadas tanto en belenes como
las que procesionan por las calles, no son nunca de color negro, sino de tez
blanca, en contraposición con esas vírgenes morenas que la mayoría de las veces
se veneran como patronas de pueblos y ciudades. Pero ya se sabe: las creencias
populares no pueden explicarse ni describirse objetivamente. Forman parte de
las costumbres y tradiciones de esa población que acepta dichas creencias como
válidas e incluso únicas, casi enfrentadas con las creencias de poblaciones
aledañas en las que también se venera una virgen negra. Y aquí sí que surge
incomprensión, pero ahora por parte de los propios eclesiásticos que dirigen
las vidas espirituales de ambas poblaciones. ¿Cómo puede ser que surjan
disputas entre los habitantes de esas poblaciones originadas por la veracidad
de las respectivas advocaciones de la Virgen María cuando se sabe que tan sólo
hubo una? ¿Cómo puede ser que cada uno defienda que la suya es la verdadera y
no la otra cuando la Virgen María es única? Ahora es el propio eclesiástico el
que debería dudar, no de la Virgen María, sino de los razonamientos,
sentimientos y costumbres de los habitantes de esas poblaciones. Apaciguar
ánimos enfrentados no es tarea fácil, mucho menos pedir comprensión en alguien
que se considera en posesión de la verdad, la única verdad, la verdad
verdadera.
Bueno, ¿para qué
continuar con este tema tan espinoso y poco comprensible al entendimiento
humano? Nunca se conseguirá llegar a comprender a la mente humana cuando de
sentimientos, raíces, costumbres y tradiciones se trata. Dejemos que la vida
continúe como tal, y como decía un profesor mío de seminario: ¡cada uno a lo
suyo!
Aunque este tema de
las vírgenes negras tampoco lo vamos a entender mucho, sobre todo por el tiempo
que hace que aparecieron y desaparecieron de la cultura popular y religiosa, al
menos estamos tratando de dar algunas ligeras y sucintas explicaciones a su
aparición, asentamiento y desaparición, además de todo el fervor popular que
llegaron a generar. Hemos hablado de ese color negro, de sus creaciones, de sus
apariciones, etc. Ahora tocaría hablar de algunas características que poseen en común la
mayoría de ellas, tanto las que son veneradas en España como en Europa. Son
tallas muy similares, alrededor de 500, pero a la vez muy diferentes,
apareciendo en lugares tan alejados entre sí como Malta de Cádiz o Bélgica de
Chipiona.
Dejando a un lado el
color oscuro de su tez, del que ya hemos hablado largamente en otra parte de
este tema, las facciones de la cara de estas tallas no son facciones
representativas de una persona de raza negra. Sí representan a vírgenes con la
piel negra, de raza negra podríamos decir, pero sus facciones son totalmente de
mujer europea. La rectitud de su nariz y lo delgado de sus labios no deja lugar
a dudas de que se trata de facciones blancas. Dichas facciones han sido
oscurecidas a propósito para diferenciarlas de las blancas, dando a entender
que con ese oscurecimiento adrede, tratan de enviar un mensaje oculto a quienes
corresponda. Ahí está uno de los grandes misterios de las vírgenes negras: ¿qué
quieren decirnos?
Para que estas tallas
fuesen negras, explicamos en un capítulo anterior cómo se pudo conseguir ese
color oscuro, llegando a la conclusión que sólo se podría llegar si su
construcción se realizaba con materiales propiamente negros, como el mármol
negro o la ebonita. Por las fechas de su apariciones, el mármol negro está
prácticamente descartado como material de base, siendo la madera el material
más usado con el que están realizadas la casi totalidad de todas ellas. Luego,
o bien pudieron realizarse con madera de cualquier tipo y, posteriormente,
pintarlas o lacarlas en color negro, o bien pudieron tallarse directamente con
una madera negra o de color oscuro.
Las maderas de color
negro no abundan en muchas zonas de Europa, siendo más normal que aparezcan en
lugares más asiáticos. Por lo tanto, podemos aventurar así mismo que la mayoría
de ellas no fueron talladas en el mismo sitio que en la actualidad son
veneradas, siempre y cuando dichas tallas veneradas hoy día sean las
originales, lo cual es tremendamente difícil, dado el tiempo pasado desde su
aparición y todas la vicisitudes sufridas en el mundo desde aquellas época.
Luego la madera utilizada no es una madera estrictamente local, aunque no tenga
que ser una madera asiática o de cualquier otro continente que no sea Europa.
Es una madera dura, muchas veces policromada en rostros y manos para dar ese
color oscuro. Algunas de ellas han sufrido intentos de blanqueo y otras han
sido restauradas y repintadas con torpeza, lo que hace muy difícil adivinar
realmente su primitivo aspecto, generando la consiguiente duda sobre su
autenticidad.
Nuestra Señora de Montserrat.
Antes se ha comentado
de pasada la originalidad de las tallas actuales atendiendo al tiempo
transcurrido desde su aparición. Históricamente, estas tallas negras
aparecieron en los siglos XII y XIII, como se ha apuntado en alguna que otra
ocasión, por lo que artísticamente pertenecen al románico o, mejor dicho, a la
transición entre el románico y el gótico. Su mayor apogeo sí que es cierto que
lo encontramos en tiempos románicos, pudiendo ocurrir que las tallas aparecidas
durante el gótico posiblemente hicieran referencia y sean nuevas
representaciones de imágenes anteriores.
Como tallas románicas, las características artísticas son las mismas que
cualquier talla de cualquier virgen románica. El modelo más común es el que
presenta a la Madre de Dios con el niño en las rodillas en su condición de Theotokos (trono de Dios o Madre de
Dios). Este modelo fue el más frecuente durante el románico, hasta que en el
siglo XIII fue sustituido por el de una figura estante con el Niño en brazos,
dando paso al prototipo de Virgen Madre, de cuerpo esbelto, que dialoga con su
hijo al que sonríe con ternura. Hasta entonces, las tallas de la Virgen son o
están en hierática majestad, es decir, la posición de la virgen es siempre
estática y con un despego afectivo a la figura del hijo. Son tallas
entronizadas, con el niño en el regazo, centrado con relación a la figura de la
madre, más raramente en la rodilla izquierda. Huygens sostenía que “… las vírgenes negras son mayestáticas,
erguidas, con el niño en el regazo, como fruto de sus entrañas, tomando la
forma de la virgen como majestad del tipo “Mater Amábilis””. Firmes y
relajadas a un tiempo, las tallas transmiten poder. Su mirada se dirige hacia
adelante y es a la vez serena y relajada. Son ellas las que mandan en el
conjunto escultórico, pues son el eje central de la escultura; de ahí que los
rasgos de la virgen estén más cuidados y más elaborados que los del niño. Es en
ellas en quien nos tenemos que fijar y no tanto en el niño.
Virgen del Tura. Olot.
Curiosa la representación de un toro o buey a sus
pies.
Si la mayoría de las
tallas de las vírgenes negras son o están entronizadas, hay otro grupo que
están representadas sobre un pedestal o un pilar (ya os podéis imaginar por
dónde van los tiros).
Retrotrayéndonos en
el tiempo, ya en Éfeso (nuevamente esta ciudad de la antigüedad y en la actual
Turquía) se veneraba a la diosa Artemisa (un sagrado betilo) que a veces
aparecía también sobre una columna. Según la tradición, San Pablo tuvo en esa
misma ciudad muy malas experiencias en su predicación, ya que era una ciudad
muy remisa a abandonar el paganismo y el culto a su diosa protectora, por lo
que no es de extrañar que, para propiciar el olvido de su culto, la imagen de la
virgen (sustituta de la diosa) se mostrara sobre un pilar. Esta nueva forma de
representación de la virgen fue corroborada en el Concilio de Antioquía,
celebrado en el siglo IV, donde se estableció que las imágenes religiosas se
colocaran sobre columnas o pilares, siguiendo lo que había sido una práctica
habitual en el paganismo; de ahí que no fuera de extrañar que a la hora de
representar la singular aparición de estas vírgenes, se eligiera tal soporte
para su ubicación.
Virgen del Pilar. Zaragoza
Artemis Efesia.
Independientemente de
la representación por la que se opte, las dimensiones de las vírgenes negras
mantienen unas medidas más o menos homogéneas y constantes. El tamaño mínimo
que suelen tener oscila entre los 30 o 40 cm’s, mientras que el tamaño máximo
varía entre los 70 y 90 cm’s; la profundidad también oscila alrededor de los 30
cm’s, conservándose de este modo una proporción aproximada de 7 a 3, la más
común de todas.
Tanto si están
entronizadas como si están en un pedestal, la figura de la Madre sobresale
sobre la del Hijo. Ella es la protagonista del conjunto y el niño puede
considerarse “actor secundario”. Sin embargo, ambas tallas comparten una misma
característica: portan “algo” en sus manos derechas.
Mientras la mano
izquierda de la Virgen permanece aferrada a su pierna izquierda o bien en
posición de “arropo” o sujeción del Hijo para evitar una caída desde su pierna
izquierda, la mano derecha está levantada, desprendida del cuerpo y portando un
objeto, posición típica de la mano para mostrar lo que lleva en ella. Son muy
diversos los objetos que ambas tallas pueden mostrar, aunque lo más común es
que ambas porten una esfera, o bien una fruta por parte de la Virgen, y un
libro, abierto o cerrado, según, por parte del Niño.
Si lo que ambas
tallas portan es un objeto esférico, normalmente puede interpretarse como la
bola del mundo, aludiendo al poder que ambos tienen sobre todo el mundo, tanto
terrenal como espiritual; poder sobre toda la Tierra. También la bola del mundo
puede interpretarse como un disco solar, el astro rey, que proporciona luz y
calor a todos los seres vivos de la Tierra. De una manera más simbólica y
espiritual, dicha bola del mundo o esfera que sostienen debe entenderse en el
sentido de la perfección que supone la esfera desde los filósofos griegos del
siglo V y que desde tiempos ancestrales se asocia al espíritu universal.
De una manera
particular, y a diferencia del Niño, la Virgen puede portar una fruta, siempre
en su mano derecha. Dicha fruta puede ser muy variada y dependiendo de la época
de su talla: manzanas, granadas, piñas, cerezas, peras, etc., aunque la fruta que podemos considerar como
principal es la manzana, fruta que podría hacer alusión directa al fruto
prohibido del Pecado Original, por lo que al portarla en su mano derecha se
podría interpretar que Ella es quién nos puede redimir de todos los pecados,
incluido el Pecado Original.
Virgen de la Sierra, patrona de Villarrubia de los
Ojos. Ciudad Real.
Porta en su mano derecha una manzana
Por otra parte, y ahora con diferencia a la Madre,
el Hijo puede portar un libro también en su mano derecha. Dicho libro (como
cualquier otro) puede estar abierto o cerrado. La interpretación que algunos
investigadores dan a cada forma de representación es muy diversa, pero siempre
aludiendo a unas enseñanzas más propias de “iniciados” o “grupos de iniciados”
que a enseñanzas dirigidas al común de la población, al pueblo, al vulgo.
Si el libro está
abierto, representa el exoterismo, aquello que es visible y común para todos,
transmitido también oralmente para todo el pueblo; si el libro está
representado cerrado, significa todo lo contrario, el esoterismo, lo oculto, lo
reservado, lo impenetrable y de difícil acceso para la mente, sólo reservado
para un reducido número de iniciados en una determinada doctrina o religión.
Esto último debemos
tomarlo también con mucha cautela porque, según quién analice o busque un
significado a cómo está representado el libro, las conclusiones van a ser muy
diferentes y totalmente opuestas. Por lo tanto, el significado o simbolismo a
la forma representada del libro va a estar en función de cada uno de nosotros
en el momento en que nos encontremos cara a cara con una talla de una virgen
negra. Ese será el verdadero simbolismo y no otro.
Virgen de Ger. Baja Cerdanya.
El Niño lleva un libro abierto con la inscripción
“Ego sum” (Yo Soy).
Por último, hay otra forma de representación, tanto
de la Madre como del Hijo, en la que sus manos derechas no portan ningún objeto
o fruta, pero que sí tienen una forma peculiar de la mano. Por un lado ambas
tallas, Madre e Hijo, pueden tener la mano en la misma posición que si portaran
un objeto, pero realmente tienen la mano levantada con la palma hacia afuera y
con los dedos índice y corazón levantados, el corazón y meñique cerrados, y el
pulgar separado de la palma de la mano (otras veces también el pulgar está
cerrado en la palma de la mano). Dicha forma de la mano es la forma utilizada
por la Iglesia para bendecir. Luego, cuando ambas tallas forman esa posición
con la mano derecha, realmente están bendiciendo a todo aquel que se muestre
ante ellas, además de a toda la población de la cual es ferviente devota. Por
otro lado, solo la mano derecha de la Virgen puede tener una nueva posición: la
misma posición levantada de la mano derecha pero esta vez tan sólo con la palma
de la mano mostrándola a los fieles devotos. Esta posición de la mano puede
tener un nuevo simbolismo teológico: la aceptación de Dios, la aceptación de
ser la Madre de Dios en el mismo momento de la Anunciación por parte el
arcángel Gabriel.
Muchas de las
características mencionadas y relacionadas con las vírgenes negras también son
propias de las tallas románicas de vírgenes, ya que la aparición de estas
tallas negras coincide con el periodo del arte románico, tal y como ya se ha
expuesto. La única diferencia entre unas y otras es el color negro de tez y
manos; todo lo demás, atendiendo a características constructivas, se podría
extrapolar entre unas y otras. Sin embargo, si nos atenemos a otras
características más “espirituales” o “devocionales” las diferencias pueden ser
algo más considerables.
A partir del siglo
XII, las estatuas de María fueron incorporadas como imágenes de devoción en
lugares de la campiña que tenían una significación simbólica para la comunidad
agrícola o pastoril, como las fuentes, las cimas de las montañas, los altos de
los caminos y las grutas y las cuevas. El culto de las imágenes proveyó una
manera de extender esta religión a los lugares de campiña que eran considerados
a través de creencias precristianas como puntos críticos de contactos con las
fuerzas de la naturaleza más allá del control del individuo o de la comunidad
rural. María, como imagen de madre con niño, era la imagen cristiana que mejor
podía simbolizar la fertilidad y la protección maternal. Es en este punto dónde
las vírgenes negras se diferencian claramente del resto de vírgenes románicas
coincidentes en el tiempo.
Peregrinaciones
importantes y famosas como el Camino de Santiago o la Ruta de la Plata, podrían
también diferenciar unas tallas de otras. Las romerías celebradas en esos
puntos de las rutas son normalmente muy similares, indicando claramente el
desplazamiento que originariamente se quiso hacer con ellas para trasladarlas a
una población con respecto al lugar de su aparición. Eso también hace que los
milagros más frecuentes asimilados a ellas tengan que ver con el peligro, la
fecundidad, los niños enfermos, los comerciantes y navegantes en peligro, etc.;
en definitiva, milagros relacionados con la vida y la muerte, de
individualización, de liberación y de despertar del hombre.
Pero como todo en la
vida, el tiempo no es estático, pasa inexorablemente, provocando cambios
queridos o no queridos que hace modificar en mayor o menor medida todo aquello
que de él depende, es decir, la mayor parte de las acciones que se realizan en
cualquier modelo de sociedad. Y, como no, las representaciones o tallas de las
vírgenes negras, atendiendo a la parte espiritual de la sociedad, no pueden
escapar a esos cambios sociales intrínsecos.
A partir del siglo
XIII, y coincidiendo con la aparición e instauración de la Inquisición, las
imágenes de las vírgenes negras comenzaron a ser repintadas; no todas, pero sí
muchas de ellas. Al mismo tiempo también comenzaron a ser vestidas con el manto
conocido popularmente de “mariposa”, con claras reminiscencias, queridas o no
queridas, a la representación antigua de la diosa Tanit, diosa púnica y
cartaginense que era representada con una cabeza circular (¿reminiscencias del
disco solar de Isis?), cuerpo triangular y brazos en trazo rectilíneo o en
ocasiones con un trazo curvo a modo de media luna hacia arriba (¿representación
de la media luna en muchas de las tallas de la Inmaculada Concepción?).
Representación de la diosa Tanit.
Virgen de El Henar. Cuéllar. Segovia.
Se muestra claramente como una virgen de clara talla
románica
es vestida con el traje de “mariposa”, asemejando a
la diosa Tanit.
Virgen de las Cruces, patrona de Daimiel. Ciudad
Real.
Virgen de la Luz, patrona de Cuenca.
El fervor mariano
recibido en esa época ya no cesa, y a comienzos del siglo XVIII se desarrolla
en toda Europa la costumbre de vestir las imágenes, no solo las tallas
marianas. Es el momento en que se generalizan las procesiones de Semana Santa,
de las Candelas, del día de la Patrona, y se aprovecha para sacar las imágenes
en procesión, vestidas y enjoyadas. Con motivo de vestir y coronar estas
imágenes sobre un pedestal, pasan las pequeñas vírgenes negras románicas o
góticas a ser espléndidos pasos procesionales y aparentar mayor tamaño, a pesar
que, en la mayoría de los casos, no exceden de los 70 o 90 cm’s de altura. Se
cantan, se mecen, se pujan los brazos, y el fervor popular compite en favor de
las imágenes de su lugar o parroquia.
María, en un mundo en
el que se van asentando los valores de la individualidad y el interés por la
naturaleza, adquiere un total protagonismo, y se convierte en interlocutora e
intermediaria en el diálogo con Dios.
¡Hasta pronto!
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