VÍRGENES NEGRAS (III)
(Tez negra)
Católicos, ateos,
agnósticos. Creyentes no creyentes. Vírgenes, Madre, madres. Paganismo,
cristianismo. ¡Vaya lío que tenemos en la cabeza!, sobre todo yo, que ya no sé
por dónde ando después de todo lo dicho.
¡Es broma! Soy
eclesiástico por puro convencimiento, pero para alguien que no estuviera o esté
tan convencido como yo, todo este tema de las vírgenes negras, con todo lo que
lleva consigo desde la antigüedad a nuestros días, podría provocarle una laguna
de fe que le hiciera tambalear todas sus creencias, mucho más si éstas fueran “igualicas”
a las mías. Yo seguiría apelando a las palabras pronunciadas por Juan Pablo II
y referidas en el capítulo anterior acerca del respeto hacia todos los demás
que no tienen el mismo dios que nosotros
y, además, trataría de entender todo este asunto “negro” como un verdadero
historiador o, como he dicho “muchismas” veces durante nuestra andadura (que ya
va siendo prolífica) haciéndonos extemporáneos. De una forma o de otra debemos
entender todo este asunto tratando de ponernos en la misma situación que se
ponían los habitantes o las personas que vivieron durante esos periodos de
tiempo. Entender su “modus vivendi”, su forma de entender el mundo, su sociedad, sus creencias, …, todo.
Debemos entender hoy día que nada es como en aquella época, y es un tremendo
error tratar de ver su mundo con nuestros ojos actuales. Tratar de analizar
cualquier disciplina de cualquier cultura, de cualquier época con los ojos de
la actualidad sólo nos induce a
“prostituir” (vaya palabrita utilizada por un curita) todo lo analizado. Las conclusiones que podamos
extraer de ese análisis son conclusiones sesgadas, tendenciosas e incluso malintencionadas.
Por tanto, este tema
de vírgenes negras debemos tomarlo como
un tema “cuasi” divertido, entretenido, enigmático, atrayente, misterioso o
calificado con cualquier otro adjetivo que describa su carácter popular y, reiterándome, divertido y entretenido. No se
trata de sacar unas conclusiones “doctorales” ni de realizar una afirmación
categórica enfocada o dirigida hacia la Iglesia Católica (tanto a favor como en
contra). Se trata de pasar un buen rato, al paso de aprender, o tratar de aprender, el por qué se
produjo en un tiempo determinado de nuestra historia la aparición de un
determinado número de imágenes marianas negras, muy alejadas de la imaginería
mariana a la que estamos acostumbrados: de tez blanca en vez tez negra. Son
vírgenes talladas y creadas interesada e intencionadamente en color negro.
La mayoría de las
imágenes marianas que conocemos son imágenes talladas y realizadas con la tez
blanca de la piel, a modo de representar a dichas divinidades a imagen y
semejanza de María, la madre de Jesús. Ya en la antigüedad, algunos autores
como Epifanio retrataban de esta forma a la Virgen María: “La Virgen no era alta de estatura. Tenía rubios los cabellos, vivos los
ojos, un tanto aceitunada la pupila. Las cejas arqueadas y negras; la nariz un
poco alargada; los labios rojos y llenos de suavidad al hablar. El rostro ni
redondeado ni agudo, sino ligeramente ovalado. Las manos y los dedos delgados.”
Sin embargo, hay un
determinado grupo de imágenes marianas que están talladas y realizadas
intencionadamente en negro, amén de aparecer en una época muy determinada y en
lugares o emplazamientos muy determinados. Relacionando el color negro, su
emplazamiento, la época de su aparición y, como no, su advocación, podemos
hacernos una breve composición de todo el significado que pudieran encerrar
estas particulares divinidades. Veneradas en muchos países del mundo, cada una
tiene un nombre y una leyenda por la que se da explicación al tono oscuro que
tinta su piel y la de su hijo Jesús.
Virgen de Romacadour (Francia)
En los capítulos
anteriores hemos hablado del culto a divinidades relacionadas con la tierra, la
fertilidad de la misma, cosechas, salud, familia, etc. Se han dado nombres de
distintas divinidades de la antigüedad y la cultura a la que pertenecían. El
sincretismo impuesto por la Iglesia Católica para tratar de ocultar el culto a
estas divinidades también ha sido referido anteriormente como punto inicial del
culto a la Virgen María. Pero aún nos queda un punto a tratar: el color negro.
¿Por qué ese color negro? ¿Por qué esa tez negra, tanto de la Virgen María como
de su hijo?
Veamos y vayamos por
partes, aunque, como se ha dicho antes, con cautela y tomándolo todo como lo
que verdaderamente es.
La explicación del
color negro de estas vírgenes o divinidades lo podemos tratar de explicar de
diversas formas y maneras atendiendo a diversas justificaciones o hechos
acaecidos en la antigüedad. Todo lo llegado a nuestros días de aquella
antigüedad es fruto de la documentación encontrada y estudiada, y de la
tradición oral llegada hasta nosotros, por lo que debemos ser cautos a la hora
de analizar críticamente todo lo referido posteriormente.
Primeramente
comencemos por el legado del color negro de la Virgen María. Dicho color puede
proceder, como se ha dicho en el capítulo anterior, de los cultos anteriores a
las Diosas-Madre o Madre-Tierra, como Isis, Artemisa o Belisana que, a su vez,
proceden de la adoración en la prehistoria de los meteoritos caídos en la
Tierra, que eran venerados como fuente de vida.
Aquellas piedras eran
reunidas por los romanos, que las requisaban de los países conquistados para
ser veneradas en un templo dedicado a la Magna-Mater (la Gran Madre) que
construyeron en el Palatino de Roma. El pueblo romano acudía allí para
solicitar favores, sobre todo relacionados con la fecundidad en el plano
físico, así como la fertilidad intelectual y espiritual. Dichas piedras
constituían la plasmación material del estado espiritual además de explicar el
origen de la vida.
Monolito negro. 2001, una odisea en el espacio.
Cuanta una leyenda
que en Éfeso (¿os acordáis de cómo se llamaba la ciudad en la que se celebró un
concilio donde fue proclamada la Virgen María como Theotokos?) fue la ciudad
donde vivió la Virgen María tras la muerte de su Hijo Jesús. Dicha leyenda
también sitúa allí su Ascensión (Asunción) a los cielos, que en turco se
denomina Karatchalti, que significa
exactamente “piedra negra”. Curiosamente también allí, en Éfeso, había un
templo dedicado a la diosa Diana en la que se veneraba una estatua negra de la
Gran Diosa, hermana de Apolo Solar.
Esa veneración de las
piedras negras caídas del cielo recorrió civilizaciones y países hasta llegar a
la Edad Media, alcanzando incluso nuestros días. Otra tradición asociada a los
Templarios (ya se sabe lo que ocurre con dicha orden) cuenta que cuando éstos
llegaron al sur de Egipto, en las cercanías de Asuán, había en la isla de
Philae un templo en el que aún se rendía culto a Isis con los ritos del Antiguo
Egipto faraónico.
Templo Philae. Egipto.
Fue también durante
la Edad Media cuando los musulmanes conquistaron la Meca en el valle de Arabia
hacia el año 683. Allí se apoderaron del templo de la Kaaba, donde destruyeron
más de 360 ídolos de otras religiones, respetando, sin embargo, la piedra
negra, la roca negra basáltica, la Kaaba, aquella que se decía que poseía
poderes divinos y que literalmente significa “muchacha de senos muy
desarrollados”, nueva alusión a la fecundidad de la mujer para compararla, una
vez más, con la tierra fértil y fecunda de la naturaleza.
No podemos olvidar
que aún hoy día se sigue venerando a esa roca basáltica negra, la Kaaba,
situada en la Meca, lugar sagrado de peregrinación de todos los musulmanes, que
deben peregrinar allí, al menos, una vez en la vida.
Kaaba. Piedra negra de la Meca.
Distribución de la Piedra Negra dentro de la Kaaba.
El hecho de no
destruir estas piedras negras caídas el cielo refleja el temor, tanto de
musulmanes como de cristianos, a destruirlas, ya que, tanto para unos como para
otros, explicaba de alguna manera el origen de la vida y constituían la
plasmación material del estado espiritual. Ya en la Cábala Hebraica
encontramos: “El mundo sólo comenzó a
existir cuando Dios cogió la Piedra de Fundación y la lanzó al abismo de las
posibilidades para que pudiera constituirse el mundo sobre ella.”
La herencia de esa
adoración en la prehistoria de las piedras negras basálticas caídas del cielo y
veneradas como fuente de vida, es el color negro, el legado de esa primera
religiosidad de la humanidad.
Lumínicamente, el
negro es el compendio de todos los colores (no refleja ninguno y los absorbe
todos), la plena ausencia de luz, pudiendo tener un simbolismo maléfico,
evocando habitualmente, en el orden material, a la noche, a las tinieblas,
opuestas a la luz del día junto con sus peligros. En un orden psicológico, el
negro podría representar la ignorancia, la ceguera, la pesadez y la
materialidad, y en un orden espiritual podría representar la negación de la luz
y de la inteligencia espiritual, incluso el satanismo.
Pero no todo lo negro
va a representar un aspecto maléfico, pudiendo simbolizar, en un aspecto benéfico, el misterio, lo
inexplicable, lo indecible, la
interioridad y, particularmente, el conocimiento. Quizás sea aquí, en su
aspecto benéfico, donde debamos poner el énfasis a la hora de explicar el
porqué de ese color negro utilizando para representar algunas imágenes marianas
que terminaron por ser conocidas como vírgenes negras.
Anteriormente, cuando
hablamos de la Madre-Tierra o Diosa-Tierra, dimos por sentado que, cuando eran
representadas en la antigüedad, lo hacían en un color oscuro, negro, aludiendo
claramente al color de la tierra, a esa tierra fértil y fecunda de la cual
brota la vida, dando sentido al misterio de la gestación oculta de la vida,
color visible en su interioridad.
El color negro nunca
fue dado a otra talla que no fuera la Virgen María. Al emplear a propósito el
color negro en ciertas imágenes marianas, sus creadores subrayaban de la manera
más clara que para ellos la Virgen representada en negro era, al mismo tiempo,
la María cristiana, la Diosa-Tierra céltica, la Isis egipcia, la Piedra Negra
cósmica o la Gran Madre de todas la religiones, situándola dentro de una
concepción iniciática religiosa, universal y sincrética del gran principio
femenino del universo, fuente de toda vida terrestre y, a la vez, de toda
religión, origen de la vida de las almas.
Pachamama. Virgen negra Madre-Tierra.
El negro evoca la
tierra, su superficie, que la mayoría de las veces es oscura, pero más todavía
su interior, su profundidad misteriosa, que aflora en grutas y cavernas, esos
lugares privilegiados de las manifestaciones de la Virgen. De ahí que las
vírgenes negras estén asociadas a elementos ocultos, secretos, oscuros:
criptas, grutas, pozos, abismo, tumba, sarcófago. Por tanto, las vírgenes
negras podrían tener una significación funeraria. Sin embargo, lejos de
aparecer como madonas de la buena muerte, eran ensalzadas como donadoras por
excelencia de vida, de fertilidad, de fecundidad, de bienestar, como bien
muestran sus diversas advocaciones: Nuestra Señora de la Buena Esperanza, de la
Liberación, del Alboroto, de la Vida, de los Milagros. Esos accesorios
pretendidamente “funerarios” no pueden explicarse más que por esa asociación
con las catacumbas, grutas o subterráneos, en los que los iniciados o sus
creadores eligieron y donde solían reunirse y trabajar. Ya en el Antiguo
Testamento encontramos referencias a esos lugares oscuros y ocultos como
espacios oradores de dioses y divinidades: “Yo
te daré los tesoros de la oscuridad y las riquezas escondidas en un lugar
secreto para que tú sepas que soy el Eterno.” (Isaías 45, 3).
Virgen de los Milagros. Puerto de Santa María. Cádiz.
Hombres del clero,
como San Bernardo de Claraval (una vez más aparece este cisterciense
relacionado con una temática mariana) identificaban el color negro con la
humildad. Afirmaba este monje que la negrura de la piel era un sinónimo
simbólico de la humildad. Y así lo manifestaba cuando alababa precisamente
estas virtudes de la virgen: “Su centro
es la maternidad divina y dos grandes virtudes la han preparado: la humildad y
la virginidad. Si agradó por su virginidad, por su humildad concibió.”
(Homilia missus est, l). Esa concepción se produjo coincidiendo con el sol
negro o sol de medianoche, llamado así al sol de Navidad, en el solsticio de
invierno, pues tradicionalmente la Virgen dio a luz a Jesús a la hora de
“medianoche” en la “gruta de Belén”. Aquí la Virgen aparece como Virgo Paritura, “Virgen que tiene que
dar a luz”.
Luz y tinieblas;
nacimiento y muerte; sol y oscuridad. ¡Cuántas contradicciones! … y sin
embargo, algo que aparentemente puede estar en constante contradicción, la
relación entre ellos, no sólo es factible sino que es realmente posible y real.
Una virgen negra da a luz a un hijo, a Jesús, al Hijo de Dios. Pero, ¿cuántas
veces hemos visto una representación de Jesús con la tez negra? Sabemos que Jesús
era judío, y que la tez predominante entre los judíos y en el territorio donde
habitó, es la tez blanca, la centroeuropea, aunque algo más oscura, más
“morena”, pero sin llegar nunca al color negro, a la tez negroide, llamémosle
“africana”. Entonces, ¿por qué representarlo tanto a Él como a su Madre con una
tez negra cuando sabemos que realmente no fue así? ¿Por qué el color negro y
por qué solo se representaron durante un corto periodo de tiempo allá por los
siglos XII y XIII?
La respuesta acerca
del color negro ya la hemos dado anteriormente con una extensa justificación.
Dicha justificación podrá ser real o cierta según cada uno de nosotros (como
todo lo relacionado con la vida subjetiva de cada individuo), pero quizás sea
la justificación más “técnica” o “académica” entre historiadores e
investigadores de la historia de las religiones.
Acerca de por qué
durante ese corto de tiempo solo fuesen representadas de esa forma oscura,
también debemos atenernos a la historia de las religiones, a la historia de la
Religión Católica, a la evolución de la Iglesia y a la evolución social de la
humanidad, paralelas ambas desde siempre. Por lo tanto, ya sólo queda responder
por qué la tez negra, no ya centrándonos nuevamente en el color negro, sino
tratar de explicar por qué esa tez oscura, de donde viene, si hubo un inicio o
fue fruto de una acumulación de hechos o consecuencias acarreadas por su
ubicación y/o adoración.
Respuestas o
explicaciones sobre la negrura, tanto de tez y manos como la del Niño, la del
Hijo, hay muchas y variadas, casi todas ellas meras invenciones del pueblo o la
propia Iglesia Católica para justificar ese sincretismo del que tanto hemos
hablado en anteriores ocasiones. Otras pueden parecer más “reales”, aunque
mucho me temo que la respuesta realmente cierta, con una fiabilidad del 100%,
no la sabremos nunca por motivos obvios.
Una explicación que
comenzó a circular entre la población durante las primeras apariciones de las
vírgenes negras (más adelante hablaremos de esas apariciones) fue que su
construcción se debió a San Lucas. Fue este evangelista quien realizó dichas
representaciones o bien las pintó de un color negro una vez hechas o
representadas en color blanco. Hay una leyenda que cuenta que, después de la
crucifixión de Jesús, la Virgen María se trasladó a la casa de San Juan y se
llevó consigo unos artículos personales, entre ellos una mesa hecha en el
taller de San José. Se cuenta que fue en el tablero de esta mesa sobre el que
San Lucas pintó la imagen de la Madre de Dios.[1]
Y ahora surge otra
pregunta: ¿por qué San Lucas y no cualquiera de los otros tres evangelistas
canónicos, o cualquiera de sus discípulos o apóstoles? ¿Por qué él y no otro?
La respuesta la podríamos encontrar en el símbolo de este evangelista: el toro,
el buey. Y ahora, otra pregunta más: ¿qué tiene que ver el toro o el buey como
símbolo de este evangelista con una virgen negra? Aparentemente no tienen que
tener ninguna relación, salvo en el momento de las apariciones milagrosas de
esta vírgenes: casi siempre son encontradas milagrosamente por estos animales
cuando se encuentran realizando faenas agrícolas en el campo, sobre todo,
arando la tierra; de ahí la relación vírgenes negras, toro o buey, San Lucas.
San Lucas pintando a la Virgen de Czestochowa.
Queriendo ser todo lo más crédulos que queramos y podamos, aceptaríamos que San Lucas pudo pintar la primera representación de una virgen negra, pero, evidentemente, una sola, no todas las demás, mucho menos las aparecidas 1100 ó 1200 años después de su muerte. Por lo tanto, esta primera explicación no resulta muy convincente, ni mucho menos creíble, por lo que tenemos que atenernos a otra más “creíble”.
Una segunda
explicación la podemos encontrar como una consecuencia de la ubicación de estas
vírgenes negras para su veneración. La aparición de estas vírgenes coincide en
el tiempo con el final del arte románico y el inicio del arte gótico. Durante
ese periodo de transición, las iglesias y templos eran pequeños y muy oscuros,
sin apenas ventanales por donde pudiera entrar la luz para iluminarlos. Por
ello, para dar esplendor y luz a estas tallas en su veneración, se ponían
multitud de velas cerca o debajo de ellas para aumentar su visibilidad. El humo
desprendido por la incesante cantidad de cirios y velas, y la cercanía de éstas
con las imágenes fue lo que hizo ennegrecer a estas vírgenes.
Si la explicación de
San Lucas no nos ha convencido mucho, ésta otra tampoco tiene mucha
consistencia para convencernos. Habida cuenta que hay más de 500
representaciones de vírgenes negras entre España (100 aproximadamente) y
Europa, resulta poco creíble que todas ellas sufrieran el mismo deterioro
durante el mismo tiempo. Si a eso le añadimos que en la actualidad muchísimas
de ellas conservan la policromía original en el traje y manto mientras que el
rostro y las manos, tanto de la madre como del niño, son o están pintadas de
negro, y que, además, si así hubiera ocurrido, sólo la parte inferior de dichas
representaciones hubiera sido ennegrecida y no toda ella, esta segunda
explicación tampoco tiene mucho fuste a la hora de explicar y razonar el porqué
de su negrura. Una vez más se pone de manifiesto el poder imaginativo e
inventivo del pueblo para justificar o buscar un motivo o razón verdadera a la
hora de explicar todo aquello que es inaccesible a su entendimiento y conocimiento,
aquello que le puede resultar incluso mágico.
Pasemos, pues, a una
nueva explicación, aunque mucho me temo que tampoco va a resultar muy creíble.
Esta nueva
explicación la podríamos denominar “explicación química”, ya que tiene que ver
con esta rama de la ciencia y un elemento químico: la plata. El color negro de
las vírgenes negras proviene de la oxidación de la plata al contactar con la
madera, ennegreciéndose ésta. Veamos la veracidad de esta oxidación o reacción
química.
La plata es un
elemento que en la naturaleza se encuentra en estado puro. Posee propiedades
anticorrosivas, con bajo potencial de oxidación, y es escasamente reactivo.
Comenzó a ser utilizada en tiempos remotos por sus propiedades antibacterianas
y bactericidas. Las familias poderosas utilizaban utensilios de plata para
comer y beber, pues destruían las bacterias en poco tiempo. Además, el contacto
de la plata con la piel de estas familias poderosas lo teñía de un color
azulado, apareciendo sobre ésta las venas, también de color azulado. De ahí la
expresión popular de “sangre azul” para designar a las familias nobles y
poderosas.
Pero como todo lo
imaginativo y de creencia popular y mágica, también esta explicación carece de
fundamento por puro desconocimiento, sobre todo cuando ese desconocimiento era
máximo en la época de apariciones de las vírgenes negras.
Virgen de la Vega. Patrona de Salamanca.
Si la plata produce
un color negro o azulado en la piel al contacto con ella, esa reacción no se
produce cuando el contacto es con la madera. Esto viene a colación porque se
decía que todas las vírgenes negras tenían la tez y las manos cubiertas de
plata. Con el paso del tiempo, la plata iba reaccionando con la madera, de tal
forma que cuando se les quitó ese recubrimiento, bien por robar la plata por
parte de enemigos del cristianismo, bien por cualquier otra causa o razón, la
madera se había oscurecido hasta convertirse totalmente en madera negra. Pero
…, ¿todas las tallas de las vírgenes negras que hay en la actualidad estaban
recubiertas de plata? ¿No son muchas? ¿A todas ellas se les quitó dicha plata?
¿No se trataba de enriquecer las imágenes y tallas de las vírgenes negras en
vez de empobrecerlas? ¿El fervor popular empobrecía en vez de enriquecer? Una
vez más el desconocimiento y las creencias mágicas hacían huella entre la
población para tratar de justificar enigmas y misterios de su vida cotidiana y
religiosa, por lo que esta “explicación química” tampoco la podríamos dar como
buena o válida.
Vamos teorizando
explicaciones y las vamos desechando al mismo tiempo. Esta parte aumenta de
tamaño y disminuye en credibilidad, quedando pocas explicaciones y teorías para
explicar “fehacientemente” la negrura de la tez y manos de las vírgenes negras.
Ya únicamente nos queda la versión con la que comenzamos este tema de vírgenes
negras y que hemos expuesto en más de una ocasión y bajo diversas formas y
facetas. La explicación más elaborada y más “moderna” o “académica” acerca del
color negro de las tallas de un determinado número de vírgenes se debe a que
representan a la Madre-Tierra, con reminiscencias a antiguos cultos a la
fertilidad, a la buena tierra para el cultivo y a la vida humana en los
primeros asentamientos recolectores y posteriormente agrícolas. Dichas vírgenes
negras se encuentran ubicadas cerca de templos pre-cristianos relacionados con
la familia, la felicidad, la salud, la fertilidad, etc. Ellas son las fértiles,
y presentan al niño como fruto de su fertilidad, resaltándose ellas como reinas
y figura principal del conjunto.
Pero aún nos quedaría una última manera para
explicar o justificar el color de la tez negra de estas vírgenes. Para muchos
estudiosos del tema, la negritud de los divinos rostros se relaciona con
ciertos versículos del Cantar de los Cantares[2], breve relato del Antiguo
Testamento atribuido al rey Salomón, autoría que hoy es cuestionada y en
general desechada por la mayoría de los críticos:
Nigra sum sed formosa filiae Hierusalem
sicut tabernacula Cedar
sicut pelles Salomonis
Nolite me considerare quod fusca
sim quia decoloravit me sol filii matris meae
pugnaverunt contra me
posuerunt me custodem
in vineis vineam meam non cultodivi
La traducción podría ser, también en función de cada
estudioso, como:
Negra soy, si queréis, pero hermosa
¡oh hijas de Jerusalén! como las tiendas de Quedar[3],
como los pabellones de Salomon
No deis importancia al hecho de que yo
sea morena[4].
Es que me ha tostado el sol.
Porque los hijos de mi madre se enojaron conmigo
y me dedicaron a guardar sus viñas
y en cambio mis propias viñas no las he podido guardar.
(Cantar de los Cantares, 1, 4-6)
En el pedestal de la
Virgen de Tindari (Silicia) aparecen grabados en latín los primeros versos
referidos anteriormente del Cantar de los Cantares, lo que infiere que dichos
versos y dicho libro bien pudieron ser otro motivo o excusa para dar ese color
negro a las tallas de ciertas imágenes marianas.
Madonna di Tindari. Sicilia. Italia.
Explicaciones o
razones más o menos coherentes para justificar la negrura de diversas tallas
marianas las hay, pero quizás sean justificaciones poco creíbles hoy día. La
que más se podría acercar a la realidad y autentificar su veracidad es que sólo
pueden ser realmente negras las tallas realizadas con materiales oscuros, como
podría ser la ebonita, el mármol negro o la caoba. Dado que la mayoría de las
vírgenes que se consideran negras no están talladas en esos materiales, todas
deben su color a la pintura, barniz, betún de Judea o lacado, todo sin motivo
aparente alguno, pero con una intencionalidad que hoy día nos es imposible
comprender o entender, ya que tendemos que interpretar de una manera equivocada
muchas de las antiguas tradiciones y leyendas porque pensamos que se refieren a
un mundo como el nuestro. A nuestras mentes modernas les cuesta captar la
verdadera dimensión de estas tradiciones,
y siempre estamos tentados a mirar con incredulidad y a considerar todo
esto como creencias del pasado, sin ningún valor aparente ni coherencia lógica.
Precisamente, cuando se trata de
racionalizar un símbolo o tradición auténtica sólo se está procediendo a su
corrupción y destrucción.
¡Hasta pronto!
[1] San Lucas es el segundo evangelista en antigüedad de
sus escritos, por detrás de San Marcos. Además de médico de profesión, se le
suponía pintor y escultor. De su posible encuentro con la Virgen María, a quién
según se decía, visitó en compañía de San Pablo, se nutrió la tradición
cristiana.
Otras tradiciones
asocian la tabla que le proporcionó la Virgen María y sobre la que pintó los
iconos de la misma, con una rama del Árbol de la Vida que el arcángel San
Gabriel le proporcionó a la Madre de Dios. Según otras tradiciones, la tabla
procedía de la mesa familiar fabricada por el mismo Jesús o, incluso, de la
tabla utilizada como mesa en la Última Cena.
[2] El Cantar de los Cantares es un breve relato del
Antiguo Testamento, considerado uno de los más bonitos, tanto desde el punto de
vista puramente humano como, sobre todo, desde un punto de vista espiritual y
sobrenatural. A pesar de su apariencia profana, cabe encontrar en él un
significado místico muy claro tanto para los judíos como para los cristianos:
la unión de Yahvé con su pueblo Israel para los judíos; la unión de Cristo con
la Iglesia para los cristianos. En definitiva, la unión de Dios con su pueblo y
la entrega mística del alma a Dios.
Que en el Cantar
de los Cantares se encierra un mensaje religioso es algo realmente evidente. De
no ser así, de ser un escrito puramente profano, no hubiera sido aceptado como
libro sagrado y en modo alguno habría sido incluido en el Canon de los libros
inspirados por Dios.
[3] Negras eran aquellas tiendas, dentro de las cuales
se guardaban los bienes de sus dueños, al igual que eran ricos y hermosos los
pabellones del rey Salomón. Estas tiendas las utilizaban los pastores nómadas
de Quedar y las realizaban con pieles de cabra de pelo negro.
[4] Aunque hoy se haya puesto de moda tostarse al sol
para coger color moreno, en la antigua Palestina ser morena podía constituir un
demérito. No hace falta remontarse mucho tiempo para recordar que hasta hace
aún pocos años, las chicas y las mujeres del campo, sobre todo las de pelo
negro, procuraban proteger la cara para que el sol y el aire no se la tostara
en demasía. La amada del Cantar de los Cantares se sabe morena y da su explicación.
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