La comunión entre los hombres y los animales es una comunión grata
y placentera que, llevada al extremo, puede convertirse en una obsesión, en
cariño (¡cómo no!) e incluso confusión, al tratar de equipararlo a un ser
humano. Eso mismo quizás pueda ocurrir en la actualidad, donde todo paroxismo
confunde la realidad con la ficción, elevando la consideración de un animal a
la altura del ser humano. Los que tenéis animales en casa, en huertos, en el
campo, etc., si interpretáis mis palabras dentro del contexto al que van
referidas entenderéis lo que quiero decir; si, por el contrario las sacáis
fuera de ese contexto y las utilizáis en beneficio propio y como excusa para
alzar la voz o incluso el puño para defender a capa y espada al animal frente
al ser humano aduciendo que hay animales mejores que algunos hombres (recordad
el típico refrán que éstos últimos utilizan en contra del hombre) es obvio que
no queréis entender lo que trato de decir o de expresar. De cualquier manera,
la simbiosis hombre-animal, además de grata y placentera, es una simbiosis muy
duradera, tanto que desde tiempos ancestrales la convivencia del hombre con el
animal es una convivencia inherente a la propia vida de ambos. Hombre y animal
van unidos a lo largo de toda la existencia del ser humano, lo que ha provocado
que el hombre halla “seleccionado” a un tipo de animal para unas determinadas
funciones y a otros para otras funciones. Ha domesticado a unos y ha cazado a
otros; de muchos se ha alimentado y a otros ha eliminado, todo ello en función
de lo que le convenía al hombre para su propia subsistencia.
Pero el hombre, el ser humano, también tiene su
espiritualidad, siempre ha creído en algo, y ha utilizado ciertos “iconos” para
abrirse a ella y expresarla, bien de forma individual o bien de forma
colectiva. Los animales han sido, desde tiempos ancestrales, uno de esos
iconos. El ganado bovino ha sido considerado desde tiempos inmemoriales signo
de riqueza y de posición social, identificándolo con deidades; incluso el toro
o el buey aparecen en multitud de leyendas de apariciones de vírgenes negras
que fueron encontradas mientras estos animales trabajaban en el campo. La
serpiente no ha tenido siempre el signo negativo que tiene en la actualidad.
Debemos recordar que está presente en el símbolo de la farmacia (pharmakos,
fórmula mágica de destierro; hombre de la antigua Grecia elegido para depurar
las culpas de los demás) luego no tendría que ser tan mala o algún signo
positivo tendría cuando fue utilizada por este gremio de personas curanderas o
sanaderas.
Sin que sirva de
precedente ni crear o ejercer de proselitista por ser quién es quién os habla,
debo recordar que la mayoría de las antiguas iglesias están repletas de
esculturas de animales, tanto reales como fantásticos. Ambos tipos de animales,
o seres animales, están ahí representados porque tratar de expresar o
significar alguna cualidad positiva o negativa del ser humano. Osos, perros,
conejos, aves, serpientes, toros, leones, monos, ciervos, águilas, sirenas,
dragones, centauros, grifos, basiliscos, arpías. Todos ellos tratan de expresar
defectos y virtudes del ser humano, y están expuestos en los templos e iglesias
para la enseñanza del hombre que asiste a oficios religiosos en las mismas, ya
que era el único modo que tenían de aprender y asimilar esas virtudes y esos
defectos, comparándolos con ciertos animales, fruto de una convivencia lejana
en el tiempo y una observancia constante y permanente.
Pero los animales no
eran utilizados solamente para enseñanza de virtudes y defectos. También eran
utilizados como chivos expiatorios, animales que cargaban con las culpas de
toda una comunidad y, con su muerte o sacrificio, la purificaban y la libraban
de todos sus pecados y culpas. No se trataba de una crueldad, sino que era un
asunto puramente mágico-religioso: el sacrificio de un animal para que se
llevase con su muerte todas las negatividades de la comunidad. Dado que
demonios y espíritus malignos eran invisibles e impalpables se decidió
reencarnarlos en algo concreto para poder manipularlos a gusto del hombre. Para
ello utilizaron toros, terneros, corderos, cabritos, etc. Además, estos
sacrificios y limpiezas generales de demonios o espíritus malignos se
realizaban en fechas fijas, una vez al año, para que la gente pudiera gozar de
una nueva vida libre de toda influencia maligna habidas durante todo el periodo
anterior.
¿Y si en lugar de
utilizar como chivo expiatorio un animal utilizamos a un ser humano, a un
hombre? Ya hemos hablado del pharmakos de la antigua Grecia, pero quizás el
chivo expiatorio más conocido por todos que utiliza a un hombre en vez de un
animal es Jesucristo (sigo sin tratar de ser proselitista; tan sólo son
ejemplos, que en este caso me tocan a mí de lleno), que es llamado o
interpelado como “Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo”. Todos ellos,
tanto animales como hombres, cuando son utilizados como chivos expiatorios son
vejados, insultados, golpeados, vituperados antes de ser ejecutados. Siguiendo
con el ejemplo de Jesucristo, el evangelista San Mateo, en su evangelio, ya lo
decía cuando auguraba: “… y se burlarán
de él, le escupirán, le azotarán y le matarán.” (Mt 15, 17-20). Eso sucede
hoy día en las fechas de la Pascua, que, como todos sabemos, coincide con el
primer domingo que hay luna llena después del equinoccio de primavera (21 de
marzo). Y esta fecha no está escogida al azar, sino que el inicio de la
primavera coincide con el final del invierno, fecha en la que el ciclo agrario
estaba prácticamente muerto, y el sol era cuando comenzaba a aumentar los días
de luz; es decir, se terminaba una etapa
aciaga para el ser humano (invierno, frío y poco sol) para comenzar otra nueva
(primavera, resurrección de la luz y la naturaleza). Era como dejar atrás un
año viejo y comenzar un año nuevo (no debemos olvidar que en la antigüedad, el
año nuevo no comenzaba como hoy día el 1 de enero, sino que lo hacía el 1 de
marzo). Ahí era donde actuaba el chivo expiatorio: dejaba atrás todo lo malo y
pernicioso de esa comunidad y comenzaba una nueva vida llena de buenas
intenciones y mejores augurios.
Romajeros de
Nuñomoral, de las Hurdes, Carantorias de Achuches, Carochos de Sarracín de
Aliste, Negritos se Montehermoso, Diablucos de Helechosa de los Montes,
Jarramplas del Piornal, Cofrades del Corpus de Peñalsordo, Diablos de Almonacid
del Marquesado, Virtudes y Pecados del Corpus de Camuñas y, apurando un poco
más, … penitentes se Semana Santa tocados con cucuruchos, los nazarenos.
Algunos os estaréis preguntando que qué tienen que ver todos estos grupos o
personajes con el tema que estamos tratando. La respuesta es muy sencilla: son
botargas, personas, individuales o grupos, que forman chivos expiatorios para
eliminar negatividades de un tiempo pasado de una comunidad y comenzar a
construir un nuevo futuro libre de pecados y prejuicios. Fin de un viejo
periodo y comienzo de uno nuevo, periodos que siempre coincidían con un mismo
tiempo: fin del invierno, comienzo de la primavera, que realmente era el
comienzo de un nuevo ciclo agrario, fundamental para la subsistencia del ser
humano.
Todos esos grupos o
individualidades nombrados anteriormente han perdurado hasta nuestros días,
convirtiéndose en la mayoría de los casos en fiestas de interés turístico … no
sé qué, tan prolijas hoy día propias del
aburrimiento del ser humano y su constante búsqueda de nuevas atracciones que
le hagan soportar su aburrida y plana vida actual. Además, todas ellas tienen
en común que no utilizan animales como chivos expiatorios, sino que es el
propio ser humano el que, disfrazado, aleja o elimina esas negatividades y
atrae a otras nuevas más positivas y fecundas.
Sin embargo, de todas
las fiestas de este tipo que en España, o incluso en el mundo, han llegado hasta nuestros días hay otras que
sí utilizan a los animales como chivos expiatorios y sí que son vejados,
insultados y, posteriormente, matados o eliminados, y, como las nombradas
anteriormente, también son realizadas en fechas fijas según la comunidad o
territorio y con los mismos fines y fundamentos. Toro de la Vega, encierros de
Brihuega, descabezamiento de gansos colgados por las patas, lanzamiento de una
cabra desde el campanario de una iglesia, toros tirados o empujados al mar,
correbous o toros embolados. Todos ellos tienen en común que son realizadas en
fechas fijas en el calendario coincidiendo con ese ciclo de fin de invierno y
comienzo de la primavera y el verano, con la Pascua o bien coincidiendo con
fiestas patronales en conmemoración de determinado santo o santa, siendo
conscientes que hay multitud de fiestas y onomásticas de santos que en la
actualidad se celebran en fechas diferentes a las originales o que bien han
sido sincretizadas por la Iglesia Católica y cambiadas de advocación y fecha,
aunque la comunidad que las celebra haya mantenido esas tradiciones ancestrales
de chivos expiatorios.
Pero lo que de
verdad hoy día tienen todas ellas en común (las que utilizan animales como
chivos expiatorios) es la unión de una determinada minoría para tratar de
eliminarlas y abolirlas aduciendo el sufrimiento del animal y creando una
determinada Sociedad Protectora de … para defender tal eliminación, sin ni tan
siquiera pararse a pensar lo que de verdad representa para esa sociedad o para
esa comunidad que las celebra año tras año.
Es cierto que las
sociedades van cambiando, pero también es cierto que las personas o los seres
humanos que forma parte de esas sociedades también son más proclives a cambiar
lo que no les gusta por el mero hecho de hacer algo, de querer hacer algo
porque realmente no tienen nada que hacer, y con ese trabajo tienen la excusa
perfecta para perder el tiempo y asegurar, muy dignos ellos, que no cuentan con
un momento libre para leer, jugar con sus hijos o, simplemente, enterarse
de los programas políticos de los
partidos antes de votar. Son fanáticos de todo tipo que van dando bandazos de
cualquier signo para conmover a gente del montón y que ésta sienta lástima por
la frágil condición humana que tan fácilmente se deja inflamar por el tonto o
el interesado de turno. Para este tipo
de gente cualquier causa puede degenerar en religión (su religión) y, por tanto,
exigir su hoguera de infieles, que en ese caso no es otra que las asociaciones
o personas que fomentan o realizan todas esas fiestas de periodos con chivos
expiatorios. No podemos ni debemos perder de vista todo lo acontecido
últimamente con la muerte de un torero en una plaza de toros, donde tanto el
torero muerto como su viuda han sido insultados, vejados y ofendidos en las
redes sociales después de su muerte. Sé que no es lo mismo, que no estamos
hablando de una fiesta del tipo que estamos comentando, pero pone de
manifiesto, expresa de maravilla y define perfectamente esa hoguera de
infieles, además de aclararnos, y sin miedo ni posibilidad de equivocación,
cómo se llaman esta tipo de personas, quienes son, cómo son y lo que son:
gentuza que mancilla el dolor de una viuda cuyo esposo no compartía los mismos
sentimientos.
Estos animalistas
inquisidores no tienen el menor remordimiento en rodearse de tontos bobalicones
para convencerlos y tratar de conseguir sus ocultos fines que no son otros que
la abolición de todas estas fiestas ancestrales. No dudan un solo instante en
protestar donde les venga en gana, sin reparos ni respeto hacia las personas
que anualmente celebran este tipo de fiestas. Prefieren perder el tiempo
persiguiendo herejes contrarios a sus ideas que disfrutando de lo que tienen, y
no dudan en crear una Sociedad Protectora de … para convencer tontacos y abolir
dichas fiestas. Pero a las personas que están a favor de dichas fiestas, o al
menos no son contrarias, ¿quién las protege de estos pseudoinquisidores de
pacotilla? ¿Tan honrados y tan pulcra y limpia tienen su conciencia como para
tratar de convencer que hay personas que por el mero hecho de no pensar como
ellos son mala gente y obligarles a pensar como ellos? ¿Es su verdad la verdad
suprema? ¿Toda la sociedad está limpia salvo los “desalmados” que celebran
fiestas utilizando animales en ellas? ¿Qué saben ellos de cultura ancestral, de
fiestas paganas, de sincretismos, de calendarios agrícolas? Realmente, ¿qué
saben? Ahí está el daño: en su incultura.
La incultura, el aburrimiento, la ociosidad, el tener que hacer algo por
hacer, el hablar por tener que decir algo (que no es lo mismo que tener algo
que decir), la irresponsabilidad en sus obligaciones laborales, familiares y
sociales. Todo ellos contribuye a crear su propia Sociedad Protectora de …,
protestar, humillar y ofender a quienes no piensan como ellos, y ponerse una
venda negra en los ojos y ocultar y trivializar a la verdadera gentuza que
pulula y campa a sus anchas en nuestra sociedad actual. Personas convictas o
investigadas por corrupción dirigiendo instituciones o administraciones,
entrando y saliendo de la cárcel como si fuera su casa; estafadores y
defraudadores sacando y ocultando dinero aplaudidos por infinidad de personas
envidiosos de no poder ellos hacer los mismo; alta valoración de la mala
educación de políticos y esperpentos televisivos y denostación de la buena
educación, tratada como un signo de debilidad; admiración de la vulgaridad;
jactancia de la mayoría de las personas de no tener el más mínimo interés en
las ciencias ni en las humanidades, además de declarar alto y fuerte donde haga
falta que no lee ni un solo libro (el Marca como mucho y sólo los “santos”);
tener a la picaresca, el esperpento y la
diversión excesiva como nuestros mayores genes identificativos. Todo
esto es lo que realmente los protectores de animales ocultan con sus actos
cochambrosos. Protegen animales, tratan de abolir fiestas, y sin embargo hacen
la vista gorda y oídos sordos a todo lo que de verdad está degradando, humillando
y vejando a toda una sociedad que quiere seguir celebrando una fiesta que sus
antepasados crearon a modo de acción de gracias. Estos déspotas no conocen sus
miserias. Actúan con poder autoritario tratando de hacer la vida imposible a
los porqués. Utilizan un lenguaje rayando la cursilería para defender lo suyo,
pero otro lenguaje rayando lo delictivo para referirse a los impuros, a los
herejes, a sus herejes.
Y ahora nuevamente
la misma pregunta: ¿quién protege a la
sociedad y a su pacífica población de estos personajillos dañinos, malignos y
perniciosos? ¿Hay que crear una Sociedad Protectora de la Buena Persona para
defenderse de esta lacra social? ¿Ser Buena Persona es una bajeza social?
¿Defender cada uno sus propias ideas y sus propios hechos han pasado a ser
considerado como un hereje social? ¿El querer asistir y celebrar determinados
acontecimientos sociales, culturales o festivos es una bajeza humana castigada
con los peores castigos del infierno? ¿Las Buenas Personas deben estar
protegidas por estar en peligro de extinción? ¿La personalidad y el ser uno
mismo está en peligro de extinción? El contestar a todas estas preguntas
muestra donde está realmente y actualmente nuestra sociedad.
Mi colega fémina
Madre Teresa de Calcuta ya lo dijo en su día: “Si miro a la masa, no actuaré; si miro al individuo, entonces sí.”
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