Si hay algo que nos puede diferenciar de los demás es la personalidad y el espíritu crítico hacia nuestro entorno y sociedad. El no dejarnos llevar por lo que es moda, lo que se lleva, lo fashion. Moda es lo que llevo puesto, respondía un viejo profesor a las críticas de sus alumnos cuando éstos le acusaban de ser un anticuado en su manera de vestir, dándoles a entender que él, su persona y pensamientos es la moda, es él mismo. Actualmente, la moda no sólo se ha implantado en la forma de vestir sino que se ha ido inmiscuyendo poco a poco en facetas más personales del ser humano y una de ellas es en la propia religiosidad de las personas.
Ahora que se acercan las vacaciones estivales, cada día son más los que eligen como destino vacacional Santiago de Compostela, la meta final del Camino de Santiago, el Monte do Gozo del peregrino, el Campus Stellae, campo o camino de las estrellas. Hoy en día, esta meta final no es sino un día más en la vida de un simple excursionista que se hace a la carretera o al camino cual senderista disfrutando del paisaje que le rodea. La moda ha hecho que la peregrinación, el sufrimiento, el cansancio, el esfuerzo, el sentimiento religioso, la avidez de cultura, deje paso a una simple excursión placentera de varios días de duración con los amiguetes de turno, olvidándonos del significado real de ese camino, de lo que conlleva hacer el Camino de Santiago. Atrás quedaron los peregrinos que dormían en donde podían –cubiertos o al raso-, sanaban sus heridas en los pies con sólo pensar en el abrazo a Santiago o sacaban fuerzas pensando en el fin del tormento que les había llevado a emprender esta tremenda y, a veces, trágica empresa.
Nuevamente la moda y la falta de personalidad del ser humano se han encargado de desvirtualizar parte de su religiosidad para convertirla en mero instrumento de ocio. Todos tenemos libertad para creer en algo o no creer en nada, libertad de elegir lo que más nos conviene en cada momento. Pero igualmente debemos utilizar esa libertad para no menospreciar y relativizar sobre la libertad de los demás, la de aquellos que eligen hacer un acto de penitencia acorde a sus sentimientos y creencias religiosas. El Camino de Santiago es algo más que una excursión dominguera, es algo más que una moda pasajera. Sus más de mil años le avalan.
Ahora que se acercan las vacaciones estivales, cada día son más los que eligen como destino vacacional Santiago de Compostela, la meta final del Camino de Santiago, el Monte do Gozo del peregrino, el Campus Stellae, campo o camino de las estrellas. Hoy en día, esta meta final no es sino un día más en la vida de un simple excursionista que se hace a la carretera o al camino cual senderista disfrutando del paisaje que le rodea. La moda ha hecho que la peregrinación, el sufrimiento, el cansancio, el esfuerzo, el sentimiento religioso, la avidez de cultura, deje paso a una simple excursión placentera de varios días de duración con los amiguetes de turno, olvidándonos del significado real de ese camino, de lo que conlleva hacer el Camino de Santiago. Atrás quedaron los peregrinos que dormían en donde podían –cubiertos o al raso-, sanaban sus heridas en los pies con sólo pensar en el abrazo a Santiago o sacaban fuerzas pensando en el fin del tormento que les había llevado a emprender esta tremenda y, a veces, trágica empresa.
Nuevamente la moda y la falta de personalidad del ser humano se han encargado de desvirtualizar parte de su religiosidad para convertirla en mero instrumento de ocio. Todos tenemos libertad para creer en algo o no creer en nada, libertad de elegir lo que más nos conviene en cada momento. Pero igualmente debemos utilizar esa libertad para no menospreciar y relativizar sobre la libertad de los demás, la de aquellos que eligen hacer un acto de penitencia acorde a sus sentimientos y creencias religiosas. El Camino de Santiago es algo más que una excursión dominguera, es algo más que una moda pasajera. Sus más de mil años le avalan.
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