¡Hombreeeeeeee!
¡Cuánto tiempo! ¡¿Qué tal os va?! ¡Madre mía! ¡Cómo pasa el tiempo! ¡¿Qué es de
vosotros?! Ya sois casi unos hombres y mujeres. ¡Cómo habéis cambiado! Recuerdo
lo pequeñitos que erais cuando comenzamos los “tostones románicos”, como a
vosotros os gustaba llamarlos. ¡Qué caras poníais el principio y que caras de
sueño teníais al final del tostón! Pero ahora, …, ahora hacéis otras cosas y
tenéis otras prioridades propias de la edad, como las que teníais antes,
también propias de la edad. Ahora salís con vuestras parejitas, quién las
tenga, vais a tomar unos refrescos de gaseosa, hacéis limoná en las casas que
os dejan, bailáis esa música nueva (ye-yé creo que le decís) que ponéis en los
comediscos o tocadiscos, y cuando se juntan un rato Los Quijotes en el casino,
vais a bailar las canciones de antaño que versionan, que también son bonitas y,
además, os gustan, sobre todo las que son más lentas, las “agarrás”, para
bailar con las novias y novios con cuidado de no pasaros, ya que sus padres
miran fijamente mordiéndose los labios. Todo ello después de discutir o
camelaros a Carrera, que no os deja pasar porque esos bailes “no son para
vosotros y, además, no sois socios del casino”.
Si antes vuestra función era jugar en
la calle, o en el paseo, o ir a las Zorreras en bici, ahora vuestra edad os
dice que tenéis que daros a conocer, que tenéis que buscar vuestro sitio en el
pueblo; en definitiva, que tenéis que hacer cosas tanto para vosotros mismos
como de “cara a la galería”.
¡Ah! ¡Por cierto!, hablando de
galerías, ¿queréis que esta tarde nos juntemos un ratillo y os hablo, mejor
dicho, os tostoneo románicamente con otro nuevo tema? Es un tema que os puede
gustar bastante, ya que trata de una característica arquitectónica del románico
que es propia y exclusiva de España. Sólo se dio en España. Son las galerías
porticadas, esos pórticos que hay en algunas iglesias románicas que se tienen
que traspasar o atravesar antes de pasar a ellas. ¡Si supierais lo fresquito
que se está en algunas de ellas!, aunque realmente, una de las funciones que
tenían era la de cobijarse del frío y de la lluvia. Si ahora se está fresquito
en ellas, imaginaos qué frío no haría fuera si nuestros antepasados las
utilizaban para resguardarse de él. ¡Cómo han cambiado las cosas! En fin, es el
progreso, que dicen algunos.
Bueno, ¿quedamos entonces donde siempre
para recordar viejos tiempo y tostonearos un rato? ¿Sí? De acuerdo, allí nos
vemos. ¡No faltéis, ¿eh?!
¡Vaya! Veo que no falta nadie. Eso es
que os gustan los tostones románicos. ¡Así me gusta! Fieles a sí mismos.
Bien. Vamos a comenzar con las galerías
porticadas.
Como os decía antes, las galerías
porticadas son una aportación netamente hispana al románico internacional; es
un elemento que no se encuentra fuera de nuestro país, y lo que hay o hubiera
fuera, poco tiene que ver con este elemento arquitectónico de las iglesias
románicas hispanas. Los modelos de galerías porticadas que hay en el románico
internacional parecen proceder más del uso que las comunidades hacían de él en
función de sus necesidades, que de un modelo prefijado y establecido como
ocurrió en nuestro país.
La tradición del pórtico adosado viene
de lejos, tanto que incluso puede tener sus raíces en las basílicas romanas. En
ellas había una zona denominada “atrio”. Era un espacio abierto, situado en el
entorno jurisdiccional del templo (importante esto para fijarnos posteriormente
en una de las funciones de las galerías porticadas), y, a menudo, delimitado
por un muro que podría estar amojonado (otra palabra para el cubo de la Guada)
con cruces y estelas. Era una especie de antesala señalada por mojones, especie
de postes o piezas cilíndricas de piedra o madera (como las piedras altas casi
triangulares que vemos, cada vez menos, en carreteras comarcales indicando el
kilómetro en el que nos encontramos); una especie de recinto semisagrado. Las
galerías porticadas no son realmente un atrio, aunque pudieron compartir muchas
de sus funciones, tanto por su cercanía al templo como su carácter monumental.
Atrio
de la Basílica de San Pedro en la antigüedad
La razón de ser de las galerías
porticadas en nuestro país bien pudo estar en consonancia con la liturgia
hispanovisigoda, anterior a la liturgia carolingio-romana o romana a secas. En
la hispanovisigoda, vigente en los reinos cristianos y comunidades mozárabes
hasta que forzosamente fue sustituida por la romana, tenía la particularidad de
jerarquizar completamente la ubicación de los asistentes a la iglesia durante
la misa u oficio a celebrar. Fieles, diáconos, presbíteros y sacerdotes ocupaban
espacios separados y delimitados por canceles, además de participar de forma
desigual en las diferentes fases del ceremonial litúrgico. Los fieles, al
inicio, no podían presenciar el sagrado misterio de la consagración, por lo que
debían haber una separación entre éstos y aquellos. Ello se puede apreciar aún
hoy día en los edificios visigóticos que aún se conservan, en los que se acusa
esa separación de espacios de época.
Fuera del recinto de las iglesias se
establecían espacios semisagrados, pero adosados al templo, y semiprofanos,
externos a él, reservados para la espera de ciertos colectivos de personas que
no tenían permiso para entrar a misa o al oficio a celebrar, o que solo podían
hacerlo en ciertas fases de la misa, como comentábamos antes. Los penitentes
era uno de esos grupos de personas de condición impura que debían humillarse
públicamente durante un determinado espacio de tiempo, cumpliendo un plazo para
poder formar parte de nuevo de la feligresía. Acudían a la iglesia, pero
permanecían fuera de ella. Esta pudo ser la razón por la que se construyeran
nártex y galerías en las iglesias visigóticas, como la de San Salvador de
Valdedios en Asturias. Esta iglesia prerrománica, mandada construir por Alfonso
III el Magno en el año 900, ya contaba (y cuenta) con un pórtico lateral en la
panda sur.
Pórtico
de San Salvador de Valdedios. Asturias.
Quizás los pórticos de las iglesias
prerrománicas hispanas fueron el punto de partida para el estudio de las
galerías porticadas, admitiendo unas evidentes diferencias. Así lo podemos
constatar con la galería meridional de San Miguel de Escalada, en Santiago de
Peñalba (León), la cual adelanta algunas de las características definitorias de
los ejemplares construidos entre los siglos XI y XIII: uso cementerial,
disposición y ubicación de la arcada y, sobre todo, su carácter abierto.
San
Miguel de Escalada. Santiago de Peñalba. León
En el medio rural, las pequeñas y
humildes parroquias de ese periodo prerrománico también disponían de humildes
espacios techados unidos al templo, construidos con materiales pobres, como las
vigas de madera, que la fragilidad primigenia del material y las constantes
transformaciones seculares han causado su desaparición.
Ahora me diréis que todo esto está muy
bien, que los principios fueron buenos, pero realmente aún no hemos dicho ni
definido qué es una galería porticada. Tenéis razón. Vamos a dar una definición
lo más entendible posible de lo que es una galería porticada.
Una galería porticada es una estructura
arquitectónica a modo de corredor cubierto, adosada perimetralmente a algunas
partes de la iglesia, normalmente a la panda sur y, en menos ocasiones, a la
panda oeste. Está sostenida por arcos que apoyan en columnas y/o pilares,
decorada con arquería semejante a la que acostumbramos a ver en los claustros.
Es como si una sola crujía (otra palabrita para el cubo de la Guada) de un
claustro la pusiéramos en la zona sur de una iglesia románica.
¿Y tiene que ser siempre en la parte
sur de la iglesia?, os estaréis preguntando. Normalmente sí, ya que esa panda
ozona de la iglesia es por donde se accedía al templo, pudiendo también hacerlo
por la panda oeste (el fiel entra por donde se pone el sol para ir directamente
hacia el este, por donde sale el sol, en dirección a Jerusalén, la ciudad
santa) y, en mucha menor medida, por el norte. Esta última opción sólo se da en
los casos que así lo demanda el terreno y la ubicación de la iglesia, además de
cómo se ha desarrollado y evolucionado la población en función de esa ubicación
primigenia de la iglesia.
Luego la galería porticada se ubica
siempre antecediendo al acceso principal de la iglesia, aspecto que puede ser
considerado inicialmente como baladí, pero que resulta primordial para entender
el papel simbólico que desempeña este espacio en el conjunto del templo, pues
su relación con la portada hace que la vinculación entre portada y galería sea
imposible desligar, al menos desde el punto de vista simbólico. Este profundo
significado simbólico es el que le va a dar sentido a los diferentes usos a los
que fue destinada la galería porticada.
Iglesia
de San Pedro. Caracena. Soria
A estas alturas de los tostones
románicos que venís padeciendo por mi culpa, ya tenemos (o deberíamos tener)
claro que en el mundo románico, la arquitectura es, o era, portadora de un
profundo simbolismo, y sus formas y estructuras no obedecían a caprichos de
maestros y comitentes de obra. Las galerías porticadas rompen esa querida
simetría estructural del edificio románico. Si la torre románica encierra un
profundo simbolismo de la anhelada reconciliación entre el cielo y la tierra,
la galería porticada, por su parte, es la armónica transición entre el espacio
sagrado del templo y el profano y mundano de la naturaleza que lo rodea; el
paso de la “ciudad terrenal” a la “ciudad celestial”. Ya la propia
configuración arquitectónica de la iglesia románica hace alusión a esos dos
mundos, terrestre y celeste. El ábside semicircular hace referencia al mundo de
Dios, al celestial, mientras que la nave cuadrada hace referencia al mundo del
hombre, al terrenal. Lo mismo podríamos decir del arco románico por donde se
accede, el arco de medio punto, donde las jambas de los derrames laterales y el
espacio cuadrangular que definen portan un simbolismo temporal y terrenal,
mientras que el nicho semicircular de la parte alta porta un simbolismo
celestial, referido a la bóveda celeste. Por todo ello, el significado
espiritual de la portada nos remite a la naturaleza Hombre-Dios: “Yo soy la
puerta; el que por Mí entrara, se salvará” (Jn X, 7-9), dejó dicho Jesús en sus
predicaciones.
¡Vaya hombre! ¡Ya me ha vuelto a salir
la vena mística! Si luego os quejáis que os aburro, lleváis toda la razón, pero
¡es que no lo puedo evitar! Soy lo que soy y antes me sale la vena mística que
la vena de tostonero. No lo puedo remediar ¡Qué le vamos hacer! Tengo muy mala
edad para cambiar de la noche a la mañana.
Bueno, no pasa nada. Vamos a continuar
con nuestras galerías porticadas.
Anteriormente definimos lo que era una
galería porticada, además de indicar su ubicación en la iglesia románica. Su
aparición tiene que ver, ¡cómo no! con la España que había allá por la Alta
Edad Media, finales del siglo XI. España estaba dividida entre la parte
cristiana, de la zona centro para el norte, y la musulmana, de esa misma zona
centro para el sur. La zona centro era lo que se denominaba la Extremadura
castellana, la zona fronteriza entre el cristianismo y el islam. A medida que
se iban reconquistando tierras por parte cristiana, el arte románico también
iba avanzando. Entró por la parte noreste de España (Cataluña y norte de
Aragón) y se fue extendiendo hacia el sur al ritmo de la Reconquista, llegando
a mediados del siglo XIII que comienza a despuntar el gótico y a desaparecer el
románico. Luego es durante los siglos XI y XIII cuando las galerías porticadas
tienen su mayor esplendor y difusión, comenzando a desaparecer a
mediado-finales del siglo XIII.
Si la galería porticada es una
característica netamente hispana, que no se da en cualquier otro lugar de
Europa, su distribución geográfica también es muy peculiar y particular. Las
galerías porticadas sólo aparecen, se construyen y se desarrollan en una zona o
parte muy específica de España. Esta parte es el espacio interior de un cuadrilátero
imaginario cuyos vértices fueran Cuellar (Segovia), Segovia capital, Molina de
Aragón (Guadalajara) y Soria capital, aunque la inmensa mayoría de las galerías
porticadas se encuentran ubicadas dentro de las provincias de Segovia y Soria.
Mapa
del románico porticado en España
Las provincias de Soria y Segovia son
las que más galerías porticadas conservan, seguida por Guadalajara. En Segovia,
la capital y la vieja Comunidad de la Villa y Tierra de Sepúlveda concentran el
mayor número de ellas. En Soria se conservan más en las aldeas próximas a San
Esteban de Gormaz, mientras que en Guadalajara se conservan cerca de Sigüenza.
Otro foco de galerías porticadas lo encontramos en la Sierra de la Demanda
(Burgos), extendiéndose a La Rioja. También hay galerías porticadas o resto de
las mismas en la provincia de Ávila, en la de Pamplona y en toda Cataluña,
aunque con muchísima menos densidad; si acaso, una aquí, otra allá, como quién
dice.
El punto de partida de estas galerías
porticadas también está muy focalizado, siendo éste aceptado por la casi
totalidad de investigadores del románico y de las galerías porticadas. Se
considera unánimemente que la primera galería porticada genuinamente románica
es la de la iglesia soriana de San Miguel, en San Esteban de Gormaz (Soria).
Ello se debe gracias a la fecha que hay grabada en un canecillo del pórtico. La
inscripción es la siguiente: IVLIA/NUS
MA/GISTER/FECIT/ERA/MC/XV/IIII (era 1119 – 38 = 1081) (sabéis por qué he
restado 38, ¿no? Claro, para transformar los años de Era a años actuales). La
fecha de construcción es de 1081. Su descubridor fue el investigador Ortego y
Frías. Otros investigadores, como Álvarez Terán y González Tejerina sitúan su
construcción en 1111, ya que ellos leen MC/XLV/IIII
(era 1149 – 38 = 1111). El Proyecto Cultural Soria Románica confirmó la
primera hipótesis de Ortego y Frías, por lo que la fecha de construcción de San
Miguel en San Esteban de Gormaz data de 1081.
San
Miguel. San Esteban de Gormáz. Soria
¿Recordáis que al comienzo de todo este
tostón románico hablamos de San Salvador de Valdedios y de San Miguel de
Escalada? ¿Sí? Pues todos los expertos también coinciden en percibir grandes
similitudes entre las galerías porticadas de San Miguel de Escalada y San
Miguel de San Esteban de Gormaz. ¿Recordáis también quién mandó edificar San
Salvador de Valdedios? Exacto, Alfonso III el Magno. Pues este mismo rey es el
que reconquista San Esteban de Gormaz, tanto la población como sus alrededores.
Ya tenemos, una vez más, otra coincidencia histórico-arquitectónica. ¿Casualidad?
¿Coincidencia? ¿Realidad? Sí, más bien realidad histórica, propia de los
convulsos tiempos de aquella época. Como veis todo encaja, todo tiene su
encuadre, nada se queda por el camino. Todo tiene su explicación.
San Miguel de Esteban de Gormaz (Soria)
es la primera galería porticada románica construida en España en 1081. La
segunda en antigüedad, también está muy documentada. Se trata de San Salvador
de Sepúlveda (Segovia) en 1093, según reza una fecha grabada en su ábside. A
partir de ambas iglesias románicas se desarrollaron todas las demás en la zona
comentada anteriormente de Soria, Segovia y Guadalajara.
San
Salvador. Sepúlveda. Segovia
Bien, ya sabemos qué es una galería
porticada, en qué zonas de España están más desarrolladas y cuáles fueron las
primeras en construirse. Ahora veamos esa forma constructiva y las funciones
que desarrollaron durante el tiempo que estuvieron “activas”, ya que, como todo
en la vida, con el paso del tiempo y la inevitable evolución social, fueron
perdiendo peso en la vida de las personas de la Edad Media.
Una particularidad de las galerías
porticadas románicas es su considerable uniformidad, además de convertirse en
recintos adosados abiertos, transitables y multifuncionales al servicio tanto
del templo como de los nacientes municipios. En todas ellas se accedía desde el
exterior, como hemos comentado anteriormente, por una puerta que estaba
inscrita en el centro de una arquería con arcos de medio punto (¿recordáis lo
comentado anteriormente relacionado con la puerta y el arco de medio punto?)
que solían variar en número según las dimensiones y la intención de la galería
porticada. Relacionado con esto último, sobre el número de vanos o arcos de
medio punto de las galerías porticadas, siempre se ha considerado que el
“modelo ideal” eran siete vanos, aunque en la actualidad hay muy pocas con tal
número de ellos. Sí es cierto que hay una preferencia en un número impar de
vanos (no necesariamente siete), aunque realmente su número varía o viene
impuesto tanto por las dimensiones de la nave como por los intereses o las
pretensiones de los constructores. En Vizcaínos de la Sierra (Burgos) hay tan
sólo tres vanos, mientras que en Carabias (Guadalajara) hay catorce. En esta
última iglesia, la galería porticada recorre tanto la panda sur como la panda
occidental; de ahí su elevado número de vanos. Muchos más podemos encontrar en
la iglesia de San Millán en Segovia capital, que recorre las tres pandas libres
de toda la iglesia, salvo la panda este, donde se encuentra el ábside.
San
Salvador. Carabias. Guadalajara
San
Salvador. Carabias. Guadalajara
San
Millán. Segovia
En cuanto a su forma constructiva
también hay diferencias significativas, sobre todo al comienzo de su aparición
y su florecimiento y apogeo, diferencias acordes con la evolución social y con
el paso del tiempo, del cambio en el modelo constructivo y el avance de la
reconquista.
En las dos primeras iglesias de las
primigenias galerías porticadas, San Miguel de San Esteban de Gormaz y San
Salvador de Sepúlveda, los arcos apoyan sobre columnas únicas no pareadas, en
combinación con pilares. En estas dos galerías, las columnas tienen grandes
basas y voluminosos capiteles que contrastan con la cortedad y robustez de los
fustes. La escultura es muy primitiva, apareciendo personajes morunos en San Miguel
que no aparecen en San Salvador. Esta forma constructiva no se extendió a otras
poblaciones cercanas.
Es en la segunda mitad del siglo XII y
comienzos del XIII cuando se produce la máxima difusión del tardorrománico,
gracias a la reactivación económica y política del Alfonso VIII. Se relanza la
construcción de nuevas galerías románicas de forma masiva. Ahora, en este nuevo
estilo de construcción, los arcos apoyan sobre altas y esbeltas columnas
pareadas, y la escultura muestra iconografía bíblica, en especial, del Nuevo
Testamento, destacando sobremanera el ciclo de la Natividad, además de un gran
despliegue de animales, tanto reales como fantásticos: dragones, grifos,
arpías, basiliscos, etc. Estos animales fantásticos debieron servir para dar
forma al diablo, de una manera más elocuente que las palabras de un sacerdote.
Hay que tener en cuenta, una vez más, que estas imágenes esculpidas en la
galerías porticadas también cumplían la función catequético-religiosa para el
campesinado rural. Imágenes de la Anunciación, Nacimiento y Epifanía servirían
para ilustrar estos pasajes esperanzadores del Nuevo Testamento.
Adán
y Eva. Capitel de la iglesia de San Salvador.
Sepúlveda.
Segovia
Con la salvedad de algunas iglesias con
cierta entidad artística, como la de Rebolledo de la Torre (Burgos), las
representaciones que pueblan capiteles, canecillos o molduras no integran
elaborados programas iconográficos; al contrario, suelen ser escenas puntuales
realizadas por escultores o talleres más o menos dotados, e incluso por simples
canteros puntuales. Algunas representaciones, éstas con muchas reservas,
podrían vincularse con la “psicomaquia” (otra palabrita para el cubo de la Guada),
mostrada a través de luchas entre el hombre y la bestia irracional o entre
caballeros, a menudo ataviados y caracterizados con elementos claramente
identificativos, quizás en un intento de representar la lucha entre el
cristiano y el infiel. También hay muchas escenas bíblicas muy reconocibles,
como la Epifanía comentada anteriormente, la visita de las tres Marías al
sepulcro, etc. Estos temas fueron populares en el Medievo, gracias en parte a
los tropos y dramas litúrgicos que se representaban, curiosamente, en el ámbito
de la iglesia: “Quem quaeritis”, “Ordo Stellae”, etc. En menor medida es
posible hallar alusiones a la Maiestas Domini, al apostolado o a la crucifixión
de Cristo. Escenas cotidianas propias de la sociedad del momento podrían
completar toda la escultura representada en el entorno de las galerías
porticadas románicas.
Caballeros
luchando. Rebolledo de la Torre. Burgos
¡Vaya tostón curiosico que estamos dando
hoy! ¿Eh? ¡Y aún no hemos terminado! Queda todavía ver las diferentes funciones
sociales y religiosas que tenían las galerías porticadas.
Aunque esto se está haciendo largo para
todos, miedo me dá daros un respiro para descansar y volver dentro de un rato.
Como os deje salir, no volvéis. Salís corriendo, mejor dicho, huyendo como alma
que lleva el diablo, y no os vuelvo a ver el pelo como ya sucediera antes,
cuando os encontré casi de casualidad e irreconocibles por el paso del tiempo.
De modo que, aunque sea mucho lo que llevemos y lo que quede, me arriesgo a
dormiros de nuevo. Pero eso es preferible a que no os vea más hasta dentro de
un tiempo considerable, que todo se echa de menos, no creáis.
De todas las funciones civico-religiosas
que podía cumplir la galería porticada románica, la más trivial, por decirlo de
alguna manera, era la climatológica. Y digo trivial porque podía ser además la
menos lógica a tenor de la explicación que algunos estudiosos dan de ella.
Estos autores o investigadores argumentan que las galerías porticadas fueron
construidas en zonas de dura climatología, por lo que cabía la posibilidad de
que fueran construidas para resguardarse del frío y de esas duras condiciones
climatológicas. Eso puede tener su parte de verdad, pero hay que recordar que
el románico llegó, y mucho antes que a la zona delimitada de mayor
concentración de galerías porticadas, a zonas con temperaturas muy bajas, como
los Pirineos o el norte de León. En esas zonas no se conserva ninguna galería
porticada, aunque bien pudiera ser que sí se construyeran esas galerías para
resguardarse del frío, pero las hicieran con materiales perecederos, provocando
su total desaparición con el paso del tiempo, y que no quede ningún vestigio
edificativo de ellas. De cualquier forma, esta función podría tener su punto de
verdad teniendo también en cuenta que en la Alta Edad Media, la iglesia
constituía el único edificio “sólido” y estable de una población o aldea. Era
el edificio en el que resguardarse del clima cuando éste era duro y las cabañas
o casas de madera y carrizo en las que habitaban sus gentes, no aguantaban esas
duras climatologías: aguaceros intensos, vientos huracanados, nieve copiosa,
etc.
Cuando hablamos de las galerías
porticadas como espacio “semiprofano” adosado al templo, ya se podían intuir
algunas de sus funciones. Se hallan fuera del templo, pero amparadas por el
radio jurisdiccional y religioso del mismo. Debido a ese carácter intermedio o
“parasagrado”, se convirtió en un lugar idóneo para celebración de ciertos
actos vinculados con la liturgia y, sobre todo, para la espera de todos
aquellos que, o aún no formaban parte de la comunidad cristiana, o estaban
sometidos al cumplimiento de una sanción o castigo para poder reintegrarse de
nuevo en ella.
El carácter ceremonioso y complicado de
la liturgia medieval hizo necesario numerosos espacios para su correcto
desarrollo, tal y como explicamos al inicio de esta charla-tostón románico. Por
ello, no es de extrañar que los actos que se llevaran a cabo en el ámbito del
pórtico fueran bastantes y muy diversos. Muchas de esas celebraciones, a buen
seguro rutinario en la Edad Media y actualmente desaparecidas, hoy pasan
inadvertidas para nosotros. Son celebraciones como la “entrega de la novia”,
ordalías (otra palabrita para el cubo de la Guada) (sobre las ordalías sería
conveniente hacer otro tostón románico, aunque vista la edad y, en algunos
casos la poca relación que tienen con el románico, lo mismo nos las saltamos, y
… ¡eso que os ahorráis!). Son prácticas que no se podían realizar dentro del
propio templo pero sí en un lugar lo más cercano y vinculado a él.
Otras prácticas todavía se conservan,
aunque con la consiguiente y lógica modificación. Estas pueden ser las
procesiones, siendo la procesión del Domingo de Ramos la más importante de las
que se celebraban en aquellos románicos años. Subastas de andas, rendición de
banderas, encendido del cirio de la vigilia pascual guardado junto a la pila
bautismal cuando éste se extinguía eran otras de las celebraciones que podían
tener lugar dentro de las galerías porticadas. “El sermón de la fe” era una
alocución que se realizaba ante los infieles y que asumió como práctica propia
el Tribunal del Santo Oficio, pero al ser la Inquisición posterior a los años
centrales del románico no la podemos dar por buena para ese periodo en
concreto. Lo que sí demuestra este acto es que las galerías porticadas
estuvieron “funcionando” muchos años después de ser construidas, siendo uno de
los espacios más importantes para los habitantes de esa aldea o pueblo
medieval.
San
Gil. Rejas de San Esteban. Soria
Fue también el comienzo de este amplio
y dormido tostón cuando hablamos y recordamos la funcionalidad y simbolismo de
la puerta así como del arco de medio punto como forma constructiva para la
misma. El pórtico también es un espacio de tránsito o espera, tanto de los
condenados, castigados y apartados de la comunidad cristiana, como de los no
cristianos, aquellos que aún no estaban bautizados. Estos últimos esperaban en
el pórtico para ser recibidos por el sacerdote de la iglesia, el cuál realizaba
inicialmente ciertos exorcismos antes de pasar a la iglesia propiamente dicha y
comenzar con el sacramento del bautismo. Este sacramento se realizaba, como
todos imagináis sin temor de equivocación, en la pila bautismal que normalmente
y casi siempre se encontraba dentro de la iglesia y a los pies de ésta. Algunas
galerías porticadas tienen dicha pila bautismal aunque no es lo normal en la
liturgia cristiana. Esta ubicación podría no corresponderse a un uso histórico
de dicho espacio, sino a una recolocación moderna de la pila, aunque debemos
tener en cuenta que un no bautizado vive en pecado (pensamiento muy románico
pero que para nada se ajusta a nuestra realidad actual; debemos contextualizar
el tostón recibido) y, por ende, o puede cruzar el umbral del recinto sagrado.
De ahí la ubicación a los pies de la iglesia de la pila bautismal, junto a la
puerta de acceso, significando con ello que es el paso previo y requisito
imprescindible para ingresar en la comunidad cristiana de fieles.
Tanto si se era cristiano bautizado
como no bautizado (cosa poco probable en aquellos años dada la influencia de la
Iglesia sobre la población), todas las personas podían permanecer y estar en
las galerías porticadas ya que no era un espacio sagrado sino “semisagrado”. A
quienes más le convenían permanecer dentro de ellas era a los malhechores. La
galería porticada se hallaba fuera del recinto sagrado, aunque dentro de las
tierras patrimoniales del templo, en el denominado “dextrum” o tierra “ad
cibarium” de inmunidad jurisdiccional, proporcionando asilo jurídico a
aquellos que ingresaban en su interior. Era el único espacio posible de
inmunidad judicial para poder permanecer a salvo de la justicia cuando la
iglesia permanecía cerrada. Esa área circundante fue entendida como zona protegida
del mal y los peligros, donde ningún hombre podía acometer a otro dentro de la
iglesia, ni en los cementerios ni en lugares sagrados, en la circunferencia de
cada iglesia. Los que allí se refugiaban podían moverse libremente dentro de la
iglesia una distancia de treinta pasos, tal y como se indica en un canon
conciliar visigodo, lo que demuestra la antiquísima funcionalidad de una
galería porticada.
También fue al principio de este
tostón, cuando aún no roncabais, donde hablábamos de la jerarquización de
espacios en las iglesias para laicos y sacerdotes. Unos no podían estar ni
permanecer donde estaban y permanecían los otros. Esa diferenciación era
también manifiesta con relación a su defunción y enterramiento. El templo era
un lugar privilegiado y preferencial para la inhumación de los fieles, tratando
éstos de ser enterrados lo más cerca posible del templo. Ello era fruto de la
pronta y total consolidación de la religión cristiano en la Península Ibérica,
lo que propició un indisoluble vínculo entre los lugares de enterramiento y el
templo de culto. El resultado fue la unión de los lugares de inhumación al
templo parroquial. El cementerio se encontraba al amparo del área de propiedad
eclesial, con los beneficios que de ello se desprendía. El entorno de la
iglesia terminó por convertirse en el lugar idóneo para el eterno descanso,
llegando incluso a la invasión del templo con multitud de enterramientos.
Tanto era el afán de los fieles de reposar en
el suelo más sagrado, junto a los cuerpos de los mártires, que las autoridades
eclesiásticas trataron de luchar contra esa práctica de enterramientos
intramuros, sobre todo por higiene, salubridad y “ese olor espantoso”. Pero el pórtico, al ser un espacio abierto y
con una ubicación privilegiada, era perfectamente compatible con la prohibición
de enterramientos fuera del templo o iglesia intramuros. De este modo, las
galerías porticadas pasaron a ser el espacio funerario apropiado y, a menudo,
distinguido, es decir, el espacio en el que las élites sociales y religiosas
gozaron de preferencia, debido a la proximidad física entre el difunto y la
puerta del templo, simbólico acceso al paraíso.
El uso funerario de las galerías
porticadas románicas continuó muy vigente. La arqueología ha ratificado una y
otra vez este hecho, pese a las escasas referencias documentales. Por
desgracia, la mayoría de los pavimentos de las galerías porticadas han sido
alterados o removidos, y rara vez podemos distinguir restos de lápidas
funerarias que pudieron existir.
Como podéis apreciar, las galerías
porticadas tenían más de una función. No solamente se utilizaban para uso
religioso sino también para uso o función civil, como la anteriormente
comentada función de refugio o abrigo para el frio. Pero la función civil que
más se extendió en las galerías porticadas fue la de reuniones de carácter
laico. Estas reuniones no eran aceptadas por las autoridades laicas pero,
haciendo caso omiso a dichas autoridades, pasaron a convertirse en habituales a
finales del siglo XII.
En la mayoría de las poblaciones, la
plaza era el centro neurálgico, y el pórtico o galería porticada era el gran “scaenae frons”. Ambos espacios se
convertían en el escenario perfecto entre lo civil y lo religioso en el que
dirimir cuestiones o asuntos civiles, ya que dichas poblaciones no tenían otros
espacios como éstos tan idóneos. Al estar la mayoría de ellas en la extremadura
castellana (sur del río Duero y Sistema Central), y al ser un lugar techado que
daba amparo para las lluvias, nevadas y vientos, allí podían realizarse
funciones concejiles. Estas reuniones concejiles tenían la finalidad de tratar
ciertos asuntos de sistemas de fueros y libertades otorgadas por los monarcas
castellanos para favorecer la repoblación de esas tierras, consideradas de alto
valor estratégico ente las amenazas del estado musulmán de Al-Ándalus.
Actividades o reuniones mercantiles o de negocios también tenían lugar en las
galerías porticadas, aunque en menor medida.
Estas reuniones civiles se mantuvieron
en vigor durante toda la Edad Media, aunque poco a poco fueron perdiendo
importancia al irse construyendo en la población edificios específicos
destinados para esas funciones civiles. Al mismo tiempo, las prohibiciones
eclesiásticas se fueron haciendo cada vez más rigurosas, lo que provocó una
separación más palpable entre las competencias civiles y religiosas, perdiendo
las galerías porticadas gran parte de su sentido en la escena municipal.
Dentro de estas funciones civiles
indicadas anteriormente fue la de albergar pleitos entre los habitantes del
concejo o del municipio, función o práctica muy extendida desde la antigüedad;
dirimir los asuntos de justicia frente a las puertas de la ciudad, lugar donde
se daban cita el pueblo y el tribunal. Esa puerta de la ciudad era la puerta de
entrada al templo en la Edad Media, como también hemos comentado a lo largo de
todo este tostón románico, teniendo en cuenta, una vez más, que estamos
hablando de una sociedad construida sobre unas bases profundamente religiosas.
Al ser un especio semiprofano, no dedicado plenamente al culto como el interior
del santuario, la justicia encontraba en él su acomodo.
Ese espacio semisagrado-semiprofano
también daba pie a celebrar otro tipo de reuniones menos “serias” o más lúdicas
o populares. Por ser edificios cubiertos, protegidos, orientados al mediodía y
situados en el eje vertebral del pueblo, las galerías porticadas fueron lugares
de reunión relacionadas con el recreo y el esparcimiento del pueblo. No es
difícil ni extraño encontrarse “graffitis” con diferentes motivos y de diversas
cronologías en los muros de las galerías porticadas. Uno de los más repetidos
en sus diferentes versiones es el “quirkat”, tablero que se podía hallar en los
basamentos de los intercolumnios, sobre todo en aquellas iglesias que aún
conservan su basamento original.
Juegos en los basamentos. Iglesia de San Pedro. Perorrubio. Segovia.
El quirkat es un juego de “mesa” que en
Castilla se popularizó con el nombre del “alquerque”, y que en el siglo XIII
Alfonso X el Sabio lo recogía y daba las normas para su desarrollo. Es un juego
muy parecido a las tres en raya, el que todos conocéis y sabéis jugar de sobra.
Lo normal era encontrarlo grabado en los basamentos de las galerías porticadas,
aunque no es infrecuente encontrarlos en sillares dispuestos verticalmente en
las paredes de los lienzos de las iglesias.
Sí, ya sé. Me diréis que no se puede
jugar a un juego de mesa con el tablero puesto de forma vertical. Lo sé, pero
esa disposición obedece a una colocación de los constructores, que utilizaban
esos sillares para su divertimento mientras construían la iglesia. Cuando no
les hicieron falta, los utilizaron como sillar constructivo. Recordamos que
posteriormente la iglesia era pintada de blanco tanto por fuera como por
dentro, por lo que esos graffitis quedaban ocultos. También esa posición
vertical de esos sillares grabados obedece a una recolocación posterior debido
a una reutilización de sillares de otras iglesias o restauraciones posteriores
de la misma. De cualquier manera, no es la forma de jugar a esos juegos; eso
está claro.
Aún así, tanto si es en vertical como
en horizontal, no deja de ser sorprendente encontrar estos juegos en las
galerías porticadas, pues la práctica de juegos así como de apuestas fuera de
las tafurerías era ilegal. Tan sólo en ciertos días del año se gozaba de la exención
de prohibición, principalmente en Navidad y su víspera.
Si las galerías porticadas se podían
utilizar para juegos que estaban relativamente prohibidos, no hay mucha
constancia de hasta qué punto también se pudieron realizar representaciones
teatrales en su interior. Parece claro que algunos dramas litúrgicos pudieron
representarse, dado los temas esculpidos en algunos capiteles, como la Visitatio Sepulchri o la Epifanía antes
los Magos. El hecho que proliferasen elementos de carácter profano en dichas
representaciones o diálogos dramáticos ligados al culto pudo conducir a la
total prohibición de estos actos en las galerías porticadas. Lo mismo sucedió
con las actuaciones juglarescas, que estuvieron terminantemente prohibidas, ya
que incluso los moralistas del Medievo calificaban dichos eventos como indignos
y bochornosos, independientemente del lugar donde se celebraran.
Pero como todo en la vida, a todo le
llega su fin, y las galerías porticadas no fueron una excepción. Su decaimiento
y desaparición fue paulatino y progresivo. El quebrantamiento entre función y
símbolo fue lo que provocó la transformación o desaparición de la práctica
totalidad de las galerías románicas. A ello hay que añadirle la dotación en los
municipios de espacios públicos para usos civiles (casas de concejo) y
funerarios (cementerios), despojando a las galerías porticadas de su sentido
y funciones primigenias. A partir de
ahí, el lugar de referencia del municipio no va a ser la iglesia, por lo que
las galerías porticadas van a mantener tan sólo su significado físico como
protectora frente a las inclemencias meteorológicas.
¡Ay si solo fuera eso! Con su
progresivo e imparable decaimiento llegaron incluso a convertirse en canteras
para reaprovechar los materiales en ampliaciones de iglesias o construcción de
nuevas. Incluso fueron tapiadas para dar más espacio a la iglesia por el
aumento de la feligresía en el municipio. Ello se puede apreciar aún hoy día en
capiteles empotrados entre los muros de iglesias o en diversas formas en sus
lienzos que adivinan la silueta de una galería tabicada.
San Juan Bautista. Arganza. Soria.
Esa galería tabicada, aun hoy en día,
podría ser recuperada, si no en su totalidad, sí en parte, sobre todo si aún
conserva parte de sus elementos constructivos. Aquellas galerías porticadas que
fueron demolidas para reaprovechamiento de materiales, su recuperación es
totalmente imposible, con todo el daño que supone para el patrimonio cultural
de nuestro país.
Hoy día se está tratando de recuperar
este tipo de galerías porticadas tapiadas, aunque, como siempre, la falta de
presupuesto económico es el mayor impedimento, casi también parejo a la
concienciación de la población, a la que aún le falta comprensión y
concienciación hacia estos monumentos históricos. Como construcción típica y
única del románico español, alguien debería tratar de apoyar que la Unesco
declarara a las galerías porticadas Patrimonio de la Humanidad, pero ¿quién le
pone el cascabel al gato? ¿Quién comienza? Esas son las dos primeras preguntas
que cabría hacerse, darles una respuesta, y ponerse manos a la obra. Mientras
tanto y hasta entonces, no nos queda
otra cosa que no sea esperar y confiar en quienes deben hacerlo Nosotros sólo
somos unos aguantatostones románicos que tratamos de divulgarlo de la mejor
forma posible. Esa es nuestra pequeña contribución, nuestro granito de arena,
como suele decirse.
¡Hasta pronto!
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