¡Parvulitos y parvulitas! ¡Estudiantines todos!,
¿romaniqueáis mucho? ¿Tenéis ya un cuerpo románico? ¿Y la mente, tratáis de
pensar como ellos mientras leéis cada capítulo? Hacedlo, es la única forma de
poder entender todo lo que rodea y abarca el Románico. ¡Seguid así!
Durante
todo este tiempo hemos hablado de muchos temas que son importantes para
entender el Románico. La vida en la edad medieval, cómo era España y Europa
durante ese tiempo, de donde procede la palabra y el origen del Románico; temas
importantes pero que no acaban de aterrizar de una vez por todas en lo
verdadero del Arte Románico. Son temas circunstanciales y a la vez
complementarios, pero básicos para su entendimiento.
“Muy
bien, ya lo tengo todo claro, entendido y aprendido, pero … ¿qué es el Arte
Románico?” diréis la mayoría de vosotros, “… ¿qué es realmente?”.
Bueno,
vamos a tratar de explicarlo.
Como
hemos dicho en capítulos anteriores, el Arte Románico nace a partir de todo el
pensamiento postmileniarista, después del año 1.000, cuando los habitantes de
toda Europa se dan cuenta que nada de lo maléficamente profetizado ocurre.
Realmente
nace un poco antes del año 1.000, concretamente en fecha aproximada al año 950,
donde ya se comenzaba a edificar utilizando unas determinadas pautas comunes.
El periodo de finalización lo podemos considerar hacia la mitad del siglo XIII,
aunque, como ocurriera en su aparición, mucho antes de esa fecha, hacia finales
del siglo XII, ya se comenzaba a construir modificando las características
románicas; era el comienzo tibio del Arte Gótico.
Se
dice que todo lo que el hombre hace, crea o inventa, lleva consigo, para
siempre, el estado de ánimo de su creador; si hablamos de épocas, éstas también
transmiten el espíritu y la sensibilidad que las distingue.
Como
todo arte, el Arte Románico es un fiel reflejo del pensamiento de una época (y
no al revés: generalmente es la sociedad la que cambia el arte, y no el arte
quien cambia la sociedad). En esta época, la población vivía asustada por todos
los males profetizados para el año 1.000. Observando que nada de eso ocurría,
la sociedad comenzó a despertar de su propio miedo, y ese abrir de ojos fue lo
que llevó al hombre medieval a construir, agradeciendo a Dios que nada terrible
había pasado. Es, por tanto, un arte respuesta a un modo casi universal de
sentir, común a toda Europa y con una larga pervivencia en el tiempo. No ha
habido otro arte que una tantos territorios a la vez y durante tanto tiempo
como el Románico.
Luego
el Arte Románico es un arte fundamentalmente religioso, nacido al amparo de ese
agradecimiento a Dios. Es el arte sagrado del cristianismo occidental, el arte
religioso que plasma creencias y miedos del hombre; es profundamente
espiritual. No hay ninguna manifestación románica que no conlleve su carácter
sacro, como no hay ninguna otra manifestación artística en Europa que no se
remita exclusivamente a su carácter sagrado. Será por ello, a partir de su
característica sacra, que el Arte Románico influya en la sociedad románica.
Tímpano en Estella (Navarra)
También ese carácter sagrado le va a otorgar
otra de las características fundamentales al Arte Románico: la comunicación con
Dios, el Dios al que se refiere la Iglesia de Roma, esa iglesia que, como hemos
dicho en alguna ocasión, estaba presente en todos los aspectos de la vida
medieval: en las ciudades, pueblos y aldeas, en las ferias y mercados; la
Iglesia controlaba el ritmo de la vida.
Sí, ya sé lo que estáis pensando: “Este cura
barre para casa. Nos quiere convencer que todo el arte que estudiamos es arte
religioso; que todo tiene que ser religioso, como él”.
No,
no es eso. Todo el arte que estudiáis, desde el más antiguo al más
contemporáneo, es un arte creado por el hombre como expresión de su época y de
sus sentimientos, sean éstos religiosos o no. Pero sí que el Arte Románico es
un arte eminentemente religioso y sagrado, propio de una sociedad gobernada,
como hemos dicho antes, por la Iglesia. Recordad que la Iglesia, el clero,
tenía tanto o más poder que el Rey o el señor de la zona. Pensad que los
emperadores y reyes comenzaban a serlo sólo y únicamente cuando los coronaba la
Iglesia. Este arte convivió estrechamente con la Iglesia, y es fiel reflejo de
esa convivencia y su aplicación a la sociedad.
Bien,
aclarado este matiz básico, prosigamos con nuestra explicación.
De
igual manera que la Iglesia era la que controlaba al hombre durante aquella
época, el edificio de la iglesia era, arquitectónicamente hablando, el elemento
dominante en el Románico, muy por delante de la pintura y de la escultura,
aunque esta última tenía bastante mayor importancia de la que creemos. ¿La
razón? Es muy sencilla, y recuerdo haberos dado algunas pistas en capítulos
anteriores sobre la respuesta. Aún así, se puede volver a explicar, eso sí, de
una manera más somera.
El
hombre medieval era totalmente analfabeto. No sabía leer ni escribir en su
mayoría. En aquella época no había escuelas, y tan sólo el clero (¡otra vez éstos!)
y algunos reyes y señores (no todos) sabían de lectura y escritura. Pero aquel
que lo sabía hacer lo hacía en latín, que era la lengua que utilizaban para
comunicarse entre ellos, dado que, por ejemplo, en un monasterio podían
profesar monjes de diferentes países, cada uno hablando su lengua vulgar propia
de su territorio de procedencia, lengua que los demás monjes no entendían. Por
ello, se comunicaban en latín. Pero esa lengua culta tampoco era conocida por
el campesinado que, como mucho, sabía hablar la lengua vulgar de su aldea o
territorio en el que habitaba.
Esa
incultura campesina le creaba un problema a la Iglesia a la hora de acentuar la
comunicación entre Dios y el hombre. ¿Cómo podían “culturizar” de una manera
religiosa a toda una población analfabeta? Muy sencillo: por medio de la
escultura y, en menor medida, por medio de la pintura.
La
Iglesia utilizó la escultura tallada en la piedra de portadas y capiteles para
proclamar los evangelios a la población, para instruirlos. Las iglesias románicas
se convirtieron en verdaderos evangelios de piedra, arquitecturas que hablaban.
El Arte Románico se convertía así en un arte didáctico.
Caín mata a Abel. Capitel del claustro de San
Juan de la Peña (Huesca)
Además de la escultura, la pintura y el
mosaico también están al servicio de las clases dominantes, clero y nobleza,
para representar un modo de vida, una justificación de la sociedad estamental,
y para acercar a la masa analfabeta la doctrina de la Iglesia mediante la
simbología y las imágenes.
Desde
el punto de vista románico, el primero que pudo hablar claramente del arte como
catequesis para la población fue San Juan Damasceno, el cual, desde su prisión
de Damasco, entre el año 740 y el 749, escribió: “Lo que es un libro para los que saben leer, es una imagen para los que
no leen. Lo que se enseña con palabras al oído, no lo enseña una imagen a los
ojos. Las imágenes son el catecismo de los que no leen.”
Luego el Arte Románico es un arte dirigido a
cada individuo, a su intelecto. Es un arte que, más que representar, quiere
sugerir, que cada uno invente al personaje, al concepto o el mensaje. Es un
arte universal que produce el gozo en quién lo admira, y que su interpretación
personal coincide con los valores de su propia ética. Es armónico, tiene
armonía entre los elementos y el mensaje que se quiere transmitir. Todo esto
es, ni más ni menos, el Arte Románico.
No
quisiera dejar pasar la ocasión para deciros que toda esa armonía y belleza del
arte Románico es lo que le está dando ese auge que nuevamente está adquiriendo
por parte del hombre moderno. Llama poderosamente la atención por el admirable canon de belleza y equilibrio que muestran
sus formas, teniendo en cuenta la escasez de medios de los que se disponía para
llegar a resultados de tal armonía.
No
dejará dudas la función del edificio porque su esencia estará basada en las funciones
teológicas y teofánicas que han perdurado a través de los siglos, con la misma
relación de identidad que conservan en la actualidad los templos cristianos
actuales. Frente a otras edificaciones de la época medieval que ya carecen de
la función para la que fueron creadas, como los castillos o los palacios, las
iglesias románicas mantienen el rango de museos vivientes, útiles y
funcionales, y no de elementos culturales fosilizados como los citados
anteriormente.
La presencia de esas edificaciones entre nosotros es la
mejor prueba de un modus vivendi, aunque mejor cabría decir de un
modus orandi, pues estaban hechas para el oficio litúrgico que ha venido
siendo desempeñado ininterrumpidamente desde su construcción como templos.
Un edificio lo constituyen no sólo las piedras que lo
sustentan, sino las condiciones sociales que lo motivaron. Sin la consideración
de estas circunstancias no habrá conclusiones certeras sobre su origen, función
y desarrollo.
El Arte Románico en
modo alguno puede entenderse aislado de su entorno, y sin embargo, parece como
si la mera contemplación de lo artístico fuera suficiente, como si no
interesara nada más allá de esas curiosas e incluso “misteriosas”
representaciones en la piedra o muchas veces de la romántica belleza que
acomoda el monumento a su entorno natural. No puede olvidarse que estas obras
de arte fueron levantadas y utilizadas en su día por unas gentes que tenían
unos esquemas mentales un tanto distintos a los nuestros –aunque hay que
reconocer que casi siempre nos son prácticamente desconocidos- y un régimen de
vida tan difícil de imaginar como complicado de reconstruir con cierto rigor
por el historiador. Estos monumentos se erigieron en un entorno de particulares
relaciones sociales, bajo unas circunstancias políticas e ideológicas, en medio
de unos fundamentos culturales y religiosos, a partir de unos recursos
económicos cuyo resultado –al menos parcialmente-, es el arte que nosotros
llegamos a contemplar. De la capacidad del historiador demandaremos el conocimiento
de todo ese entorno y su divulgación; de la curiosidad del visitante su interés
más allá de las piedras.
La vida del hombre moderno está sometida a prisas, al
ajetreo de un trabajo ferozmente competitivo y brutal que devora la capacidad
humana de sosiego y comprensión. Todo camina tan aprisa que no hay tiempo para
la reflexión, para el recreo tranquilo y apacible del legado de su propia
historia. No es capaz de comprender más que el presente intentando afianzar el
futuro en una vorágine que le hace perder la conciencia de su pasado. Por eso
necesita de referentes que, sin despreciar el presente ni el futuro, le haga
comprender el pasado, cuanto más remoto mejor.
Ese es uno de los éxitos del atractivo del Arte Románico en
la actualidad: el que pueda hacer comprender la vida desde un punto de vista de
mayor equilibrio, como el que tienen esos edificios antiguos, que a pesar de
tener existencia en una civilización tan avanzada como la nuestra, siguen
presentes para nuestro goce, pero sobre todo para mostrar el camino de la
historia y de lo poco que somos en el transcurrir de los tiempos.
Ojalá que este arte, u otro cualquiera, sirva para no perder
de vista el equilibrio necesario en el ser humano y no consentir la
rebarbarización del hombre.
¡Hasta pronto!
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