Los mamíferos han producido ya todas sus neuronas antes del nacimiento. Después
ya solo se crean nuevas neuronas en un fenómeno llamado
neurogénesis en dos localizaciones: el bulbo olfativo y el
hipocampo. Un
estudio muestra que en los humanos tampoco se crean nuevas neuronas en el
bulbo olfativo lo que nos diferencia del resto de los mamíferos.
Desarrollo del cerebro
En el momento álgido de la neurogénesis se crean 250.000 neuronas por
minuto, una tasa asombrosa. El cerebro crea el doble de las
neuronas que sobrevivirán. La mitad muere por apoptosis o muerte
programada (llamada así porque se activan genes que causan la muerte de la
célula). Se establece una competencia entre las neuronas y las que están mejor
situadas y hacen sinapsis más efectivas sobreviven, mientras que el
resto se suicida. Durante los primeros años de existencia, estamos
recortando sinapsis y neuronas, más que creándolas. Aprender significa tanto
crear conexiones valiosas como destruir las inútiles. Ser más inteligente no
significa solo tener más neuronas, sino tener mejores neuronas.
Tras la primera infancia ya no se crean más neuronas en el organismo, salvo
en algunas estructuras como en el hipocampo o el bulbo olfativo
(en los mamíferos y se pensaba que también en los humanos). Con los años se va
produciendo una muerte neuronal progresiva. Enfermedades como el Alzheimer
producen una muerte neuronal masiva de efectos devastadores. ¿Por qué no se
crean más neuronas durante el resto de la vida que vengan a suplir las perdidas
por el desgaste natural y las enfermedades?
No hay una respuesta a esta pregunta, pero se puede especular con el motivo.
Las neuronas no ejercen una acción en masa como las fibras musculares o las
hepáticas. Cada neurona tiene una personalidad propia debida
entre otras cosas a las conexiones que ha formado durante su existencia (y la
del organismo al que pertenece). La neurona contiene la historia del
individuo. Reemplazar una neurona supondría situar la nueva en el lugar
de la antigua y restablecer los miles de sinapsis que la antigua había formado.
La evolución no ha arbitrado un mecanismo que haga esto posible. La
alternativa es el caos. Suplantar una neurona por otra sin respetar las
conexiones llevaría a la confusión. Exagerando, podemos imaginar una neurona en
la retina que realice una mala conexión y active un músculo del cuello. Cada vez
que el individuo abre el ojo, el cuello se mueve. No hay un mecanismo que
permita la creación de neuronas y evite el caos. Y esto es fundamental en el
desarrollo de posibles nuevas técnicas que pudieran permitir el cultivo y
trasplante de neuronas.
El olfato
Hasta el momento se sabía que existe neurogénesis en el hipocampo,
responsable del paso de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo y en
el bulbo olfativo. Pero realizar experimentos en humanos es muy complicado. A
pesar de todo, hay algunas evidencias de que se generan nuevas neuronas en el
hipocampo.
Pero el estudio del bulbo olfativo arroja resultados sorprendentes. Con la
técnica de datación del Carbono 14 se ha establecido que las
neuronas olfativas humanas tienen la misma edad que el individuo al que
pertenecen. En cambio, en los roedores se sabe que se generan
permanentemente.
El olfato es un sentido en desuso en la especie humana. Para
otros muchos animales su importancia es vital y reconocer nuevos olores se ve
ayudado por el nacimiento de nuevas neuronas olfativas. En nuestro caso el
olfato es una reminiscencia de cuando eramos animales más
primitivos.
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