¡Pobrecitos míos! ¡Ácratas! ¡Indignados!
… dicen que están ¿Seguro que saben lo que es ser ácrata? ¿Seguro que saben lo
que es estar indignado? ¿Por qué tienen ellos que cumplir con ciertas normas
sociales por mero hecho de pertenecer a una sociedad democrática? ¡Ah! ¡Que no
quieren democracia! Ya entiendo. Que ellos son los que deben decidir qué hacer
y qué no hacer en cada momento, sin que nada ni nadie les diga el qué ni en qué
momento. Que ellos son responsables de sus propios ellos. ¡Pobrecitos míos!
Como dijo aquel sabio: la ignorancia es muy atrevida.
Me
hace gracia lo de la acracia, como también me hace gracia que sepan lo que es o
lo que significa. Si a uno de estos ácratas indignados les preguntas o les
dices qué es eso, como no saben lo que significa pero les ha sonado muy bien,
abanderan esa calificación hasta que la vida les va poniendo en su sitio o los
manda directamente a la calle o debajo de un puente. ¡Yo soy ácrata indignado! Dirían
algunos sacando pecho y metiendo culo, posando como posan aquellos a los que
quieren defenestrar (nuevamente ignorancia atrevida).
Todos
hemos tenido la edad de estos ácratas indignados. Hemos hecho cosas que
nuestros mayores, como no podía ser de otra forma, desaprobaban, pero no creo
que esos hechos pudieran ser comparables a los de hoy día. Bien es cierto que
eran otros tiempos, pero quizás sea esa vetustez la que les dé más o menos
valor a unos hechos que a otros.
Nosotros
teníamos lo que teníamos, que era más bien poco, por eso tratábamos de
aprovechar al máximo el tiempo y las oportunidades que nos iban dando o nos
iban surgiendo en nuestra vida. Estudiar, trabajar, ambas cosas al mismo
tiempo, eran las actividades que acaparaban la totalidad de nuestra vida. Pero
eso no quería decir que no tuviéramos tiempo para nosotros, para nuestro ocio y
nuestra diversión, para nuestras correrías y, ¿por qué no? para nuestras
gamberradas. Sí, eran gamberradas, pero quizás inocentes, tontas y locas,
propias de aquellos tiempos y de aquella vida. Eran igualmente reprobadas por
nuestros mayores, pero quizás no eran tan maliciosas ni tan intencionadamente
malintencionadas.
Lo
de hoy día, lo que ocurre hoy día casi a diario no tiene nombre, al menos
nombre comparable con lo que hacíamos aquellos años. Hay mucha gente que, sin
justificar ni aprobar rotundamente y tajantemente los hechos que suceden casi a
diario en nuestras calles y ciudades, quieran quitarle importancia aduciendo a
su juventud, a sus años mozos y sus correrías. No se pueden comparar, no es
comparable, no es lo mismo. Son muchas las diferencias entre unos hechos y
otros, entre unos años y otros, y entre unas vidas y otras.
https://www.definicionabc.com/politica/acracia.php
Hoy
día, estos ácratas indignados lo tienen todo hasta la saciedad. Tienen
información permanente de cualquier cosa en tiempo real en ese artilugio que
llevan en los bolsillos del pantalón que incluso sirve para llamar por teléfono
y comunicarse con sus semejantes, y, aún así, son muchísimo más ignorantes que
nosotros, que ni tan siquiera teníamos dinero para comprar un periódico. Tienen
dinero paterno o materno a cuenta de la herencia venidera para poder costearse
cualquier capricho insignificante e inservible, pero se indignan si ese dinero
lo tienen que invertir en su educación en forma de pago de matrículas en
universidades y colegios. Tienen todo el tiempo libre, las veinticuatro horas
del día, para enviarse fotos y caritas sonrientes mientras se indignan porque
no tienen trabajo y, cuando lo encuentran, nuevamente se indignan porque no les
pagan lo suficiente para costearse sus caprichos caprichosos e inservibles.
Tienen todo el verano por delante para nomadear de descampado en descampado
similizando su conducta en conciertos berreros y polvorientos mientras se indignan
por no tener una casa propia donde poder
habitar dignamente a ser posible a coste cero.
Su
indignación la exteriorizan culpando a los demás de su mala vida, mientras
ellos no tienen ni la menos intención de hacer lo más mínimo por tratar de
modificarla. La forma que tienen de solucionar todos sus males, lejos de
aceptar sus enormes errores, es queriendo “ser ellos”, ser como son, sin
normas, sin obligaciones, sin atribuciones, sin leyes, sin imposiciones, sin
obediencias, sin comportamientos cívicos, sin nada de nada; tan sólo ser ellos.
Ellos quieren ser los dueños, los amos, los gobernantes de su vida, los
dirigentes de su futuro; ser ellos, y sólo ellos, sin que nadie les diga tal o
cual cosa, sin consejos, sin conversaciones sosegadas y profundas, sin
socializaciones ni convencionalismos. Ellos saben y tienen muy claro lo que
quieren y no quieren, y para ello no les hace falta nadie que les diga lo que
tienen o no tienen que hacer. No quieren una institución que acote sus
actuaciones y uniformice una sociedad en desbandada. ¡Yo soy dueño de mí mismo,
y de nadie más!, oímos de labios ácratas e indignados. ¡Nadie me tiene que
decir lo que tengo o no tengo que hacer! ¡Yo soy así! ¡Yo hago esto así!, son
frases ácratas indignadas que enarbolan puños en alto (da igual la mano que
levanten; confunden la derecha con la izquierda, y no sólo físicamente, sino
políticamente) y litronas en la otra (el artilugio informativo en el bolsillo a
modo de paquete simulador de paquetes ochenteros de vaqueros ceñidos por el
tiro de la entrepierna).
¡Pobrecitos
míos! ¡Qué atrevida y peligrosa es la ignorancia! Quizás sea la única
enfermedad que se cura leyendo, a ser posible, leyendo algo que tenga letras y
les pueda enseñar algo.
¡Ácratas!
¡Indignados! … ¡Y que aman y quieren la acracia! ¡Qué gracia! Seguro estoy que
quieren conseguir una sociedad que no saben que se llama ácrata: a, no, κρατος
(cratos), poder; no poder, sin poder, al contrario de la sociedad en la que
viven, que les permite hacer lo que hacen, decir lo que dicen, y tener lo que
tienen: democracia, demos, pueblo, cratos, poder; poder del pueblo. El pueblo
les está dando ese poder para que han y digan libremente lo que están haciendo
y diciendo libremente. ¡Y ellos sin saberlo y renegando de ello! ¡La ignorancia
que maliciosa es!
¡Pobrecitos
míos! ¡Ácratas indignados! ¡Pobrecitos míos!
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