Si hay algo que
caracteriza al ser humano es la facilidad que tiene para utilizar mecanismos de
defensa a la hora de solucionar sus propios problemas. Se autoconvence que eso
no va con él, no es un problema suyo; la culpa es de los demás. Se forra con
una coraza impermeable e impenetrable que impide o que salga nada de él, o que
le entre algo que no quiere; lo que el vulgo llama “echar balones fuera”, y, de
paso, “ver la paja en el ojo ajeno en vez de la viga en el suyo propio”.
Incluso, peor aún: culpabilizar a los demás de sus propios errores o
desgracias, y no asumir culpas en acciones y situaciones propias y únicas de
esa persona. Y no se trata tanto de reafirmar su poder como el manipular hechos
y palabras de los demás en beneficio suyo, aún cuando sepa fehacientemente que
es una falacia y una inmoralidad lo que está haciendo. Cualquier cosa con tal
de “salvar la cabeza”; cualquier cosa para desprestigiar al prójimo en su
propio beneficio. Es preferible una deshonrosa victoria a una gloriosa
victoria. Así es el ser humano.
El último informa de
Pisa perteneciente a la OCDE sobre competencias cotidianas y habilidades
prácticas de los jóvenes españoles de 15 años, ha dado un nuevo palo a la
calidad de la educación en España. Nuestros jóvenes están peor de lo que parece
también en este campo. Están 23 puntos por debajo de la media de los países
pertenecientes a la OCDE, ocupando las posiciones 27 y 31 del total de 47
países. El informa pone de manifiesto que nuestros jóvenes tienen muchas
dificultades para sacar un billete de metro combinado, que no saben programar
un aire acondicionado, que no saben buscar correctamente itinerarios más cortos
en trayectos de ciudades desconocidas para ellos. En definitiva, no saben
desenvolverse correctamente dentro de la sociedad en la que habitan y de la que
forman parte.
Lógicamente las
declaraciones a estos datos y a este informe no han tardado en llegar, el
reparto de culpabilidades ha aflorado como pajitos en primavera, y las
soluciones al problema brillan por su ausencia. Nuevamente el ser humano pone
de manifiesto esa máxima que tan bien conoce y que tan bien práctica: buscando
y encontrando al culpable, solucionamos el problema. En este caso, como en
cualquier otro, no hay mayor error ni mayor desfachatez que ponerla en
práctica.
La secretaria de
Estado para Educación, Montserrat Gomendio, ha tardado bien poco en encontrar
culpables a estos desastrosos datos tratando de solucionar el problema. Ha
tardado bien poco en culpabilizar al profesorado español, tachándolo de
anticuado, de utilizar modelos anticuados de enseñanza, y para ello ha pedido
un “cambio radical en la metodología de la enseñanza”. Pero tan corto ha sido
el tiempo transcurrido entre la presentación del informe y sus declaraciones,
que parece haber olvidado quién es ella y los problemas que actualmente tiene
sobre su mesa. Ese olvido deliberadamente intencionado ha puesto de manifiesto,
una vez más, la capacidad que tiene el ser humano para descargar sobre los demás
las culpas y los fracasos propios. Por enésima vez, se ha puesto en práctica la
caza y captura del culpable para solucionar el problema.
Esta señora ha
olvidado el obsceno recorte de profesorado que su ministerio ha ejecutado sobre
la sociedad española. Ha olvidado las terribles huelgas de estudiantes,
profesores y padres en una unión sin precedentes contra la política educativa
que el ministerio de su competencia está llevando a cabo. No es consciente de
la brutal brecha social y educativa que está abriendo entre la población
española con la supresión y el acceso a becas de educación. Olvida sin
responsabilizarse de nada, de no ser competente ni dialogante para conseguir un
gran pacto de estado en educación, que elimine de una vez por todas ese tremendo
déficit en educación que la sociedad española viene arrastrando desde que a los
políticos, la gente de su “categoría laboral”, les dio por cambiar normas y
leyes educativas por cambiar, de discutir por discutir asignaturas difusas que
ellos mismos calificaban intencionadamente de ideológicas con la única
finalidad de tener un motivo, uno sólo, para continuar su confrontación con la
oposición del gobierno de turno, y tratar de imponer su autoridad sin pensar en
el nefasto mal que le acarreaba a aquellos a los que decían que representaban,
protegían y ayudaban.
Al contrario. Esta
señora ha descargado toda su ira, su culpa y remordimientos en las personas que
día a día luchan contra todo aquello que ella no sabe solucionar, contra todos
aquellos problemas que crea a los demás, contra todo aquello que día a día le
imponen al profesorado con sinrazón para tratar de desprestigiar aún más su
trabajo. Descarga su verbosidad bífida contra aquellos que luchan denodadamente
y sin medios para mejorar su trabajo y la sapiencia de los demás, mientras ella
los culpabiliza de su propia ignorancia e ineptitud.
Mientras todo esto
ocurre, durante el año pasado, un 5 % más de jóvenes menores de edad fueron
juzgados por violencia machista. Jóvenes que deberían haber adquirido en
cualquier centro educativo de España un mínimo de educación y formación para
evitar esos delitos. Estos jóvenes, como muchos de nuestro país, son víctimas
de esa indolente impasibilidad de gente como ella que se enzarza en banales
trifulcas propicias para su bien, en vez de trabajar en pos de mejorar aquello
que su categoría y puesto de trabajo representa y le demanda: la Educación. Se
desenvuelve mejor como ser humano solucionando problemas buscando culpables,
que como persona elegida para mejorar la educación en nuestro país. Antepone su
propia reputación a lo que debería representar. Y la pregunta es: ¿no evalúa
Pisa a gente como ella? Lástima, nos darían la máxima puntuación y mejoraríamos
muchísimo en el ranking, muy por delante de Singapur, Japón, Canadá, Australia,
Reino Unido, etc. Entonces sí que seríamos los mejores, pero … ¡maldita
victoria!
No hay comentarios:
Publicar un comentario