La cultura de la tapa, como cualquier otra tradición, debe formar
parte del “modus vivendi” de las personas de un determinado pueblo, ciudad o
provincia. La cultura de la tapa no se puede implantar de la noche a la mañana
a través de semanas gastronómicas de pinchos, tapas u otras viandas a precios
populares cual almacenes orientales. La cultura de la tapa debe de tenerla
inculcada el hostelero que pone su negocio en una determinada población o
ciudad, y la debe de tener el consumidor exigiéndola “per se” como un derecho
creado en la noche de los tiempos.
La cultura de la tapa no se puede crear; se debe de nacer con
ella. No podemos ofrecer semanas gastronómicas de lo que sea y cerrar los
negocios hosteleros los domingos o domingos tarde. Eso pone de manifiesto que
dicha cultura de la tapa no está arraigada ni entre la población ni entre los
propios hosteleros, y que estos últimos se obligan a hacerlas y ofrecerlas a
sus clientes simplemente como mero incentivo económico, pero no cultural ni
tradicional.
En provincias como Ciudad-Real, y la mayoría de las provincias de
Castilla y León y País Vasco, la cultura de la tapa está instalada entre su
población y, por ende, entre sus hosteleros. Allí no hacen falta semanas
gastronómicas de nada para fomentar su consumo ni para atraer a la gente a estos
locales. Ellos lo hacen y consumen tapas porque es su forma de vida y otra
forma de ocio. Podrán hacer semanas gastronómicas, pero siempre enfocadas a un
determinado producto de su tierra o a un determinado animal autóctono, nunca
las harán para fomentar el consumo y atraer clientes a sus locales. Para ellos
la tapa forma parte de su vida social y familiar. Celebran festividades
privadas en torno a ella en vez de hacerlo en chalets y casas de campo alejadas
de toda vida social. Y lo mismo ocurre con los dueños de los locales hosteleros,
que compiten entre ellos por llevarse el mejor reconocimiento de su población,
y lo hacen sin semanas culturales ni gaitas, porque lo llevan dentro y porque
son conscientes de que si no lo hacen así no van a tener clientela. Y lo que
jamás se les ocurriría sería cerrar un domingo, ni siquiera por la tarde; las
consecuencias de esa decisión serían “mortales de necesidad”. Un pueblo de la
provincia de Valladolid tiene tan inculcada la cultura de la tapa que los
comercios cierran todos los jueves para abrir durante todo el domingo y así
facilitar y fomentar la compra en sus negocios aprovechando la ingente cantidad
de gente que sale a “tomar tapas” durante todo el día del domingo. Eso es
cultura de la tapa; lo demás es “música celestial”.
La cultura de la tapa se tienen que “mamar” y quedar con los
amigos para “comer en vaso”, en vez de visitar y comer de “sobaquillo” en
ciudades más cosmopolitas cercanas a la nuestra. Todo lo demás es dar palos de
ciego sin querer reconocer nuestra propia realidad. Es querer curar a un
enfermo sin saber lo que le pasa; ni tan siquiera sin saber si realmente está
enfermo o es su propia constitución.
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