¡Hola de nuevo, romanicófilos! ¿A qué
después del capítulo anterior ya vais entendiendo mucho mejor el Arte Románico?
¿A qué ahora os gusta el Arte Románico más que ayer pero menos que mañana? ¿A
qué sí? ¡Claro! ¡Por supuesto que sí!
Hoy
vamos a tratar de establecer una clasificación del Arte Románico atendiendo a
su vertiente arquitectónica, es decir, a la forma constructiva de iglesias,
templos y catedrales, sus características y la evolución de éstas con el paso
del tiempo.
El
Arte Románico, debido a su amplitud temporal, se fue modificando y adaptando a
las nuevas necesidades sociales y religiosas. Esos cambios, tanto estructurales
como ornamentales, provocaron su reflejo en edificios cada vez más
evolucionados, evolución que fue mucho más patente en las ciudades que en las
aldeas, más reacias éstas a dichos cambios. Esta terquedad al cambio aún hoy
día se puede apreciar visitando iglesias o ermitas situadas en enclaves
privilegiados, guardando estructuras y formas que nada tienen que ver con las iglesias
monumentales o grandes catedrales situadas en vecinas ciudades dentro de la
misma región. Pero, como he dicho antes en otro capítulo, el arte se modifica a
medida que se modifica la sociedad, y ésta lo hacía, con pasos pequeñitos, pero
seguros.
Ese
andar hacia adelante social también tuvo su fiel reflejo en el arte, originando
en éste una ley consensuada que se ha mantenido a lo largo de los siglos hasta
casi la actualidad. Dicha ley trata de explicar y justificar que todos los
ciclos artísticos, expresados en los llamados estilos, evolucionan conforme a
una línea invariable y trenzada que va de lo arcaico y primitivo a lo clásico
y, finalmente, a lo barroco. Y que cuando un ciclo cumple estas tres etapas, el
estilo deja paso a otro ciclo artístico que, de no ser alterado, tiende a
repetir el mismo modelo evolutivo de arcaísmo, clasicismo y barroquismo. Y esta
evolución parece consecuencia de un cansancio creacional que en cada ciclo
ensaya las tres formas únicas de expresión: lo simbólico, lo real y lo
decorativo. Lo simbólico como característico de sociedades de firme
religiosidad; lo realista para aquellas obras que descubren o se entusiasman
con la belleza del cuerpo humano; y lo decorativo para jugar con las formas
geométricas, repetitivas y abstractas. Estas tres formas de expresión las ha
ido creando el hombre a lo largo de toda su existencia, con la propia
limitación de la naturaleza humana.
En
la actualidad, el artista y creador de arte, amparándose en la libertad
individual, y sin admitir ningún tipo de enseñanza académica, provoca una total
anarquía de estilos que impide que se reproduzca esa ley del arte anteriormente
referida. Los artistas se empeñan en producir arte, no por dar una respuesta a
un modo único de sentir y vivir, como puede ser el Románico, sino como una
búsqueda desesperada por hacer algo distinto, original, diferente a los demás.
Esto les lleva a una producción masiva de arte, pero arte carente de un
fundamento sincero, y sin ninguna trascendencia filosófica -mucho menos
religiosa-, lo cual provoca una mirada hacia atrás, hacia el Románico, hacia un
arte que no es ni más ni menos que la expresión humilde de la vida del ser
humano medieval, que la lleva como una carga desde su nacimiento hasta su
muerte.
El
hombre medieval, en su devenir por este mundo, supo adaptarse a los cambios
sociales, culturales y económicos que iban surgiendo. Dichos cambios no podían
ser ajenos a la creación artística, y más en concreto a la creación románica,
haciendo que la ley del arte se llevara a cabo de una manera casi metódica y
rigurosa.
Desde
su nacimiento en el siglo X, hasta su lenta y desigual desaparición en el siglo
XIII con la llegada del gótico, el estilo Románico sigue el ciclo vital de
cualquier estilo artístico: fase arcaica
(primer románico), fase clásica
(románico pleno) y fase decadente o
barroquizante (tardorrománico). Pero aunque en el Arte Románico esas tres
fases se cumplieron en toda su extensión, no debemos olvidar que ningún estilo
en la historia del arte es absolutamente homogéneo en su composición. Siempre
hay estímulos que producen variaciones y modificaciones a las normas aceptadas
dentro de ese lenguaje común que caracteriza a ese estilo. Eso también le
ocurrió al Arte Románico, que pese a su universalidad europea, no tuvo más
remedio que admitir las variedades
regionales y lenguas artísticas que tan amplia geografía aportaba, porque,
comprendiendo los parámetros comunes de belleza e iguales necesidades
litúrgicas, las interpretaron de diferente forma.
Vamos
entonces a desgranar esas tres fases artísticas por las que pasó el Arte
Románico durante su existencia, apreciando las diferencias y similitudes de
cada una de ellas, pues, aunque este arte fue evolucionando, los elementos más
característicos de él apenas sufrieron alteraciones importantes, como si los
artistas tuvieran claro que podían modificar lo superfluo sin alterar lo
esencial de este arte, y sin perder nunca de vista la evolución de la sociedad
y del hombre, por ende, la propia evolución del arte en sí.
Primer Arte Románico
La primera etapa, la etapa arcaica, se
desarrolla en las décadas finales del siglo X, en torno al año 950, y a lo
largo de buena parte del siglo XI, con una fecha de finalización en torno al
año 1.075. Nace en el norte de Italia, en Lombardía (de ahí su otro nombre de
cómo es conocido este estilo: románico
lombardo). Su nombre, Primer Románico, se debe al investigador catalán Puig
y Cadafalch que lo acuñó a principio de siglo, tratando de sustituir el nombre
de “arte lombardo”, ya que no todos los eruditos en la materia estaban de
acuerdo en adjudicar a esa región toda la creación de arte de esos años.
El
Primer Románico se extiende por el sur y oeste de Francia, donde confluye con
el arte centroeuropeo carolingio, así como por el noreste de España,
especialmente por Cataluña, libre de la dominación musulmana. Es así como,
durante el siglo XI, comienzan a construirse en el norte de Cataluña un elevado
número de templos de estilo lombardo. Este primer impulso llega también, en
menor medida, al reino de Aragón, conservándose buenos ejemplares en la
provincia de Huesca, lo mismo que en el oeste de Navarra. Este estilo no tendrá
en el resto de nuestra geografía, salvo casos aislados, ninguna implantación.
En España será la primera arquitectura
románica peninsular. Pero, ¿cómo creéis que podemos distinguir el Primer
Románico? Pues, básica y lógicamente, por sus edificios. Son edificios, por lo
general, sencillos, pequeños, baratos en la construcción, casi repetidos de una
forma seriada.
San
Caprasio. Santa Cruz de la Serós (Huesca)
Tienen
naves rectangulares, cubiertas con bóvedas pétreas de cañón o de horno, con un
solo ábside semicircular. Están construidos con piedra escuadrada pero no
pulida, o bien con pequeñas piedras, planas en muchos casos cortadas a
martillo, sin traza igual y sin desbastar. Es un aparejo adecuado a la época en
la que se desarrolla, de fácil manejo por no requerir de canteras lejanas y
costosas, y rápido porque no lleva mucho tiempo su construcción.
Las cabeceras de sus templos están
adornadas con arquillos ciegos bajo las cornisas (“arquillos lombardos”),
bandas (lesenas o contrafuertes poco resaltados) que bajan de estos arquillos
ciegos y dispuestas rítmicamente, e impostas de “engranaje” o dentadas. Se
emplean pilares como sustentación en lugar de la columna, y no hay figuración
escultórica (arquitectura anicónica).
Arquillos
ciegos
Su
apariencia es de una apariencia tosca y empobrecida; algo más que una casa y
menos que una catedral. Los mejores edificios presentan plantas basilicales con
crucero y cimborrio, aportando desarrollos decorativos de mucho mayor alcance
que el ruralismo general inicial.
Exterior de
San Vicente de Cardoná
Además
de la belleza y valor histórico de estas construcciones, su combinación con un
marco geográfico inigualable, como son los valles pirenaicos, ha hecho de este
estilo uno de los más visitados.
Construcciones emblemáticas del Primer
Románico son: en Cataluña, San Vicente de Cardona; San Miguel de Cuixá; Santa
María de Ripoll; San Pedro de Roda; San Clemente de Taüll.
Monasterio
de Santa María de Ripoll
San
Clemente de Taüll (Lérida)
En Aragón, Santa María de Obarra (Huesca); Santa Cruz de la Serós (Huesca); Cripta del castillo de Loarre (Huesca).
Cripta del castillo de Loarre (Huesca)
San Pedro
de Larrede (Huesca)
San Juan
Bautista de Busa (Huesca)
Románico
pleno o Segundo Arte Románico
Esta segunda fase constituye la época
dorada del estilo, la fase más noble por su calidad, gran belleza y equilibrio
de formas. Se extiende durante el tercer tercio del siglo XI y la primera mitad
y tercer tercio del XII, procedente del sur de Francia, de la región de
Borgoña, y transmitido principalmente por las rutas de peregrinación (Camino de
Santiago en España). A esta fase del Románico se le ha llamado Románico Pleno.
Su afianzamiento en España se produce
fundamentalmente en y por el Camino de Santiago, no por la propia ruta en sí,
sino por la fuerza y el empuje del nuevo arte. Por tanto, no conviene hablar
del Románico del Camino de Santiago, sino del Románico en el Camino de
Santiago, pues su entrada en España se hubiera producido de igual manera.
Es el momento en que se levantan los
principales monasterios, las grandes catedrales románicas de las rutas de
peregrinación, colegiatas, iglesias abaciales y parroquiales, pequeñas y
grandes iglesias, y otras construcciones importantes en las ciudades de mayor
poder económico e influencia.
Las plantas de estos edificios
ofrecerán los mismos prototipos que en el primer románico, pero las cabeceras
estarán más articuladas con uno, tres y cinco ábsides de gran decoración, con
ventanas de arco de medio punto que llevan molduras, capiteles historiados,
fustes monolíticos y basas áticas. El interior mostrará una magnífica
monumentalidad de amplias naves, altos pilares y columnas, presbiterios
espaciosos, todo con una decoración majestuosa de capiteles y relieves que ya
se había advertido en las portadas exteriores. Las fachadas se verán
recubiertas de una escultura significativa que añadirá programación teológica a
la funcionalidad de su cometido. Los muros serán más solemnes, con puertas y
portadas decoradas de hermosa escultura. El crucero de la iglesia se verá
coronado con espléndidas torres y cimborrios que proporcionarán a las iglesias
estructuras más esbeltas.
San Martín
de Frómista (Palencia)
Es
un estilo de líneas y volúmenes armónicos, rico en escultura en fachadas,
puertas, tímpanos, ventanas, canecillos, etc. Aparecen los deambulatorios, y se
desarrollan las tribunas (triforios) y los transeptos (cruceros). Su
arquitectura es sobria pero de una gracia y un equilibrio no alcanzados en
otros estilos. La pintura complementa la expresividad de la figuración tallada
en la piedra. Los programas iconográficos no se realizan al azar, sino en función
de un mensaje catequético y simbólico preciso.
Aunque existe algún caso aislado
anterior, se puede afirmar que hasta la sexta o séptima década del siglo XI, el
Románico Pleno no se asienta en España pero, por estar España enfrascada en la
Reconquista, sólo se pudo instalar en la mitad norte de la península, pues
cuando se penetra en la mitad sur es ya tiempo del arte gótico. Es, por tanto,
a partir de los reinados de Sancho III el Mayor de Navarra (su hijo Fernando I
será quien lo lleve a la práctica en los reinos de Castilla y León), y Alfonso
VI, hijo de Fernando I, en Castilla y León, cuando el nuevo estilo foráneo
comienza a desplazar al arte castizo y arcaico. La tradición del nuevo estilo
es favorecida por la intensificación de las peregrinaciones de aquellas
décadas, la reforma litúrgica (cambio del rito mozárabe al rito romano y
gregoriano) y el asentamiento de monasterios, única muestra de civilización y
cultura del momento. A sus nuevas necesidades y efectivos crecientes era
necesario responder con las pertinentes construcciones que acogiesen dignamente
a los hombres de Dios.
Claustro de
Santo Domingo de Silos (Burgos)
La
asimilación de este arte considerado extranjero no se llevará a cabo sin
fuertes resistencias, como consecuencia del fuerte arraigo de la cultura y
tradición hispanovisigoda en los reinos españoles, mantenida y alentada por el
combativo reino astur-leonés y por la población mozárabe.
Construcciones emblemáticas del
Románico Pleno son: Catedral de Jaca (Huesca); San Juan de la Peña (Huesca); Monasterio
de Leyre (Navarra); San Martín de Fromista (Palencia); San Isidoro de León
Santo (León); Domingo de Silos y San
Pedro de Arlanza (Burgos); San Vicente (Ávila) y primeras piedras de la Catedral de Santiago de
Compostela (A Coruña).
Claustro de
San Juan de la Peña (Huesca)
Arquivoltas
de portada en San Pedro de Arlanza
Crucero de
San Isidoro de León
Tercer
Arte Románico o Tardorrománico
El Tercer Arte Románico posee multitud
de nombres con los que se trata de delimitar los distintos matices que querían
destacar quienes los acuñaron. Nombres como Protogótico, Tardorrománico,
Descomposición, tratan de alejar una nueva fase artística de la anterior, y
mostrar la convivencia con las nuevas formas de hacer en una cronología que
abarcaría desde el tercer tercio del siglo XII y el primer cuarto del siglo
XIII.
Este progreso continuo no se producirá
sin fuertes conservadurismos románicos, sobre todo en espíritu, o en lugares
poco transitados, donde el románico puede pervivir, incluso en el siglo XIV con
planos y alzados de reminiscencias.
Las nuevas tendencias provenían de la
región parisina, en la zona de París, la Île de France, para después extenderse
por toda Europa, provocando un cambio sustancial en lo constructivo y
ornamental de finales del siglo XII, que ha producir uno de los más insignes
estilos escultóricos que los especialistas han llamado “Estilo 1200”.
Santo
Domingo de Soria
Las
obras creadas durante este periodo son obras de gran calidad, de enorme belleza
y delicadeza, con claras diferenciaciones sobre lo construido con anterioridad,
sin ataduras con lo anterior. Como características fundamentales podemos decir
que tenían: 1º, progresiva utilización de sistemas y elementos arquitectónicos
nuevos, como el arco apuntado o de ojiva, nervios, bóvedas de cañón apuntadas,
etc, como claro preludio de la eclosión del Arte Gótico; 2º, riqueza
escultórica, que llenará capiteles, arquivoltas, frisos monumentales, puertas,
pórticos, etc.; 3º, apogeo de los grandes monasterios cistercienses, que traen,
a partir de 1.150, una tendencia contraria predominantemente de limpieza
decorativa; y 4º, construcción de las grandes catedrales románicas, como
Zamora, Salamanca, Ciudad Rodrigo, Tarragona, Tudela, etc., con un todavía gran
espíritu arquitectónico románico español.
Con el tiempo, y a medida que las
soluciones arquitectónicas se afianzan y mejoran, aparecen volúmenes nuevos, y
la escultura comienza a barroquizarse. Con el cambio de mentalidad medieval, el
siglo XII, y definitivamente, el siglo XIII, trae consigo un despertar del
interés del hombre por la naturaleza y sus estímulos físicos. La figuración
trata de acercarse más a la realidad. Es un estilo que evoluciona hacia formas
recargadas y preciosistas. La estética desplaza al simbolismo y se acerca al
naturalismo; se llega a lo que se ha venido en denominar tardorrománico.
Cimborrio
de la catedral de Salamanca
El
primer gótico, nacido en el siglo XII y desarrollado en el siglo XIII, convive
con estas formas tardorrománicas, a menudo fundiéndose entre sí en
construcciones que se han llamado “de transición”. Si el gótico, con su nuevo
concepto de la belleza y simbolismo, se impone rápidamente en las grandes
ciudades, incluso sustituyendo templos anteriores, en otras zonas más aisladas,
como consecuencia del apego de unas formas tradicionales, se seguirá
construyendo en un arte inercial durante varias décadas más.
Construcciones emblemáticas del Tercer
Románico son: Santo Domingo de Soria (Soria); catedral de Zamora; catedral de
Salamanca catedral de Ciudad Rodrigo (Salamanca); catedral de Tudela (Navarra).
Cimborrio
de la catedral de Zamora
Catedral de Ciudad Rodrigo (Salamanca)
Bueno, ¿qué os ha parecido? ¿Sabéis
ahora diferenciar un tipo de románico de otro? Son los tres iguales, ya que
todos ellos mantienen las características propias del Arte Románico, pero en
cierta forma no lo son. Veamos un ejemplo clarificador del detalle constructivo
de un lienzo en cada uno de los tres tipos del Arte Románico.
Detalle
constructivo de los tres periodo del Arte Románico. De izquierda a derecha:
Tercer, Segundo y Primer Arte Románico
La ilustración más a la derecha pertenece, más que al Primer Arte Románicp, al Prerrománico; lo digo por el arco de la ventana, que no es totalmente un arco de medio punto, sino que es un arco más bien de herradura, propio del estilo visigodo. Aún así os podéis hacer una media idea de la evolución constructiva en este periodo artístico. Cada uno tiene unas características diferenciadoras que los hace atractivos según la ubicación en la que se encuentran: ciudades, aldeas, parajes montañosos, profundos valles, etc., añadiendo a todo ello la propia evolución de la sociedad medieval y la no menos importante evolución del hombre medieval, sobre todo en lo que se refiere a su religiosidad que, no olvidemos, es parte fundamental de la creación del Arte Románico.
¡Hasta pronto!
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