viernes, 23 de mayo de 2014

CONSTRUIMOS UNA IGLESIA ROMÁNICA (I)



        ¡Parvulario en general! Hoy vamos a hacer un ejercicio de imaginación; trataremos de ser imaginativos. Ya sé que a algunos quizás os cueste un poco. Pero no os preocupéis, os echaré una mano con algunas ilustraciones para todos aquellos que “no lo veáis tan claro”, o seáis poco imaginativos.

         En el capítulo de hoy construiremos una pequeña iglesia románica, pero estad tranquilos, no vamos a hablar nada de arquitectura pura y dura, sobre todo porque ya lo hemos hecho en el capítulo anterior. Hoy tan sólo utilizaremos lo que aprendimos anteriormente. Ya tendremos tiempo de profundizar.

         La construcción de este iglesia románica la vamos a realizar de una manera fácil, como si de un juego se tratara, poquito a poquito. Fijaos si va a ser fácil y sencillo que para construir una iglesia románica tan sólo nos va a hacer falta un cuadrado o rectángulo, y un círculo o una esfera. Sí, sí, sólo con esos dos elementos como base, podemos construir nuestra iglesia. Son las figuras geométricas básicas para su construcción. En un próximo capítulo explicaremos por qué se utilizan el cuadrado y el círculo, ya que, como poco a poco vais aprendiendo, en el Arte Románico todo tiene su por qué, su fundamento, nada se deja al azar.

         Bueno, comencemos la obra. Cascos en la cabeza, paleta rasa en la mano, riñones preparados y… ¡allá vamos!

         Nos imaginamos una esfera, y el cielo como un gran globo que cubre a todos nosotros: es la esfera celestial. Es el macrocosmos (nueva palabreja), el símbolo de la divinidad en el Arte Románico.

         Imaginamos ahora un recinto cerrado de base rectangular, a la que vamos a llamar “nave” (ya no es el macrocosmos). En la iglesia románica que vamos a construir, los fieles van a ocupar su lugar en esa nave. Es lo que llamamos microcosmos (palabreja parecida a la anterior pero con diferente significado). De la combinación adecuada de los elementos de la esfera con los elementos del recinto rectangular ó nave, va a surgir el templo, un templo cristiano, una Jerusalén celestial en la que se van a combinar correctamente los precitados elementos simples en armonía. Sólo esos elementos simples.

         Si la esfera que hemos descrito para nuestra iglesia románica es una esfera hueca de piel ancha, gorda, y la partimos por la mitad, nos queda algo que, mirándolo desde arriba, será una especie de cúpula, y desde abajo, en forma abovedada. Su gruesa piel nos ofrecerá un círculo cerrado en su contorno, un círculo que definirá la forma de las columnas sobre las que se asentarán los arcos de que dotemos a nuestra iglesia.

         Volviendo a nuestra media cúpula, repetimos el partirla por la mitad; tendremos así un cuarto de esfera que no es otra cosa que una “bóveda de horno”, para situar encima de un ábside y decorar su interior con las imágenes más importantes, como el Pantocrátor, etc. Geométricamente es algo así.

Bóveda de horno

        Si nuestro cuarto de esfera lo proyectemos hacia abajo, en línea recta, el medio círculo inferior que nos queda será algo como si fuese la mitad de un tubo o cilindro, en cuya parte superior hay lo que hemos llamado una bóveda de horno. Este tipo de bóveda, aplicada al Arte Románico, y colocada sobre el ábside de una iglesia románica configuraría un espacio arquitectónico como el que muestra la siguiente imagen:

Bóveda de horno unida al ábside

        Cuando este conjunto está adosado a la parte rectangular y separado de ella, o unido a ella, sólo por el “arco triunfal”, a este conjunto, muestra característica del Arte Románico, lo llamamos “ábside”, “ábside semicircular”, y sirve para alojar en su interior la parte divinizada del templo: las imágenes y el altar básicamente. Este espacio arquitectónico es, como veremos más adelante, el más importante en una iglesia o tempo románico, ya que es el lugar más sagrado del mismo. Llevado a la realidad, nos reporta una vista tan maravillosa como ésta:

Bóveda de horno en la iglesia de San Marcos (Salamanca)

        Pero si a este cuarto de esfera, en lugar de mirarla desde arriba lo hacemos desde abajo, y de frente, veremos un arco semicircular en cada lado. A este arco semicircular le llamamos “arco de medio punto”.

         El siguiente arco es un arco de medio punto:

Arco de medio punto

        Usaremos los arcos de medio punto de múltiples y variadas formas en nuestra iglesia, pero siempre descansando sobre columnas circulares, aunque no directamente, porque entre el arco y la columna casi siempre pondremos un capitel. Esto lo podemos ver en la siguiente ilustración, correspondiente al claustro del Monasterio de San Juan de la Peña, donde se aprecia el arco de medio punto sustentado por columnas circulares, y entre ambos, se han dispuesto los capiteles esculpidos con diversas escenas del Nuevo Testamento.

Monasterio de San Juan de la Peña (Huesca)

        Conforme a las premisas del Arte Románico, usaremos el arco de medio punto para adintelar ventanas, para conformar las puertas de entrada al templo, para adornar esas puertas como se merecen, formando “arquivoltas”, en las que decoraremos y esculpiremos. Veamos algunos ejemplos:

Puerta sur de Santa María de Uncastillo (Zaragoza)

Ventana del ábside de Santo Tomé (Salamanca)

Galería porticada de San Miguel. San Esteban de Gormaz (Soria)

        También usaremos el arco de medio punto para distribuir mejor el peso del tejado y techumbre sobre los muros. A esos nuevos arcos creados los llamaremos “arcos formeros” cuando los usemos para separar los espacios en la parte rectangular, ó “arcos fajones” si los usamos para reforzar la sustentación de la bóveda unidos a la misma. La separación entre la nave central y las laterales, siempre bajo criterios de simetría, se realiza mediante líneas de arcos formeros paralelos a las paredes de la iglesia. Y cuando los usemos para unir ó separar, según se mire, la parte rectangular de la parte divina, entonces los llamaremos “arco triunfal”. 

Arcos formeros y aros fajones


        En esta nueva fotografía se muestra el interior de la Catedral de Santiago de Compostela, en la que se pueden apreciar los arcos formeros y los arcos fajones, además de la tribuna, de la que hablaremos en sucesivos capítulos.

Arcos formeros y arcos fajones en Santiago de Compostela

Arco Triunfal en la iglesia de Santo Tomé (Zamora)




        Los arcos de medio punto del Arte Románico tienen una característica: se dibujan de un solo trazo a partir de un único centro. Son los arcos usados por lo cluniacense al construir el Románico y fueron sustituidos por el arco apuntado en el Románico cisterciense. El arco apuntado se dibuja a partir de dos centros y lo forman dos segmentos de arco de diferentes circunferencias. Cuando usamos un arco apuntado, las cargas se distribuyen mejor y el arco es más resistente, lo que, por otra parte, permite mayores elevaciones.



Comparación del arco de medio punto con el arco apuntado


        Como no usamos el arco apuntado en el Arte Románico y los constructores del Románico no conocían otros sistemas de distribución de las cargas, el peso de la parte alta de las bóvedas requería que los muros en los que se apoya se reforzaran con contrafuertes.






Dibujo esquemático de contrafuertes y contrafuertes en la iglesia de la Magdanela (Zamora)


        En el Arte Románico en España, el ábside es de la misma altura total que la parte rectangular, aunque también puede ser más bajo. Siempre colocaremos una ventana en el centro del muro del ábside, y a veces otra a cada lado, pero siempre colocaremos la del medio, y la ubicaremos a una altura adecuada para que cuando salga el sol la luz ilumine el altar. Porque nuestra iglesia está “orientada”, es decir, el eje transversal que recorre la nave hasta el centro del ábside y coincide a su vez con la ventana del ábside, que apunta al este, a oriente, por donde salen los primeros rayos de luz del día.


         La ventana central del ábside será un ventanuco estrecho, no muy alto, quizás abocinado, y con pequeñas columnitas a los lados con sus correspondientes capiteles para sustentar el arco de medio punto que culmine la ornamentación de esta ventana, dando la bienvenida al Creador. Porque de eso se trata, de hacer que la luz creadora de las formas entre por ella al iniciarse el día. Y no será muy grande, para permitirnos una cierta penumbra con la que poder concentrarnos más en nuestras oraciones, y quizás también por motivos defensivos (que eso es otro tema). Pero no hay cristal en el Arte Románico en España, todavía no se ha “inventado” o introducido en la zona cuando hacemos la iglesia, y por eso usaremos alabastro, cuyo material traslúcido nos permitirá tener luz y guarnecernos de las inclemencias del exterior.

Ábside de Santa María la Nueva (Zamora)


Ábside de Santa María de Eunate (Navarra) visto desde dentro, donde se puede apreciar la entrada de los primeros rayos de luz del día.

        Si la iglesia es pequeña, tendrá una sola “planta”, es decir, en nuestra nave sólo habrá un espacio de pared a pared, de muro a muro, donde estarán los fieles.


         Volvemos a nuestro cuarto de esfera al que hemos llamado “bóveda de horno” y que estamos usando en el ábside. Al igual que hicimos para el ábside, proyectaremos en línea recta el lado que nos quedaba, con lo que obtenemos una especie de medio tubo o medio cilindro, en este caso horizontal, que llamaremos “bóveda de cañón” y que haremos descansar sobre las paredes laterales de la parte rectangular de la nave. Esta bóveda de cañón será después apuntada o sustituida por pequeñas bovedillas con nervaduras en el románico tardío.

 
Bóvedas de cañón. Proyección horizontal del arco de medio punto, y su aplicación en los muros laterales de la iglesia románica. Los contrafuertes coinciden con los arcos de la bóveda de cañón para evitar la rotura de dichos muros laterales.


        Con la adición de algunos nuevos ventanucos en las paredes, similares al del ábside, y la construcción de la puerta, se habrá casi terminado el pequeño templo, pura y exclusiva combinación de formas redondeadas con el rectángulo de la nave.


         Faltaría un elemento ocasionalmente exento, el campanario, que los monjes cistercienses sustituirán por la espadaña.

Torre y cimborrio de la catedral de Zamora

Espadaña de la iglesia de San Salvador de Cantamuda (Palencia)

        Por cierto, ¿os habéis fijado en la espadaña de la ilustración derecha anterior? ¿No os resulta familiar? ¿No creéis haberla visto antes? Sí, claro. En Torralba hay dos espadañas. No son románicas como podéis suponer pero sí que se parecen mucho a esta. Las espadañas que hay en Torralba son la espadaña de la ermita del Cristo del Consuelo, y la espadaña de la ermita de la Purísima. Una es más grande que la otra, pero ambas muy parecidas a esta otra románica mostrada más arriba.




         ¿Veis cómo con el románico también se aprende a identificar elementos constructivos de iglesias y ermitas aunque éstas no sean románicas? Es normal, son elementos arquitectónicos que se han mantenido en el tiempo, y que han ido evolucionando a medida que evolucionaba el arte en la sociedad.




         Bien, terminado este pequeño paréntesis torralbeño, prosigamos con la construcción de nuestra iglesia románica.




         La obra que acabamos de hacer, el pequeño templo, no tiene cimientos; éstos sólo serán usados en la construcción de grandes iglesias románicas, como las catedrales. Lo que habrá en su lugar es una sólida base de piedras de mayor tamaño y dureza que estarán en parte introducidas en el suelo.




         También ocasionalmente en el Arte Románico en España, se aprovechará el desnivel del terreno para construir una pequeña cripta por debajo de la nave en la que depositar y venerar las reliquias de los santos, de lo que nuestra pequeña iglesia hará gala.


         La cripta, gruta o sáncrito, tiene la finalidad de esconder o cubrir, y se aplica a todo lo que tiene un carácter secreto, que no se manifiesta al exterior. Más metafísicamente hablando, es un lugar de muerte iniciática y de segundo renacimiento.


Detalle del interior de la cripta de San Salvador del Leyre (Navarra)


        Cuando los templos correspondían a una comunidad que tenía un mayor número de posibles oficiantes (monasterios, catedrales, colegiatas, etc) se necesitaba crear una ámplia cabecera que permitiese articular pequeños santuarios o ábsides. Éstos eran llamados “absidiolos” por ser laterales al principal y generalmente más pequeños. Aunque no siempre, generalmente el número de absidiolos será par para constituir un conjunto simétrico. La larga nave del crucero permitía articular en batería estos ábsides. Es excepcional en el Arte Románico en España encontrar siete ábsides, por lo que habitualmente serán tres ó cinco en total. 


Cabecera de San Salvador de Leyre (Navarra), con tres ábsides, el central, más grande, y los dos absidiolos laterales, más pequeños.

        Dentro del ábside principal, y a veces con algún otro absidiolo incorporado, las grandes iglesias románicas de peregrinación disponen de un espacio llamado “deambulatorio” o “girola”. Se trata de una nave o pasillo curvilíneo detrás del altar que enlaza con las naves laterales y a la que asoman los absidiolos. De esta forma, los peregrinos que quisieran visitar las reliquias que en dicha iglesia se albergaban, iniciaban el circuito procesional por las naves laterales o puertas en los brazos del transepto, y continuaban visitando las reliquias en las capillas absidiales a través de la girola, no interrumpiendo la misa u otras ceremonias religiosas.


Reconstrucción del interior de una girola


        Otras veces, el circuito procesional de los peregrinos se iniciaba a los pies de la nave central, donde suele situarse una pequeña nave transversal o pórtico a manera de vestíbulo, llamado “nártex”, que resguardaba a los peregrinos de las inclemencias del tiempo, incluso, debido a los pocos recursos económicos de la mayoría de ellos, que no podían pagarse un alojamiento, se les permitía quedarse a dormir, bien en las naves laterales, bien en el “triforio”, las naves laterales situadas en la parte alta del templo.




         Al nártex a veces se le llama “galilea”, de magnífica decoración y ubicado a la entrada de la fachada oeste. El acceso en el nártex suele estar partido en sentido vertical para mejor sustentación de lo superior mediante una columna decorada llamada “parteluz”. Obviamente, cuando existe toda ésta construcción en el lado oeste es porque existe una puerta de acceso en esa zona, que, a veces, es la principal.


         Volviendo de nuevo a la parte más sacra de nuestra pequeña iglesia, junto al arco triunfal puede haber un “transepto”, es decir, una nueva superficie rectangular que cruce la nave principal formando una planta con forma de cruz latina. A esta zona de intersección se la llama “crucero” y sobre ella se ubica la cúpula, sustituida a veces por un “lucernario”. La cúpula de esta construcción del Arte Románico en España es de forma de media esfera invertida, como se ha indicado antes, y para distribuir el peso sobre las columnas esquinadas se apoya en las "pechinas". 


Cúpula sobre pechinas

        Haciendo otro de esos paréntesis torralbeños, en la ermita del Cristo del Consuelo hay una cúpula muy parecida a la mostrada en la ilustración anterior. Se encuentra en el crucero de la ermita, y mirando hacia arriba la vemos con forma redonda, pero cuando la miramos desde fuera la vemos con forma cuadrada. Eso no es nada raro; son formas y maneras constructivas propias del tiempo en que se realizaron, como hemos dicho antes.




         Normalmente, sobre las pechinas se suelen representar a los cuatro evangelistas con sus símbolos más característicos de cada uno de ellos. En la ermita del Cristo del Consuelo los podemos ver en sus respectivas pechinas.




         El transepto puede albergar los absidiolos laterales formando capillas. Cuando hay absidiolos pero no hay transepto, los absidiolos forman presbiterios menores sobre las naves laterales en que se ha dividido la iglesia.



Interior de la iglesia de San Juan de la Peña (Huesca), donde se aprecian los dos absidiolos laterales además del central en ausencia de transepto

        Pero como ya sabéis, no todas las construcciones son grandes iglesias o catedrales; también las hay pequeñitas, más modestas, aquellas que están mayormente ubicadas en parajes pintorescos e incluso idílicos.



         Cuando la iglesia o templo sólo tiene una nave, en sus paredes suelen abrirse ventanucos verticales u óculos redondos. Normalmente suele haber un óculo redondo, ausente de decoración, en la pared o lienzo oeste, ya sabéis, el que está orientado a poniente, para iluminar la nave central de la iglesia cuando decae el día.


         En cambio, si la iglesia tiene más de una nave, la nave central es más alta que las laterales, para permitir la existencia de ventanas en las paredes que sobrevuelen los tejados de las naves laterales. Es lo que se llama claristorio. Pero también es normal en el Arte Románico que estas tres naves tengan la misma altura; son las iglesias llamadas “de salón”, y, en este caso, la iluminación de esta iglesia se realiza a través de ventanas ubicadas en las paredes exteriores de las naves laterales. Tanto en un caso como en el otro, el tejado es a dos aguas, y su unión con los muros permite la ubicación de los canecillos.



         Con cierta frecuencia existe una puerta en el lado norte, pequeña, que da acceso al cementerio que pudieran tener adosado a la iglesia, ya que las personas de cierto rango o poder público querían ser enterradas lo más cerca del alter. Ante la imposibilidad material de enterrar a muchas de estas personas, se comenzó a enterrar fuera de la iglesia, pero siempre lo más cerca de ella. De ahí la ubicación del cementerio anexo a la iglesia. Otro motivo más “sano” estaba en que, cuando las personas eran enterradas dentro de la iglesia, con el paso del tiempo, la descomposición del cadáver comenzaba a expandir un hedor ciertamente insoportable para los fieles creyentes que acudían a celebrar los oficios divinos, además de estar expuestos a la propagación de ciertas enfermedades por esa misma causa. Se podría decir que las personas eran enterradas fuera de las iglesias por motivos higiénicos más que por otra cosa.
  
Cementerio adosado a la iglesia de San Esteban. San Esteban de Gormáz (Soria)

        Bueno, por ahora hemos terminado de construir nuestra iglesia, ermita o catedral románica.  Es lógico que se nos han quedado multitud de cosas en el tintero, pero a grandes rasgos, os he explicado las partes más fundamentales y, lo que es también muy necesario saber e importante, la función que cumplían esas partes dentro de la iglesia y el por qué se construía así. Recordar que venimos diciendo que en el Arte Románico todo tiene su razón de ser; nada se dejaba al azar, todo tenía su fundamento. Como también espero que entendáis el fundamento de estos capítulos: que sepáis reconocer y apreciar el único arte unitario europeo; todo Europa llegó a construir bajo las mismas directrices y en el mismo estilo. Y eso, nunca más se ha dado. Fue una excepcionalidad del Arte Románico. Una más.



             Espero que halláis disfrutado y os lo halláis pasado igual de bien leyendo este “tostón”, como yo he disfrutado realizándolo para vosotros. Es siempre un placer hablar con vosotros. Simplemente, os lo merecéis.

         ¡Hasta pronto!