La desaparición o muerte de Marta del Castillo (siempre según sus presuntos autores materiales, porque aún no ha aparecido el cadáver y no se puede considerar que esté muerta –trampas legales y burocráticas-) ha puesto de manifiesto, una vez más, la tremenda sinrazón que todos llevamos dentro, que aflora en nosotros cuando menos lo esperamos si no somos capaces de controlarla y que la mayoría de las veces la usamos para querer solucionar nuestro propios problemas, sin pararnos a pensar en otras soluciones más acordes con el problema y que por muy grande que éste pueda ser o parecernos, jamás debemos apelar a ella.
Esto, hasta aquí, creo que todos lo sabemos y que, con casos como éste, nos conviene recordar. Pero creo que de este suceso y de sucesos similares, hay algo que se nos pasa por alto y es el poco aprecio que tienen o tenemos a la vida, a nuestra propia vida y a la de los demás. ¡Que poco nos importa la vida!, sobre todo la de los demás. Se mata sin más, sin pensarlo, como un hecho natural y cotidiano, como una tarea más en nuestro quehacer diario, sin ser, ni de lejos, conscientes de todo lo que la vida entraña, para nosotros y, sobre todo, para la persona a la que se la estamos quitando.
¡Se lo dije! … ¡Se lo merecía! …, son frases que suelen dar los acusados cuando les preguntan el porqué de tal acción, eso si no son unos cobardes y reculan durante el juicio alegando drogadicción, alcoholismo, enajenación mental o cualquier otra argucia legal, vomitiva y palanganera.
Aún así, creo que hay todavía algo peor que el poco aprecio a la vida y es el cada vez menos aprecio a la vida de los jóvenes de hoy, no todos, lógicamente y por suerte, pero sí de muchos y, lamentablemente, de cada vez más. Son jóvenes sin aspiraciones en la vida, hedonistas, narcisistas, sin valores, que no quieren trabajar, vivir sólo a su manera y pasando por encima de quien haga falta, con una sensación de impunidad reafirmada continuamente con casos como éste (saben que saldrán libres en pocos años, en el supuesto de que sean condenados), despreciando a quien no hace lo que ellos hacen o comparten sus ideas, usando la violencia por el mero hecho de “haberlos mirado mal”; en definitiva, los dueños y señores de la sociedad y ejemplo a seguir de la mayoría de los adolescentes de hoy día, “encarcelados” en los centros educativos, mientras sus “ídolos” campan a sus anchas marcando estilo, estilo de vida.
Últimamente, se está hablando mucho de la EpC, si sí o si no, si es buena o no lo es tanto, si educa o adoctrina, si derechos, si valores, … pero nos estamos olvidando de los “monstruitos” que estamos creando; nos fijamos en el sí a los valores democráticos, sí a los valores morales, sí a los derechos humanos, sí a los derechos constitucionales, pero … ¿y el sí a la vida? ¿y el sí al derecho a la vida? ¿se lo estamos inculcando? ¿saben lo que es la vida, la vida como vida, no como forma de vivir? ¿saben que no pueden arrebatársela a nadie? ¿saben que no son dueños de ninguna? ¿saben que no es un medio para solucionar problemas? ¿saben que no es una vía para reafirmarse en la sociedad, en “su” sociedad?
Estamos construyendo la pirámide social por la cúspide, por el pico, y la pura lógica, no la de los egipcios, sino la actual, nos dice que para construir o edificar algo con perspectiva de futuro y a largo plazo, debemos de basarla en unos buenos y grandes pilares que sean capaces de sustentar el resto de la edificación. La muerte/desaparición de Marta del Castillo pone de manifiesto que esta sociedad no posee pilares básicos en los que sustentarse; tan sólo cuatro muros tipo casa de los tres cerditos que cualquier mal aire nos la destroza.
Durante todos estos días, todos hemos sido Marta. En el próximo suceso seremos el nombre de la nueva víctima. Pero todos ellos tienen el mismo denominador común: la vida, la devaluación de la vida.
En este suceso y en los próximos, todos debemos ser vida, todos debemos reclamarla, todos debemos defenderla con el eslogan:
¡¡¡SI A LA VIDA!!!
viernes, 20 de febrero de 2009
¡SÍ A LA VIDA!
Publicado por
Salomon Templeton
en
9:11:00
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Etiquetas:
Desaparición,
Educación para la Ciudadanía,
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