Carolina Walker Bynuus opinaba que “… cuánto más las imágenes se separaban de ciertos aspectos de las
tradiciones a las cuales pertenecen o vinculan aspectos de la realidad que no
están conectadas de manera obvia por el sentido común, la lógica o el uso, más
dichas imágenes expresan las necesidades, las inquietudes y las fuentes del
descanso en los corazones de los hombres y las mujeres.”.
Cuando alguien trata
de realizar cualquier percepción del pasado, realiza un ejercicio individual de
recuperación de una herencia cuyos códigos sólo resultan válidos e inteligibles
en un determinado marco social. Cada vez que éste se modifica, aquella
percepción se ve igualmente modificada y alterada. De ahí la mayoría (por no
decir la totalidad) de los errores que cometemos en la actualidad acerca del
entendimiento del pasado, interpretando de manera equivocada muchas de las
antiguas tradiciones y leyendas pensando que se refieren a un mundo como el
nuestro, cuando en realidad se refieren a un pasado perteneciente a un ser
humano que percibía aspectos simbólicos y metafísicos muy diferentes a los
nuestros, y que, para nosotros hoy día, ya no es posible percibir. Todo lo
relacionado con las vírgenes negras podría ser una parte de esa percepción
simbólica y metafísica del pasado.
En el capítulo
anterior se ha tratado de explicar y justificar el porqué de ese color negro de
la tez y manos de ciertas tallas marianas. La mayoría de las justificaciones
hoy día son injustificables por lo anteriormente comentado, si bien la que
estaba enfocada a la similitud entre el color negro, la representación y culto
de la Madre-Tierra en la antigüedad y el color oscuro de la tierra fértil y
buena para el cultivo y la vida humana, podría ser la teoría más lógica y a la
vez la más elaborada. Esta teoría o idea no es en absoluto descabellada, ya que
explicaría muchas de las advocaciones de estas vírgenes. Las Diosas-Madre o
Madre-Tierra eran diosas lares, cercanas a la familia, regentes del hogar, de
la salud, de la enfermedad, de la felicidad; es decir, de todo lo relacionado
con la vida del hombre en la tierra como miembro de una sociedad o entidad
familiar.
Diosa-Madre gala protectora, acompañada de niño.
Siglo I a.C.
Pero si estas tallas
relacionaban al hombre con su protección, y por ende, a toda la comunidad, ¿por
qué estas tallas aparecían en las afueras de las poblaciones y no en el centro
o dentro de ellas? Las poblaciones generalmente crecían de forma concéntrica
alrededor de una fuente de agua para proveer a toda la población, y también
alrededor de la plaza en donde sus habitantes se reunían para decidir sobre sus
problemas comunes o celebrar sus grandes acontecimientos; también ese punto
céntrico lo ocupaba un lugar de culto. Sin embargo, dichas tallas aparecían en
las afueras de las poblaciones en la mayoría de los casos.
Tratar de responder a
ese porqué en las afueras de la población nos obliga a diferenciar, aunque sea
someramente y de pasada, los iconos[1] y vírgenes negras
aparecidas en oriente y centroeuropa y las aparecidas y veneradas en España.
Sin dejar de ser vírgenes negras e iconos en ambos casos, la peculiaridad de la
Península Ibérica durante la aparición y difusión de estas tallas marianas,
hace que su aparición y veneración sea diferente.
En la difusión de las
vírgenes negras jugó un importante papel la isla de Chipre, cristianizada por
San Pablo y San Bernabé. Según la tradición, la Virgen María visitó a los
fieles de esa comunidad antes de su muerte. De tan legendario suceso nació una
gran devoción mariana extendida por toda la isla, lo que proporcionó la fundación
de numerosas iglesias y monasterios consagrados a la Madre de Dios. La mayoría
de ellos están sitos en bellos parajes montañosos, y se han mantenido en pie a
pesar de los numerosos avatares e invasiones que la isla ha sufrido.
En 1191, los
templarios[2] tomaron Chipre, y en Pafos
descubrieron la existencia del culto dedicado a una piedra negra, supuestamente
encarnación de la Astarté fenicia, asimilada posteriormente a la Afrodita
cipria como sucedió en otros muchos lugares y promontorios del Mediterráneo. En
dicho lugar levantaron un templo en honor a la Virgen María, a la que
representaron con la cara negra, tal vez porque en su rostro incrustaron parte
del meteorito, como se hizo en su día con la estatua de la diosa Cibeles. Lo
que sí se decía es que guardaban la citada piedra negra (o parte de ella) en el
interior de un trono cúbico en el que aparecía sedente la Virgen, conscientes
de su valor sagrado. Es de suponer que la nueva imagen de culto respondía al
tipo de la llamada Theotokos (trono
de Dios o Madre de Dios) o Kourotrophos
(Madre del Niño Divino), el modelo románico vigente en la mayoría de las
representaciones hasta muy avanzado el siglo XIII.
A partir de estos
hechos, los templarios contribuyeron a la difusión del culto a las vírgenes
negras que proliferaron por toda Europa. Las iglesias y monasterios levantados
en su honor se ubicaron, por lo general, sobre ruinas de templos paganos. De
este modo se beneficiaron de su ancestral venerabilidad, superponiendo sobre
las viejas creencias otras nuevas, sin destruir ni despreciar sus profundas
raíces populares. En su mayoría fueron custodiados por los propios templarios o
por monjes, repitiéndose el modelo del milenario santuario oriental en el que
se adoraba una diosa, siempre atendida por un sacerdote masculino.
Virgen de la Encina. Ponferrada. León.
Monumento a la Virgen de la Encina. Plaza de la
Encina. Ponferrada. León.
Obra de Venancio Blanco. Inaugurada el 19 de junio
de 2003.
Sin embargo, fue
durante los siglos VII y VIII cuando comenzaron a proliferar iconos de la Madre
de Dios, sobre todo en Constantinopla, y que, posteriormente, se difundieron
por todo el Imperio de Oriente, todos ellos con la aureola de ser auténticos,
ya que, según la tradición, fueron pintados por el propio San Lucas, tal y como
ya se ha aludido en más de una ocasión.
La larga serie de
tales iconos, fechados en realidad a partir del siglo XIII, se envuelve en un
cúmulo de leyendas y vicisitudes sufridas hasta llegar, cada uno de ellos, a su
lugar de destino. Los relatos, repetidos una y mil veces, han pasado a ser
parte integrante de la tradición popular de la localidad en la que dichas
imágenes se veneran, haciendo caso omiso a toda clase de verificaciones
históricas, ya que los datos objetivos no cambian el sentimiento de sus fieles
devotos.
En cuanto a las esculturas de bulto,
atribuidas, como no y una vez más, al evangelista San Lucas, son igualmente
objeto de una acendrada devoción, con similares características en cuanto a
leyendas, destinos y veneración por parte de sus fieles devotos.
Icono de la virgen negra de Czestochowa. Polonia.
Pero, ¿qué ocurrió en
España, teniendo en cuenta que aquí no hay iconos sino imágenes de bulto, es
decir, tallas marianas con la tez y manos negras?
La peculiaridad de
nuestro país aludida anteriormente, y la diferencia con el resto de países
orientales donde también se venera a vírgenes negras, no es otra que la
invasión musulmana en el siglo VIII. Se supone que la mayoría de las tallas,
siguiendo sus respectivas leyendas, se ocultaron durante la invasión musulmana
en cuevas y escondrijos arcanos para evitar su profanación. Su posterior
hallazgo se atribuía a pastores o labriegos de forma misteriosa o casual. En
tales lugares, elegidos a veces por la propia virgen, se levantó primero una
ermita, convertida con el tiempo en iglesia o basílica con un monasterio adjunto. Estos enclaves religiosos
alcanzarían pronto la condición de centros de culto mariano y de peregrinación,
a la vez que se convertirían en agentes dinamizadores de la vida espiritual y
material de la comarca o región de su
entorno.
En general, las
historias de todas ellas son semejantes, y cuentan en su haber con episodios
repetitivos con los que justificar la transformación de la primitiva ermita en
iglesia basilical con monasterio incluido.
Como se ha mencionado
anteriormente, la leyenda del descubrimiento milagroso de las tallas de las
vírgenes negras está generalmente asociado a un hombre sencillo y modesto, como
un labrador, un pastor, un leñador, etc. Esta persona la encuentra
milagrosamente en el hueco de un árbol, entre zarzales, entre pinos, entre
espinos, o bien dentro de cuevas o lugares similares; de ahí que muchas de
ellas sean veneradas en cuevas, criptas o iglesias subterráneas, simbolizando
un lugar de interiorización, de descenso a lo más profundo de sí mismo para
encontrar allí su realidad y, por ahí, acceder a la verdadera luz para empezar
de nuevo un proceso de individualización.
También es frecuente
que dicho hombre sencillo las encuentre trabajando la tierra ayudado por un
animal, generalmente un buey, que arando
la tierra desentierra la talla de la virgen y la hace surgir bajo tierra. Una
vez descubiertas, los habitantes del lugar tratan de trasladarlas a la
población, pero éstas obran un milagro que impiden el traslado, convenciendo a
los fieles que es allí donde quieren permanecer, “exigiendo” que se les
construyera un templo de culto en el emplazamiento exacto de su aparición,
convirtiendo ese lugar en una fuente fecunda de beneficios para los habitantes
del lugar.
Virgen de Candelaria entre guanches. Siglo XVIII.
Ermita de las Angustias. Santa Cruz de Tenerife.
Antes se ha comentado
que el descubrimiento de estas tallas lo realizaba, generalmente, un hombre
sencillo ayudado por un animal, particularizando en el buey o toro. Con relación a este último
animal se nos hace difícil verlo trabajar “amigablemente” con el hombre, dado
el carácter de bravura y “rebeldía” que de él tenemos hoy día, interiorizado en
la mente del colectivo popular como el
animal “a vencer” en las populares y actualmente denostadas corridas de
toros, sin olvidar las leyendas que a ellos se les atribuían como animales
utilizados en la antigua Roma para “eliminar” a los incipientes cristianos en
el circo romano.
Sin embargo, en las
antiguas tradiciones, el toro era simbólicamente un animal viril y solar por
excelencia, pudiéndolo equiparar, e incluso reemplazar, por otros animales
igualmente viriles, como el león o el ciervo (también muy asociado este último
a leyendas, cantos y salmos que se recitan durante diferentes oficios en la
Iglesia Católica). Al tener esa fama de bravura y rebeldía con respecto al
hombre, en las leyendas de las apariciones de las vírgenes negras se les
sustituye por el buey, animal mucho más dócil y más “amigable” para el ser
humano. Pero, ¿por qué un buey es el que trabaja la tierra y no un burro, una
mula o un caballo que son el tipo de animal que más acostumbrados estamos de
ver ayudando al hombre en esas faenas agrícolas? Una vez más tenemos que
retrotraernos en el tiempo para dar una pequeña y breve explicación de ello.
En los siglos en los
que comienzan a aparecer las vírgenes negras de esa forma milagrosa que
acabamos de comentar, tanto el burro como el caballo no eran animales
utilizados por el hombre para realizar faenas agrícolas, sino como medios de
desplazamiento, además de símbolo de poder económico, sobre todo el caballo.
Por ello, para las faenas agrícolas utilizaban el buey.
Por otro lado, cuando
tratamos de explicar y justificar a las vírgenes negras, unas de las primeras
explicaciones van dirigidas hacia el evangelista San Lucas como el creador y
realizador de tales talles. Y, …, ¿qué símbolo tiene el evangelista Lucas
cuando es representado en el tetramorfos[3]? ¡Exacto! ¡El toro o el
buey! Por lo tanto, la asociación del buey con las apariciones milagrosas de las
vírgenes negras de debajo de la tierra tiene sus reminiscencias en el
evangelista San Lucas.
Virgen de la Subterránea. Villar de Horno. Cuenca.
Toro que acompaña en el altar a la Virgen de la
Subterránea.
Villar del Horno. Cuenca.
Vemos como todo va
teniendo su explicación, siempre basada o justificada con lo comentado
anteriormente y fielmente ligado a la antigüedad, a aquellas reminiscencias de
la Madre-Tierra, Diosa-Madre, color negro y San Lucas. De hecho, hay algunas
representaciones de vírgenes negras que cuando están expuestas en su
correspondiente iglesia, templo, santuario o ermita, también hay representado
un toro o un buey a su lado, otra forma de asociar esa virgen negra con San
Lucas. Aún más: Artemis de Éfeso (¡otra vez Éfeso!) fue conocida también con el
nombre de “polimasta” por los numerosos pechos que cubrían su torso. En la
actualidad, sin embargo, dado que dichos pechos carecían de pezones, se piensa
que no eran mamas, sino los testículos de los toros sacrificados en su honor en
las ceremonias propiciatorias de la fertilidad.
Artemisa de Éfeso.
Las vírgenes negras
están arropadas por su peculiar leyenda, fruto de una imaginación popular
generadora de ilusiones en momentos en que las circunstancias políticas y
sociales propiciaban, como panacea, la creencia en milagrosas apariciones.
Respetadas por los habitantes de las localidades en que se encuentran, tales
leyendas se rememoran devotamente en la fecha de su festividad y en las
romerías celebradas en su honor. Estas romerías marianas, en su práctica
totalidad, se fundamentan en presuntas apariciones de la Virgen y posteriores
descubrimientos de tallas medievales escondidas, según la tradición, para que
no cayeran en manos del Islam. El problema fundamental que rodea a las
presuntas apariciones de la virgen es la cuestión de su autenticidad, puesto
que frente al enorme y terrible poder de lo inconsciente y de la sugestión de
masas, no es fácil distinguir entre una ilusión y una posible aparición de
María. Hay muchas intervenciones populares, algunas procedentes del paganismo
anterior, y otras que son adicciones más o menos espontáneas con calidad de
auténticas invenciones en ciertos casos.
Como nota final a
todas ellas, puede señalarse el fervor popular que despiertan y la fuerza de
atracción que ejercen en el ámbito del lugar en el que se veneran.
¡Hasta pronto!
[1] Icono: representación devota de pincel o de relieve
usadas en las iglesias orientales. Este término se aplica en particular a las
tablas pintadas con la llamada técnica bizantina.
[2] En las partes anteriores relacionadas con este tema
de vírgenes negras,, ya se puso de manifiesto que todo lo relacionado con la
orden templaria y sus freires debía ser tenido en cuenta con la máxima cautela
y el mayor escepticismo, máxime, como también se dijo, dado que no hay
documentación “fiable” acerca de ellos y su orden, ya que, cuando fueron
arrestados, toda la documentación que poseían fue quemada y destruida a modo de
eliminación de posibles pruebas incriminatorias contra ellos.
Otra leyenda más
que se les asimila es la creación del culto a Nuestra Señora, Notre Dame, pero
no para venerar a la Virgen María, sino para camuflar a la Diosa-Madre bajo la
imagen de una virgen negra asociando dicha imagen a María Magdalena (María de
Magdalá), como la verdadera sucesora del linaje de Jesús, ya que éstos
afirmaban que Jesús había tenido descendencia, lo cual nunca ha sido aceptado
por la Iglesia Católica ni ninguna otra, de ahí que dicha afirmación pueda ser
considerada como una verdadera herejía.
[3] El tetramorfos es una representación de los cuatro
evangelistas con forma de animal. San Matero es representado como un ángel; San
Marcos como un león; San Lucas como buey o toro, y San Juan como águila. Dicha
representación puede tener una determinada y característica posición, asociada
ésta a lo comentado por el profeta Ezequiel, de tal forma que San Mateo se
representa arriba en la parte izquierda, San Marcos debajo de San Mateo, en la
parte de abajo y también a la izquierda, San Marcos debajo en la parte de la
derecha y, por último, San Juan arriba en la parte derecha. Esa quizás sea la
forma que más se ha utilizado para representarlos, pero hay otras más. No es
tema de este trabajo dar una explicación del porqué cada evangelista está
asociado con ese determinado animal, ni las otras posibles representaciones del
tetramorfos que podemos encontrarnos.
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